Cuando compré camisón para amiga y bombacha para pajearme

Y sí, el fetichismo mepega cada día más duro. Ya conté que me puse de mujer en fiestas, que me acostécon Ernesto, el marido de Estela, y otras que tengo en el tintero. Repito antesque nada, no soy travesti, sino fetichista. Y como si no me bastaran lasbombachas que mis mujeres me regalan después de coger, una vez tuve una nuevapropia.
 
Hace un par de años mefui para Munro, para los que no conocen cerca de mi Carapachay, zona Norte deBuenos Aires, a un local al lado del Banco Nación a averiguar para regalarle uncamisón a mi dulce Silvita, la hija de mi conocida Yvonne que tiene unadiscapacidad, ya que este sábado era su cumple. Típica que me sentía medio raroal ir yo a comprar ropa de mujer. Y típica cuando entré a preguntar y lasmujeres que ahí estaban, varias y de varias edades, murmuraban atrás mío. Meimportó una concha, y cuando la mina me atendió le dije, me mostró sin decirnada, es más, me dio clase de lencería. Me gustó uno rosa con florcitas, se lopagué y lo llevé nomás.
 
Pero esperen que ahí notermina. De tanta mujer, alguna madura, todas finas, bien o muy bien vestidas,un par con campera de cuero, me agarró la excitación y me cosquilleó el penebajo mi pantalón. Para colmo, entraban y entraban más, y todas averiguabanbombachas y corpiños a lo loco. Hasta una le pidió un conjuntito erótico."Mostrame esa bombacha fina de la izquierda, ahí abajo", dijo la minaa viva voz, así re suelta de lengua, parece que quería pija. Yo parado como unboludo, no podía más de la calentura y me las quería empomar a todas juntas.Entonces qué hice: me quedé con la bolsa con el camisón, esperé que lavendedora me volviera a atender, y cuando me atendió, le expliqué que me olvidéalgo. "Uy, me acordé de que quiero llevarle una bombacha, ¿me mostrásalguna buena?", le pregunté, en realidad ni me importaba color, diseño nisu costura, ni el ancho de cadera. La mina me mostró, me sugirió, me dio unablanca muy fina, que me gustó un montón. "Mirá que está cara, unos 100pesos más o menos", me advirtió. Qué me importa, la llevo igual. Lacompré, la pagué y me fui, no sin antes mironear a las mujeres que estabanatendidas en otro sector.
 
Pero claro, el camisónera para Silvita. Pero la bombacha era… para mí. Obvio chicos, por si nocayeron, de la excitación que me dieron estas mujeres me compré una bombacha. Ypor supuesto, la decidí estrenar esa misma noche. Me La llevé, llegué aldepartamento, me di un baño, me puse la bombacha, me pasé cremita, me vestí conmi bata larga y tras cenar bien fuerte, me senté en el sofá, me saqué la bata,y con la bombacha puesta la estrené: me masturbé impresionante, se me superparóel pene, grueso, largo,salchichonazo, recubierto por la fina prenda. Me di contodo, excitado por la finura de la bombacha y mi aroma a crema, y eyaculétorrente de semen a borbotones, manchando total la bombacha, mi cuerpo, mispiernas y hasta un poco el sofá. Chocho de estrenar mi compra, lejos de dejarahí, me volví a dar con bombacha empapada y todo y eyaculé de nuevo un montónde semen, volviendo a bañarla toda. Me la saqué, me la pasé por la boca y lamími semen. Y para rematar, me di pero desnudo, me volví loco con la prendita yen rato volví a aacabar, y tras mi agitación, me limpié el semen con labombacha, que quedó inundada de mi calentura y locura. A todo esto, guardé elcamisón para Silvita para llevárselo de regalo. Pero el mejor regalo me lo di amí mismo. Y bueno, a falta de mujeres, me cojo una bombacha, no será lo mismopero rankea bien.

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