Memorias docente...Nathaly


Memorias docente...Nathaly



A la hora convenida aparecieron, Nathaly y Rossy, amigas yalumnas mías. Presurosos nos instalamos en la mesa de una fuente de soda. Ellasme solicitaron auxilio en matemáticas y yo acudí gustoso a enseñarles las“fijas” del examen final.


Les explicaba, con pulcritud didáctica, el desarrollo de ecuaciones,funciones, polinomios y otros entes del zoológico matemático. Nathaly sentada ami izquierda, un poco hipnotizada por mi destreza numérica, había apretado supecho sobre mi brazo; amigos, qué bien se sentía la presión de esa tetita, duracomo un globito relleno de arena. Con la intención de dibujar un círculo en elaire, levanté las manos y friccioné intencionalmente su tetita cercana con micodo, los 360 grados del círculo imaginario lo repliqué en su tetita que por sudureza juvenil apenas se comprimió; yo creo que le gustó porque cuando hice lomismo con el triángulo, el cuadrado y el octógono, apretó más su tetita en micodo. Ah mi coqueta y jovencita Nathaly, en el aula ocupaba los primerosasientos, pero sus calificaciones ocupaban siempre los últimos lugares; ahorala tenía cerca y sentía su aliento fresco como la exhalación de las hierbas.


De pronto un apagón interrumpió nuestra sesión pedagógica,las dos muchachitas gritaron. Mientras les decía, tranquilas o nos botan dellocal, palpaba sobre su falda colegial, las piernas de Nathaly que eran blanditasy carnosas. Rossy dijo, saldré a ver si el apagón es general. Tenía la manosobre la rodilla de Nathaly cuando me acercó su boca, sin pensarlo, la besé; susaliva caliente se derramaba en mi boca; Rossy regresó repentinamente y nossorprendió en pleno besuqueo. Rossy ensayó una risa tonta como única réplica ycon voz turbada dijo, mi mamá me llama por el celular; cogió su bolsa y salió. Sinel mal tercio de Rossy, con la semioscuridad y con la arrechura que me quemabalas orejas ya no eran besos los que nos dábamos, sino un jeteo desenfrenado; satisfechodel pago recibido por las clases particulares, salimos del local.


Mientras caminábamos con rumbo indeciso regresó laelectricidad, las luces iluminaron la ciudad y una idea iluminó mi cabeza. Veamosuna película, le propuse; “Pero que yo elijo la película”, respondió Nathaly;acepté. Rentamos una “cabina privada”. Nos asignaron una pequeña habitación queolía a semen y cigarrillo; el mobiliario era simple,  en un extremo un pequeño sillón y en frenteuna TV. La película empezó a proyectarse, ¿qué película eligió Nathaly? Pues, “Barbieconoce París”.



Sin dilación reiniciamos nuestra sesión de besos. La boquitade Nathaly era pequeña y aunque no era de labios carnosos, disfrutaba su salivaque era dulce y fluida. Humedecí su cuello y sus orejitas con mis besos, sucabello tenía un aroma intenso. Sofocada, Nathaly se quitó la casaquilla escolar,sus pezones eran claramente visibles al tacto; apreté con firmeza su tetita ydejó escapar un gemido; enardecido, desabotoné su blusa; cuando le baje lascopas del sostén  sus tetitas rebotaronsobre mi nariz. Me lancé como un perro, le succioné con fuerza el pezón,Nathaly se curvó tanto que resbaló del pequeño sillón, cayó y se dio contra lapared de la cabina adyacente, un tipo con la voz ronca gritó “¡Hagan sushuevadas en otro lado!”. Levanté a Nathaly, la senté en mis rodillas y lasujeté por su cintura para chuparle con fuerza sus tetitas, terminaba cadasucción con un sonoro “plop, plop, plop”, cómo revotaban esas tetas juveniles,cómo volvían a su lugar, parecían peras de jebe y, cómo gozaba la putita.


Poniéndola de pie, le recogí la falda, llevaba shortdeportivo azul pastel con el que correteaba durante sus clases de actividadesfísicas, short holgado que permitía el bamboleo de sus nalguitas. En laoscuridad, los pelitos de su conchita alternaban de color, a veces rojo, azul, otrasverde, según las imágenes de la TV. Quizá sea virgen, pensé y le introduje eldedo meñique; su conchita era apretada, ella chilló como pericote, cerró losmuslos y sacó su culito. Olisqué mi dedo para catar la concha de Nathaly, eraun aroma suave, como de hierbas, como manzanillas que tienen todo el día enremojo; el sabor levemente salado, como pescado con sillao. La verga meexplotaba en el pantalón, tanta excitación me causaba dolor, sentí alivió alsacar la verga. No tengas miedo, le susurré, te sientas y que entre hasta dondesoportes. Acercó su culito, se paró de puntillas para subirse encima de miverga; al abrirle sus nalgas roce el botón de su ano, Nathaly sobresaltadaintentó ponerse de pie, pero la retuve. Embocarle la verga fue como el juego “ponlela cola al burro”, la semioscuridad y su falda me quitaban visibilidad; miglande rosaba su vulva, raspaba en sus pelitos y cuando friccionaba su ano ellaintentaba levantarse, pero esto solo me excitaba más. Nathaly juntó los hombroscuando sintió el ingreso de mi verga en su vagina. Poco a poco, le dije; elladecía “huummm” respiraba y se sentaba más. Su conchita se sentía caliente ybien lubricada; Nathaly gemía levemente quizá por vergüenza al tipo de lacabina de al lado; el último tramo lo metió de un sentón con un “hmmmmm”; ya enla base empezó a menear el culito tímidamente; qué placer, qué ajuste de suvagina, sus tetitas se balanceaban, arriba, abajo, izquierda, derecha; lacabina se llenó de un olor a pija y concha; y en la tv, Barbie cantaba suscanciones de mierda y aun así era como música celestial para mí, como sinfoníade Beethoven, como un bolero de Carlos Gardel, como el trino de Édith Piaf. Susnalgas me chocaban la panza, jalaba sus tetas con fuerza, su cabello olorosoondulaba en mi rostro como la crin de una yegua enloquecida; la verga se mehincho, la erupción de semen en su concha era inminente; se lo merecía, semerecía mi leche inundando su vagina y saliendo luego burbujeando por su vulva…peroun líquido viscoso me calentó los huevos y fluía luego por mi pierna, era lasangre del himen destrozado de Nathaly, saqué la pija inmediatamente. Le dije,no temas, así  sucede, y le alcancé mipañuelo bordado de graduación el cual se colocó a modo de compresa en laconchita sangrante, fue un regalo digno para su desfloración. Me limpié la pijaensangrentada y tiré el papel junto a la pared de la cabina adyacente, para queel hijo de puta ese disfrute el olor de mi pija desvirgadora, me dije. Cuandola conchita de Nathaly dejó de sangrar, hicimos lo mismo con el pañuelo.Mientras salíamos, en la tv, Barbie patinaba en París con unos animalejosparlanchines; valió la pena esta mierda de película, dije y cerré la puerta.


Ahora, pasados tantos años de esta experiencia; siendo ya unhombre hecho y derecho que luce con orgullo sus primeras canas, me preguntan,¿Por qué ves con tanta deleite las películas de Barbie?; Yo me sonrío y les respondo,Jamás lo entenderían.



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