Barilooo... Barilooo

En agosto del '88 fue mi viaje de egresadas. Cómo casi todos los colegios de esa época, estuvimos en "Feliz Domingo". Llegamos a la final ganando el "Baile de las sillas", pero al llegar al cofre de la felicidad, la bendita llave no quiso girar.
Igual ya teníamos el viaje pago, así que en la fecha acordada partimos en el micro de Chevallier al ritmo de Bariloooo... Bariloooo.... Bariloooo.... Bariloooo...
Para entonces solo me estaba acostando con Rubén, ya que Juan había dejado de trabajar en el depósito y aunque intentamos vernos afuera, la cosa no funcionó. 
Más allá del placer efímero que pudimos haber sentido, los dos sabíamos que lo nuestro no daba para más. Un albergue transitorio no era lo mismo. El depósito como que aumentaba nuestra líbido, y sin ese entorno, el sexo había dejado de ser tan pasional como antes.
O quizás fuera que me gustaba coger más con Rubén, no sé, pero por un tiempo Juan salió de mi vida tan rápido como había entrado.
Me lo volví a encontrar tiempo después. Yo estaba embarazada de mi segunda hija, y como no podia ser de otra forma, pese a la panza y a las contracciones, fuimos a un telo. Cosas del destino. A tu primer hombre no le podés negar un remember. Pero ese es un relato que ya escribiré a su debido tiempo.
Siguiendo con lo del viaje, los días previos cogí con Rubén prácticamente todos los días. Iba a estar dos semanas lejos de él, así que quería llevarme su aroma, su esencia conmigo.
Me parecía que iba a ser una eternidad estar todo ese tiempo sin verlo, sin tenerlo dentro mío, sin chuparle la pija. Quince días sin sentir su semen en mi interior.  Pero...
En éstas historias siempre hay un pero, ¿no?
Compartimos el viaje con un colegio de varones de Villa Santa Rita, nosotras éramos todas chicas, así que ya se imaginarán las de parejitas que se formaron. 
Por supuesto que varios quisieron levantarme, pero todos salían rebotados como pelotas de ping pong. No me atraían los chicos de mi edad, me parecían demasiado inmaduros, aunque luego entendería que la inmadura era yo.
Eso hasta que se acercó él, Damián, 22 años, preceptor y acompañante del colegio de los chicos. Lo había estado observando y en algún momento nuestras miradas se cruzaron.
-¿Me puedo sentar?- me preguntó señalando el asiento vacío a mi lado.
-Creía que no te ibas a animar nunca a acercarte- le digo con una sonrisa cómplice.
-Es que quería dejarle el campo libre a los chicos, pero visto y considerando que ninguno tuvo suerte...- repone mientras se sienta y se acomoda.
-No es suerte lo que necesitan- le confío dejando que su brazo roce el mío.
Se sonríe y se presenta:
-Damián, preceptor del colegio- dice estirando la mano.
-Adriana, alumna de quinto año- me presento yo, pero en vez de estrecharle la mano, lo beso en la mejilla.
Entre las chicas de mi curso, yo era la de más experiencia, obvio, quizás alguna haya debutado con su noviecito, pero la que tenía más polvos encima a mis 18 recién cumplidos, era yo. Y la verdad es que me resultaba tentador ser también la primera en tener sexo en ese viaje.
Daba por descontado que muchas tendrían su primera experiencia, y las que ya lo habían hecho, reincidirían. Pero dudaba que alguna se animara ya desde el arranque. 
Desde ese primer saludo, desde esa primera mirada, ambos sellamos un acuerdo tácito de que seríamos la primera experiencia del otro en aquel viaje de egresados.
Por supuesto que no lo sabíamos de forma conciente, pero esas cosas se intuyen, se adivinan en los gestos, en las miradas, en las sonrisas.
Damián se quedó el resto del viaje conmigo, por lo que la chica que iba en ese asiento, que ni me acuerdo quién era, se tuvo que cambiar.
Ya desde esa primera noche empezamos a apretar, nos besábamos, nos acariciábamos, pero cuándo él pretendía algo más, como meterme la mano o que se la metiera yo, ahí lo frenaba.
-Ya vas a poder hacerme todo lo que quieras cuando estemos en el hotel- lo tranquilizaba.
Cuando llegamos, nos instalamos, cenamos en el restaurant del hotel y nos fuimos al primero de los boliches que visitaríamos esa semana, "Feet Up".
Bailamos al ritmo de la música de esos tiempos, tomamos como desatadas, y al volver al hotel, nos cruzamos con los chicos que habían sido nuestros compañeros de viaje. Entre ellos, Damián, el preceptor.
Nos dimos un beso, caminamos juntos tomados de la mano, y ante la imposibilidad de ir a su hotel, porque uno de los padres iba de acompañante, fuimos al mío.
Las chicas con las que me tocó compartir habitación se portaron de diez, y se fueron a otras habitaciones para que el preceptor y yo pudiéramos estar a solas.
Esa era la noticia del día: "Adriana lo va a hacer con un chico de 22 años y que encima es preceptor".
De las que ya habían debutado, ninguna lo había hecho con alguien mayor que ellas, así que era todo un acontecimiento.
Por supuesto todas sabían que yo ya tenía mi recorrido, nunca negué mi experiencia cuando hablábamos al respecto, lo que no sabían era que mis parejas fueran hombres mucho más grandes, y casados.
Al entrar a la habitación, Damián ya me venía tocando el culo desde el pasillo. Se había tomado en serio eso que le dije en el micro de que al llegar al hotel podría hacerme lo que quisiera.
Al cerrar la puerta, se me abalanzó y ya no me lo pude sacar de encima. Parecía el pulpo Manotas, de tantas manos que me metía, por arriba, por abajo, por delante, por detrás. 
Estaba caliente conmigo desde aquel primer saludo en el micro, y eso fue en el primer día del viaje, por lo que tuvimos que esperar hasta llegar, al otro día, acomodarnos y encima salir, para que pudiera sacarse las ganas.
La chota se le tensaba por debajo del pantalón, abultándoselo de tal forma que parecía que tuviera un paquete escondido en esa parte del cuerpo. Pero no tenía nada, era que la tenía recontra parada.
Se la había tocado un par de veces en el micro, apenas, como para conformarlo, y no me había parecido nada como para tirar papelitos al aire. Había estado con dos hombres maduros, activos, bien dotados, por lo que me parecía estar de vuelta de todo.
Pero lo que se le marcaba bajo la bragueta al preceptor, era algo como para prestarle atención. Se la volvía a tocar ahora y podía notar la dureza y magnitud que ostentaba.
-¿Me la vas a chupar? ¿Te la vas a comer toda?- me preguntaba con ese tono perverso que adoptan los tipos cuándo están calientes.
Cómo respuesta, le desabroché el pantalón, metí la mano y se la saqué de un tirón. La pija se estremecía entre mis dedos, dura, caliente y mojada.
Se la acaricio, buscando sus labios para besarlo, pero él está más interesado en otra clase de besos, ya que me apoya la mano en un hombro y empuja hacia abajo.
No me resisto. Me dejo empujar hasta quedar de rodillas ante una erección que atrae toda mi atención. Definitivamente la tiene más larga que Juan y Rubén. Mucho más larga. Se la agarro con las dos manos, una delante de la otra y sobra carne. No es tan gruesa como la de ninguno de ellos, pero en longitud les saca una buena ventaja.
Se la empiezo a besar y lamer, les doy el consabido tratamiento a sus huevos, pero cuándo quiero hacerle garganta profunda, no lo consigo. 
Con Juan y Rubén me había acostumbrado a comérmela hasta los pelos, pero el preceptor la tiene demasiado larga como para intentarlo. Encima no la tiene recta, sino ligeramente doblada hacía un lado, el izquierdo, lo que dificulta que pueda comerle más de la mitad.
Me conformo con eso, así que me pongo a chupársela, apretándole los huevos con relativa fuerza. Los tenía llenos, duritos, hasta me parecía sentir como hervían de calentura.
Cuándo estoy chupando, me gusta mirar a los tipos, ver sus reacciones, las caras que ponen, la forma en que suspiran, hacerles ojitos mientras me la como doblada. Y el preceptor lo disfrutaba tanto, que se sacó el pantalón, el calzoncillo y tendido de espalda en la cama, me ofreció toda su entrepierna para que me despachara a gusto.
Fui gateando hasta donde se había acostado y empecé a besarlo por los muslos, lamiendo la piel tersa y blanca, caso sin vello que tenía en esa parte.
Los huevos estaban entumecidos, como a punto de reventar, pero durante el transcurso de esa noche el preceptor me demostraría que era muy bueno retardando el orgasmo.
Mientras se los besaba de nuevo, frente a mí se alzaba aquello que me haría perder la cabeza más de una vez. Y no me refiero a esa pija en particular, sino a las pijas en general.
Estaba en un estado de tensión, tan endurecida, que la piel se le estiraba como si se le fuera a desgarrar si crecía un poco más. 
Las venas, sobre todo la principal, que lo recorría desde la base hasta la punta, resaltaban de tal forma que podía cerrar los ojos y seguir el recorrido de cada una solo con el tacto de mi lengua.
El glande se erigía soberbio, dominante, humedecido no solo con mi saliva, sino también con su propio semen, el cual había empezado a fluir desde el mismo momento en que comencé a mamársela. No era muy gordo, ni pronunciado, no podía decirse que fuera "cabezón", pero si tenía esa forma de honguito que resulta tan satisfactoria para los labios.
Después de chupársela, me saque la ropa de arriba, el corpiño, y me froté las tetas contra huevos y pija, humedeciéndome los pezones en esas gotitas que brotaban sin control del agujerito de la punta.
Me saqué todo el resto de la ropa, la bombacha y subiéndome encima suyo, le puse la concha al alcance de la boca. Cuando me empezó a meter lengua, creí desesperar. Me senté prácticamente encima de su boca, haciendo que me chupe lo más profundo que pudiera.
Mientras me comía la concha, el preceptor estiraba las manos para acariciarme las tetas, aunque decir acariciar es un eufemismo. Me las apretaba, amasaba, pellizcaba, me retorcía los pezones, provocando que mi excitación se descontrolara todavía más.
Me corrí hacia atrás y me la ensarté toda, soltando un más que relajado suspiro al sentir como me llenaba. Él también se entregó al disfrute, hasta que se dió cuenta de que lo estábamos haciendo sin protección. 
-No me puse forro- me dice con cara de "yo no fuí".
-Me gusta más así- le digo deslizándome arriba y abajo -Y no te preocupes que me cuido- agrego como para dejarlo totalmente tranquilo.
Ahí sí, me agarra de la cintura y se empieza a mover, acoplándose a mis propios movimientos.
Los dos jadeamos, gritamos, suspiramos, sin guardarnos nada. En ese piso éramos todos estudiantes, y todos estaban al tanto de la transa que se estaba gestando dentro de ese cuarto, así que no tenía sentido contenerse.
El choque de cuerpos, los gemidos, la fricción, luego me contarían que desde las habitaciones contiguas y desde el pasillo se escuchaba todo. Hasta escuchaban cuando le pedía más, más, dame más, jajaja.
De cuclillas saltaba sobre el preceptor, clavándome toda esa pija hasta los pelos, sintiendo como al llegar a la curvatura se doblaba hacía un lado, provocándome unos raspones deliciosos.
Sin separarnos rodamos sobre la cama, quedando ahora él arriba, de modo que pudo hacer gala de toda su habilidad, bombeándome con ensartes largos y profundos. Esa fue una de las primeras veces que le pedí:
-¡Más... más... dame más...!- y que mis amigas escucharon.
Era porque estaba a las puertas de mi orgasmo y no quería dejarlo escapar. A veces pasa que estás a punto, que lo sentís venir, y de repente, a quién está con vos, se le ocurre cambiar de posición al mejor estilo actor porno, y el polvo que estaba a punto de estallar, de envolverte en mil y una lucecitas, se queda ahí latiendo, difuminándose, hasta que se pierde.
Por suerte eso no me pasó con el preceptor, cuando yo le pedía más, me seguía dando, hasta que todo en la habitación pareció borronearse y empezó a dar vueltas a mi alrededor.
Me la dejó clavada adentro y se quedó ahí, pegado a mí, sin acabar todavía, permitiéndome disfrutar de ese mar de sensaciones que me envolvía con oleadas cada vez más intensas.
Fue un polvo que, más allá del placer, sirvió para que me hiciera más preguntas. El sexo con Juan y Rubén lo disfrutaba, porque Juan había sido mi primer hombre y de Rubén estaba enamorada. Con Damián, el preceptor, no me unía ningún sentimiento más que las ganas de echarme un polvo, de ser la primera en ese viaje en tener una experiencia sexual. Pero el polvo que me eché, estaba a la altura de los mejores con Juan, e incluso superaba a los que solía echarme con Rubén.
Se trataba de un extraño, un desconocido, alguien que había conocido un día antes y me había hecho gozar como en mis mejores momentos.
Lo abracé y lo besé, sintiendo que me erizaba toda y que el corazón se me salía del pecho.
De a poco empezó a moverse de nuevo, cuán largo era, siempre golpeándome con la parte curva en el clítoris, lo que me hacía arder de nuevo.
-¿Me querés hacer la cola?- le pregunté, ya que con tremenda poronga y por la forma en que me la metía, se la había ganado con creces.
Obvio que quiso, así que me la saca, chorreando una mezcla de flujo vaginal y semen, o como se llame lo que sale antes de la eyaculación.
Me levanto y me pongo apoyando las manos contra la pared, las piernas abiertas, en posición de cacheo policial. Le muevo la colita, mientras él también se levanta y avanza hacía mí con una erección que le pone la pija casi morada.
Se planta tras de mí, y me la pone en el culo, entrándome con empujones cortos pero precisos. La tiene más larga que mis amantes anteriores, por lo que me va abriendo un cauce que hasta entonces había estado inexplorado.
Cuándo llega a metérmela toda, se queda bien abrochado, sobándome las tetas, dejando que me acostumbre a esa longitud que pese a los centímetros de más, se refugia por completo dentro de mi culito.
Cuándo me empieza a culear, siento que me llega más allá de los intestinos, como que su largo me atraviesa lo que atravesaron los demás, pero llegando un poco más profundo todavía, más cerca del límite. 
Tiro un brazo hacia atrás y le rodeo el cuello, lo atraigo hacía mí y le busco la boca con la lengua. Nos besamos con locura, con frenesí, con una pasión arrolladora, sin dejar de embestirnos mutuamente. Él buscando llegar más y más profundo cada vez, yo, sentir hasta sus huevos adentro.
Me espera hasta que acabo de nuevo, me la saca, da uno, dos pasos hacia atrás, y me fusila a pura guasca. Ahí se acabó todo lo que venía juntando desde que se sentó a mi lado en el micro.
Aturdida todavía por el orgasmo, me doy la vuelta y echándome ante él se la vuelvo a chupar, dejándosela seca a pura lamida.
Yo la verdad que quería más, pero como todo tipo, después de conseguir lo que buscaba, el flaco se vistió, me dió las gracias por la atención y se mandó a mudar, seguramente a contarles a sus alumnos lo que ellos no habían podido hacer, garcharse a una egresada el primer día del viaje.
Siempre después de tener sexo me quedó más sensible, como más emotiva y la verdad que en ese momento extrañé los abrazos y besos de Rubén.
Mis compañeras entraron y me empezaron a preguntar de todo. Muchas de ellas no habían debutado siquiera, por lo que estaban ávidas de información.
Esa noche teníamos entradas para Grisú, así que mientras nos arreglábamos, les conté todo, con pelos y señales.
No volví a estar con el preceptor ni con nadie más durante esas dos semanas. Ya tenía suficiente con haber sido la primera, tampoco quería convertirme en la puta de mi promoción.
Durante tiempo no me acordaba del nombre del Colegio, hasta que me puse a escribir el relato y se me refrescó la memoria.
El que me cogió en aquel viaje fue un preceptor de Quinto año del Instituto Santa Rita, en Villa del Parque. Lo digo porque ya pasó tiempo y no creo que siga trabajando allí. 
Si estás leyendo esto, sabrás que nunca te olvidé.




Barilooo... Barilooo

































9 comentarios - Barilooo... Barilooo

Marianitog75 +1
Excelente como todos tus relatos ... Y me calienta muchos tus fotos jeje... En cuarentena espero con ganas cada nuevo relato...👍👍👍👍
Lali_hot +1
Gracias... Vamos por más entonces
martinfcd
Me encantan tus relatos. Tu historia es caliente y vos logras transmitir esa calentura. Se nota que disfrutas de la vida. Saludo y espero a saber más de vos.
Lali_hot
Gracias !!!!
rom123lopz
Era real el relato? Muy bueno
Lali_hot +1
Muy real.... Yo iba al Carlos Steeb y el preceptor era del Instituto Santa Rita
rom123lopz
Muy bueno. Linda cola en la foto.
SEXUALSECURITY
Hay Lali sos una genia me gustan tus relatos me pones la pija a mil
Blues_Local1
impresionante lali, me recontra calento este relato. dejo 10
3239
tremendo relato bb mis 10
Marianitog75
Se extrañan tus relatos ... Q calentura provocan