Una vieja amiga

Hace años conocí a Diana, una chica 3 años menor que yo. Y con ella les aseguro que tuve los mejores polvos de mi vida. Fogosa, caliente, sin límites y una auténtica diosa en la cama. Sabe moverse, sabe chuparla, sabe qué decir y cómo… una diosa, como les digo.

Tras unos meses saliendo lo dejamos de hacer, ya que la cosa podía ir a más y yo no me veía con ella como pareja, y seguimos como amigos. Además, yo conocí a mi actual novia, y ella empezó a salir con otra chica. Sí, otra chica…

Pero nos seguíamos viendo, quedando de vez en cuando, y lo cierto es que Diana siempre me ha calentado, así que nunca dejaba de intentar verme con ella. Pero imposible, entre que ella estaba con pareja, y que no le gustaba que yo le pusiera los cuernos a mi novia, lo más que conseguía eran cuatro besos. Sin más.

Hasta hace unas semanas. Ella había cortado con su novia, y eso me daba más oportunidades. Efectivamente, quedamos una mañana, como siempre en su casa, y nos sentamos en el sofá a charlar y fumar unos porros.

No me pregunten de qué hablamos… ni idea, sólo sé que como siempre, yo estaba acariciandola y acercándome mucho a ella, tratando de buscarla, y cómo siempre (o eso parecía), sin éxito. Pero esta vez fue diferente.

No sé bien cómo acabó recostada conmigo pasándole el brazo por detrás mientras con mi otra mano acariciaba su panza. Sin meter mano, pero con la mayor insinuación que yo podía. Mi dedo recorría su panza, su ombligo haciendo círculos, buscando el límite de sus shorts y el límite de la camiseta, que se había levantado. Lo cierto es que la situación me estaba poniendo muy muy caliente. Como les dije, sólo tenerla cerca ya me pone bastante “nervioso”. Ella hacía rato que estaba callada, disfrutando del masaje. Y empecé a notar que su respiración había cambiado, estaba más agitada.

De pronto me di cuenta de que mi otra mano se había desplazado involuntariamente hasta su pecho, sobre su camiseta, y rozándola. Ella no se quejaba, así que como quien no quiere la cosa empecé a mover el dedo, acariciando sobre la tela, buscando su pezón. No hubo quejas.

Cerca como la tenía, oliendo su pelo, giré mi cabeza y le di un suave beso cerca de la oreja. De nuevo ninguna reacción. Mi corazón iba a mil por hora y la verga ya me dolía de excitación. ¿Podría ser que esta vez sí volviésemos a cojer tras tantos años?. Le di otro beso, en la mejilla, mientras mis manos seguían acariciando. Y esta vez sí se movió. Empezó a levantarse y yo estaba convencido que hasta ahí habíamos llegado… cuando de pronto ella me miró y me soltó…

-    epa... Que calentada te pegaste…

E incorporándose buscó mi boca con la suya. Pero no fue el clásico beso que a veces nos dábamos. No. Literalmente me comía la boca, su lengua no paraba, recorriendo cada rincón de la mía, mandando ella, llevando el ritmo. Fue un beso espectacular. Mientras nos besábamos mi mano izquierda bajó de su ombligo buscando, ahora sí, su entrepierna, y acariciando su concha por encima de los shorts, notando su calor y su humedad. Nos comíamos la boca sin parar acariciándonos mutuamente, deseándonos con fuerza.

      Ella se acabó de incorporar del todo y tras levantarse me reclinó en el sofá y se sentó encima mío al tiempo que se quitaba la camiseta, sin sostén debajo.

-    Aquí mando yo. – me dijo.

Por fin pude volver a acariciar esas increíbles tetas que tiene (y no son la parte que más me pone de una chica…), amasándolas y jugando con sus pezones mientras seguíamos besándonos entre jadeos. La incorporé y llevé sus pechos a mi boca, jugando con mi lengua con sus pezones mientras mis manos por fin, después de tanto tiempo, volvían a colocarse en su culo, acariándolo, presionando esas duras nalgas que tiene, y colándose en la raya, buscando su conchita. Diana se movía simulando cojerme mientras lo hacía, apretaba ya mi muy dura verga.

Finalmente se levantó y se bajó de un tirón el pantalón y la tanga , al tiempo que yo me quitaba mi camiseta y desabrochaba mi pantalón para que no me doliera más, dejándome a la vista su papito depilado. Cuando volvió a su posición mi mano buscó su concha. Dios, estaba ardiendo y completamente empapada. Qué ricura acariciarlo mientras ella gemia volviendo a meter su lengua en mi boca, devorándonos. Yo estaba a 1000 cuando ella volvió a levantarse, dejando que yo me bajara un poco mis pantalones y calzoncillos, dejando mi verga, totalmente erecta a su vista. Ella la miró, me volvió a mirar y me dijo , mientras me la agarraba con su mano,

-    A ver cuánto me aguantas, papi

-    Con lo caliente que estoy, poco.

-    Vas a ver lo que es un buen pete –ya que ella sabe que me quejo que mi novia no lo hace demasiado bien.

Y se reclinó sobre mi pija tragandola de una sola vez. Su lengua jugaba con mi verga dentro de su boca y empezó a chupármela con fuerza, literalmente cojiendome con su boca, mientras yo la masturbaba con mis dedos, recorriendo su conchita, acariciando su clítoris.

Su boca subía y bajaba mientras masajeaba mis huevos. Dios… qué zarpada Eso sí era una chupada como dios manda. Pero las horas previas de caricias me habían puesto ya a mil y tras no haber descargado yo en 2 días veía que iba a terminar demasiado rápido, así que le pedí que parara, y cuando lo hizo la agarre de las caderas y la levante, dejando su papo a la altura de mi boca. Dios.. qué olor… qué ricura… y me lanze a comerlo, separando sus labios con mi lengua, dejando que todos sus jugos me impregnaran y saboreándolos. Mientras mis manos acariciaban su culo mi lengua jugaba con su clítoris, acariciándolo en círculos, dejando que de vez en cuando mi lengua bajara recorriendo todo su papo, para al llegar al agujero, meter mi lengua, moverla todo lo hondo que podía y moviéndola recorriendo todas sus paredes, cojerla con mi lengua, para luego volver a su clítoris. Diana se movía y gemía de placer, lo cual me incitaba a no parar, a seguir comiendo ese manjar, alargando el momento, tragando sus fluidos sin dudarlo.

Dios, hacía tiempo que no estaba tan caliente. Cuando ella se separó de mí y empezó a desplazar su cuerpo hacia mi verga. Yo estaba convencido de que iba a cojerme, pero me dijo

-    Vamos a jugar un poco…

Y se sentó en mis piernas, posando su papo en todo el largo de mi verga, aplastándola contra mi panza, y empezó a moverse, masturbándose con mi verga, gimiendo mientras mis dedos jugaban con su clítoris. Y por mi parte este era el paraíso, notando su concha en toda mi verga, abrazándola, notando como me la empapaba. Una franeleada de la puta madre que me estaba sacando de mis casillas. No quería que terminara nunca. Estaba en la gloria.

Diana se inclinó para volver a besarme, y al levantar sus caderas mi verga salió un poco de su prisión. Ella no paraba de moverse, de masturbarse con ella, hasta que en un momento, sin ayuda de manos ni intención, ésta se metio en su concha. Literalmente se deslizó en su interior de lo mojada que estaba. Y empezó a cabalgarme, ahora sí, cojeme. Porque yo no lo hacia: ella me lo hacia a mí.

Diana me cojia a un ritmo constante, dejando que mi verga se introdujera hasta el fondo de su conchita, y moviendo sus caderas en círculo cuando esto sucedía. Ella gemía suavemente y no paraba de moverse, hasta que a los poco minutos, no lo voy negar, por lo caliente que estaba, le tuve que pedir que parara y levantarla para que mi verga saliera de su interior y con sólo dos sacudidas con mi mano empezara a correrme como hacía mucho tiempo que no lo hacía.

Ella me miraba con una pícara media sonrisa, sabedora que me había puesto a mil y me había regalado un polvazo. Volvió a inclinarse y de nuevo nos besamos.

Me levanté para ir al baño y limpiarme los restos de leche, y cuando volví ella estaba estirada en el sofá. Dios, que visión. Fui a buscar mi ropa cuando me dijo.

-    ¿Qué haces?, ¿dónde vas?, esto todavía no ha terminado.

Con una cara de atontado total me volví con ella al sofá, tumbándome a su lado para volver a besarla mientras mi mano acariciaba su concha, masturbándola de nuevo, jugando con su clítoris, y de vez en cuando metiéndole dos dedos, cojiendola con ellos, y viendo como de su interior salía ese espléndido líquido blanco señal de que había llegado al orgasmo.

Ese manjar no podía desperdiciarse, así que dejé de besarla y bajé mi cabeza para poder saborear ese zumo, poder tragarlo, poder deleitarme con él. Cuando quedé saciado me incorporé y acerqué mi verga a su concha, para empezar a acariciarlo con ella, recorriéndolo entero mientras miraba sus ojos de viciosa y de deseo, hasta que al final, y sin estar 100% dura por la anterior y reciente corrida se la metí, sin dejar de mirarla a los ojos, acariciando sus pechos y sus costados, besándola de tanto en tanto mientras la cojia lentamente, profundo, viendo como ese líquido blanco que tanto me gusta salía de su concha impregnando mi verga. 

Tras un rato en la posición del misionero la saqué, y ella, como leyéndome el pensamiento, se dio la vuelta y se puso en cuatro, en la posición de perrito. Dios, como me gusta su culo… así que en vez de seguir cojiendo me lancé a chuparlo, y mientras la masturbaba empecé a comerle el culo, chupando con fuerza, haciendo círculos con mi lengua y saboreándolo. Sabía a cualquier cosa menos mal. Olía a cualquier cosa menos mal. Oía sus gemidos y notaba sus movimientos indicándome que le gustaba. Así que, ¿por qué parar?. Seguí unos minutos más y dirigí mi dedo índice a su ano. Pero ella me detuvo con un rotundo “no, que hace mucho, y me duele”. Así que dirigí mi verga de nuevo a su concha y empecé a cojerla de nuevo, metiéndola hasta el fondo, dejando que mis huevos chocaran contra ella, mientras le acariciaba las tetas y la llamaba “perrita”, “mi zorrita”…que sé que le encanta.

Al ser un sofá estaba bastante incómodo, pero eso no fue un impedimento para que al poco tiempo notara que volvía a correrme, y la sacara para terminar sobre su espalda. Una acabada no tan jugosa como la primera, por supuesto, pero dejándome en la gloria.

Fui de nuevo al baño por papel para limpiarla, y limpiarme a mí.

Diana me soltó uno de esos comentarios que pueden destrozar a cualquiera : “te recordaba con más aguante”, pero mi respuesta no podía ser otra: “me pusiste a mil, y hacía mucho tiempo que deseaba esto”.

Nos vestimos y tras descansar un poco me fui a casa. Al día siguiente eché uno de los mejores polvos que recuerdo con mi novia, aprovechando la lección de Diana de “aquí mando yo”, llevando yo la voz cantante como pocas veces.

He intentado volver a acostarme con Diana varias veces, pero sin suerte. Fue un calentón, pero luchar contra su sentimiento de culpa por tener yo novia es muy difícil. Pero seguiré intentándolo. Y ojalá vuelva a pasar. Ya que si además de buenos amigos podemos disfrutar del sexo… ¿por qué no?

Espero que les haya gustado.

2 comentarios - Una vieja amiga

hijodelnegro +1
Muy bueno siempre es bueno tener una amiguita asi jeje
gust7387 +1
Muy buen relato n desesperes que cuando menos lo lo creas te la vas a estar garchando de vuelta