El Despertar Sexual (II)

Si te perdiste la primera parte: http://www.poringa.net/posts/relatos/4082412/El-Despertar-Sexual.html



El Despertar Sexual (II)

Incómodaspreguntas
 
Mientras preparaba la comida yo le ayudaba enla cocina e iba poniendo la mesa. Aún no lo he dicho, pero vivíamos solos, puesmi madre nos abandonó cuando yo era pequeña y se marchó con otro hombre. Algoque papá aún no había superado, yo la odiaba por ello, pero sobre todo porabandonarme a mí. Pero, en fin, la vida seguía.
—¿Y qué habéis estudiado hija? —preguntó mipadre.
—Pues, hemos estudiado mates —dije yosonriente.
—¡Oh mates, estupendo, así no te tendré queexplicar anda esta tarde! ¿No? —rio él.
No sé por qué, pero oí cierto retintín en suspalabras y no me gustó nada.
—Si Santi es muy listo y me ha explicadoalgunos problemas que no entendía.
—¡Oh, claro! Me alegro de que haya venido.Bueno hija, solo quiero que sepas que no tienes que mentirme, ya sé que tumadre no está aquí y bueno, solo espero que si el chico te gusta puedes contármelo,¿vale?
—¡Pero papá, es que hemos estado haciendodeberes! No sé de dónde sacas esos pensamientos.
—Lo sé hija, como quieras. Sólo te digo que yofui joven una vez y tal vez eso me de cierto sexto sentido, aunque tú no locreas —me confesó.
Opté por no decir nada más, pues estabanerviosa y notaba mi nerviosismo, así que él sospechaba algo, pero no queríaque yo se lo contara, pero lo cierto es que yo aún no estaba preparada parasincerarme con él.
Después de la comida le dije a mi padre queiba a echarme una siestecilla, pero lo cierto es que estuve muy aplicada acariciándomemi coñito, lo tenía tan excitado y lubricado que mis dedos corrieron por entremis labios y me hicieron gozar hasta un punto en el que me tensé tanto que meestremecí y mi cuerpo se convulsionó como una gatita que tuviese frío por unaracha de viento gélido, entonces lo supe, ¿era mi primer orgasmo?
 
 
En tucasa o en la mía
 
Al día siguiente vi a Santi en clase, perodecidí mantener las distancias. Cuando él se me acercó le saludé como si talcosa y vi la decepción en sus ojos. Después de todo yo tenía una reputación quemantener en el colegio y noté cómo mis amigas cuchicheaban a mi espaldamientras hablaba con él.
Después me sentí culpable, pero ya estabahecho, le había despedido y Santi, cabizbajo se alejó de mí.
—¿No me digas que ese “gordo” es tu amigo?—dijo Lisa.
—¡Es más feo que pegarle a un padre! —exclamójocosamente Elena, quien también era gorda, tal vez por eso ella no se refirióal sobre peso de Santi.
—Ayer me estuvo ayudando con los deberes demates, ¡qué pasa! —dije para cortarles el rollo.
—Sin duda parece el chico del bollicao, debeser su mejor cliente —añadió Lisa.
Opté por ignorar su comentario y me encaminéhacia nuestra siguiente clase.
A la salida del instituto busqué a Santi, perono lo vi, así que me apresuré a ver si lo veía de camino a casa, pero debiócambiar su ruta porque no me lo encontré.
Después de comer, tumbada en mi cama me seguíasintiendo culpable por el incidente de esta mañana, así que me levanté y cogímis libros, ya no recuerdo ni cuáles fueron, pues en el fondo fueron una simpleexcusa.
Me planté en su puerta y toqué al timbre. Trasella apareció una mujer de unos cuarenta años o tal vez menos, sin duda Santihabía heredado su constitución de su madre. Ésta también tenía sobre peso, conunos enormes pechos, barriga, culo y grandes muslos.
—Hola, ¿Clara? —preguntó con extrañeza alverme en la puerta, pues como ya he dicho Santi y yo no éramos amigos antes delo que pasó el día anterior.
—¡Hola señora Rodríguez! ¿Está Santi? —dijecon mi sonrisa angelical.
—Si, está en su habitación, ¿qué querías?
—¡Oh, pues tenemos que hacer un trabajo juntosy venía a ver si podemos comenzarlo!
—¡Ah vale, no me ha dicho nada la verdad!—dijo su inquisitorial progenitora.
Me condujo hasta su cuarto mientras no pudedejar de mirar su gran culo, en una de las revistas de Lisa había visto gordashaciendo porno y no pude evitar que sus imágenes de cuerpos rechonchos ygrandes curvas acudiesen a mi cabeza. Decidí sacudirme tan impropiospensamientos y me concentré en qué le diría a Santi.
—Mira Santi, ha venido Clara a verte, por lodel trabajo que tenéis que hacer juntos… —le insinuó, tal vez para comprobar siyo decía la verdad.
Santi dio un salto desde la posición detumbado al verme junto a su madre, entonces me miró sorprendido desde la cama.Tan petrificado como el día anterior.
—¡Hola Santi! Ya sabes el trabajo de“sociales” —dije rezando para que siguiera mi coartada.
—¡Oh, si claro! Te esperaba un poco más tarde,perdona —rio él levantándose de la cama.
—Bueno, pues os dejo que trabajéis, si queréiscualquier cosa avisadme, ¿vale? —dijo la madre cerrando la puerta de su cuartodetrás de mi.
El silencio nos envolvió. me sentí como en laspelis del oeste, en los duelos de vaqueros frente a aquel chico, que amenazabacon desenfundar y dispararme. Desde luego tenía motivos para hacerlo.
—¿Qué quieres Clara? —dijo Santi, con tono depesadumbre en su voz.
—¡Bueno Santi, hoy me he sentido mal cuando mehas saludado delante de mis amigas!
—Si, eso me ha parecido a juzgar por cómo sereían detrás de ti.
—Bueno, son un poco tontas, pero son misamigas después de todo.
—Ya, en el fondo me ha molestado más ver cómote girabas y fingías que no me conocías —dijo él echándome mi actitud en cara.
—Bueno, sí, por eso he venido, para pedirtedisculpas por mi comportamiento.
Santi calló de nuevo y el silencio me hizosentir tan incómoda que pensé que lo mejor era salir de allí.
—¡No, espera! Anda siéntate, será mejor quedisimulemos un rato, si es que quieres quedarte. He mentido a mi madre por ti,¿sabes? Y créeme, no suelo hacerlo porque ella es muy especial para mí.
—Está bien, dije yo acercándome un poco más aél.
Santi apartó unos apuntes de su silla deestudio y me la ofreció para que me sentara, ocupando él la cama.
—Bueno, ¿y ayer? Se, ¿dio cuenta de algo tumadre?
—Pues la verdad es que entré con mis llaves yla cogí en la cocina, suelo darle un beso al llegar así que salió a verme y sefijó en mis pantalones manchados. Tuve que mentirle y decirle que me habíamojado en la fuente al apretar el botón del grifo para beber, saliendo el aguadisparada en ese momento.
—¿Y se lo creyó? —pregunté sonriendo.
—Bueno, creo que sí, ¡sólo espero que no vieselo colorado que estaba! —me confesó devolviéndome su sonrisa, algo que mepareció bonito de ver.
Más relajados seguimos conversando, cuando sumadre nos tocó educadamente a la puerta y solo abrió cuando su hijo le dijo quepasara.
—Buenas, ¡os he traído algo para picar! —dijopasando con una bandeja.
La depositó sobre la mesa de estudio de Santi,con unas pastas de chocolate, zumo y batido. Me preguntó qué quería y me sirvióamablemente. Algo que me sorprendió de ella, pues se la notaba una mujer dulcey muy agradable.
—Santi, voy a ir al súper, ¿quieres que tecompre algo?
—No, compra lo que te apetezca —dijo su hijo.
—Está bien, me marcho entonces.
Volvió a sonreírme y cerró la puertadejándonos solos de nuevo.
—Tu madre es muy amable —dije para elogiarla.
—Gracias, sí, es muy atenta con las visitas.Aunque creo que lo está flipando, pues eres la primera chica que viene a hacerdeberes conmigo.
—Si, creo que vas a tener que mantener lamentira.
—Bueno, si vienes más a menudo no me importaráhacerlo —dijo él sonriendo.
—Tienes una bonita, sonrisa, ¿sabes? Como lade ella —admití.
—Gracias por el complido Clara, pero no tienesque fingir, ella ya no está aquí —rió.
—¡No lo digo en serio! —insistí.
—Ya —replicó él sin creerlo mucho aún—. OyeClara, aún estoy sorprendido por lo de ayer, créeme que fue algo maravilloso,pero, ¿por qué yo?
Su pregunta me dejó paralizada, algo que no meesperaba la verdad.
—Pues no sé Santi, últimamente estoy un pocorara, te vi caminando hacia casa y te confieso que estaba tan cachonda al salirde clase que fue un impulso.
—¿En serio?
—Y tanto, es más te voy a demostrar que voy enserio —dije yo quitándome la camiseta y mostrándole de nuevo mi sujetadorbanco.
Santi quedó extasiado a la vista de mis pechosmenudos y cuando me levanté y me dirigí hacia la cama esperó a que yo me echaraencima suyo y lo empujaba para que se tumbase en ella.
—Aún estoy caliente, ¿sabes? —le dijeinsinuándome, restregando mi pubis contra su bragueta.
—¡Pero en mi casa! —dijo alarmado.
—¿Por qué no tu madre nos ha dejado un tiempoprecioso, no crees?
—¡Ya es sólo que me pone un poco nervioso quenos pille!
—Tranqui, lo haremos rapidito —dije yo melosa.
Me sentía excitada, sentía el poder, me sentíacomo una hembra que controla a su macho y que lo domina de alguna manera. Lasituación me ponía muy cachonda.
—Entonces Santi hizo algo que me desconcertó,me besó en los labios. Yo no lo esperaba y no supe reaccionar, así que le pusemi teta en la boca y le dejé que me la chupara.
Santi retozó debajo de mí, chupándome mispezones alternativamente hasta que sentí que mis jugos ya mojaban mis bragas.Entonces me senté de espaldas a él y éste me cogió los pechos desde atrásmientras yo restregaba mi culo por su erección, él me pellizcó suavemente lospezones y fue algo tan delicioso que sin darme cuenta me corrí sin esperarlo.Mi segundo orgasmo.
Aunque él no se dio ni cuenta, sin duda frutode su inexperiencia.
Desatada me giré y me arrodillé ante él, lebajé la bragueta y le tiré del pantalón, llevándome con él sus calzoncillos ydescubriendo su picha peluda ante mi atónita mirada. El día anterior sólo lahabía visto a través de la bragueta, en cambio ese día me llamó la atención sumata de pelo, algo que hoy no pasa, pues tanto ellos como nosotras nosdepilamos, pero en aquellos tiempos nadie lo hacía y tampoco se requería parael sexo.
La tomé con mi mano, como el día anterior y lemasturbé mientras él, extasiado, se tumbaba de nuevo en la cama.
Allí arrodillada, volvía disfrutar con elsuave tacto de su picha regordeta y con la mirada a su glande rojo e hinchado.
No sé cuándo tomé la decisión, pero al entraren mi boca sentí la suavidad de su prepucio, el cual arropaba su glande,primero lo chupé a través de él y luego la hice entrar y salir de mi boca yterminé saboreando su glande cuando este descapulló.
Santi exhaló ante mi atrevida acción y sucuerpo se tensó, entonces se incorporó parcialmente, para contemplar cómo se lachupaba.
Mi primera picha en la boca. No diré que elsabor me entusiasmó, pues sabía a pipí, pero estaba tan cachonda que no meimportó, automáticamente pasé a acariciarme mi sexo bajo las bragas.
Seguí chupando el el mal sabor inicial se fuediluyendo en mi boca, pasando ahora a notar algo dulce y empalagoso, como misjugos, no sabía que los chicos también segregaban tales jugos así que esto yame gustó más.
Lo cierto es que disfruté chupando aquellapicha, aunque Santi no era un chico especialmente guapo, estaba gordito, peroera dócil y sentía que podía controlarlo, algo que no me hubiese atrevido ahacer con alguno de los otros chicos, tan guapos que se lo tenían creído y queseguramente hubiesen intentado metérmela desde el primer día.
En cambio, con Santi, todo fluía al ritmo queyo quería.
De repente me detuvo, se cogió su picha y laapretó para mi desconcierto.
—¡Qué pasa! —dije preocupada.
—¡Nada, que si no paras me corro! —gruñó él.
Sonreí y sentí el poder de nuevo en mis manos.Se la agarré y maliciosamente se la intenté mover sin que él me dejase. Elforcejeo me gustó, era como un juego excitante y sensual, quería volver aprovocar su corrida.
Pero Santi se levantó y tirando de mí me hizolevantarme también. Entonces echó mano a mis bragas, metiéndola bajo mi falda ysu atrevimiento me gustó.
—¡Estás mojada! —dijo tocándome las bragasbajo mi sexo.
—¡Si, te gusta!
—¡Mucho! —exclamó Santi.
Y sin esperar más se arrodilló ante mí y metiósu cabeza bajo mi falda corta, entonces sentí sus besos en mis muslos y levantéla falda para ver lo que hacía.
Con delicadeza me besó en ambos muslos, luegoen las ingles y poco a poco se acercó hasta mis bragas. Primero besó mi sexosobre la tela, luego sus bordes y finalmente su lengua recorrió mi surco denuevo sobre el blanco algodón.
Me sentí tan excitada que yo misma aparté elelástico de mis bragas para ofrecerle mi coñito peludo. Ante sus ojos me miróextasiado, como recreándose en la mirada de mi sexo, tan peludo como el suyo.
Luego sacó su lengua y directamente la clavóentre mis labios, lamiéndole la raja de abajo a arriba, sacando los jugos quellevaba en mi interior y bebiéndoselos con avidez.
Entonces me tumbé, me puse cómoda sobre lacama y él se echó entre mis muslos. No me quité las bragas pues no queríafollar y así se lo advertí.
—¡Follar no! ¿Vale?
—¡Claro, lo que tú quieras! —dijo ante mismuslos abiertos.
Entonces aparté de nuevo mis bragas y élvolvió a lamer mi raja con tanta pasión que disfruté largo rato de su nuevacomida de coño. No sé el tiempo que pasó pero, cuando oímos las llaves de supuerta nos sobresaltamos y rápidamente nos vestimos.
Su madre había vuelto así que disimulamos ynos sentamos en la mesa de estudio por si entraba a saludar de nuevo. Aunquerespetó nuestra intimidad y pasados unos minutos sin que ella volviera,maliciosamente volvía a acariciar su paquete.
Él aún no se había corrido así que le masturbésentado en la silla de espaldas a la puerta, disimuladamente por si su madreentraba, preparados para tal evento él me entregó un pañuelo de tela y envolvísu picha con él para no repetir el accidente del día anterior.
Su semen brotó de nuevo ante mí masturbación,yo a su lado ví lo colorado que estaba y me fijé en su cara de placer mientraslo hacía. Sentía palpitar de nuevo su picha en mi mano mientras se corría, concada chorro de leche que de ella salía y de nuevo la sensación me gustó.
Su corrida fue tan abundante que empapó latela en al que lo envolvía y sentí en mi mano su humedad, ¡la humedad de susemen! Aunque me pareció un poco asqueroso, como el día anterior, me dio muchomorbo.
Doblándolo me sequé con la tela limpia y terminéde limpiársela yo misma. Él me ayudó también y nuestra complicidad creciómientras nos sonreíamos. Entonces él me besó de nuevo en los labios.
—¡Besos no! —le dije como en un acto reflejo.
—¿No te gusto verdad? —me preguntó bajando lamirada.
—No es eso Santi, no sé lo que es, perodisfruto mucho contigo y no con los besos, ¿lo entiendes? —le dije mientras leacariciaba la nuca.
—Está bien Clara, por estar contigo haré loque tú quieras.
Sus palabras me hicieron sentir poderosa denuevo, aunque sentí que no terminó de gustarle mi actitud, pero qué importaba,le tenía comiéndome la raja y podía gozar con él de una relación tremendamenteexcitante y placentera para ambos, ¿qué más importaba?
En el momento de la despedida salimos delcuarto, ambos disimulamos cuando pasamos por el salón, donde la madre estabaviendo un programa de cotilleo en la tele, ella me saludó con su amabilidad yse despidió de mí.
En la puerta Santi estaba un poco apenado, selo noté y le regalé un beso en la mejilla, esto le hizo sonreír así que le devolvíotra sonrisa y le hice un guiño de complicidad.
----------------------------------------------
Acabas de leer los capítulos tres y cuatro de mi obra El Despertar, si te interesa está publicada en Google Play Libros, aquí te dejo su sinopsis:
Clara es una chica despierta, curiosa, ansiosa... ¡Sin límites!. Dispuesta a explorar un mundo que se le abre como el Sol a la mañana. Cierto día no le apetece ir a clase, de modo que finge estar enferma para quedarse en casa a holgazanear y así librarse del tedio del las clases.
Su cándido padre se traga la bola. Clara es su única hija, vive solo con ella y para ella, la mima y la cuida desde que su madre les abandonó, con el trauma que eso conlleva. De modo que se despide de ella con un beso y diciéndole que descanse y se recupere.

Esa mañana Clara se regocija entre las cálidas sábanas, tan calentita en una fría mañana se entrega a sus sueños húmedos, muy húmedos... Y así comienza su aventura, ¿la acompañarás en su viaje?

0 comentarios - El Despertar Sexual (II)