Al regresar mi esposa de fiesta IV. Lo hablamos.

Tras lo sucedido aquella noche, hablamos y nos sinceramos en el desayuno.

                        CARLA
        Fui al baño como pude. Y digo como pude porque tenía las piernas temblorosas… estaba literalmente exhausta. Ahora eso sí, recuerdo que no podía quitarme la sonrisa de la cara. Estaba feliz, exultante. Supongo que es lo que tiene el buen sexo. Y más si es en la cantidad que había recibido aquella noche. Necesitaba sentarme en el váter, vaciar mis intestinos de la corrida de mi marido, pero sobretodo mear, me estaba meando mucho. Mil imágenes aparecieron en mi mente en el corto espacio entre la cama dónde reposaba Jorge, y la puerta del baño. Habían sido dos semanas de muchos cambios. Muchos. Cambios en mi, cambios en nuestra relación, cambios en nuestra vida. Solo esperaba no habernos equivocado, pues quería (y quiero) con locura a mi marido, no me imaginaba la vida sin él. Al final había sido él, quién con sus juegos, sus ideas calenturientas, sus propuestas… nos había empujado a aquella locura. Y en esas estaba pensando, cuando abrí la puerta del baño y me sorprendí al encontrar a Luis, desnudo, secándose con una toalla. No pude evitar echar un rápido vistazo al cuerpo que lucía. Juventud, divino tesoro… tez morena, abdominales marcados, músculos bien definidos… y aquella polla ahora en reposo, y aún así tan grande y apetitosa. En un acto reflejo me tape la zona púbica con una mano y los pechos con el otro brazo. Luis me sonrió:
        -No hace falta que te tapes, creo que me has enseñado bien todos tus encantos esta noche. Y son encantadores, todo en ti es maravilloso…
        No entendía como podía atraer alguien como yo a un chaval joven como aquel, pero sonreí, me acerqué a él y le di un piquito en los morros:
-Necesito ir al váter… sal por favor. – y fui directa a mi objetivo. Luis se envolvió la toalla en la cintura y salió, dejándome.
                JORGE
Apenas había escuchado los pasos de Carla hacia el baño, y las voces de Carla y Luis hablando algo. Seguía con los ojos cerrados, cansado, relajado. No me importaba saber que mi mujer estaba desnuda en la habitación de al lado (el baño), con otro hombre más joven que yo, también desnudo. Me sorprendía a mi mismo no haber sentido celos esa noche. Amaba con locura a Carla, y no sé por qué, no tenía ningún miedo de perderla. Me sabía correspondido en nuestro amor, y sabía que aquello había sido sólo sexo, sexo salvaje y loco. Y había gozado viendo a Carla gozar de aquella manera. En esas estaba cuando escuche la voz de Luis, sonaba lejana…
-Jorge, chst, perdona, Jorge….
Entreabrí los ojos, Carla seguía en el baño, se escuchaba la ducha. Luis estaba vestido, hablándome.
-Jorge, perdona si te habías dormido, pero me voy, no quería irme sin despedirme. Tienes una mujer excepcional.
-Quédate a dormir si quieres..
-No, la verdad no me apetece. Sé que es la primera vez que hacéis algo así, y seguro tendréis que hablar. He disfrutado mucho, tu mujer es excepcional. Si alguna vez queréis repetir, me avisáis. Dile a Carla que mi móvil está disponible para ella, pero Jorge, escúchame con atención, es importante. He tenido problemas en el pasado por experiencias como esta. Tu mujer es TUYA, no quiero entrometerme en un matrimonio. Nunca he sido hombre de una mujer, y la tuya es fantástica a ver si me entiendes, pero espero que no se confundan las cosas. Por mi parte estate tranquilo…
La verdad es que habíamos acertado. Aquél muchacho era muy buena gente. Había tratado siempre a Carla con respeto, y ahora me demostraba que era todo un caballero para este tipo de situaciones. Se notaba su experiencia.
-Muchas gracias por todo, tío. Ya hablamos. –Fue todo cuanto atiné a decir, pues mi cuerpo pedía un descanso ya. Un sueño reparador.
Luis salió por la puerta. Me dormí.
                CARLA
Salí de la ducha, y me sequé. La ducha me había terminado de relajar, necesitaba dormir un rato. Al volver a la habitación, tan solo encontré a Jorge en la cama, dormido. No había rastro de Luis. Debo admitir que me mosqueó que se hubiese marchado sin despedirse. También me sorprendió un poco. Me puse unas braguitas y me tumbé al lado de mi marido. Miré el móvil, habían pasado tres horas desde que entramos en la habitación los tres. Tres horas que no iba a olvidar nunca. Tenía un mensaje. Era de Luis:
“Siento haber marchado sin decirte adiós, Carla. Solo quiero que sepas que he disfrutado mucho, sois una pareja excepcional. Si alguna vez queréis repetir, me avisáis. Y si quieres que nos veamos solos tu y yo, con el consentimiento de tu marido, me avisas. No soy hombre de una sola mujer, Carla, no quiero que confundas las cosas. Ya se lo he dicho a tu marido, jamás me entrometería en un matrimonio. Besos.”
Vaya con el chico… pensé. ¿Qué creía, que me iba a enamorar de él? El sexo había sido fantástico, pero por lo demás, yo quería a mi Jorge… en fin. Mejor dejar las cosas claras desde el principio, y Luis parecía tenerlas. Mejor, porque también a mi me asustaba la idea que el chico se enamorase de mi o algo así… y dándole vueltas a la cabeza… me dormí.
A la mañana siguiente, desperté. Un poco de resaca por el alcohol ingerido antes de la sesión de sexo, y el cuerpo dolorido, molido, como si hubiese corrido una maratón. Jorge estaba a mi lado, mirándome apoyado en un codo…
-¿Qué? –le pregunté…
-Nada… que estás preciosa, el sexo te sienta muy bien…
No sabía si su intención era hablar de la noche anterior. A mí en un principio no me apetecía. Pero luego pensé que, igual que con Luis la noche anterior, lo mejor era tener las cosas claras con mi marido antes de que hubiese cualquier malentendido. Así que le respondí:
-Sexo, sí… fue genial. Pero, ¿sabes que sólo fue eso, verdad? ¿Qué fue sólo sexo?
-Por supuesto mi vida –me respondió. Me besó con ternura. – te amo, tienes que tener muy claro que eso no va a cambiar nunca. Pero también quiero que entiendas que hemos dado un paso muy importante en nuestra relación, y que ahora me he dado cuenta de muchas cosas. Y me gustaría hablarlo contigo.
Me dejó con la mosca tras la oreja:
-¿Qué cosas?
-Podemos hablarlas en el desayuno. Pero con una condición…
Ahora Jorge empezaba a intrigarme.
-¿Qué condición?
-Quiero que bajes a desayunar con lo que te he preparado en esa silla.
Miré hacia la silla. Vi mis deportes de gymnasio, los que suelo ponerme para ir cómoda. Vi un tanguita blanco, y un vestido de tirantas blanco, que solía ponerme a veces con unos vaqueros o leggins, pero nunca sin nada más, me parecía un pelín corto.
        -¿Estás loco? –Le respondí- Puede haber niños, no quiero ir vestida así al desayuno de un hotel…
        -No habrá niños. Es un hotel adults only. Y a lo mejor te has levantado con pocas ganas de marcha después de lo de anoche, pero bueno, no voy a forzarte. –Y se levantó empezando a vestirse- Yo me voy para abajo. Si bajas al gusto de tu marido, genial, disfrutaré. Si no, pues no pasa nada vida, te amo.
        Y se fue por la puerta. Me quedé un rato más en la cama, pensando. Pensando en la suerte de marido que tenía, y en lo mucho que disfrutábamos juntos de la vida. Me había dejado mosca, ¿a qué cosas se refería? ¿Habría sentido celos? Sería muy normal, yo en su lugar no habría podido verlo follando con otra, era algo que ya habíamos hablado muchas veces. En cambio él… pues siempre me había empujado a hacer algo como lo de la noche anterior…
        Al final me levanté, fui al baño a asearme un poco y volví, en braguitas, a la habitación. Encima de la cama me esperaba lo que mi marido quería que me pusiese. Bueno, por lo menos decidí probármelo. Me quité las bragas y me puse el tanga. Luego me puse el vestido y me miré en el espejo. Era muy atrevido. Y era muy temprano. Los pechos se me adivinaban perfectamente bajo la tela blanca. El vestido volaba de mis pechos hacia mis piernas, pero se paraba justo después de empezar las mismas. Me miré por detrás. Si levantaba un poco los talones, ya me asomaban un poco las nalgas. De repente me excité. No sé si fue por verme así vestida, por todo lo ocurrido la noche anterior, porque mi cuerpo me pedía más marcha… No me lo pensé. Me puse los deportes, me recogí el pelo en una coleta y salí al pasillo.
                        
                        JORGE
        Estaba sentado estratégicamente en una mesa para dos, al fondo del buffet. A mi lado varias parejas más repartidas en otras mesas, la mayoría extranjeras. A mi derecha, una mesa de ocho, con varios muchachos, también extranjeros, parecían un grupo de deportistas o algo por el estilo, pues llevaban todos la misma camiseta. Apenas me había servido un café, y estaba mirando a ratos el móvil, a ratos la puerta de entrada del buffet. Tenía la esperanza de que Carla hubiese accedido a mi petición, y vistiese como le había pedido.
        Al rato, casi se me cae la taza de café de las manos. Mirando hacia la puerta la vi aparecer. Definitivamente, Carla era el objetivo de todas mis fantasías. Allí estaba ella, buscándome con la mirada. Vestida tal cual le había pedido. Levanté la mano para que me viese. Mientras venía hacia la mesa, no pude evitar observar como a un muchacho de la mesa se le iban los ojos tras los pezones marcados en el vestido de Carla. La polla me reaccionó al instante. Se agachó a darme un beso, y se sentó a mi lado en la silla que le ofrecí.
        -Te quiero muchísimo, ¿lo sabes? –le dije sonriendo.
        -Si, si, si…. –sonrió ella- En fin, si seguimos con un finde de locuras, pues sigamos, ¿no?
        No pude evitar bajar la vista a sus tetas. Se adivinaban perfectamente a través de la tela blanca. Y sus pezones se marcaban, duros. Me encantaba.
        -¿Vas a ser buena y obediente?
        -Pero quiero que me expliques a que te referías esta mañana…
        -Mejor lo hacemos mientras desayunamos, ¿no?
        Carla dio un sorbo al café con leche que le había dejado preparado.
        -¿Vas tú o voy yo?-me preguntó.
        -Vamos los dos…
        Nos levantamos y fuimos al buffet. Supongo que al ir yo detrás, los muchachos de la mesa disimularon sus miradas. Lástima. Me fui a servir unos huevos revueltos y algo de bacon con pan, junto con un zumo de naranja. Sabía que Carla estaría preparándose unas tostadas, junto al pan. Me dirigí a aquella zona y efectivamente, ahí estaba, esperando en la cola a que una señora terminase de tostarse sus rebanadas. Detrás de ella, un señor de mediana edad, tal vez el marido de aquella señora, no paraba de bajar la mirada al culo de Carla, para luego subirla con disimulo y mirar al frente. Una y otra vez. Otra vez, la polla me dio un chispazo. Me dirigí hacia ella…
        -¿Te falta algo? –le pregunté-
        -Cógeme mantequilla y mermelada porfa…
        Y le susurré al oído:
        -A ti te cogía yo. Aquí y ahora. –Y la agarré del culo para besarla.
        Fui a por lo que me había encargado Carla. La encontré con el plato con sus tostadas, yendo a la mesa.
        -¿Te pillo un zumo?-le pregunté.
        -Si, porfa.
        Le extendí las terrinas de mantequilla y mermelada, y me acerqué a su oído.
        -¿Sería mucha casualidad, que al llegar a la mesa, se te cayese la mermelada y tuvieses recogerla del suelo?...
        No le di tiempo a responderme, fui a la máquina de zumos. Pero no la perdí de vista. Una vez más se fue hacia la mesa. Y ahora no fue uno, sino varios los muchachos que no perdieron de vista sus tetas. Incluso hubo alguno que le dijo algo, aunque no lo entendí. Ni tampoco me percaté si ella respondió, pues siguió directa a la mesa y me daba la espalda. Dejó su plato en la mesa, y… una tarrinita de mermelada se cayó al suelo. Pasó rápido pero fue increíble. Carla se agachó a recogerla del suelo, apoyando un brazo en la mesa pero sin doblar las rodillas. Desde dónde estaba pude ver como se levantaba el vestido, como las nalgas aparecían hasta la mitad mientras lo hacía. Y los muchachos babearon. Literalmente. Carla no les hizo mucho caso, se levantó, se bajó el vestido y se sentó. Iba a dirigirme a la mesa cuando un muchacho, el que antes le había dicho algo, se levantó y fue a la mesa. Algo le dijo que Carla sonrió. Me dirigí a la mesa, y me senté:
        -Ejem… -el muchacho se giró hacia mí sorprendido.
        -Oh, excuse me sir… -y se fue a su mesa… mientras todos los muchachos estallaban en carcajadas…
        Carla estaba sonriendo, divertida, y sonrojada….
        -¿Qué pasó?-le prenguté.
        -¿No lo viste?
        -Siiiii… y sabes que se me puso casi dura –le susurré.
        Empezamos a confesarnos en voz baja, nuestras voces ocultas por el jaleo del comedor, y nuestros vecinos que no paraban de hacer bulla, desconocía si el motivo era mi querida esposa; mientras comíamos nuestros desayunos.
        -Por eso lo hice, porque sabía que te gustaría…
        -¿Qué es lo que te dijo cuando venías a la mesa?
        -Sinceramente no lo sé, alguna guarrada en inglés seguramente, pero ya sabes que no es mi fuerte…
        -¿Y tú que le contestaste?
        -Pues que no lo entendía, pero sonriendo alegremente…
        -¿Y ahora cuándo vino a la mesa?
        -Igual, empezó a hablarme en inglés y yo solo le decía que ni papa. Y me dio esto –Carla me enseñó un papel con un número- Muy corto para ser un teléfono.
        -Jajajaja –me reí.
        -¿De qué te ries?
        -No es un teléfono amor. Es su habitación. Otro que quiere follarte…
        -Mmmm. –Carla me sonrió, picarona. La besé. –Me pones mucho, vida.
        -Lo sé. Y me encanta. Cariño, porfa, me tienes en vilo. ¿A qué te referías? ¿De qué cosas te has dado cuenta?
        -Pues… de muchas cosas mi vida. Me refiero en el tema sexual, claro. No quiero que te asustes, ni te tomes nada a mal, pero me gustaría sincerarme después de todo lo ocurrido. Y si tu quieres hacer lo mismo pues perfecto.
        -Me asustas. ¿Qué pasó? ¿Sentiste muchos celos?
        -No, no, no… para nada, no es eso. A ver, por ejemplo. Una de las cosas que más me excitaron, fueron tus miradas. Tu mirada clavada en la mía mientras el otro se corría en tu cara después de que se la chuparas. Tu mirada clavada en la mía mientras te follaba. Me excitó cari. Mucho.
        -Bueno… aunque ya sabes que no lo entiendo… bueno es saberlo.
        -¿Por qué no hacemos un juego?
        -Dime…
        -Una cosa yo, una cosa tú. Sensaciones, o confesiones de esta noche pasada. Sin miedos. Sin reproches. Con sinceridad…
        -Mmmmm… está bien.
        -Pues te toca…
        -A ver… -Carla pensó un rato. La dejé pensar. – A ver, uno de los mejores orgasmos que tuve fue el primero. Sentirme penetrada “doblemente”, pues… fue genial, la verdad. Sé que en casa ya habíamos probado cosas parecidas… pero esto fue diferente. No sé. Me encantó.
        -Bien… bueno es saberlo también… -le sonreí.- Me toca. Otra cosa que me excitó mucho fue ver cómo te penetraba. Tenía una buena polla, y la primera vez que te sentaste encima de él fue… pufff… -el recuerdo hizo que la polla me diese otro chispazo.- Y bueno, no sé si lo hiciste por complacerme, pero hubo un momento que te lo pregunté y me dijiste que era enorme…
        -Jajajaja.. si, lo recuerdo. Un poco sabía que te gustaría oírlo… Pero debo admitirlo, tenía un buen pollón. Que no es que el tuyo no me satisfaga….
        -Que no cariño –la interrumpí- no tiene nada que ver. No me siento “menospreciado” ni nada por el estilo. He disfrutado de verte gozar. –La besé de nuevo- Te amo –Nos dijimos al unísono. Parecíamos dos recién enamorados….- Te toca, dije.
        -Bueno…- me miró indecisa- ¿seguro que no te enfadarás?
        -Que no vida, ha sido solo sexo…
        -Pues…. En el último polvo, cuando me corrí con él… pues… me olvidé de que estabas allí. Luego me arrepentí, por eso te dejé hacerme lo que quisieras. Pero me olvidé… luego me supo mal…
        -Que no te sepa mal. ¿Ves como es bueno hablar las cosas? Te vi entregada, Luis es un semental y te pegó una follada descomunal. Y no te asuste, a mi me excitó verlo. Lo había imaginado muchas veces, no sabía cómo reaccionaría…. Y mira, resulta que a tu marido le pone cachondo ver cómo te lo montas con un buen semental….
        -Madre mía… -Cala se llevó la mano a la frente-
        -No te enfades amor…
        -No, no, si simplemente es que me cuesta entenderlo…. Pero bueno….
                CARLA
        Desde luego, mi marido no dejaba de sorprenderme. No sé si esperaba que me confesara haber sentido celos, tener remordimientos, arrepentirse. En vez de eso, me decía que disfrutaba de verme entregada a otro hombre… Lo había insinuado muchas veces, habíamos jugado mucho en la cama. Pero ahora habíamos dado el paso. Y debo admitirlo, había disfrutado con el semental de Luis y con mi marido. Seguramente nuestra relación cambiaría ahora, por lo menos en el aspecto sexual.
        -Creo que hay que ir poco a poco, amor.-Continué-. No voy a ir ahora por ahí follándome a todo el que se me ponga a tiro… jajaja…
        -El ritmo lo llevas tú, amor –me dijo- nunca quiero que hagas nada que no te apetezca. Pero visto lo visto, si buscas mi aprobación creo que la tendrás.
        -¿Tu aprobación para qué?
        -Para follarte a otro. –Abrí los ojos sorprendida, ante las palabras tan tajantes de Jorge- Siempre que no haya sentimientos por en medio. Solo sexo.
        Me quedé en silencio. Definitivamente sorprendida…
        -Cariño- siguió Jorge- No hay que forzar nada. Si surge, como esta vez, pues dejaremos que pase si estamos de acuerdo los dos. Y si no, pues como siempre. Yo te quiero con locura y lo sabes.
        El jaleo de los chavales marchándose de su mesa nos interrumpió. Me giré, y pude ver el muchacho que me había dejado el número de habitación guiñándome un ojo. ¿Eso quería Jorge? ¿Qué me tirase a este ahora, por ejemplo? Estaba muy confundida. Jorge debió notarlo en mi expresión… Me cogió de la mano y me miró a los ojos:
        -TE QUIERO. Entiende eso lo primero. En el tema sexual, hemos probado algo nuevo y nos ha gustado. A los dos. Y mientras sea algo sexual, pues no cerremos la puerta. No te estoy pidiendo que te vayas a la habitación de este tipo a follártelo ahora, por ejemplo…
        Me sorprendió haber pensado lo mismo. Y me tranquilicé. Jorge me quería, me lo demostraba a diario. Ahora simplemente había que dejar pasar el tiempo. Pero tenía una pregunta que no podía esconder, tenía que hacérsela:
        -Y entonces… ¿no te molestaría que viese a Luis de nuevo?
        -Podemos verlo de nuevo, podemos repetir esta noche. Si me preguntas si lo puedes ver a solas, sin mí, creo que primero debes tenerlo claro. O sea, que debes proponérmelo si realmente te apetece…
        Una vez más, me sorprendía la seguridad de mi marido. Yo estaba hecha un lío, y él parecía tenerlo todo muy claro. Efectivamente, acertaba. No sabía si me gustaría verlo a solas. Pero si que creía que me gustaría follar de nuevo con él, era un máquina…
        -Mira –Jorge interrumpió mis pensamientos- Si por ejemplo lo de la otra noche llega a pasar ahora. Lo de los mensajes. Y yo te escribo: “follatelo y me lo cuentas…”.
        -¿Lo harías? –le pregunté-
        -No lo sé… por eso te digo que hay que ir viendo… pero sin escondernos. ¿Me entiendes?
        -Creo que si… -le respondí-
        Efectivamente. Un nuevo mundo se abría ante mis ojos. Ante los nuestros. Ya iríamos viendo…
CONTINUARÁ…

2 comentarios - Al regresar mi esposa de fiesta IV. Lo hablamos.

barnum77
Que ganas de saber como continúa!!!