"Confesión"

La misa del domingo había concluido y algunos fieles se quedaron para confesarse, última estaba Eva, con su ropa "de civil", se había maquillado un poco y peinado de otra forma, aunque ya era irreconocible sin su atuendo de monja. Trataba de no mirar a nadie a la cara y que nadie se diera cuenta que era ella, tomar coraje para aquella tarea fue difícil pero más difícil sería seguir viviendo con eso dentro suyo. Se frotaba las manos ya sudorosas y con la punta del pie parecía aplastar un imaginario insecto, estaba nerviosa.

Por fin llegó su turno, la mujer que salió antes que ella entrara parecía salir liberada, como si esa conversación y la "penitencia" que debía cumplir borraran todo lo malo que hizo, siempre le pareció graciosa la gente que "lavaba" sus pecados de esa forma. Entró al confesionario, tomó asiento y dentro flotaba un aroma del horrible perfume de la mujer y el del padre Claudio. 
- Perdóneme padre porque he pecado... - dijo ella aún nerviosa, había soñado con ese momento semanas enteras, estar en un entorno cerrado con el hombre que la había hecho pecar tantas veces y tener pensamientos impuros era algo que apenas podía controlar. Su voz sonaba algo ronca en una mezcla de nervios y excitación.
- Dime tus pecados hija mía, sabes que el Señor en su infinita misericordia podrá perdonarte. - el tono monocorde del padre Claudio le había hecho sentirse segura al notar que no se había dado cuenta que hablaba con ella, con la monja que había pedido licencia para atender asuntos urgentes.
- He caído en tentación con un hombre prohibido, he cometido actos de onanismo pensando en él casi cada noche desde hace un mes. Ese hombre me ha hecho dudar incluso si he elegido bien lo que quiero hacer de mi vida. - el padre no esperaba una confesión así, y menos de alguien que parecía tan joven, la mayoría que confesaba infidelidades o deseos hacia otros eran personas ya casadas.
- Hija mía, recuerda que Adán y Eva (ella sintió que el corazón le dió un vuelco al escuchar su nombre sin el "hermana" antes) también pecaron. - la charla le había subido un poco la temperatura al padre, quería saber más pero temía asustar a su confesora. - ¿Cómo empezó todo?, ¿Es algo reciente? 
A ella le sorprendió esa nueva curiosidad del padre, pero no le molestó, le cobraría todo, obviando detalles, y vería cuál era su respuesta.
- Relativamente reciente, verá, hace poco me mudé aquí y comencé a trabajar en un pequeño negocio. Allí conocí a mi jefe, tan dulce y atento, tan caballeroso pero tan educado, lo veía mirarme por momentos, tal vez tratando de adivinar mis formas debajo del sobrio uniforme con el que trabajo. Me gusta pensar que piensa en mí en las noches, que se imagina poseyéndome como si el mismísimo Satanás se le hubiera metido dentro suyo, imagino nuestros cuerpos bañados en sudor, mis gemidos llenando su alcoba y él embravecido penetrándome más y más. Lo deseo tanto que arriesgaría todo con tal de estar un poco más cerca de él. - Eva había levantado su pollera y mientras hablaba se escuchaba el chapotear de sus dedos en su intimidad, estaba perdida de deseo, por fin le confesaba todos sus más profundos deseos al dueño de sus desvelos. Sus piernas temblaban y sus fluidos mojaban el asiento y bajaban por sus muslos. Se levantó, pegó su boca a la tela que lo separaba del padre Claudio y dijo:
- Padre, quiero que me coja! - el pobre padre no supo cómo reaccionar, pensó en sus votos, su reputación, que tal vez era uno de las jugarretas del demonio para hacer flaquear su fé. Y su erección, ya difícil de disimular, hablaba por él.
- Hija, aquí no, no en la casa del señor, eso sería sacrilegio.- la culpa por sus pensamientos lo invadía pero el deseo aún más. Le costaba respirar y cuando lo hacía sentía el aroma dulce de los flujos de Eva, porque sí, supo que era ella, su voz en esa última frase la delató. 
- No me importa nada padre, quiero sentirlo descargando su semen dentro mío. Apresarlo con mis piernas y sentir que nada más importa, por favor padre, que sea aquí y ahora. O me iré del pueblo. - en ningún momento Eva dejó de estimular su excitado clítoris, le costaba mantenerse de pie, el aire le faltaba ya en ese minúsculo espacio. De pronto escuchó un ruido apresurado, dos puertas se abrieron casi al mismo momento. El padre había salido de su lugar y había abierto la puerta del cubículo en el que Eva seguía masturbándose. Sin mediar palabra y con el miembro fuera de su sotana la penetró con fuerza
- Por dios, sí! - dijo Eva en su primer orgasmo, el primero que tuvo con hombre, y con el hombre que deseaba. 
- No blasfemes. - dijo en su oreja el padre Claudio, mientras la cojía en el confesionario, dentro de la catedral, a escasos metros de la enorme imagen de Jesús crucificado, la virgen María y los distintos santos. 
- Perdón! - dijo ella ahogando una risa por lo ridículo de su pedido. Eva tiraba su cola para atrás en cada embestida del padre, tenía mejor miembro del que pensaba y lo sentía muy profundo. Sus jugos no dejaban de caer en el suelo y sus gemidos ya se oían en todo el lugar, para fortuna de ambos la catedral se había vaciado hacía minutos, nadie había notado la ausencia del padre. 
Con algo de timidez el padre Claudio la tomó de sus pechos, metió la mano dentro de sus ropas para llegar a sus pezones, la piel de Eva era casi tan suave como los suspiros que dejaba escapar. La primera descarga fue adentro de ella, ni en sus mejores fantasías había imaginado un orgasmo tan intenso como el que tuvo cuando sintió los chorros de esperma en su interior. Sin darle tiempo a recuperarse o siquiera recobrar el aliento, Eva hizo sentarse al padre en la silla del confesionario y comenzó a chupársela, probaba el sabor de su vagina y el semen de él, quería excitarlo nuevamente, aún no estaba satisfecha, había visto videos y practicado con algunos objetos, y se había vuelto buena en ello, llegaba a meter entero el miembro del padre en su boca y sacarlo lleno de saliva, con los ojos llorosos y casi sin respiración. Cuando él estuvo listo, Eva se montó encima y moviendo las caderas ella controlaba el ritmo de las penetraciones, iba más lento o más rápido conforme su orgasmo se acercara...
Cuando ambos terminaron la noche había caído por completo, estaban exhaustos, sedientos pero felices. Ahora, cada tarde de domingo, después de que el padre atendiera a quienes se confesaran, Eva esperaba última en la fila, aunque claro, cerraban todo antes de que ella entrara.

1 comentario - "Confesión"

robby13
Cortito y contundente!! Muy bueno.