Xochi mi madre 4

Recién amanecía y ya se sentía la ducha en el baño de la suite, cuando aproveché la excusa de entrar en él, ya que en el de huéspedes,  “Mena” hacía rato que se escuchaba también en la ducha. Detrás del vidrio fumé, el cuerpo de mi madre era la silueta de una ninfa esculpida. Me rocé suavemente la pija sobre mi bóxer y dejé que mamá notara que yo estaba allí, espiando sus curvas.
—Ricardo, sos vos?
—Si ma… “Mena” está en el otro baño
—Ve al de planta baja
—Estoy medio dormido, me caería por las escaleras
—Tonto, ya sé a qué venís, hoy salimos a navegar con un viejo amigo mío. ¿Venís?
Ella salió de la ducha, apareciendo envuelta en un toallón rojo que colgada desde sus senos hasta por debajo de su cola, dejando librada a mi imaginación aún húmedas su cola y su vulva, cuando algunas gotas caprichosas todavía rodaban por el ocre de sus piernas.
—Pasame una toalla del placard para el pelo. —Mientras sacudía su cabellera inclinado su cabeza hacia un costado, toda ella era la sensualidad reflejándose en el espejo.
—Si mamá, tomá.
Al sacudir su cabellera, el toallón que la cubría cayó sobre el piso y su cuerpo esculpido quedó reflejado en mis ojos, doblemente cautivable, por su espalda y sus nalgas delante de mí y su cuerpo reflejado en el espejo, sus senos siempre con sus aureolas grandes rosadas y esos pezones rígidos, siempre su pubis depilado con su cuidada y delicada línea delineada hacia el clítoris.
—Ya viste bastante, pásame esa toalla
—Si, mamá y salí del baño con una erección, pero aguanté no masturbarme, pero seguí mi juego de voyeur.
Se ajustó un bikini blanco sobre el bronceado de su piel, sin soutien, delineó sus ojos con rímel negro, sus labios carnosos, aún más revivían con un rouge rosado pero suave cual el color de sus pezones, colgó de su cuello su cadena de plata con una cruz, -quizá crucificando sus pecados.
Un sombrero de paja blanca despuntado y desprolijo coronaba su figura mientras delante del espejo se tomaba una foto cubriendo un seno con el codo sosteniendo la cámara, mientras en la otra mano lucía un anillo con una margarita blanca, cobijando el pezón derecho entre sus dedos que pellizcaba.
Desde el corredor de la planta alta podía ver a “Mena” en el balcón mirando el amanecer sobe el mar y el verde de los médanos. Su corta bata, descubriendo su espalda y su cadera escapando del rojo de aquella, su pelo castaño se tornaba en un dorado con el reflejo del amanecer. —La sensualidad provocando a Helios, —el dios del sol.
También mirarla era un placer entregado a Eros, sensual giró sobre los rayos del sol y descubriéndome del otro lado de la ventana, que la enmarcaba, solo me dijo, acariciándome el cabello:
—Buen día bebe.
“Mena” ingresó en el toilette de mi madre; —ten.... guau perra, besándole la boca. Te venía a preguntar: ¿cómo tenía que vestirme, que ponerme?, pero ya veo; vamos de lujuria.
—Lo más sexi que tengas y llevá ropa para noche de cena y boliche en algún lugar de Brasil
—¿Vamos a navegar hasta Brasil?
—Si mí beba, placeres como estos no pueden durar solo una noche, hoy te presento a Carlo y a su mascota
—Su mascota…. Jajajaja
—¿los chicos?
—En un rato llegará mi madre, se queda con ellos
—¿Qué vas a hacer con Mingo?
—Lo voy a dejar bien caliente y me lo “cojo” a full cuando regresemos
Mama terminó de colocarse una corta blusa playera blanca de crochet calado, que dejaba ver su bikini y entre esos espacios el dorado de sus senos y escapando entre los tejidos el rozado de sus pezones, sandalias playeras cuyos sus tejidos simulaban botas en sus piernas y su sombrero desflecado. “Mena” llevaba un vestido gitano color rosado de crochet que dejaba traslucir su bikini y su corpiño también blancos.
—¿Pero Uds. dos van de putas, o qué? dijo Mingo (el amante de mi madre) sorprendido al aparecer en el living con la zunga que dibujaba una tentadora erección.
—No sos el único bebe que tiene una pija que me calienta, pero vuelvo y te “garcho” con ganas.
—Como dice el cornudo de tu marido, lleva preservativos en la cartera, “putita”.
—Salimos de la casa, un auto nos esperaba en la puerta, el que nos llevó hasta el puerto, un barco a vela que lucía en un costado de su casco “PÉCHÉ” (Pecados en francés), en el puente de mando un tipo de unos cuarenta y tantos levantó la mano al vernos y al distinguir a mi madre, dijo:
—"Ici Lau"…
—"Mon grand plaisir", dijo mi madre en perfecto francés, también levantando su mano al viento.
“Mena” sonrió y abordamos, era inmenso con cuatro camarotes, en la cubierta, hacia proa tres tipos, uno de ellos muy morocho se dirigió a mi madre y dándole un beso en la mejilla no dejó de abrazarla por debajo de su cintura: —me debés tu colita—
—Mamá sonrió, —te traje a una amiga, “Mena”
—Hmmm, me quedo con “Mena”, porque a vos te están esperando en el puente de timón, pero igual estás en deuda con tu colita de caramelo.
Mamá subió unos escalones meneando su cuerpo, tentando a los otros dos calvos y musculosos en la proa, que la miraban negando con la cabeza.
—“Ma bien-aimée”, dijo Paulo, acariciando la cola de mi madre.
—“Mon pénis”, respondió mi madre dándole un suave beso en los labios.
Paulo izó velas dejando atrás la bahía de Maldonado, la playa “La Mansa” de Punta del Este, poniendo rumbo hacia la isla de Lobos.
La idea es fondear cerca de la isla, pasar la noche a la luz del faro, cenar en cubierta allí antes de salir a mar abierto rumbo a Barra de Chuy en la frontera entre Uruguay y Brasil, y quizá remontarnos hasta la ciudad de Pelotas en la Laguna de Los Patos. —Dijo Paulo.
—Disfrutar del sol de “meu Brasil, brasileiro” —cantó mi madre, meneando sus curvas, junto a su otro “amigovio amante”, ya que había dejado a Mingo, su amante oficial muy caliente en la casa.
El sol era una maravilla reflejado sobre el Atlántico sur, cálida y húmeda la brisa marina se alentaba sobre nuestros rostros, cuando pudimos descubrir el verde de la costa junto a las espectaculares playas de la isla y esos lobos marinos que dejaban escuchar sus ladridos. Todo el litoral muestra un sorprendente contraste entre el continente y la isla, fundiéndose el dorado de la arena, en el azul del mar y el verde de la isla en uno de los paisajes más bellos que uno puede encontrar.
—Con algo de suerte quizá demos con una familia de delfines –comentó Roxana, la hija de Paulo con quien yo ya estaba y disfrutando de su belleza adolescente.
—¿Hablas en serio? –preguntó “Mena” completamente entusiasmada.
—Si damos con ellos verás una auténtica maravilla. Respondió Paulo.
¿Qué tal si se cambian? –preguntó el moreno Carlo dirigiéndose a mi madre y a “Mena”. El día está maravilloso, el viento y el mar están ideales para darnos un chapuzón, antes de llegar a la isla.
—Si todo sigue así podremos cenar aquí en la isla a la luz del faro donde no nos molesten los lobos, aún para nadar en la noche. Respondió Paulo.
Mamá y “Mena” bajaron a los camarotes, Carlo le indicó a mamá cual era el que ocuparía ella, en la puerta podía leerse “Capitaine”, —evidentemente era el camarote de Paulo—Mientras que a “Mena” la guio con su mano sobre su espalda a uno más apartado, ingresando con ella, cuando “Mena” sintió la mano del moreno sobre su piel, volteándose la miró a mi madre y le guiñó un ojo mientras se mordía los labios, gesto que mi madre devolvió con otro morderse de labios.
Al cabo de un buen rato, mi madre salió a cubierta con una amplia sonrisa frente a la brisa, Paulo le extendió la mano para subir junto a él al puente de timón. ¡Laura era una diosa!, cuando ambos se fundieron en un “chupón” de labios apoyándose las pelvis uno con el otro, mi madre le rodeó el cuello, Paulo subió sus manos por la espalda dorada jugando con la blusa de mi madre dejando al descubierto lo evidente, mi madre no llevaba el soutien y su tanga blanca se hundía entre su cola y sus caderas.
¿”Mena” aún no había salido del camarote, ello me llevó a asomarme por el ojo de buey, cuando Roxana me sorprendió —¿a vos también te gusta ser voyeur? —Nos miramos con la flaca, nos sonreímos y nos quedamos en silencio mirando como “Mena” arrodillada sostenía entre sus tetas desnudas el tronco de esa pija que devoraba después en su boca, como una morcilla negra de veintiséis centímetros y un diámetro que le exigía más y más a esos labios. Las arcadas que profería eran evidencia de su garganta profunda, cuando de sus labios dejó caer una abundante espuma con semen en burbujas, las que chorreaba sobre sus pezones alcanzando sus piernas como derrames de hilos blancos.
Cuando todavía la pija de Carlo seguía escupiendo leche, “Mena” se acomodó sobre la litera acomodando sus piernas, abriendo sus ancas, facilitando que el moreno apoyara el glande sobre el esfínter y con la lubricación del semen dejó enterrar lentamente ese tubo, que desapareció en cada gemido y en cada orgasmo de esa “troia” cada vez más caliente.
“Mena” había logrado su deseo de cogerse a Carlo, cuando quedando tendida sobre la litera, un estirado chorro de “esperma” brotaba desde su latente y dilatado esfínter.
—Lau, no me va a perdonar que me hayas roto el culo antes que a ella. —dijo “Mena”
—Para esa “Xochi”. le tenemos preparado una fiestita, Esta noche poronga doble para Laura.
—¿Y yo qué?
—Vos vas a ser espectadora “la troia” (puta en italiano) y te vas a pajear viendo como nos cogemos con Paulo a tu amiga, mañana es al revés, a vos te cogemos en manada y Lau se pajea, tenemos todo de acuerdo a plan de navegación, —guiñándole un ojo—
—¿Y Roxana y Ricardo? —Preguntó “Mena”.
—Los chicos tienen su propio programa, olvídate y gozá.
Acomodándose la bikini y su blusa playera, “Mena” subió a cubierta junto con Carlo, mi madre y Paulo les sonrieron desde el puente de timón, “Mena” le hizo un gesto a mi madre al cual le sonrió cómplice; descendieron a la cubierta de proa, tendieron sus toallas y quitándose las blusas playeras quedaron desnudas, solo con sus tangas bikinis de espaldas al sol, pero a la mirada de todos, mientras sus pezones y sus lolas se acomodaban sobre esas toallas.
—¿Te lo cogiste? —Preguntó murmurando mi madre
—No, él me “regarchó” a mí, me destrozó el culo, me atravesó y acabo dentro de mi dos veces
—Guacha, esa poronga era para mí culo, quería que me lo parta primero a mí, ya que no lo pude aguantar la otra noche en el boliche, ¿y vos?
—Me mordía en las sábanas, pero el ardor de mi esfínter me gustaba y con toda la leche que le saqué con una buena mamada en mi garganta, me lubricó y me enterró hasta que sentí la punta de sus vellos erizados en mí concha. Para vos tienen preparado una fiesta con Paulo.
—Naaah, yo sola con ellos y sus tremendas pijas, y vos?
—Yo voy a estar en penitencia, me tengo que masturbar a dos manos, mirándote.
—Demasiada ropa para la cubierta de este yate. —Les gritó Paulo desde el puente de timón.
Ambas se miraron y se quitaron las únicas prendas que traían puestas, sus tangas, quedando desnudas a los ojos de Morfeo, que caía sobre la piel de dos ninfas esculpidas enmarcadas con el verde del mar de fondo.
Muy cerca Carlo clavó la mirada en ambas perras y acariciándose el bulto por sobre su short ajustado, se apretó una erección y se la dedicó a mi madre.
Laura (mi madre), la diosa Xochi le respondió tirándole un besito, con un aire de cortesana.
—Carlo, divino, ¿me pasarías bronceador por mi espalda? —dijo “Mena” con voz sensual
—Perra, le dijo mi madre con cierta envidia y sacándole la lengua
—No solo por tu espalda nena, le dijo el moreno, acercándose, pero provocando a mi madre también con su mirada
Carlo se sentó sobre la cola desnuda de “Mena” haciéndole sentir su miembro, cuando comenzó a untarla con sus dos manos morenas, llevándola a un relax y a un clímax sensual y erótico, mientras no le quitaba la mirada a mi madre. Mi madre se puso boca abajo y dejó ver también su cola, cerrando los ojos y con la cabeza echada a un lado tratando de relajarse, mientras sentía a su lado el gemido suave de “Mena”. Ella quería sentir las manos de Carlo sobre su espalda, mientras veía como esas manos alcanzaban también las caderas y las piernas de “Mena”, abriéndole y acariciando lo inimaginable en el orgasmo que sintió cuando sonó el suspiro de su amiga.
Entreabriendo mínimamente los ojos, mi madre sintió que Carlo le acariciaba con un dedo su columna, desde el cuello hasta el comienzo de su cola, mi madre levantó su cadera invitándolo, pero Carlo abandonó la caricia antes de hundirse entre los glúteos de mi madre en extrema excitación.
—Gracias Carlo, la crema estaba fría, pero me encantó sentirla con este calor que quema la piel. Dijo “Mena”, provocando a mi madre
—Carlo es muy bueno dando masajes, deberías probarlo Lau… dijo —Paulo desde el timón orientando la nave, hacia el viento.
No había duda que la estaban provocando entre los tres, mi madre ardía de deseo, pero sus orgasmos debían esperar aún más. El desinhibido bulto de Carlo seguía rígido bajo la suave tela del short que llevaba, al parecer poco a poco todos nos íbamos desinhibiendo; Roxana y yo también tomando mayor confianza.
—Tranquila Lau, ya llegará tu hora, ahora es tiempo de disfrutar de un buen chapuzón –dijo Carlo dándole una cachetada en el muslo a mi madre.
Después de que tiraron anclas, mi madre, “Mena”, Carlo y Paulo se arrojaron a las verdes aguas mientras nadaban, el pelado José (el tercer tripulante) se hizo cargo del timón. Roxana y yo también nadábamos desde la playa de la isla hacía el yate, cuando los cruzamos en ese ida y vuelta entre las olas, ellos nadaban hacia la isla. José, “el pelado” acomodó la escalerilla para que subamos con Roxana, la dejé escalar primero para ver su hermosa cola porque también sus lolas de pendeja, estaban al aire con sus pezones firmes por el agua fría.
—¿Te gusta más mi cola o mis pezones?, —Se giró Roxana preguntándome y tomándome de la mano, ayudándome a subir por la escalerilla, mientras más me gustaba y me imaginaba su conchita depilada en mi boca —iba a ser la primera vez que chupara un clítoris, iba a ser mi debut, pensaba—, mientras que de su tanga se escurría un hilo de agua de mar hacia mi cara.
—Vení Ricardo, vamos a agarrar los catalejos y te enseño porqué este yate se llama “PÉCHÉ”.
Subimos al puente de timón y Roxana con los catalejos apuntando hacia la playa de la isla, exclamó —guau, que perra es tu mamá, con razón mi papá siempre habla de ella y mi mamá se pone celosa mal, tomá, miralos.
Tomé los catalejos, y mi madre estaba echada sobre Carlo, que la penetraba por el culo, mientras que Paulo, sosteniéndola del cuello le chupaba la boca más que besarla. Ella sonreía o gemía al sentir al fin, su esfínter dilatándose con la pija del moreno.
No faltó mucho para ver que el trío al final se conformaría en esa pose que mi madre tanto anhelaba y que me confiara en nuestros pecados en Río de Janeiro años después.
Carlo se acomodó para penetrarla por el nácar de su vagina y esta vez Paulo montándola, le fue hundiendo sus veinticinco centímetros en su esfínter; a lo lejos y con los catalejos, se veía la boca de mi madre suspirando placeres y orgasmos.
¡Es por ello que mi madre jamás quedaría satisfecha después de estas cogidas! y yo sería su placer y su confidente.
Luego de tumbarse en las arenas, “Mena” se acercó al trío y quiso tomarles unas fotos con su cámara, a mi madre le tomó una foto que aún hoy sigue en mi memoria y en la biblioteca de mi escritorio entre otros secretos. De rodillas desnuda en la arena y con las breves olas del mar llegando a la orilla, mi madre se tomaba un seno, pellizcándose un pezón, mientras con la otra mano se masturbaba junto a la espuma de aquellas olas que enjuagaba sus orgasmos.
Aún hoy me masturbo con estas fotos y acabo derramándome sobre ellas.

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