Desde la amazonía

Ella tiene una concha prodigiosa,sobrenatural, acomoda de tal modo las caderas que convierte su vagina en unaventosa de sanguijuela.


Habito dos meses ya en esta selvaasfixiante, las visitas de Nataly son intermitentes, hay rumores en el colegio.Para salvar apariencias me conseguí una novia de edad legal, Bárbara; ella tiene19 años; cuando ella nacía, yo tenía su edad.



Bárbara es una hembra deliciosa,los botones de su blusa apenas pueden contener el empuje de sus senos, suspezones siempre rígidos son un deleite. No obstante lo que más disfruto espermanecer dentro de su vagina. Cuando se prepara para coger, eleva la cadera,flexiona las rodillas, y como si dijera “ábrete sésamo” su coño abre su oscura bocapeluda; entra, me dice; la penetro, me rodea con las piernas y hace su magia,las paredes de su vagina ejercen presión sobre mi pija, me jala hacia dentro deella; chupa, toma aliento, vuelve a chupar con vigor; quiere tragarme, absorbermehasta su vientre. Su concha es una bomba de succión que podría correrme sinsiquiera movernos. Siempre intento besar, saborear su vagina, pero Bárbara se rehúsa.Cuando terminamos se limpia la concha con un trozo de papel higiénico, frota poratrás y delante, tira al tacho el papel y entra a la ducha. Yo me escabullo,busco a hurtadillas el papel, lo recojo, el papel está mojado con una mucosidadblanca, pegajosa y con pelos vaginales adheridos; lo huelo, olor de pescado, vegetalesen fermento, olor de hembra; guardo esos papeles y cuando estoy solo comoahora, los sacos, los huelo, rozo con la yema del dedo esa mucosidad vaginalseca que se parte en escamas, solo los vellos de su panocha continúan indemnes.Imagino, ansío su concha lejana, enfundada en su calzón rojo, en sus clasesuniversitarias. Creo que estoy enamorado de Bárbara. Mientras el agua hierve,voy colocando esos trozos de papel higiénico en una taza, voy a prepararme conellos un té…té de concha.



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