Siete Madres Desesperadas (3ª parte)

1
Me había follado al chico de la limpieza, e iba inmersa en mis pensamientos mientras conducía de vuelta a casa: ¿Acaso eres una puta? —me pregunté a mi misma mientras aceleraba.
No lo sabía, pero me había encantado el rápido polvo en la máquina del café y me mordía los labios sensualmente recordándolo.
Mientras conducía bajé mi mano y me acaricié mi coño, estaba aún muy lubricado, yo diría que hasta tal vez insatisfecho. Le hubiese gustado una segunda follada.
Paré de camino a casa y compré una píldora del día después y una caja de anticonceptivas y tomé la primera allí mismo. Después de todo lo último que necesitaba es quedarme embarazada de aquel chico negro.
Aparqué frente a la puerta y entré decidida a nuestra casa. Sin miedo por una vez en los últimos meses. Allí en el sofá estaba John.
— ¡Qué pasa puta, por qué bienes tan tarde! ¿Te has follado a alguien de camino? —me dijo a modo de recibimiento.
— Si, me he follado al chico de la limpieza, ¡y me ha encantado sabes! —le espeté acercándome desafiante.
John se levantó y se acercó a mí intentando intimidarme.
— ¿Y te ha gustado puta? —me preguntó mientras se acercaba a mi cara hasta sentir su aliento en mi boca.
— ¡Si me ha encantado hacer de puta como tú me dices! —exclamé yo aún más desafiante.
Entonces él me soltó una bofetada y acto seguido me cogió del cuello y apretó hasta dejarme sin poder respirar. Ahí me asusté mucho, y por unos momentos pensé que ese sería mi final. Pero entonces él echó mano a mi falda me la subió y apartándome las bragas introdujo su dedo en mi coño y comenzó a follarme con él mientras sentía que la presión en mi cuello menguaba.
— ¡Vamos hijo de puta! Sácate la polla que te la chupe, ¿no es eso lo que quieres? —pregunté empujándolo con violencia haciendo que tropezara al ir hacia atrás y callera en el sofá.
Me arrodillé y ante un atónito John le desabroché el vaquero, le bajé la cremallera, metí mi mano y busqué su polla hasta sacarla por la bragueta, la tenía ya dura el muy cabrón.
La introduje en mi boca y se la chupé con fuerza. Seguí chupándola con ganas mientras lo masturbaba al mismo tiempo con la mano.
John se sujetaba al sofá con las manos y no se atrevía a tocarme.
— ¡Qué cariño! Estás contento ya, ¿sí? Quieres que te la chupe todos los días, ¿eh? Así tratarás mejor a tu mami, ¿sí? —comencé a decirle mientras le masturbaba arrodillada ante él.
— ¡Oh mamá, nunca pensé que dieses este paso! —exclamó John en un momento de lucidez.
Como una posesa liberé mis pechos y John me pellizcó los pezones mientras yo me lo trabajaba arrodillada ante él. Es más, llegué a apartar mis bragas a un lado y comencé a masturbarme otra vez, a pesar de que me había follado al negro aquella misma noche y encontré gran goce al hacerlo mientras la polla de John me entraba hasta adentro.
Me sentí aún más puta que cuando me follé al negro aquella noche, aquello ya fue demasiado lejos, pero vi que John estaba tan calmado mientras se lo hacía que supe que esa sería la perfecta medicina para mantenerlo a raya en casa y asumí mi papel.
Cada noche que lo requiriera le haría una mamada y así me dejaría tranquila, él sería feliz y yo también.
Chupé y chupé hasta que su corrida me sorprendió en la boca. Nunca lo había hecho, pero estaba tan cabreada aquella noche con él y su actitud que el coraje me hizo hacerlo sin pensar.
John se contrajo mientras se corría y yo seguí chupando su glande, terriblemente hinchado y rojo como un pimiento. Su polla era blanca, de un blanco nacarado muy en contraste con la otra negra que había chupado hacía un rato.
Cuando terminé me incorporé y él se quedó allí sentado, con cara de éxtasis tras mi mamada con final feliz, pero decidí no dejarlo allí. Lo tomé de la mano y lo conduje hasta su cuarto, donde yo misma lo metí en la cama y él como un niño se dejó arropar, terriblemente tranquilo y relajado…
— Buenas noches… —le susurré al oído para despedirme.
En el fondo Jonh seguía siendo mi hijo, con esquizofrenia o sin ella y lo que hice lo hice por él y no me arrepiento, ¡pues me funcionó! Tras esto, John no volvió a molestarme en los días siguientes.

 
2
Justo al siguiente día llegué radiante a la oficina, ¡había dormido como un tronco, la primera vez que dormía así en meses! Creo que hasta mis compañeros lo notaron.
A mi lado estaba Frank, su mujer le había dejado hacía unos meses, aunque aparentemente no le había afectado. Frank siempre tenía buen humor y era muy servicial conmigo, prestándose a ayudarme en todo momento. Me caía bien, así que aquel día decidí que ya era hora de pagarle tantos favores.
— Frank, necesito ayuda en el archivo —le dije.
— ¿Y eso? —preguntó el sonriente como siempre.
— Es que hay unos archivadores que pesan mucho y me da miedo caerme de la escalera si los cojo.
— Bueno, entonces “super-Frank ayudar” —dijo golpeándose en el pecho como si fuese Tarzán.
Ya en el archivo, me aseguré de llevarlo a la zona más discreta del mismo, rodeados de carpetas y estanterías allí sólo había un pasillo de entrada que podíamos controlar para que nadie nos viese.
Subí a una escalera y le pedí que me la sujetara, con objeto de que me viese las bragas si guastaba de tal cosa, con la falda corta que llevaba eso no era difícil.
— Bueno Frank, ¿cómo llevas lo de Evelyn? —le dije.
— ¡Oh bueno, ya pasó! —respondió el risueño.
— Vamos Frank, puedes ser sincero conmigo, ¿cómo te sientes? —le pregunté terminado de subir lo más alto que pude para asegurarme que me veía las bragas.
Frank intentaba no mirar, pero discretamente me echó un ojo, ningún hombre se hubiese resistido a algo así.
— Bueno, ya lo llevo mejor Jane, sinceramente. Gracias por preguntar.
— Ya sabes que puedes contar conmigo para lo que quieras —le dije bajando unos peldaños poniendo mi hermoso culo a la altura de su boca.
Mi compañero pareció sentirse molesto por mi acción y carraspeó nervioso.
— ¡Vamos Frank, no te pongas nervioso hombre! Aquí no nos puede ver nadie, ¿sabes? —le dije yo mientras me giraba y ponía mi coño a la altura de su boca, abriendo las piernas y subiéndome la falda para que me viese las bragas con encaje que llevaba puestas.
— ¡Oh Jane, yo no sé qué decir! —exclamó él nervioso ajustándose las gafas en su fina nariz.
— ¡Pues entonces no digas nada y come mi coño! —exclamé mientras tiraba de su cabeza y la hacía chocar con mis bragas.
Sentí su lengua lamerme la tela, justo bajo mi coño, Frank estaba muy nervioso, tanto que tuve que apartarlas para que me lamiera el clítoris en lugar de babearme más la tela. Entonces sentí su lengua ávida de jugos entrar en mi sexo y lamer y beber cuanto salía de mí. Así pasé un buen rato mientras me lo comía, allí subida en la escalera sin darle ni un respiro, ¡todo para mí! Mientras gemía y decía —¡Así, sigue chupando, qué rico! —y cosas así.
Cuando empezó a cansarse de comer mi rico coño bajé los peldaños que me quedaban y me puse de culo agarrándome a la escalera para que el me tomase por detrás.
— ¡Vamos semental, fóllame! —le ordené con presteza.
Frank, algo torpemente se quitó el pantalón y se acercó a mí con su gruesa y corta polla, lo vi de reojo mientras lo hacía y con su gran panza pensé que tal vez no podría llegar hasta mi, pero finalmente lo consiguió y la sentí entrar en mi flor. Se aferró a mis caderas y me apretó con ganas, follándome con frenesí allí mismo mientras yo me sentía fuera de mi, la más puta de la oficina sin duda, pero entonces descubrí que ya no me importaba…
Lo sentí correrse mientras me clavaba las uñas en las caderas y este detalle me hizo enloquecer, estrujé su polla hasta la última gota gozando con ella dentro de mí y cuando me la saqué noté como la leche caía de nuevo hasta el suelo, ¡en un “déjà vu” maravilloso!
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SieteMadres Desesperadas cuenta la historia de siete madres que por distintas razones mantendrán sexo por y a veces con sus hijos. Lo que habéis leído aquí son dos capítulos de los cuatro que cuenta la historia de Jane Morris, por lo que en total la novela consta de 28 capítulos...

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