El siguiente nivel (III, parte 2 de 2)




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Fue devorando la punta lentamente.

El contraste de los refrescantes soplidos con el calor y humedad de sus labios fue maravilloso y aunque poco a poco, avanzaba por su cavidad bucal, su lengua permanecía retraída.

Mientras tanto, Sarah seguía pendiente a mis reacciones.

Por más que se lo destacase, los malos ratos que experimentó con Gavin no salían de su mente y permanecía alerta a que yo acabase encima.

Pero al notar que a pesar de todo, me seguía controlando, decidió palparme con su lengua…

Sus ojitos celestes se pusieron enormes y la superficie de contacto con su lengua creció.

* ¡No sabe mal!- respondió, soltando la cabeza un par de segundos.

Y como quien se come un bombón, se comió mi cabeza de un bocado.

En particular, me habría encantado haberme sentado en el sofá, porque la forma con la que me felaba era surrealista y mi cuerpo intuía que necesitaba una superficie de apoyo para contenerme.

* Sin mentirte, creo que es lo más delicioso que he probado en mi vida…

- ¡Me alegra que te guste!- le dije, estimando dónde se encontraba el bendito sofá y dando un par de pasos hacia él.

Pero como cuando gruñe un perro al quitarle el hueso, Sarah apretó mi tronco y me miró con enfado al retroceder.

- ¿Me dejas sentarme?... ¿Por favor?

Solamente, tras insistir 2 veces, reconoció lo que intentaba hacer.

Una vez que quedé cómodo, resumió su labor con ahínco, como si compensase los segundos que perdió.

- ¡No puedo entender cómo no estás casada!- le dije, en pleno éxtasis.

Mis palabras le causaron risa…

* ¿Cómo dices?

- Que no entiendo cómo no estás casada. ¡Mírate! Eres sexy, inteligente…

Mis palabras le avergonzaron…

* ¡No digas tonterías!- protestó con una sonrisa.

- ¡Caliente!- proseguí, recordando otro adjetivo calificativo.

Volvió a sonreír y lamió la uretra con la punta de su lengua.

* Sabe a jamón glaseado…- aclaró, acomodándose el cabello.

Marisol también me lo había dicho en varias oportunidades.

Al principio, creía que lo decía para no hacerme sentir mal por“dejarle chupar mi pene”. Pero después, cuando esto se convirtió en una obsesión, comprendí que lo hacía con agrado.

En varias ocasiones, intentó besarme, para que apreciase el sabor de mi pene en su boca. Pero  todas las veces, sentí la leve amargura de mi líquido pre-seminal.

*¡Debes ser muy buena abogada!

Volvió a sonreír, con mi pene en su boca.

* ¿Por qué lo dices?

- Porque no puedo creer que en 20 años, nadie te haya pedido una felación.

Se avergonzó un poco y reacomodó sus cabellos nuevamente.

* Sí, me lo han pedido.

Tuve que pedirle que se detuviera y me explicara.

Me miró indecisa. Por una parte, quería seguir probando aquel diferente manjar. Pero por la otra, también quería contarme su historia.

Le sugerí, entonces, que me siguiera masturbando suavemente para no perder la erección, algo que no se le ocurrió por si misma (dándome a entender que Gavin casi fue un eyaculador precoz).

Y me dijo que hace un par de años, la firma obtuvo un caso de litigación de terrenos para la alcaldía. En esa oportunidad, la designaron a  ella como representante y en un par de ocasiones, tuvo reuniones con el alcalde en su oficina a solas.

Aunque el edil de ese entonces era un cliente de peso, también le miraba de una forma que le hacía sentir incómoda y que cuando llegó el termino de las negociaciones, le propuso un puesto en la alcaldía, como su asistente, si aceptaba a acostarse con él.

Sarah se rió de buena gana, explicándome que el salario que le ofrecía ni siquiera se comparaba a con lo que ya ganaba para la firma, sin olvidar tampoco, que el edil bordeaba los 50 años en ese entonces.

Dándome lamidas ocasionales, me confesó que también, algunos clientes de grandes empresas le habían hecho propuestas similares, que ella no quiso aceptar.

- ¿Y por qué no lo hiciste?- le pregunté, en vista que durante meses e incluso antes de la cuarentena, hemos visto solamente la visita de Gavin a su hogar.

* Bueno…- señaló, enrojeciendo un poco.- Nunca me dieron ganas de hacerlo con alguien.

Y diciendo eso, cerró los ojos y centró sus labios sobre mi cabeza, succionando fieramente. Para esas alturas, el líquido pre-seminal ya brotaba de mi falo y por lo visto, el sabor no le desagradaba, ya que resumió con mayor entusiasmo.

Eventualmente, llegué a ese punto que le quería forzar la cabeza y que me hiciera una garganta profunda, dado el ritmo con el que su cabeza se meneaba era alucinante. Pero ya lo hacía con suficiente fluidez y no se atoraba.

Para Marisol, en cambio, esa manera de pensar no la podía comprender, puesto que para mi esposa, cada vez que me da una, es un desafío para sí misma comprobar cuánto tiempo puede mantenerla enterrada en la boca sin que le cause arcadas, lucha que por lo que parece, no tiene final.

Pero también pasó que Sarah adquirió mayor confianza con mis genitales. Sus manos no solo se concentraban en acariciar rápidamente mi falo, sino que también, se divertían estrujando mis testículos y sentía que pronto, iba a acabar.

Intenté retirar el rostro de Sarah, poniendo mi mano en su frente para frenarla. Pero ella, en cambio, siguió mamando con una mirada prácticamente enfurecida y con mayor velocidad.

Y no tuve más opción que venirme en su boca.

Al principio, yo hacía todo tipo de muecas para controlar mi eyaculación. Ella, en cambio, me miraba asombrada.

Pero cuando el segundo chorro se acumuló en su boca, su rostro se sorprendió.

El tercero, rellenó sus mejillas.

El cuarto, desbordaba por la comisura de sus labios.

Y para el quinto, tragó parte de ellos.

Solamente, soltó mi falo cuando se dio cuenta que manchas de mi semen cayeron cerca de mis testículos y sin percatarse ella misma, tragó el restante, para poder hablar.

* ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Te he manchado!- exclamó ella, acongojada, untando el semen en su índice.

Lo más sorprendente fue que, al verlo en la punta de los dedos y sin tener pañuelo o servilleta para poder limpiarlo, resolvió chuparlo con su boca.

Para esas alturas, estaba prácticamente anonadado y ni siquiera me daba cuenta que seguía botando jugo.

*¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Sigue saliendo liquido!- señaló aterrada, y sin siquiera pensarlo, lo chupó de nuevo.

No pasó mucho para que se convirtiera en un juego, puesto que una vez que retiraba su boca, una nueva gota salía a rellenar y ella se divertía con el ciclo y con la perseverancia de mi falo.

*¡Listo! ¡Todo limpio!- señaló victoriosa, una vez que paré de eyacular.

- ¡Bebiste mi semen!- respondí, impresionado.

Se sobresaltó y se llevó la mano a la mejilla.

*¿No lo hice bien?

- ¡Sí!... es decir… lo hiciste bien… pero…

*Tu esposa me dijo… que lo hizo la primera vez… para que no te mancharas.-admitió ella nerviosa, asumiendo la situación que nos pasaba.

En efecto, la primera vez que Marisol me dio una felación, lo hizo una noche, en casa de sus padres y para borrar la evidencia, decidió tragársela.

- Pensé que no te gustaría.

* ¡No! ¡Estuvo bien!- dijo,reconociendo un sentimiento extraño y palpando su cintura.- ¡Es increíble!¡También siento tu calor en mi estómago!

Y para rematarme, se dio cuenta que la comisura de su boca seguía sucia, untándola con su dedo una vez más para sacar el resto y llevándosela a la boca, para limpiarla.

No pude aguantar más…

* ¿Qué haces?- preguntó, al verme que la levantaba con violencia y la llevaba a la fuerza hacia la isleta de la kitchenette.

- ¡Lo siento, pero no puedo aguantar más!

Me ubiqué detrás de ella, desesperado. Le iba levantando la falda y palpando la panty. En particular, me sentía culpable, porque mis impulsos eran tan fuertes e incontrolables, que sentía que la estaba violando.

Le explicaba a Marisol que aunque las pantys de Sarah me excitaban(mi esposa tiene problemas para ponérselas), en esos momentos, me parecían desesperantes y por más que forzaba mis dedos por romperlas, mis manos se terminaban deslizando por el contorno de su pubis.

Eso hizo estremecer a Sarah y soltar un profundo suspiro. Además, pude palpar que estaba húmeda.

*¿Qué…haces?- preguntó, soltando un suspiro en su pausa.

- ¡Lo siento! ¡No aguanto más!-respondí.

Levanté la falda, dejando ver su duro y redondeado trasero.

Y usando mi pulgar como gancho, agarré tanto la panty como  el calzón (que cada reunión, usa un modelo más pequeño, acercándose ahora a una tanga) y lo arrastré a través de su hendidura.

Tuvo una leve convulsión y una vez más, estaba a dedos de esa obra de arte apretada y virginal…

Pero aunque se me hacía agua la boca, esa actividad la tenía programada para un par de semanas más adelante…

(Y vaya que valió la pena esperar…)

Dejando el set a mitad de sus muslos, una gruesa gota escapó entre sus piernas, cayendo cerca de mis dedos, sepultando definitivamente mi sentido común y liberando mis instintos por completo.

* ¡Espera! ¡Espera! ¿Qué haces?... ¡Ahhh!

Su último suspiro fue más bajito. La sorpresa de sentir mi glande apoyándose entre sus labios y mi presión imparable.

-¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Lo siento!- repetía sin parar, a pesar que mi pene percibía la estrechez de su canal y la humedad como un gran alivio.

*Taaaan… grande.-  Fue soltando en un tono excitante, mientras ingresaba lentamente por su cálido interior.

(Sooo… big)

Y cuando la metí cerca de la mitad, me detuve y disfruté del momento.

- ¡Lo siento!- dije una vez más, parando de empujar y apoyando el rostro en su hombro.

Había empujado con tanta fuerza, que la tenía literalmente prensada al mueble y aunque le dejaba respirar, su vientre era aplastado por el borde de la isleta.

De repente, una pequeña mano rozó mi barbilla…

*¡Nunca lo he hecho así!

Y el estremecimiento que percibí en mi glande, también ella lo sintió, porque soltó otro suave suspiro.

Recuerdo que mis manos la envolvían por sus muslos y al sentir la superficie plana del mueble sobre mis dorsos, me hizo retirar levemente la cintura.

Como efecto, mi aparato también se deslizó en su interior, liberando otro suspiro lacónico.

- ¡Lo siento! ¿Te lastimé?

La escuché reír…

*No… no fue eso… (breve silencio)… ¿Qué sería lo contrario de lastimar?- preguntó en un tono candoroso.

(What’s the opposite of hurting?)

También me reí.

- ¿Puedes moverte?

* Mhhmmm… no es que yo quiera…-respondió bromista y sensual.

(Not that I want to…)

Volví a reír un poco, pero todavía me sentía impaciente.

- ¿Pero puedes estirar los brazos?

*¿Por qué?

- Porque quiero agarrar tus pechos.

En esa oportunidad, no hubo respuesta de broma. Como si estuviera haciendo lagartijas sobre el mueble, apoyó sus manos y separó su tronco, quedando más enterrada por mi pene (que avanzó hasta unos 2/3) y con la ventaja de desplazar su centro de gravedad levemente, a favor del empalamiento.

Por supuesto que cooperé, retirando un poco mi cuerpo. Pero al parecer, el esfuerzo no fue en vano, según la humedad que manaba hacia la base.

*¿Así?- preguntó, en un tono demasiado agradecido.

 -¡Sí! ¡Perfecto!- respondí, apoyando mis manos en la base de sus copas.- ¡Ahora, solo muévete y trata de sentir mi ritmo!

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Y es aquí donde debo hacer un paréntesis, por lo que pasó cuando le hice la demostración a Marisol.

Usando la gaveta de la ropa interior de nuestro dormitorio, le explicaba que Sarah sigue siendo más apretada, al punto que a pesar de apoyar su cuerpo sobre mí, todavía no entraba por completo.

En cambio, con Marisol entró casi de golpe e incluso, era capaz de moverse con mayor facilidad que nuestra vecina.

Pero el momento en que la situación se tornó épica fue con el manoseo de los pechos…

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Mientras Sarah subía y bajaba su cuerpo, al encuentro de mi ariete, en un momento, rompió el silencio…

*¿Así lo haces… con tu esposa?

- Sí… más o menos…- respondí.

* ¡Muéstrame!- demandó con autoridad.

Y empecé a apretar sus pechos por encima de la camisa, de la forma que lo hago con mi mujer.

El problema era que las consistencias son totalmente distintas y al tratar de tomarla del pezón, terminaba agarrando más pecho todavía y con el vaivén, se lo terminaba estirando, deformando y comprimiendo sin control.

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Al repetir el mismo ejercicio con mi esposa en camisón, era como si tratase de enterrar mi mano sobre un cojín, en el sentido que como pecho de mujer joven, no son muy maleables  y lo que era peor, que con el vaivén y mi agarre, la raspaba por fricción, aunque mi esposa aguantaba sus gemidos y lloraba de placer.

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Me preocupaba que con tanto meneo, terminase arrancando un botón o desgarrando la camisa.

(Todo se dio tan rápido, que no me di el tiempo de desnudarla)

Pero en lo que respecta a Sarah, era una valkiria desencadenada, galopando a todo dar…

*¡Vamos!... ¡Más adentro!...¡Más adentro!... ¡Ahhh!... ¡Síii!... ¡Vaaamos!... ¡Un poco más!... ¡Me vengo!... ¡Me veengo!... ¡Ahhhhh!... ¡Bendita yoga!...

(Blessed yoga!!!) fue su grito de batalla.

La sensación, para mí, fue singular.

Podía sentir su ardiente cuerpo reposando sobre el mío; mis muslos, aunque estaban ardiendo, también estaban adormecidos y prensados por los suyos; pero lo que más recuerdo era la succión de la vagina de Sarah.

Le explicaba a Marisol que me succionaba de forma mezquina.

Como si no quisiera dejar ninguna gota de semen fuera de mí y que la forma en la que me acoplé a su útero tampoco parecía darme escape.

Por otro lado, mi vista era excepcional: podía apreciar esos 2 muslos carnosos y el surco que los dividía por encima de mi ombligo.

Sentía mi pene latir y retorcerse, al mirar mi índice y anular armar una “pistola imaginaria”…

Por fortuna, Sarah estaba demasiado cansada para sentir las proyecciones de mi pene en su interior…

Y de haber seguido mis deseos, nos habrían esperado mínimo, otras 4 horas, cuando ya tenía a mis hijas esperando.

Revisé mi reloj, que marcaba las 7:20 PM.

El tiempo vuela cuando te diviertes…

Cuando pudimos despegarnos, hicimos un pequeño charco con nuestros jugos.

Lo que más le llamaba la atención a Sarah es que yo siguiera hinchado.

En cambio a mí, verla con la falda levantada; sus pantys, a medio poner; su camisa blanca, arrugada y trasparentando el desalineado sostén; y finalmente, sus labios rosados y sus ojos celestes, me dieron ganas suficientes para que nos fuéramos al alargue.

Lo hicimos mientras nos duchábamos. En realidad, no sé si a esas alturas, nos preocupaba que alguien se diese cuenta que “volvíamos del supermercado” con el pelo mojado. Pero nos dábamos rienda suelta.

La apoyaba en la pared, de la misma manera que le encantaba a Liz que lo hiciera, haciendo que descansara su cuerpo sobre mis piernas.

Su rostro era una delicia, al sentir que la totalidad de su cuerpo era, en cierta forma, sujetada por mi sexo.

Manoseaba impune sus pechos, con plena propiedad. No debía preocuparme de maridos o novios fisgones que le preguntasen quién le dio esos chupones o pellizcos y podía sentir en su envolvente abrazo sobre mi cuello que me quería para sí.

Que era una verdadera lástima para ella devolverme a mi mujer…

En el momento del éxtasis, mientras nuestros cuerpos mojados permanecían adosados bajo el tibio chorro de la ducha y reposaba sobre mí, rompió el silencio…

*¿Cuántas veces seguidas lo has hecho?

- Unas seis u ocho…- respondí, de forma casi mecánica.

A mi mente, volaron los recuerdos de la despedida de soltero que me dio Pamela, mi “Amazona española” y el último día libre que me tomé con Hannah, al dejar mi cargo en la faena.

Sarah también lo sintió…

* Marisol debió ser muy feliz...-dijo, con ese leve dejo de celos.

- No. No fueron con ella.- exclamé, con mayor frialdad.

Nos miramos a los ojos y percibió algo…

En realidad, también recordé las veces que estuve con mi esposa. Pero al cansarse ella más rápido que yo, no las recuerdo con tanto entusiasmo, porque me apena que mi mujer se esfuerce por seguirme el paso.

Volvimos al estacionamiento del departamento alrededor de las 9. En el trayecto, casi no hablamos.

Pero cuando estacioné mi auto, nos miramos y nos besamos, indiferentes si alguien nos sorprendía.[

Y acordamos vernos en 2 semanas más.


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2 comentarios - El siguiente nivel (III, parte 2 de 2)

omar698
Excelente
Dentro de dos semanas trio con Marisol