Finde con Gabriel en casa. 5

Después de unos días bastante agitados sexualmente llegó el fin de semana. Se presentaba ideal para una pausa y volver a arrancar. El sábado transcurrió sin novedades, dormimos hasta tarde con Helena y después de almorzar fuimos a dar una vuelta por el centro, comprar algo y terminar en un café antes de volver a casa.
Pediríamos algo para cenar y así completar el  descanso. Selene nos avisó que Gabriel pasaría por casa y nos haría compañía durante la cena. Sumamos una porción más y nos dispusimos a compartir la velada. Sería la primera vez en que estaría con Gabriel compartiendo tanto tiempo con el resto de la familia después de haber comenzado nuestra historia secreta. Fue una cena bastante distendida, no cruzamos más que las miradas cómplices que yo trataba de evitar. Al fin y al cabo era el novio de mi hija y la estaba engañando conmigo, no me resultaba fácil de aceptar, pero trataba de hacerlo. Luego de la cena tomamos algo, charlamos un rato y con Helena nos fuimos a la cama. Selene y Gabriel nos habían dicho que no saldrían, hacía frío y se quedarían a ver una peli por Netflix y no queríamos interferir.
Helena descartó la idea de tener sexo pretendiendo ser discretos, pero nos costó conciliar el sueño sin hacerlo.
Había pasado un largo rato luego de acostarnos y escuché algún ruido que me sacó de la ensoñación. Serían algo así como la una y media del nuevo día. Más que algún temor, la curiosidad morbosa me llevó a levantarme. Abrí la puerta del dormitorio tratando de no hacer ruido alguno, me asomé al pasillo y vi luz en la sala de estar. Era evidente que Gabriel no se había ido todavía. Salí sigilosamente y me acerqué hasta la puerta. El rumor que me había despertado era una sucesión de jadeos cada vez más claros cuanto más cerca estaba de la puerta que estaba entornada. Por la estrecha abertura que quedaba pude ver lo que sucedía en la sala y si bien lo imaginaba, igual me sacudió. Selene, desnuda, apoyaba sus manos en un brazo del sillón de tres cuerpos, donde yo mismo había mamado la verga de Gabriel hacía poco más de un mes. Su culo de manzana enfrentaba la verga de Gabriel que entraba y salía de su conchita provocando los jadeos que yo escuchaba. No podía caer de mi asombro, cada tanto un gemido de Selene me volvía a la realidad. Gabriel se cogía a mi hija en casa y probablemente queriendo que yo lo sepa, sin cerrar la puerta antes, o dejándola abierta a propósito. La veía gozar a Selene y la entendía, Gabriel sabía hacer gozar. Cuando parecía que iban a acabar, Gabriel sacó su pija de la conchita de Selene y se agachó a lamer su cola...¡No podía creer lo que intentaría! Luego de lamerle el agujero un tiempo arrimó la cabeza de su verga y comenzó a empujar. Selene soltó sus manos del antebrazo del sillón y abrió sus nalgas ayudando a la penetración. Enseguida lograron que entrara. Selene contuvo apenas un grito y comenzó a gemir a medida que la verga de Gabriel se abría paso en sus entrañas. Cuando los muslos firmes de Gabriel se unieron a las nalgas de Selene comenzó el vaivén. Primero a ritmo lento y luego incrementándolo hasta el paroxismo. A mi la pija se me puso dura y quise avergonzarme pero no pude. Me calentaba la escena, ¡ver coger a mi hija con su novio, mi amante! Cuando ellos parecían estar a punto de acabar la mano de Helena, que se había despertado y llegado en silencio, me acariciaba la pija. Juntos vimos como Gabriel sacaba su verga del culo de Selene, abierto de par en par, y terminaba de acabar en su espalda, bañándola en leche tibia. Me pareció percibir que Gabriel miraba de soslayo hacia la puerta y me aparté rápidamente. La empujé a Helena y nos metimos en la cama sin hablar. Nos acariciamos los sexos y nos besamos acaloradamente. Me bajé a su concha y comencé a lamer su clítoris, más notable que de costumbre. Yo estaba a mil y tenía la pija como una piedra. Helena me pajeaba con una mano y con la boca lamía la cabezota del pito con fruición. Cuando creí que no daba más salí de mi posición y con un movimiento brusco la puse en cuatro, ensalivé su enorme culo y comencé a empujar mi pija dentro de él. Ella parecía poseída, contenía los gemidos cuanto podía y el culo se le dilataba de calentura. No puedo decir cuanto duró, pero acabamos al mismo tiempo y fue una explosión de fluidos! Mi leche la inundó y ella mojó como nunca las sábanas. Nos acostamos boca arriba extenuados, sin hablar, sabiendo que no hacía falta. A los dos nos había calentado lo mismo y conocimos que era un momento especial en nuestras vidas.

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