Cuernos consentidos con Marcos por Badoo

Me hice un badoo con el permiso de mi marido. Era realmente divertido. Se notaba que la gente estaba desesperada, era evidente a lo que la gente iba. Ese plan me gustaba y cada vez me gustaba más, conversaciones subidas de todo hasta altas horas de la noche. Tuve varias conversaciones con varios chicos que me abrieron conversación alabando lo buena que estaba y lo que me harían gozar si les diese la oportunidad de demostrarlo.
Cuernos consentidos con Marcos por Badoo
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Entre los muchos tíos que no me dejaban de proponer cosas indecentes, a cada cual peor. Había un chico joven. En el perfil ponía que tenía 26, que no se veía nada mal tenía cierto aire a Eros Ramazzoti de joven, que me hablaba a pesar de que mi límite de edad de encuentros era a partir de 30. Yo le seguía la bola porque sabía que no iba a quedar con él, era demasiado joven para mi, podría ser mi hijo incluso. Lo que me gustó de él fue el respeto con el que me trató siempre. Ese fue el motivo por el que finalmente me animé a quedar a pesar de descartarle en un principio. Nos mostramos fotos algo subidas de tono, y mi marido me dio él visto bueno.
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Quedamos en una cafetería a mi casa. Avisé a mi marido para que no pasará por casa hasta que le avisase.
El chico me dio mucha tranquilidad, estuvo jugando con mis manos, me contó que hacía deporte y que era fisioterapeuta. Me animé y le invité a subir a mi casa.
Con las manos temblorosas, saqué las llaves de mi bolso y abrí la puerta de mi portal. 
Ya en el ascensor con determinación pero con suavidad y casi dulzura me dio un beso en la boca. Me daba miedo que nos viera algún vecino así que le aparté los labios pronto.
Al atravesara puerta de mi casa se inclinó un poco más hacía mi y cerca de mi oreja derecha me susurró: Sé que lo estás deseando. Un escalofrío me recorrió la columna vertebral, acompañado de un palpito en mi coño que ya estaba lubricando. No podía ser...me estaba poniendo y no veáis de que manera. Se rió de al sentir como mi cuerpo comenzaba a responder a sus caricias. Cómo inevitablemente mis piernas dejaban paso a una de sus manos ávidas por llegar a rozar dentro de mis muslos, noté de nuevo su aliento cerca de mi boca y esta vez no me resistí. Estaba fuera de mí ya. Me besó por fin. Sus labios se posaron suavemente en los mios, no pude evitar ese gemido y mis piernas temblaron un poco, sus manos volvieron a mis caderas y me atrajeron hacía sí, fuí yo quien profundicé el beso, quien mi lengua buscó la suya en un desenfreno de placer. Contento por mi respuesta, me recostó contra la pared, ya no me besaba los labios, si no que lu lengua no dejaba de jugar con mi cuelo y mi lóbulo de la oreja, no podía dejar de gemir...bajo, muy bajo solo para él. 
Sus manos se volvieron a mover de nuevo, esta vez directas a mi pechos, comprobando hasta que punto me había puesto de cachonda. Volvió a reírse y mientras una de sus manos jugueteaban con mis pechos por encima de la ropa, la otra se introdujo dentro de mis leggins tejanos que me había puesto esa mañana. Un dedo rozó el elástico del culotte, bajando aún más acariciando despacio mi sexo, ahogué un gemido profundo y me abandoné a él por completo. Sabiendo que no podía aguantar más. Nos miramos a los ojos y nos volvimos a besar. Con suavidad, aún seguíamos besandonos. Me empujó caminando de espaldas hasta el ascensor. Le llamé sin dejar de acariciarle, mi cuerpo que se había quedado paralizado por el estupor y el miedo y luego por el placer y el deseo, habían comenzado a trabajar. Le acariciaba el pecho por encima de la ropa, el culo, el paquete. Que ya se podía apreciar su miembro hinchado y duro. 
Él me alzó y torpemente me llevó, siguiendo mis indicaciones a mi habitación. Cerró la puerta conmigo en brazos y me depositó con dulzura en la cama. Se inclinó para seguir besándome, yo no quería besos. No quería nada más que ser suya. Que me penetrase con ese trabuco que había podido palpar antes. ¿Para eso había venido no? Pues valió la tontería de los besos. Me levanté de un salto, y este me miró sorprendido. Me bajé de la cama y me coloqué enfrente suyo. Me agaché y rápida como una bala mi mano fue directa de nuevo a su paquete al que empecé a acariciar por encima de la ropa, el se recostó un poco para disfrutar con mis caricias. Mi mano desabrochó el cinturón y el botón del pantalón vaquero que traía mi amigo Marcos. Impaciente por saber como continuaría la cosa se los bajó de un tirón, dejando ver sus boxer en estado tienda de campaña. Era una hermosa polla, por lo que se podía adivinar. Con suavidad le bajé también los calzoncillos, seguro que se esperaba que continuase mis caricias por encima de ellos, lo siento Marcos: necesitaba tocarla, sentir su piel, su calor y por supuesto su sabor. Me quedé sorprendida por su tamaño (unos 20 cm) y su grosor, como había previsto se trataba de una señora polla, que en breves iba a tener en mi boca y en mi coño, cada vez más mojado. Le cogí con suavidad esa tremenda verga y le comencé a pajear, el cerraba los ojos y dejaba soltar de vez en cuando: un si...oh...si...qué bien. Sigue...Pronto me cansé de masturbarle, quería sentirla en mi boca ya, aunque dudaba seriamente si me entraría completa por lo que comencé a darle pequeños besitos, primero por la punta y luego por el tronco, seguí lamiendo a medida que descendía. Me gustaba sentir su dureza, su suave sabor a hombre, ese calor palpitante de su miembro. Me deleite cuando soltó un gemido gutural cuando la metí, poco a poco en la boca. Suavemente, con paciencia. Las cosas, o se hacían bien o no se hacían. Comencé a moverme lento y él movía al mismo son sus caderas. Le miré a los ojos mientras lo hacía y esto le volvió aún más loco de placer. Colocó sus manos en mi cabeza y mientras me acariciaba el pelo me movía sin hacer presión al ritmo que me indicaba. Tras varios minutos así me rogó entre gemidos que parase o se iba a terminar corriendo ya. Contenta y aunque me moría de ganas de que lo hiciese en mi boca, lo dejé. La verdad es que tenía más ganas sentirla dentro de mi. 
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Le miré a los ojos y vi en ellos el deseo. Se levantó de un salto y me hizo levantarme, me desnudó con prisas como si llevase mucho tiempo queriendo hacer aquello, cuando estuve completamente desnuda ante sus ojos se relamio y aquello hizo que me encendiese más. Me pidió que me tumbase en la cama y eso hice. Se acostó a mi lado y comenzó a acariciarme. Primero la cara, bajó por mi cuello, sus dedos apenas hacían presión eran suaves y me hacían cosquillitas, unas maravillosas cosquillitas que hacían que me encendiese más y más. Bajó por mi pecho, se entretuvo un rato grande jugueteando con mis duros pezones. Sus ojos casi se salían de sus órbitas, observando mi cuerpo como si nunca hubiese visto a una mujer desnuda gozando con sus manos. Eso me hizo sentirme sexy y deseable. Me gustó y sonreí con picardía. Él seguía en recorrido explorando cada rincón de mi cuerpo, ahora estaba bajando lentamente por mi barriguita plana y suave, todo el poco pelo que tenía se me erizó y un calor insoportable dentro de mi ser pedía ser calmado ya. Abrí las piernas, rogándole sin palabras que me tocase por allí ya. Pues no aguantaba más. Marcos se dió cuenta de esto y con dulzura y una mirada de ternura me las volvió a cerrar, queriéndome decir con esto que iba a tener que esperar y sufrir por ser acariciada allí como yo le había hecho sufrir con mi indiferencia. Ahora olvidada hacía rato. Sus manos continuaron bajando, suavemente y lentamente por mis caderas, por mi pubis. Mi sexo latía violentamente, y estaba empapada por mis jugos. Gemí casi sintiendo un orgasmo y sin ser tocada. Su boca se posó en la mía, y como sus manos antes, que ahora acariciaban mis muslos, comenzó un reconocimiento del terreno con la boca, besaba mi cuello, lamia mi oreja, chupaba mis pechos, daba pequeños mordisquitos a mis duros pezones. Yo solo podía nada más que entregarme por completa a ese joven desconocido y ahora estaba dándome más placer que ningún otro. Mis manos buscaron su torso y bajaron ávidamente, al contrario que él: directo a su sexo. Mi intención era volverle loco para que se dejase de chorradas y me la metiese de una buena vez. Él debió adivinar mis intenciones porque en mitad de mi operación me retiró las manos y me dijo que estuviese quietecita, que disfrutase tan solo. Que quería devolverme todo lo que él había pasado al leer nuestras conversaciones. Sus manos ahora estaban acariciando mis tobillos, una zona que desconocía como erógena pero que a mi me estaba poniendo a mil, bueno igual no era el tobillo solo sino todo en general. Su boca estaba bajando por mi pancita. Mis sentidos estaban fuera de sí. ¡No podía más! Volví abrirme de piernas y le rogué por favor terminase con aquella tortura tan placentera. Marcos se rió de mi de nuevo y negó de nuevo cerrándome las piernas. 
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- Aprende a ser buena, chiquilla. Tú has tardado mucho en darme lo que quiero. Ahora tú esperarás.
Sus besos volvieron a empezar de nuevo su recorrido, y sus manos igual. Haciendo que casi llorase de la impaciencia. Él no hacía más que reírse de mi, de mis caras y de mis jadeos. Aunque noté como sus manos y su boca me recorrían con más rapidez que antes, ya no se detenían mucho tiempo en sitos prescindibles, en poco tiempo puede notar su aliento y sus dedos dentro de mis muslos, los abrí despacio. Marcos se acomodó lo mejor posible para continuar con su excelente trabajo o castigo para mi. Un dedo recorrió mi rajita de arriba abajo, gemí al sentirlo y me abrí más de piernas. Su boca se inclinó y sopló varias veces sobre mi coño antes de recorrerlo con su ávida lengua. Su saliva y mis jugos se mezclaban. Mis descontrolados gemidos se perdían por la habitación. Entonces sentí mientras su lengua se entretenía con mi clítoris, como fue introduciendo uno de sus dedos. No pude aguantarme más, entre convulsiones y espasmos me corrí en un desenfrenado orgasmo. Sin embargo Marcos no se detuvo, me miró con su cara empapada por mis jugos y sonriendo volvió a agacharse, volviendo a pasar su lengua por mis labios y por mi entrada, luego regresó de nuevo al clítoris, mientras con dos de sus dedos me follaban sin pasión mi coño, cada vez más mojado, cada vez más dilatado, cada vez más caliente. Era un millón de sensaciones lo que esa lengua y esos dedos me estaban haciendo vivir. No podía dejar de jadear, jadeaba como nunca. Me movía yo misma en un intento desesperado de notar más adentro sus dedos en mi. No se detuvo, no dejó su trabajo de castigarme hasta que no me vine una vez más. Tuve que cerrarme de piernas, quería retener ese momento. Ese tremendo orgasmo. Estaba cansada y muy relajada pero no había terminado conmigo.
- Ponte de rodillas mirando hacía allí- me ordenó, sin ser brusco o autoritario. Obedecí sabiendo que me iba a follar por fin.
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Me puse a cuatro, dándole la espalda encima de la cama, él de rodillas en ella, se colocó por detrás de mi. Colocó su falo en la entrada de mi ardiente coño. Solté un pequeño gemido cuando noté como hacía presión para introducírmela. Esta vez no fue lento, me la metió de un solo empujón. Sintiendo un dolor abdominal cuando lo hizo, aquella polla casi me traspasaba. Apreté los dientes antes el dolor. Él me cogió por la caderas y comenzó un suave vaivén. Yo no podía dejar de acompañar sus movimientos con un gemido final, sentía como su polla ardiente se abría paso por mis paredes vaginales y al final hacía tope con mi pequeño cuperpecito. Era una gozada. Pronto él comenzó a encenderse y empezó a moverse más deprisa. Mi cuerpecito temblaba con cada embestida y nuestros jadeos se entremezclaban con el sonido de muelles de la cama. Poco a poco fui yo la que empezó a moverse en un frenético movimiento en busca de un nuevo orgasmo. Él se inclinaba hacía mi, me mordía un hombro, yo gemía de placer. Me besaba el cuello, me pellizcaba mis pezones, o simplemente me marcaba el paso agarrado a mis caberas. Mientras nuestro placer aumentaba y nuestros movimientos incrementaban, él me decía cosas como: "mmm cómo me gusta tú coño, que apretado lo tienes.", " eres toda una zorrita, como me estás poniendo" y aquello hacía que yo me pusiese aún más. Sentía su polla ir y venir dentro de mi. Me iba a correr, lo sabía. Entonces noté como sus manos dejaban de guiarme por mis caderas y una buscó de nuevo mis pechos, estrujándolos con fuerza, mientras que la otra fue directa en busca de mi clitoris al que empezó a masajear con cierta dureza e insistencia. Aquello era más placer del que podía soportar, mis piernas cedieron un poco y enseguida note como venía mi tercer orgasmo, me corrí como nunca antes lo había hecho. Me quedé quietecita saboreando ese placer extremo mientras Marcos seguía follando mi coño desde atrás. Tras correrme mis brazos cedieron y dejé mi cuerpo caer, tan solo dejé mi culo en pompa para que ese maestro del placer continuase con sus terribles embestidas. Entonces dejó de moverse él también y noté como la temperatura de su miembro aumentaba y descargaba dentro de mi todo su semen. Rendido besó uno de mis hombros y se dejó caer sobre mi.
Nos quedamos exhaustos tirados en la cama. Se despidió diciendo que ya quedaríamos otras veces.
Avisé a mi marido el cual me acarició y me preguntó si me había tratado bien
Luego hablaría con él chico por badoo. Sin embargo después de cenar y una ducha rápida para dejar de oler a sexo puro, me conecté y no lo vi por allí. Me resultó raro porque siempre soliamos hablar a esas horas. Le busqué por los perfiles y le encontré poco después. Había cerrado su cuenta. No iba a volver a saber nada más de él a no ser que él quisiera. Un nudo se me puso en el corazón. 

7 comentarios - Cuernos consentidos con Marcos por Badoo

Gallo1316 +1
Tremendo relato me encantó diosaaa trenedas imágenes me encantaria ser tu Marcos cuando desees bombón besos
Pepermind +1
Espectacular! Largo y no aburrido. Quien pudiera tres orgasmos al hilo! que placer
Si-Nombre +1
Excelente Post muy bueno gracias por compartir
sissyboy_bcn +1
Buuuf brutal. Excelente y excitante relato. Besos muy caliente y húmedos desde Barcelona

cornudo