Ducha fría




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+Esta noche, no preguntó tanto por ti.- comentaba en un tono más triste mi Ruiseñor.

Marisol sabe que no soy un insensible ante las mujeres. Incluso sabe que para muchas cosas, sigo siendo tímido.

Pero una de las virtudes de nuestra relación es que podemos tener nuestros propios secretos, que no preguntamos a nuestro cónyuge, a menos que presente un peligro inminente a nuestra familia.

Solamente hacemos este tipo de comentarios superficiales, para recordar nuestros pendientes, nada más.

Sin embargo, si creen que por tener una esposa tan permisiva como Marisol tengo todo arreglado,
déjenme ponerles la siguiente premisa.

Aunque por suerte, Pamelita no sabe distinguir el paso del tiempo, para una niña tan particular como ella, no basta solamente decirle que saldré de compras.

Debo decirle a qué tienda fui, qué ruta tomé, dónde me estacioné, cuántos pasos di hasta la puerta de la tienda, qué cosas compré, dónde las encontré, qué otros productos había a los costados, cuántas personas me antecedían en la caja, cómo estaban vestidos, cómo era el cajero o cajera, cuánto pagué, cuánto cambio recibí (a su corta edad, es bastante ágil para las matemáticas) y finalmente, qué camino tomé de regreso.

Y a pesar que Marisol piensa que es tierno de mi parte ser tan atento con nuestra pequeña, la realidad es que muchas de las cosas que ella pregunta, las pienso por mi propia cuenta.

Pero considerando lo anterior como mi mayor preocupación, le pedí ayuda a Marisol para inventar una “excusa barata” para salir: el cumpleaños de las gemelas de la próxima semana.

Y digo “excusa barata” no por menospreciar a mis hijas, pero porque durante los últimos 4 años, lo he hecho sin ayuda de los vecinos.

Por lo que envié un mensaje a Sarah el martes por la tarde, si podía acompañarme al día siguiente, la que tardó en responder.

Y mi plan era ese: salir con Sarah, conversar un poco, ir al supermercado y volver, dado que volveremos a salir este sábado (mañana).

En ningún momento consideré una ducha fría…

Fui a su departamento antes de las 6 y media y estaba todavía arreglándose, por lo que me atendió Brenda.

Vestía una falda rosa, hasta la mitad de los muslos y un gran polerón color gris, que sobresalía de sus brazos.

Se le veía muy agotada, con grandes ojeras. Pero también, la notaba diferente.

Antes de la pandemia, se veía como una jovencita rubia alegre y más inocente. Para que se hagan la idea, era una de esas chicas que se alegraba con la idea de tomar un vaso de chocolate caliente, como lo hacen mis hijas o mi mujer.

Pero ahora, su mirada era más apática y fría. Sus sonrosadas mejillas eran coronadas por un leve trazo gris que llegaba hasta la cuenca de sus  bellos ojos celestes, que observaban con completo desgano. Su respiración, también, se apreciaba cansina y más pausada, como si hubiese estado haciendo un ejercicio pesado.

Repentinamente, mientras me acompañaba al living, pareció tropezar y caer de rodillas y por reflejo, alcancé a tomarla por la cintura.

Sin querer, terminé sujetando la base de sus pechos con mi brazo y pude darme cuenta que ya era una “señorita bastante agraciada”.

o   ¡Uff!-soltó un bufido demasiado dulce y fuera de lugar.

Y a medida que le ayudaba a ponerse de pie, escuché el zumbido…

Su estancia era temblorosa y su sonrisa, nerviosa y accidentada.

Sabiendo lo que pasaba, le miré con reproche.

-         ¡No debes hacerle caso en todo!

o   ¿Qué?

-         A Marisol. No debes obedecerle en todo lo que te dice.

Y meramente por impulso y frustración, me dispuse a agacharme para sacar el aparato…

Sus ojos se dilataron en pánico al seguir el movimiento de mis manos e instintivamente, dio un paso hacia atrás, para detener mis intenciones…

Pero en esos momentos, recapacité: Brenda no es mi hija…

(Y ahora que lo pienso en retrospectiva, tampoco mi lógica fue la más adecuada)

Me puse de pie, pero sus ojos seguían mis dedos, como si fueran dorados, al punto que me sentí incómodo.

-         Nada bueno sacas con masturbarte todo el día.- le dije, intentando romper el hechizo que mis dedos hicieron en ella.

o   ¿Cómo dijo?- preguntó, sorprendida por mi franqueza.

-         Que nada bueno sacas de tocarte todo el día.-repetí, con autoridad de padre.- Nunca viví una pandemia… pero hay muchas otras cosas que puedes hacer mientras tanto…

Al igual que su madre, sus mejillas se empezaron a encender…

-         Al menos, sácatelo cuando yo venga.- le dije, intentando respetar su orgullo.- Conozco a mi esposa y si sabes que vendré, no te lo pongas.

Su cuerpo era un verdadero mosaico: de la cintura para abajo, se sacudía como hoja; su respiración, agitada; sus mejillas, encendidas en un saludable rosado; su sonrisa, nerviosa y vacilante y sus ojos, indecisos sobre llorar o no.

Le pedí que me dejara a solas en el living, ante su incomodidad, dejando una nota en mi mente de “confiscar el juguete” de mi esposa.

A los pocos minutos, apareció Sarah, poniéndose un brazalete.

-         ¡Te ves bien!- dije al verla.

Ella sonrió extrañada…

·        ¡Gracias! Aunque pienso que atraigo más miradas con mis ropas de gimnasio.

Vestía un pantalón de vestir color lúcuma, que demarcaba muy bien su forma redondeada y una camisa blanca ligera, con un leve escote en el cuello, además de zapatos negros de tacón.

-         ¡Sí, es cierto!- reconocí.- Pero tú tienes otro tipo de belleza… quizás, un poco más elegante.

Volvió a sonreírme,  ajustándose el cabello para verla mejor mientras lo hacía.

En el camino al estacionamiento, me reconoció la razón de nuestra salida anterior, puesto que antes de salir, Brenda también había comentado sobre su forma de vestir y entre bromas y juegos, preguntó si quería lograr algo conmigo y que al regresar, se extrañó de ver su pelo mojado, si solo había comprado papel higiénico y tuvo que inventar una excusa poco convincente de cómo había sucedido aquello.

Pero ya estando adentro del auto y sintiéndome en más confianza, me atreví a hablar.

-         Discúlpame por no haberte hablado estos días.

·        ¡No! ¡No tienes que preocuparte!- respondió en un tono más suave…

Dio un suspiro profundo y forzando una sonrisa, comentó:

·        Sé que no te he gustado.

Por poco y pierdo el control del vehículo…

-         ¡No, no es eso! ¡No es eso!- respondí nervioso, discurriendo mil opciones.- ¿Tienes tiempo? ¡Rayos! ¿Tienes tiempo?

Y me di cuenta que el que tenía tiempo era yo, dado que yo le había invitado y estaba conduciendo, por lo que le invité a un café.

Fuimos a un Starbucks cerca de la casa del parlamento y ordenamos 2 capuchinos. Con la pandemia y el distanciamiento social, las personas nos miraban mal por sentarnos en las sillas al aire libre, pero también, guardábamos la suficiente distancia para conversar frente a frente y con privacidad.

-         Mira…- le dije, tratando de ser delicado.- lo que sucede es que… eres angosta.

·        ¿Angosta? ¿Qué es eso?- preguntó sin entenderme.

Y aquí, tuvimos un error cultural tremendo.

Como les he mencionado, soy Ingeniero en Minas y me manejo bastante bien en inglés técnico, leyendo reportes, catálogos, etc.

Pero para este tipo de conversaciones “no tan triviales”, tratas de llenar las palabras que no conoces con las que estás más familiarizado (En este caso, fue“Narrow”), con lo que no siempre se entiende la idea al instante.

Por lo que tuve que explicarle con mayor detalle…

-         Verás,  es que si quiero tocarte bien, debo poner 3 dedos en ti y no 2…

Como era de esperarse, aparte de avergonzarse, se sulfuró al entenderme.

·        ¿Quieres decir “estrecha”?

(You meant “tight”?)

Y ahí caí en cuenta de mi error.

·        ¿Qué es lo que te pasa? ¿Cómo me dices eso aquí?-dijo, alzando la voz y llamando la atención de otros comensales que esperaban en la fila.

-         Tú querías saberlo.

·        ¡Sí!... pero… pero…- señaló, dejándolo inconcluso.

Pero incluso por escrito, me daba vergüenza decírselo.

O en el fondo, decirle que se masturbaba mal.

Y al parecer, herí su orgullo.

·        Pero… no debe ser tan grande.- musitó con reproche.

-         ¿Qué?

·        No debe ser tan grande.- volvió a repetir, mirándome de forma desafiante.- ¡Marco, no soy virgen! Y no debería ser tan difícil para ti…

Y no sé si fue la mirada que me dio o la forma que me lo dijo, pero sentí una punzada en los costados que no había sentido en años…

Desde que Pamela y yo discutíamos, para ser exactos.

-         ¿Quieres verla?- respondí de forma condicionada, recordando esa manera que tenía la prima de Marisol para decirme que no quería una cosa, cuando en realidad, era todo lo contrario.

Los ojos de Sarah se dilataron…

·        ¡No! ¿Qué estás pensando?- respondió, mirando para todos lados, pero rematando en mi entrepierna, como si se la fuera a mostrar en esos momentos.-… solo digo… que no debería ser tan difícil.

En esos momentos, creo que lloraba por dentro: ella quería verla, pero para mí, me pesaba la premisa que mencioné de Pamelita y ya había perdido bastante tiempo con esta desviación.

-         ¡Vamos!- le dije, bebiendo mi café de un solo trago y poniéndome de pie.

Sarah apenas pudo reaccionar y salió siguiéndome a paso rápido.

Aunque quedaba un poco más lejos, no tenía ánimos de probar otro lugar, por lo que fui al hotel de la última vez.

En esta oportunidad, el administrador nos reconoció y se mostró arrepentido de cobrarnos tanto la vez anterior. Pero yo no estaba de ánimos para conceder disculpas.

-         ¡Dos noches!- le exigí en tono molesto y monótono, queriendo evitar al máximo charlas innecesarias.

Llegamos al mismo dormitorio, entramos y…

·        ¡Estoy esperando!- me desafiaba, con impaciencia y manos en la cintura.

Pero en esos momentos, tampoco tenía algo que valiera la pena mostrar, además que Sarah es de esas mujeres que intimidan a cualquiera con su arrogancia.

En vista que no veía “cómo salir pronto de ese entuerto”, tuve que ponerme serio y tomar medidas extremas.

-         Ponte de rodillas.- le pedí.

Mi orden le desconcertó, sacándola de su posición.

-         ¡De rodillas!- insistí nuevamente, más molesto.-¡No haré nada!... pero soy un animal ¡Reacciono por impulsos!

Y sin perderme de vista (y con un poco de temor), fue acatando mi orden.

No obstante, por algún motivo que ni yo mismo me explico, tuve un recuerdo fugaz en esos momentos…

Era la mirada de desprecio que me daba Pamela la primera vez que me hizo un paizuri. Su camisón rosado, su brazo enyesado y esos ojos que me odiaban e intentaban ignorar el falo que se asomaba entre sus pechos, mirando hacia otro lado.

Pero al volver en mí, el espectáculo era inigualable: doblegar a una mujer así y ver cómo su enorme trasero conformado se marcaba y ese profundo escote, que dejaba entrever la forma de sus hermosos senos, brindaba orgullo a cualquier hombre en su sano juicio.

Y al sentir que aquello no podía ser contenido en mis pantalones, emergió como resorte.

·        ¡Es… es… es grande!- exclamó al verla.

-         ¡No, no lo es!- le repuse avergonzado.-  Bordea el promedio… por arriba…

A pesar de todo, sigo siendo pudoroso y recordé la forma cariñosa con la que Debbie (mi uróloga) se burlaba de mí.

·        Lo… lo siento… pero es… la más grande que he visto.- respondía, sin quitarle los ojos de encima en asombro.

-         ¡Pues hay más grandes! ¡Hay más grandes!- le indiqué avergonzado y nervioso, recordando también la víbora de Kevin (nuestro antiguo vecino de Adelaide), la vez que fuimos a una tienda sexual, pesadilla que creo nunca olvidaré.

Y como niña que no se atreve a tocar un juguete, pero se muere por hacerlo, sin darse cuenta, se fue acercando…

·        ¿Puedo… puedo tocarlo? – me preguntó, mirándome a mí y a la cabeza, con sus manos prácticamente temblando.

Me daba lo mismo. Quería terminar lo más pronto posible…

·        ¡No puedo tomarlo con mi mano!

No era mi culpa.

·        ¡Se hizo más grande!

Como si yo pudiera hacer algo al respecto…

Y después, las cosas se tornaron bizarras. Con las 2 manos, empezó a apretarla subiendo y bajando y no estoy seguro si quería masturbarme o ver cuánto más crecía.

Cerré los ojos, tratando de ignorarla. Pero ella insistió de forma más enérgica y por la boca que sacaba la lengua muy entretenida, no sabía si quería darme una mamada o qué.

Pero ya empezaba a sentir las contracciones previas y tuve que apartarme.

-         ¡Detente!... ¡Detente!… ¡Detente!...- le grité con completo enfado.

·        ¿Por qué?

Y mientras me volteaba, sacándosela de las manos, me miró fulminante.

-         ¿Quieres explicarle a Brenda por qué tienes semen en el pelo?

Me miró con ojos encendidos de querer matarme por quitarle el juguete favorito de mi esposa.

-         ¡Lávate las manos!- le ordené, mientras intentaba guardarlo en el pantalón.

Estaba desconcertada…

-         20 segundos, mínimo…- ordené de nuevo, porque no estaba de ánimos para más juegos.

Pero lo malo era que no podía siquiera cerrar el bóxer y el pantalón me causaba dolor. Y como diría mi esposa, yo ya “tenía un caldo de cabeza” y ya no estaba pensando de forma racional.

Por lo que decidí por la solución más óptima que se me ocurrió: sacarme la ropa y darme una ducha fría.

Sarah gritó de espanto al verme entrar al baño desnudo. Pero la hice al costado y me metí en la ducha.

Me lavé la cara y empecé a lavar mis partes, pensando en dónde estaban los huevos, la leche, la crema, en qué fila estaría la harina, cuánto tiempo me tomaría en llegar…

·        ¡Se ha hecho pequeña!- me espantó una voz fuera de mis pensamientos.

-         ¿También me espías?- pregunté indignado.

·        N-n-no… pensé que necesitarías tu ropa.

Pudo dejarla sobre el excusado…

·        ¡No tienes pelo!- señaló al verme buscar una toalla, que por supuesto, estaba al otro extremo del baño.

Y esa fue la gota que rebalsó mi vaso de paciencia…

-         ¡Sí, siento decepcionarte! ¡No todos los sudamericanos tienen pelo! Así que espérame afuera, mientras termino de vestirme…

Y la llevé a la puerta, de la misma manera que ella hizo conmigo el día que revisé la lavadora.

Mientras me vestía, me felicitaba a mí mismo al ser el único idiota que se le ocurre darse una ducha fría en medio de una pandemia que imita los síntomas al resfriado común.

Y luego de recibirle mis zapatos y volver al auto, empezó de nuevo…

·        No sé cómo tú y Marisol pueden tener relaciones todos los días…- empezó de nuevo, sopesando el ambiente.

Pero ya estaba muy atrasado y no tenía humor alguno para seguirle el juego.

-         ¿Qué quieres que te diga? Es joven y podría masturbarse todo el día, si ella quisiera…

Y a medida que esas palabras dejaban mi boca, recordé a Brenda…

Fue entonces que decidí que al volver a casa, me daría otra ducha.

Esta vez, con agua caliente, para calentarme el cuerpo y despejar mi mente…

Y también, le exigiría el control remoto del huevito vibrador a mi mujer.


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1 comentario - Ducha fría

omar698 +1
Muy bueno Marco
metalchono
Gracias, amigo. Siento la demora. Las niñas cumplieron 6 y de alguna manera, se convirtió en una celebración de 4 días. Pero estoy contento. Ya son más listas y también, sospechan un poco sobre lo que pasa con Sarah. Marisol igual se las arregla para darles excusas y decirles que no pasa nada, pero me preocupa más si algún día me llegarán a descubrir. En fin, un abrazo y que lo pases bien.