La puta de mi hijo 09

 Dicen que el sueño es reparador y lo cura todo. A mí en concreto no. Cuando me desperté al día siguiente, seguía más cansada que cuando me acosté. Me dolía todo el cuerpo sobre todo las ingles, y para colmo, todavía tenía semen reseco en el conejo ¡La hostia que noche! Fue lo primero que pensé. A mi lado, mi cuñada empezó a desperezarse. Al darse cuenta de que estábamos durmiendo juntas, me dedicó una dulce sonrisa. La besé en la boca. Qué bien me sabía su aliento. Al contrario del de mi marido, que recién levantado, su aliento raspa; y es que las mujeres somos distintas hasta en eso. Puse la cabeza sobre el pecho de mi cuñada y le acaricié una teta.
        Me entretuve jugando con su pezón y al sentirlo duro y tieso me di por satisfecha. Recordaba perfectamente, la conversación que tuvimos mientras nos bañábamos y de cada una de las palabras que nos habíamos dicho mientras nos amábamos antes de que el sueño se apoderase de nosotras. Deslicé mi mano desde su pecho hasta su vientre, sintiendo en la palma como se le erizaba la piel. Noté sus escalofríos. Cuando llegué al pubis, gimió y separó los muslos. Quería que la acariciara y yo deseaba tocarla. También tenía semen reseco ¡joder con los negros! Aun así recorrí su hendidura con mi dedo corazón sintiendo cómo se me humedecía. Me lo acerqué a los labios y me lamí el dedo. Sabía a hembra y a macho ¡qué curioso! La puerta se abrió de pronto y entró mi marido jadeando y completamente en pelotas.
        ─ Estáis aquí. Me he despertado hace un momento y al ver que tu lado de la cama no estaba desecho me he preocupado. Te he buscado por toda la casa ¡Joder que susto me he llevado!
        ─ Cariño lo siento —me levanté de la cama yendo hacia él— Anoche llegamos tarde y me apetecía darme un baño. Tú estabas dormido y me dio pena despertarte. Me he bañado con tu hermana y me entró tanto sueño que me he quedado dormida ¿me perdonas? —Le besé los labios y él me acarició el culito perdonándome.
        Volví a la cama y me tumbé al lado de mi cuñada. Él se aproximó a los pies de la cama, mirándonos. Ambas, empezamos a tocarle el sexo con nuestros pies, disfrutando al ver que se empalmaba. Curiosamente, la polla se descapulló sola cuando su glande se hinchó. Ya sabía sin dudar a quien había salido mi hijo.
        ─ ¿Te gusta mi chochito, hermanito? —preguntó mi cuñada—porque tú tienes una polla gordita y muy bonita.
        ─ ¿Cuál te gusta más? —le pregunté para ponerle en un aprieto.
        ─ Imaginaos que sobre una mesa, hay dos objetos. Uno es un lingote de oro puro, el otro, un bellísimo diamante con una talla perfecta. Los dos valen lo mismo ¿Cuál elegiríais?
        ─ ¡Vale! Lo comprendo hermanito. Tienes los huevos bien cargados—mi cuñada se los acariciaba con el pie.
        ─ Mi marido y sus sutilezas—dije acariciando la longitud de su polla con el mío—pero ¿Y si tuvieras que quedarte sólo con uno de los dos objetos?
        ─ Soy muy egoísta en cuanto a la belleza, cariño. Me quedaría con los dos —contestó muy diplomático, pero las dos nos sentimos terriblemente halagadas.
        ─ Voy a ducharme—dije levantándome de la cama. Al pasar junto a mi marido, me dio un azote en una nalga y solté un gritito.
        ─ ¡Espera voy contigo! —dijo mi cuñada. Al pasar junto a su hermano, le acarició la polla y los huevos.
        ─ Tendré preparado café cuando bajéis a la cocina—nos dijo.
        ─ Eres una guarra, mira que tocarle la polla a tu propio hermano—la dije ya dentro de la ducha.
        ─ ¿Y tú? ¿Que se la chupas a tu hijo y follas con él?—replicó ella.
        ─ Touché querida—dije.
        ─ Al menos yo no he follado con mi hermano, aun.
        ─ ¿Te gustaría follar con él?
        ─ Sí. Pienso que es excitante
        Nos enjabonamos bien el coño y el agua arrastró hasta el desagüe los restos de la follada de los negros. Cuando volví a mi habitación parecía otra. Nos miramos en el espejo.
        — ¡Qué buena estás joder!— mi cuñada me sobó las tetas—me abrí de piernas.
        —Tócame un poco—la pedí.
        Detrás de mí, mi cuñada me pasó la mano varias veces por mi chochito.
        — ¿Te gusta a sí, o prefieres que te mame la pilila? —Preguntó.
        — ¡Tócame la pilila!—dije.
        —Qué vicio tienes zorra—ella me cogió el clítoris con dos dedos y me masturbó. No me hizo correrme, yo tampoco lo deseaba, sólo quería sentir sus caricias.
        ─ Cómo te quiero hija de puta—me dijo besándome en la boca— Anda, vamos a tomar el café que nos ha preparado mi hermano.
        ─ ¿En pelotas? —pregunté.
        ─ No, llevaremos sólo un tanga—dijo tendiéndome uno suyo color blanco.
        Ella eligió otro del mismo color. En los pies nos pusimos dos sandalias de cuero; es lo bueno de tener el mismo número. Así que, en tanga, con las tetas al aire y los pezones orgullosos y desafiantes, bajamos a tomar ese café.
        Mi marido estaba en la cocina hablando con su hijo que tomaba café y ¡los dos estaban en pelotas!, apoyados contra la encimera. Al vernos entrar, los dos siguieron hablando. Saludé a mi marido besándole en la boca y me escapé juguetona, cuando quiso tocarme las tetas. En cambio, a mi hijo sí que le dejé que me mamara los pezones. Me encanta como chupa, me recuerda a cuando era un bebé por la forma de succionarme los pezones. No me pude resistir a acariciarle la polla con ternura. El labio de mi hijo estaba curado y no quedaba rastro del altercado de anoche. Después de soltarme, serví café en dos tazas. Al darme la vuelta para entregarle la suya a mi cuñada, la vi morreándose con su hermano. Mi marido le sobaba el conejo a su hermana por encima de la tela del tanga. Mi hijo me miró sorprendido y yo me encogí de hombros sonriendo. Ahora era ella la que le meneaba la polla con una mano y le sobaba los huevos con la otra. Definitivamente, la guarra estaba decidida a follárselo.
        ─ Deja de tocarle la polla a mi marido, so guarra y tómate el café que se te va a enfriar—dije a mi cuñada.
        ─ Es que se están poniendo contentos —dijo ella.
        Padre e hijo, parecían tranquilos, pero sus pollas les delataban, porque empezaron a empalmarse a la vez.
        ─ Tenéis un cuerpazo que contentaría a un ejército —dijo mi marido y se apartó para dejarnos sitio. Mi cuñada se puso al lado de su hermano, y yo, entre ella y mi hijo.
        Las dos miramos cómo se les empinaba la polla. Era fantástico ver cómo les engordaba el tronco. Sus venas se inflamaban, hasta ponerlo muy duro. Se les hinchaba el glande asomando la punta por el prepucio, luego, a medida que el glande se inflamaba, la piel se replegaba hacia atrás, dejando descapullado el pene. El proceso era digno de ver y excitaba muchísimo. Mi marido terminó con la polla apuntando al techo; mi hijo en cambio, se empalmó paralelo al suelo. Es lo que pasa por tenerla más grande.
        ─ Bonito y excitante espectáculo —dijo mi cuñada— y qué dura la tienes—acariciando de nuevo la polla de su hermano. Mi marido, aprovechando que su hermana tenía las piernas separadas, se colocó en medio; mi hijo, me separó a mí las mías y también se puso en medio. Ambos, nos restregaron su dura punta contra nuestras rajitas.
        ─ Papá ¿quieres cambiarme el sitio?
        ─ Gracias hijo, pero me quedo con mi hermana de momento —contestó él frotándose.
      Entonces mi hijo no se cortó porque estuviera su padre presente. Se agachó y me besó el conejo repetidas veces por encima del tanga.
        —Tu chocho me vuelve loco mamá. Dame de comer —halagada, me aparté la tela a un lado— come todo lo que quieras cariño —enseguida, su lengua recorrió toda mi húmeda raja— Anda sáciate —dije y le apreté la cabeza para que su lengua penetrara más adentro en mi vagina.
        ─ ¿No vas a decir nada? —preguntó mi cuñada a su hermano.
        ─ ¿Y qué quieres que diga? sí anoche, yo también me volví loco cuando se lo comí —dijo
        A estas alturas, mi hijo me había ensalivado tanto la vulva, que mis labios se abrieron como pétalos, dejándole el camino libre hacia mi vagina encharcada y como es lógico, me metió la lengua para beberse el líquido que destilaba — ¡Oh! Qué bien chupas hijo—gemí.
        ─ Que yo recuerde, anoche no me comiste el coño —le dije.
        ─ Pues aunque no lo creas, te lo comí y tú te corriste en mi boca dos veces.
        ─ No es verdad y lo sabes. Anoche dormí con tu hermana, lo habrás soñado.
        ─ Haber un momento —exclamó nuestro hijo tratando de poner orden— Papá le comiste el coño a tu mujer ¿sí o no? —le preguntó.
        ─ Tú lo sabes mejor que nadie, me invitaste a que me lo comiera —contestó mi marido
        Mi hijo se quedó clavado y dejó de chuparme. Mi cuñada me miraba con los ojos como platos y mi marido, viendo que la sorpresa había paralizado a su hermana, se entretuvo en acariciarle los pechos.
        ─ Tienes unas tetas riquísimas—dijo apretándolas— también me encantan tus pezones, que duros los tienes—decía estirando de ellos con suavidad.
        Yo también me quedé sorprendida por el comentario de mi marido. Traté de hacer memoria; exprimí mis recuerdos al máximo y de repente, se me encendió la luz.
        — ¡Hostias el mirón de la discoteca! —exclamé
        ─ Efectivamente —confirmó mi marido.
        Mi cuñada seguía paralizada por la sorpresa y su hermano siguió aprovechándose.
        — Ahora te voy a chupar las tetas, hermana—y se agachó pasando la lengua por las areolas y los pezones—Siempre he querido comerte las tetas; desde que era jovencito. No te importa ¿verdad?— preguntó a su hermana, la pobre no se atrevía ni a respirar y él se enganchó a sus pezones, mamando como un ternerito.
        ─ Joder qué fuerte —dijo mi hijo una vez repuesto de la sorpresa— ¿nos seguiste papá?
        ─ Déjale hijo, ahora está muy entretenido con su hermana ¿Por qué no follamos primero y dejamos las explicaciones para después? —yo estaba muy excitada. La zorra de mi cuñada, gemía como una gatita viendo cómo mi marido se comía sus pechos.
        En vista de que su padre y su tía ya estaban enzarzados, mi hijo me dio la razón. En ese momento, mi marido bajó a su hermana de la encimera y la agachó delante de él.
        —Chúpame la polla—la pidió.
        Mi hijo no hizo falta que me bajara de la encimera, como es tan alto, se sujetó el pollón con las manos y yo sólo tuve que agacharme, para que me la enchufara dentro de la boca.
        —Joder qué bien chupas mamá.
        Le mamaba a mi hijo lo mejor que sabía y de reojo miraba a ver si mi marido nos observaba. Pero él no miraba, estaba muy ocupado dándole sus huevos a su hermana para que ésta los probara y la muy guarra no dudó en pasarle la lengua por el escroto. Lo que estaba ocurriendo en la familia no era normal. Lo que pasa, es que de momento, lo mejor era disfrutar, ya vendrían luego las explicaciones.
        Mi marido se dio por satisfecho con el trabajo oral de su hermana. La levantó, aupándola sobre la encimera y procedió a quitarle el tanga. Lo tiró sobre la mesa, le separó las piernas y se quedó mirándola el sexo fascinado.
        — ¿Te gusta?—le preguntó mi cuñada —Siempre he deseado chupar un chochazo así. Necesito probarlo—dijo mi marido que estaba muy cachondo.
        — Puedes comértelo todo lo que quieras — le invitó ella.
        Su hermano acercó la boca y se sumergió entre sus muslos para chuparla. Yo seguí mamándosela a mi hijo un rato más, pero no me perdía un solo detalle de ellos, me excitaba ver a los hermanos juntos. Me bajé de la encimera sin que mi hijo me lo pidiera, y toda decidida, me agaché entre sus musculosas piernas y me puse a comerle los huevos.
        ─ Qué cojones más gordos tienes cabronazo, me llenas la boca—dije en voz alta para que me oyera mi marido.
        —Te voy a follar hermanita—le oí decir a él.
        —Sí, jódeme todo lo que quieras. Métemela hasta el fondo—le dijo su hermana.
        Cuando mi hijo me sentó sobre la encimera, sí que mi marido nos miró. Levanté y estiré las piernas de manera muy sensual para que mi hijo me sacara el tanga.
        —Ven y cómeme el chocho como tú sabes hijo—le dije abriéndome de piernas.
        Mi marido nos miraba muy excitado y yo disfruté un montón mirándole a él.
        —Tienes mucha hambre cabroncete—dije apretando la cabeza de nuestro hijo contra mi conejo.
        Mi marido dejó de mirarnos, se agarró la polla y empezó a restregarla por la vulva de su hermana, disfrutaba viendo que yo le miraba darle placer a su hermana con su pene. Su cara era toda lujuria, la mía también mirando excitada como apoyaba su polla en la entrada de la vagina.
        — ¡Métemela de una puta vez, joder! —le pidió su hermana.
        El ardor que sentía en mi sexo aumentó. Mi marido sabía que yo estaba cachonda. La besó en la boca, y mientras se daban la lengua, le alzó la pierna para asegurarse de que yo viera perfectamente como su polla la penetraba.
— Qué chochazo tienes hermanita—dijo follándosela.
        Mi hijo, que también les estaba mirando a pesar de estar entretenido con mi coño, no tardó en penetrarme y empezó a follarme también. Los cuatro estábamos súper excitados, y dominados por la morbosa situación, comenzamos un dialogo de lo más caliente.
        ─ Mira papá, cómo me follo a tu mujer.
        ─ Deja a tu padre en paz y dame tu polla hijo, que la necesito.
        ─ Cuñada, mira tu marido, me la está metiendo hasta los cojones.
        ─ A mí no me follabas así cabronazo. ─reproché a mi marido.
        ─ Es que, el chocho de mi hermana me está volviendo loco.
        ─ Te dedico estos cuernos papá.
        Con el cachondeo que nos traíamos nos pusimos al rojo vivo. Mi cuñada y yo, gemimos con fuerza y nos corrimos casi a la vez. Se hizo el silencio por un momento. En la cocina se oían los jadeos de padre e hijo y el ruido de sus huevos chocando contra nuestros culitos, más los gemidos de mi cuñada y míos. Pero a mí no me gusta follar en silencio. Mi hijo me ha vuelto tan guarra que decir obscenidades mientras follamos me pone muy cachonda.
        ─ Vamos hijo, enséñale a tu padre como me trabajas el chocho—dije para animar el ambiente.
        ─ Voy a darte por el culo—dijo a mi marido y vi como se la sacaba a su hermana y cambiaba de agujero ¡La estaba dando por el culo! lo hizo con tanta soltura, que me sorprendió, y encima, la guarra de mi cuñada disfrutaba un montón gimiendo en voz alta.
        ─ ¿Te apetece cambiar de puta? Preguntó mi hijo a su padre.
        ─ No hijo a esa ya me la conozco, prefiero a esta que es nueva.
        ─ Eres un hijo puta ─le insulté.
        ─ Lo siento cariño pero es la verdad por mucho que te moleste.
        ─ La próxima vez vas a joder con tu madre ─le dije muy cabreada.
        ─ Joderé con mi hermana, que para eso es mi hermana.
Me cabreó que ni mi cuñada ni mi hijo salieran en mi favor, pero me dio igual, me concentré en la follada que me daba mi hijo, ya hablaríamos más tarde.
        ─ ¡Espera que me corro! —Chillé pasado un rato abrazándome a mi hijo—Dame polla hijo. ¡Métemela hasta los cojones! que me corro ya.
        Mi hijo pegó un fuerte empujón enterrándome su enorme polla hasta el útero, y se quedó quieto para que yo pudiera correrme. Y lo hice disfrutándolo un montón. Cuando me la sacó mi hijo, mi cuerpo aún se sacudía por el intenso orgasmo. Mi marido se acercó a mí, me alzó las piernas y se quedó mirando los espasmos de mi esfínter y mi vagina —Córrete puta—dijo antes de intentar nada y esperó a que cesara de correrme.
        ─ ¡Hijo puta! Así me haces daño, métemela despacio sobrino—chilló mi cuñada.
        ─ ¡Qué ganas tenía de darte por culo zorra! —dijo mi marido penetrándome el culito de un empujón.
        ─ ¡Habérmelo hecho antes cabrón! —su polla al ser más pequeña, me daba mucho gusto. Gemí de auténtico placer.
        ─ Pero si ni siquiera me dejabas acariciarte el ojete puta.
        ─ ¡Haber insistido joder! tu hijo insistió hasta que le dejé y al final me desvirgó el culo so cornudo.
        ─ Eres una guarra—mi marido empujaba con fuerza y me estaba matando de gusto.
        ─ No lo sabes bien. Que sepas que a tu hijo le chupo el culo y a ti ni pienso hacerlo. —gemí a punto de correrme.
        ─ Seguro que también te comes sus corridas. ─continuó insistiendo mi marido.
        ─ Y sus meados, y los de tu hermana, y me corro joder, métemela más a fondo, que me corro cariño.
        ─ Chúpala el chocho papa, verás como la guarra se mea de gusto—escuché a mi hijo.
        ─ No sé hijo anoche folló con muchos tíos puede tener un infección y no saberlo.
        ─ ¡Cabrón! ─insulté a mi marido.
        ─ ¡Puta! ─me devolvió el insulto.
        Pero a pesar de todo mi marido me la sacó rápidamente y empezó a chuparme el coño. Me retorcí contra su boca, suplicando que parara, pero mi marido insistió tanto sobre mi sensibilizado clítoris, que acabé meándome en su boca y él se tragó mis líquidos. Enrosqué las piernas alrededor de mi marido y lo atraje contra mí.
        ─ Ven cornudo que te voy a infectar.
        Nos besamos con una pasión desconocida. En ese momento, oímos chillar a mi cuñada anunciando su orgasmo. Mi marido y yo nos dábamos la lengua, viendo cómo nuestro hijo se la follaba de manera implacable; poco después, anunció que se iba a correr.
        Su padre y yo, que estábamos muy juntos a ellos, nos asomamos en ese momento, y vimos los rápidos latidos de la zona que hay entre el escroto y el ano.
        — Fíjate como le llena el chocho a tu hermana, no te puedes imaginar el gusto que da sentir sus cañonazos—murmuré excitada.
        — A ti te ha llenado muchas veces ¿no? —Preguntó él también muy excitado.
        —Tantas que ni me acuerdo. De lo que si me acuerdo, es que te he puesto más cuernos que a un ciervo con nuestro hijo.
        En ese momento mi hijo dejó de correrse, pero empujó contra su tía varias veces y su eyaculación se reanudó. Cuando acabó de correrse nuestro hijo, mi marido y yo estábamos muy calientes, nos insultábamos, él me llamaba puta y yo a él cornudo. Sacó la lengua, yo acerqué la mía para enlazarla con la suya. Mi hijo desmontó a su tía, trepó a la encimera y se sentó a mi lado interrumpiendo nuestro lengüeteo. Tiró de su padre hacia él, hasta ponerlo entre sus piernas.
        —Límpiame la polla papá, que sabe a la puta de tu hermana.
        Yo, que estaba mirando pasmada a mi marido chuparle la polla a su hijo, me sobresalté al sentir que mi cuñada tiraba de mí bajándome de la encimera. Me agachó deprisa entre sus piernas.
        —Límpiamelo cielo, que el cabrón de mi sobrino me ha llenado el higo de lefa—dijo. Total que ambos, tuvimos que limpiarles con nuestras bocas.
        Cuando terminamos la limpieza, nuestro hijo pegó la espalda a los azulejos de la pared, dio la vuelta a su padre que nos miraba ahora de frente, y entre los tres, aupamos a mi marido, que se dejaba hacer, tumbándolo sobre la encimera, entre las piernas de su hijo. Ya que el pobrecito no se había corrido aun, mi cuñada y yo le separamos las piernas dispuestas a desfogarle. Yo me encargué de chuparle la polla, y mi cuñada mientras tanto, daba buena cuenta de los cojones y el esfínter de su hermano. Como las dos nos comprendemos a la perfección, nos intercambiamos el plato a ratos. Yo, la ofrecía la polla de mi marido, y ella, me ofrecía sus huevos y el culo. Mi hijo, que era con mucho el más listo de todos, había metido la polla dentro de la boca a su padre.
        —Dadle gusto putitas—nos decía.
        Cuando de nuevo intercambiamos los platos mi cuñada y yo, me metí la polla de mi marido en la boca y la chupé con glotonería. Quería darle mi mejor mamada, y enseguida conseguí que eyaculara. Me soltó ocho chorros de lefa, copiosos y espesos, aun así, le lamí la rajita del glande, consiguiendo dos borbotones más. Mi cuñada dejó que me comiera la corrida de mi marido sin reclamar su parte. Yo, la besé en la boca, pasándole parte del semen de su hermano para que también lo probara.
        ─ Ya que es la primera vez, es lo justo—la dije después.
        Nos dimos un buen lote mi cuñada y yo, y al separarnos les miramos. Mi marido estaba ahora al lado de nuestro hijo, los dos parecían como hipnotizados mirándonos. Sin embargo mi hijo tenía una expresión bien distinta en su rostro, ya que la mano de su padre le acariciaba la polla, jugando a descapullarle el glande.
        Me encendí de nuevo. Pero antes que nada, mi marido nos debía una explicación, por eso les corté el rollo, insistiendo en que fuéramos al salón para hablar de tanto cambio en la familia. Mi cuñada y yo fuimos delante acariciándonos las nalgas, alegrándoles la vista a mi marido y a nuestro hijo que venían detrás de nosotros.
        Mi marido se sentó en un extremo del sofá con las piernas abiertas y me hizo una seña para que me sentara con él, pero se me adelantó ¡mi hijo! No me importó. Me senté entre las piernas de mi cuñada y en paz. Encima ella me agarró las tetas desde atrás y me apretó los pezones dándome placer. Mi marido al vernos, le agarró el cipote a su hijo reanudando su juego de antes.
        ─ Ayer os seguí —empezó a explicar—Me declaro culpable de espiaros. Fui detrás de vosotros porque tenía curiosidad por ver cómo os lo montabais los tres.
        ─ Haberte venido con nosotros—dije.
        ─ No hubiera sido lo mismo. Si yo os hubiera acompañado, no la habríais montado como la que montasteis en la discoteca, joder qué espectáculo.
        ─ ¿Lo viste todo? —preguntó mi cuñada.
        ─ Todo no, porque cuando los negros os estaban cepillando el coño, yo se la estaba chupando a nuestro hijo, y al terminar éste de correrse, me fui al baño. No hice como vosotras, guarras. Mira que mear delante de ellos.
        ─ Nos obligaron—me quejé.
        ─ Si claro —dijo con ironía.
        ─ ¿Y no volviste papá? —preguntó nuestro hijo.
        ─ Cuando volví ya no estabais.
        ─ Pues después de los negros, entraron un tropel de tíos y nos violaron. A tu hijo le dieron un golpe y lo encontramos sin sentido en el suelo.
        ─ Joder, eso no lo sabía. De todas formas no fue muy grave la cosa.
        ─ Gracias papá, por preocuparte—se quejó nuestro hijo.
        ─ Lo digo, porque salí al aparcamiento a ver si os localizaba, y efectivamente os vi.
        ─ ¿Nos viste con los negros?
        ─ No querida. Vi cómo os follaban los negros. Habla con propiedad—era la hora de los reproches, pensé.
        ─ Lo hicimos porque nos ayudaron a llevar a tu hijo a los servicios, y luego hasta el coche, hermanito.
        ─ Pero qué caritativas sois.
        ─ Metete tus ironías por donde te quepan, querido. Que yo sepa, no las utilizaste cuando “sugeriste” que me dejara meter mano por nuestro hijo, y de forma muy sutil, me dijiste que le desfogáramos tu hermana y yo.
        ─ A nuestro hijo sí, pero no a todo el mundo joder ¿acaso, no pensaste en la rareza de mi “sugerencia? Claro que no. Aceptaste porque ya te dejabas meter mano por toda la casa. ¿Creías de verdad, que yo dormía, cuando ibas a visitarle a su habitación?, ¿Que no os oía chillar de placer mientras jodíais como animales? Por favor cariño, no me subestimes.
        ─ La culpa es tuya hermano, por tenerla abandonada tanto tiempo.
        ─ En eso tienes razón. No lo discuto, pero es que nuestra vida sexual estaba acabada.
        ─ De eso nada—protesté—Disfrutábamos juntos.
        ─ Claro que disfrutábamos, si se le puede llamar disfrutar a dos polvos a la semana. La señora, estaba cansada del trabajo, o le dolía la cabeza, o simplemente porque tenías que madrugar al día siguiente. ¿Llamas disfrutar, a limitarte a unos besos con lengua? ¿Y luego tumbarte para que yo me subiera encima? Pero si ni siquiera te abrías de piernas para mí, joder.
        ─ Tú tampoco te esmerabas conmigo, reconócelo.
        ─ Te lo reconozco, si tú me contestas a una simple pregunta ¿A quién le has chupado más veces la polla, a mí, o a nuestro hijo?
        ─ Tienes razón. La polla de nuestro hijo me encanta, y se la he chupado más que a ti—dije agachando la cabeza.
        ─ Ya no valen razones querida. Los dos hemos perdido y los dos hemos ganado.
        ─ ¿Y qué has ganado tú sí puede saberse?
        ─ Eso papá ¿qué has estado haciendo todo este tiempo? —preguntó su hijo.
        ─ Está claro joder. Tiene una amante—aseguró mi cuñada.
        ─ No tengo ninguna amante—dijo a su hermana de forma categórica— empujado por las circunstancias me he buscado alternativas, igual que tú—me dijo.
        ─ Cuándo dices “alternativas”, ¿te refieres a la juerga que nos hemos corrido en la cocina?
        ─ Es una fantástica alternativa, lo reconozco.
        ─ Eso lo hubiéramos arreglado hablando entre todos.
        ─ No me hagas reír cariño ¿Te imaginas? << Oye, porque no juntamos a mi hermana y nuestro hijo y nos dedicamos a follar entre todos >>
        ─ Sabes lo mucho que me cabrea que seas sarcástico conmigo. Te conozco muy bien cabrón, hay algo más.
        Mi marido dijo que necesitaba un respiro para poner en orden sus ideas. Inspiró profundamente varias veces. Un incómodo silencio se adueñó de la situación.
        ─ En uno de mis muchos viajes que hago para la empresa, después de la reunión nos fuimos a cenar. Bebimos más de la cuenta y acabamos en un local de alterne —una casa de putas querrás decir—le corregí—Lo que tú digas. El caso es que me desperté completamente desorientado y la cabeza amenazaba con estallarme. Me senté en el borde de la cama y me sujeté la cabeza tratando de recordar qué había hecho y sobre todo, con quien. Empecé a mirar la habitación y vi mis ropas sobre una silla. Mezcladas junto con ropa de mujer. Me giré para mirar detrás de mí y me llevé una sorpresa. A mi lado, yacía una mujer durmiendo de espaldas a mí. Lo primero que me llamó la atención fue el color de su piel. Muy morena pero sin llegar a ser negra, más bien mulata, ya sabéis. Lo segundo que llamó mi atención fue su cuerpo. Traté de recordar quién era, pero me fue imposible. Supuse que era una profesional. Tenía un cuerpazo muy exuberante. El culo parecía prieto, con las nalgas muy redondas y más elevadas que las tuyas —el comentario me molestó, y mi cuñada me consoló acariciándome el culo en silencio para no interrumpir a mi marido—me quedé como hipnotizado, recorrí su cuerpo varias veces con los ojos; desde la cabeza a los pies y sin poder controlarme, la acaricié con mi mano. Desde los hombros hasta su culo. Su piel era muy suave, parecida al terciopelo, sus largas piernas también. Sentí como su cuerpo se estremecía al acariciarlo. Entonces ella se giró y me miró con sus ojazos color verde que destacaban sobre el color de su piel como dos esmeraldas. Tenía los pechos grandes, pero no exagerados. Lo tenía todo en su sitio y muy bien repartido ¡joder! — ¿A que no tenía uno como este? —dijo mi cuñada abarcándome todo el coño con la mano— Por supuesto que no. Ese chocho es único—reconoció mi marido queriéndome halagar— Si es único ¿por qué lo has cambiado por el de esa tía tan buena?— preguntó mi cuñada quitándome las palabras de la boca. Agradecida por su defensa, alcé mi cara con la boca entreabierta y ella me la cubrió con la suya metiéndome la lengua hasta el fondo. Mi marido esperó a que cesáramos de besarnos, antes de seguir hablando— Nunca he pretendido cambiarlo ¡te lo juro! —Me miró a la cara para añadir— Ella ha sido mi “alternativa”, lo reconozco. Igual que nuestro hijo y mi hermana son tus “alternativas” —Vale, continua —dije a mi marido — su boca entreabierta por la cual asomaba un poquito de la lengua, me atrajeron como un imán y no pude resistirme. Nos morreamos con pasión, me vi envuelto en un deseo desconocido hasta entonces, que no supe de donde me salía. Deseaba comérmela entera, y cuanto más me comía su boca más la deseaba, no sé si podéis comprenderme —dijo con brillo en sus ojos — Yo sí te comprendo. Conozco esa sensación. A mí me pasa lo mismo cuando estoy con nuestro hijo o con tu hermana— le dije a mi marido para fastidiarle.
— Gracias —me dijo mi cuñada halagada.
— En cualquier caso —prosiguió mi marido— cuando su mano empezó a acariciarme el pene sentí escalofríos y cuando sus labios se posaron en mis tetillas y su lengua rozó mis pezones perdí el control completamente. Intenté acariciarle yo también, pero ella no se abría de piernas. Insistí una y otra vez, pero ella no cedía, su negativa me volvió loco de deseo. Un deseo salvaje y doloroso.
        ─ A mí me pasó lo mismo la primera vez que estuve con mamá —explicó mi hijo— Ella se resistía y cuanto más se resistía más cachondo me ponía.
        ─ ¿Y qué pasó al final? —quiso saber mi marido.
        ─ Pues que al final se dio por vencida. Le di unos segundos de tregua, para que comprendiera que no le servía de nada resistirse. Poco a poco se tranquilizó. Así que, cuando metí mi rodilla entre sus piernas, tu mujer ya no se resistió y se me espatarró como una buena puta. Ya la tenía debajo de mí y dispuesta como tanto deseaba, así que, se la clavé hasta los cojones. La muy puta se dejaba follar y cómo lo disfrutaba ¿Eh mamá?; estaba tan salido, que empujé con fuerza, quería meterme dentro de ella si hubiera sido posible.
        ─ En ese momento, fue el mejor polvo que me habían echado en toda mi vida. Desde entonces, cada vez que tu hijo me jode, me hace ver las estrellas —confesé. 
        Mi marido se había empalmado completamente y nuestro hijo lo notó.
        —Joder que dura la tienes, papá. Eres el primer tío que conozco, que se empalma escuchando cómo su mujer se ha dejado follar por otro hombre —le dijo agarrándole el pene.
        ─ Es que mi hermano es un buen cornudo—contestó mi cuñada sobándome el chichi. 
        ─ Bueno, ya no tiene remedio ¿disfrutaste? — pregunté
        ─ Jamás he disfrutado tanto en mi vida. Sé que está mal por mi parte decirte esto, pero te juro que no pretendo hacerte daño.
        — Tranquilo cariño, lo único que haces es ponerme cachonda. Continúa.
        — Me llenó el cuerpo de deseo, hasta el punto, de que la eché cinco polvos.
        —Eso sí que me molesta joder. A mí me despachabas sólo con uno —le dije.
        — Desde entonces —continuó mi marido— cada vez que estoy con Julia no sé lo que me pasa, pero no puedo parar de follármela tres o cuatro veces por lo menos; hasta he llegado a echarla cinco polvos en una noche. Compréndelo querida, lo pasamos muy bien juntos. Por eso me llevé una inmensa alegría cuando vi lo que gozabas follando con nuestro hijo. Me ponía muy cachondo viendo a escondidas cómo le dejabas que te metiera mano, así, yo me pajeaba mientras. Joder, tenía unas corridas enormes viendo que follabais como animales. El caso es que tú estabas satisfecha y yo también, por eso no decía nada y me callaba viendo como cedías a todo lo que nuestro hijo quería.
        ─ Me dejo porque soy su puta—le confesé orgullosa ante su cinismo.
        ─ Me lo imaginaba. Hijo, tengo que felicitarte —mi marido le agitó el pene— Has sabido emputecer a tu madre, cosa que yo, no
        ─ Gracias papá, es un verdadero placer follarme a tu mujer, y tu hermana también está colgada por mí.
        ─ Ahí te equivocas, sobrino. Una cosa es que sea tu puta y otra muy distinta es que esté colgada por ti. De la única que estoy colgada es de tu madre. Este chochito es mío —dijo mi cuñada poniendo su mano encima de mi sexo.
        ─ Todavía recuerdo la primera vez ¡Joder qué noche! La golfa de tu mujer se corrió un montón de veces conmigo ¿verdad mamá?
        ─ Sí cariño, y eso que sólo me echaste dos polvos —contesté.
        ─ Porque tenías tanto miedo a que papá nos sorprendiera que me cortabas el rollo— se excusó.
        ─ En eso tienes razón hijo.
        ─ Pues ya ves que no le importa, así que, prepárate putita, porque pienso superar el record de papá — me dijo
        ─ ¿Y eso qué significa exactamente? —le pregunté.
        ─ Que te voy a matar a polvos a partir de hoy —me dijo mi hijo excitado.
        ─ Un momento ¿Y yo qué? —protestó mi cuñada.
        ─ A ti no sólo te voy a matar a polvos. Te voy a destrozar ese chochazo que tienes guarra.
        ─ Cuando quieras sobrino.
        Mi hijo gateó por el sofá hasta nosotras.
        —Dadme esos chochos putas, que tengo hambre—mi cuñada y yo, se los ofrecimos encantadas. Mi hijo nos empezó a chupar alternativamente.
        ─ Es evidente que las cosas han cambiado en esta familia y todo será distinto a partir de ahora, ¿No? —preguntó mi marido.
        ─ Pues sí. Por lo menos ahora tenemos libertad para hacer lo que nos dé la gana—contesté—Escucha cariño, estoy colgada por tu hermana ¡La quiero joder!
        ─ Y yo también quiero a tu mujer. Si quieres que me vaya de esta casa, lo entiendo. Pero eso no cambia las cosas.
        ─ Tú no te vas a ningún lado. Eres parte de esta familia —exclamé buscando el apoyo de mi marido.
        ─ Yo no tengo nada que objetar. Lo tenéis todo muy bien organizado, por lo que veo. Solo falta una cosa ¿Yo qué hago? Porque me parece que estoy sólo—preguntó.
        ─ No papá, lo que pasa es que ahora el macho de esta casa soy yo, pero tranquilo, dejaré que te folles a tu mujer y a tu hermana de vez en cuando —dijo mi hijo.
        ─ Creo que tenemos que dejar las cosas muy claras, para que sepas a qué atenerte. Al principio, creí que mi necesidad era sólo sexual. Pero me equivocaba. Lo supe cuando me lo monté con tu hermana. También me faltaba cariño, al parecer mucho, y ella me lo ha dado en grandes cantidades. Con ella estoy llena plenamente en todos los terrenos: sexual y sentimental. Y a las dos también nos encanta follar, por eso somos las putas de tu hijo. Nos hemos adaptado perfectamente, mientras tú te ibas a buscar “tus rollos” con la tal Julia.
        Mi marido parecía desolado por lo que le decía. A lo mejor estaba siendo muy dura con él.
        —No me guardes rencor—le pedí —Joder, si encima tienes que estar agradecido por dejarte jugar con nosotros—le dije.
        ─ Ya lo sé, y te estoy agradecido por ello. La he cagado y me he quedado fuera del círculo.
        ─ Resumiendo hermano: Te dejamos follar con nosotros, pero nada más—aclaró mi cuñada.
        ─ Si quieres me voy de esta casa ─dijo mi marido mirándome a los ojos.
        ─ No hace falta que dramatices, puedes quedarte siempre que comprendas cuál es tu lugar ─le contesté.
        ─ Bueno, pues ya que está todo aclarado, no perdamos más tiempo ─dijo nuestro hijo.
        Se había acabado el tiempo de charla. Ahora era el momento de la acción.
        — ¡Chúpamela papá! —Le dijo arrimándole su dura polla a la boca— Así. Pónmela muy dura, que me voy a follar a la puta de tu mujer y al putón de tu hermana —Mi hijo volvía a ser el de siempre, comportándose como un verdadero chulo.
        ─ ¡Oh sí! Chupa papá, chupa, que te voy a meter unos cuernos que vas a arañar el techo. ¡Toma cornudo! chúpamelos también — dijo dándole a probar sus enormes huevos.
        A mi cuñada y a mí, se nos derretía el conejo con sólo escucharle, hasta su padre también se empalmó excitado. Me agaché y me comí su polla. Mi cuñada le echó hacia atrás acomodándole mejor. Aprovechando que tenía las piernas alzadas, le besé el agujero del culo y se lo lamí. Mi marido gemía de gusto.
        ─ Deja de chuparle el culo al cornudo de tu marido y chúpame ¡So guarra! —me ordenó mi cuñada.
Rápidamente arrimé mi boca a su chochazo para cumplir su orden. La muy puta ya estaba mojada.
        ─ ¡Ahora, mira cornudo! Fíjate como me follo la boca de tu mujercita. Tú putón, chúpame los huevos y el ojete ¡Vamos!— le ordenó a su tía —Comed putitas. Enseñadle al cornudo cuanto os gusta mi rabo.
        Mi marido miraba asombrado de que pudiera tragarme casi entera la enorme polla de su hijo. Aguanté un buen rato sus embestidas hasta que decidió que era suficiente. Entonces me la sacó despacio, agarró a su tía y la empujó la cabeza contra su polla.
        — Ven —dijo obligándome a ponerme a horcajadas sobre él— dame tus tetas zorra que te las voy a devorar.
        Le arrimé un pecho a su boca como cuando era un niño. Mi hijo me sujetó con fuerza por la cintura y empezó a mamar. El gusto que sentía era terrible ¡joder! Mi cuñada montó encima de la polla de su sobrino y empezó a cabalgarle. Yo me quité de en medio, para dejarles a ellos solos. Mi cuñada complacía a su sobrino, moviendo el culito solamente. Como si se tratara de una danza, se folló a su sobrino, como una puta salvaje. Cuando se corrió, alcanzó el clímax y el cielo a la vez.
        ─ Mira cómo se corre tu hermana.
        Le dijo a su padre que no dejaba de tocarse el pene mientras era testigo del polvazo que la estaba echando su hijo.
        — joder como me aprietas la polla con tu vagina zorrón, eso nadie te lo ha hecho nunca ¿eh cornudo? —le preguntó a su padre.
        ─ No. Porque nunca se me hubiera ocurrido follar a sí a tu madre — contestó.
        ─ Pues aprende a tratar a una hembra, cabrón ¡Mira!
        Mi hijo se quitó de encima a su tía y alzándome en vilo, me tumbó de espaldas en el sofá y se detuvo a mirarme. Separé las piernas todo lo que pude.
        — ¡Jódeme! Clávamela— le supliqué moviendo mis caderas descaradamente.
        — Tranquila mamá que ahora mismo te la meto —dijo mi hijo.
Miró a su padre y sonrió. Luego cubrió mi cuerpo con el suyo y me la clavó hasta el fondo de un solo empujón.
        — Así cabronazo, me has llegado al útero con tu pollón —Volví a gritar, a jadear y a gemir sin parar, mientras mi hijo y yo copulábamos como animales en las mimas narices de mi marido. Yo no era capaz de controlarme y con unas pocas embestidas volví a correrme.
        ─ Asómate cornudo para que veas como gozo del chocho de tu mujer— le ordenó nuestro hijo a su padre.
        Mi pobre marido estaba tan cachondo que obedecía sin rechistar. De repente mi hijo se quedó quieto.
        — No te pares joder, que me estoy corriendo— le rogué
        ─ Espera un poco guarra, que tu marido me está lamiendo las pelotas.
        ─ ¡No puedo esperar! ¡Joder! No puedo, dame tu polla cabrón — le grité desesperada
        ─ Pues ¡toma zorra! — Me gritó empujando con violencia— ¡córrete puta! — Y volvió a empujar— ¡vamos guarra!
        ─ Me corro otra vez, me estoy corriendo — chillé— ¡joder qué polvo!— volví a chillar completamente fuera de mí.
        En ese momento, mi marido descargó su semen sobre mi cara. Ya no podía aguantar más. Abrí la boca y un chorro de lefa me lo pude tragar, pero casi toda su corrida me cayó en la cara.
        ─ ¡Eres idiota joder! —le recriminé a mi marido.
        ─ Se me ha escapado. Lo siento —trató de disculparse.
        ─ ¡Tranquila, que yo te limpio! —mi cuñada empezó a lamer el semen de mi cara.
        ─ Mira que hambre tiene el zorrón de tu hermana —dijo mi hijo a su padre, sin parar empujar contra mí.
        Siguió follándome un rato más, sólo que ahora, por el modo en que jadeaba le quedaba poco para correrse. Avisé a mi cuñada para que estuviera preparada. Entonces le acaricié el agujerito del culo y le penetré con mi dedo, para precipitar su corrida. Y ¡Lo conseguí! Casi ¡fue instantáneo! Mi hijo me sacó su polla y comenzó a eyacular abundantemente. Sus potentes chorros nos alcanzaron la cara y el pelo, de lleno. Otro chorro se estrelló contra mi ojo y grité sorprendida. Mi cuñada gritó cuando un lechazo casi le entra por la nariz. 
        ─ Abrid las bocas guarras, que os las lleno de lefa —nos ordenó
        Abrimos la boca y sacamos la lengua; inmediatamente su lefa inundó nuestra boca. Eso me gustaba más ¡qué gusto! Saborear la leche de mi hijo. Encima el cornudo de mi marido le agarró la polla con las dos manos y le masturbó sacándole a mi pobre hijo hasta su última gota, luego se ocupó de limpiarle la polla. Cuando mi hijo recuperó el aliento, se quitó de encima de mí y se sentó en el sofá. Mi cuñada y yo, casi a tientas, subimos hasta el baño. Lógicamente, las dos nos lamiamos el semen de la cara. Nos metimos en la ducha. Mientras el chorro de agua me daba sobre la cara y el pelo, la guarrona de mi cuñada aprovechó para meterme tres dedos en la vagina.
        ─ Eres un putón, bien que te aprovechas de una pobre como yo—me quejé en broma con las piernas bien separadas.
        ─ Estás muy rica y te tengo muchas ganas, ya lo sabes —dijo mi cuñada agachada detrás de mí, mientras lentamente me metía la mano dentro de la vagina.
        Me apoyé en la pared para no caerme debido a los meneos que ella me daba con su brazo. La muy puta me lamía el agujerito del culo y con la mano libre que le quedaba, me aprisionó el clítoris con dos dedos y me masturbó.
        ─ Me corro, so zorra, que me corro ¡joder!
        Mi cuñada se bebió todos mis líquidos, incluido el pis que salía de mi chochito. Terminé desmadejada. Las piernas me temblaban y tuve que abrazarme a mi cuñada para no caerme.
        ─ Me matas so cerda ¿Y tú dices que me amas? Espera que me recupere y verás—dije.
        Nos besamos apasionadamente mientras tanto. Cuando me llegó mi turno, me vengué a base de bien. También la metí la mano por la vagina. Le comí su delicioso culito y le torturé el gordo clítoris. La pobre mía, se corrió. Se meó y se calló sobre el suelo de la ducha a pesar de sujetarla, y nos descojonamos de risa. Nos dio tiempo a todo.
        Nos secábamos la cabeza, cuando a mi cuñada se le ocurrió una idea:
        ─ ¿Y si invitamos a Julia? Podemos probar. Si nos gusta, podemos ampliar el círculo familiar y si no, a la puta calle.
        ─ Me parece una idea cojonuda, así, por lo menos, tu hermano dormiría con alguien y no nos daría el coñazo.
        ─ Y no sólo eso. Nunca me he comido un conejo negro ¿te imaginas? un chocho negro que le abres y está rosadito ¡Menuda almeja! las que podemos montar con ella.
        ─ ¡Calla zorrón! Que me pongo cachonda sólo de pensarlo. Se me hace la boca agua joder.
        ─ Tenemos que hablar con el cabroncete de tu hijo, a ver qué le parece.
        ─ Estoy de acuerdo y también tenemos que comer. Follar tanto, me da mucha hambre joder.
        ─ Si tienes hambre ¡Come! —dijo mi cuñada espatarrándose en la cama.
        ─ Eres una puta y una guarra—me agaché y pasé mi lengua por su raja.
        ─ ¡Fóllame con tu pilila!
        ─ Te gusta mi clítoris ¿Eh, guarrona?
        ─ Me encanta
        Mi cuñada encogió las piernas hacia atrás. Yo le separé los muslos y me agaché hasta sentarme, rozando mi coño con el suyo y empecé a frotarme contra ella; primero despacio, y aumenté el ritmo a medida que nos venía el orgasmo. Así, hasta que explotamos en un clímax tremendo. Como siempre nos pasa, nos meamos de gusto la una contra la otra aumentando así nuestro placer. Cuando nos apeteció, dejamos de besarnos y acariciarnos. A ella se le ocurrió la genial idea de no lavarnos el conejo, así tendría mejor sabor. Estuve de acuerdo, nos pusimos unas braguitas y bajamos al salón ¡Joder que guarras somos!
        Mi hijo estaba sentado en el sofá con las piernas muy separadas. Su padre estaba entre ellas, con un cojín debajo de las rodillas y muy aplicado en darle gusto a su hijo con la boca.
        ─ Menudo chupapollas está hecho tu hermano—comenté.
        Me acuclillé detrás de él, clavándole mis pezones en la espalda, cogí su polla con una mano y con la otra le agarré los huevos. Le masturbé. Y mirando también a mi hijo, dije: — Tenemos una idea —los dos me miraron expectantes.
        ─ ¿Dónde está Julia?
        ─ En Zaragoza, en un piso que tengo alquilado.
        ─ ¡Oh qué mono! El cornudo le ha puesto un pisito a su amante—se mofó mi cuñada.
        ─ Por qué no la llamas y le dices que venga a visitarnos.
        ─ No es tan sencillo—contestó él poniendo cara de preocupación.
        ─ ¿Tanto la quieres, que no deseas compartirla? Lo comprendo—mi marido me decepcionaba.
        ─ No. No lo comprendes—dijo él.
        ─ Está muy claro. Te has enamorado y ya está—dijo su hermana.
        ─ ¿Yo enamorado de Julia? ¿De dónde habéis sacado esa idea tan absurda?
        ─ Coño, como no quieres traerla a casa—le dije mosqueada.
        ─ No es tan fácil. Es más complicado de lo que parece —nos miró a todos un momento— ¿Sabéis lo que son las mafias?
        ─ Yo sí. Lo han dicho por la televisión—explicó mi hijo.
        ─ Pues una de ellas, que se dedica al tráfico de mujeres y vete a saber qué cosas más, anda detrás de Julia.
        ─ ¡Hostias! ¡No jodas! ¡La puta! —fueron nuestras exclamaciones al oír a mi marido.
        ─ La conocí en Barcelona. La quinta vez que la visité en el local, me pidió ayuda. Me explicó que una agencia de trabajo allá donde vivía, seleccionaba chicas para venir a trabajar a España. Ella se presentó. Le dijeron que no había problema, que podía viajar perfectamente. Era la oportunidad que llevaba esperando mucho tiempo. Dejaría atrás, la miseria. Cuando llegó a España. Las recogieron en coche a ella y a otras tres chicas más, las quitaron los pasaportes y las repartieron por distintos locales, de los que no pueden salir, ni siquiera si caen enfermas. Un médico las visita allí.
        ─ ¿Y cómo pudiste sacarla de allí?
        ─ No os lo vais a creer. Compre una peluca, y barba postizas. Un traje de hombre, con camisa y corbata y tras respirar hondo muchas veces, para darnos ánimos, salimos los dos juntos. La gente ni siquiera nos miró. Pensaron que éramos dos amigos que habíamos entrado a pasar un buen rato.
        ─ Joder con papá, como en las películas.
        ─ No hijo. Esto es la realidad. Lleva un año escondida en el piso, por eso me voy todos los fines de semana; hago la compra de todo lo que pueda necesitar. Esa gentuza mata de verdad.
        ─ ¡Joder qué problemón! Desde luego hermanito, eres único para meterte en líos.
        ─ De todas formas, tenemos que ayudarla —dije preocupada— No podemos dejarla abandonada a su suerte. Un día podéis tener un serio disgusto. Ella o tú, probablemente los dos a la vez.
        ─ ¿Lo dices en serio? ¿De verdad quieres ayudarla?
        ─ Sí.
        ─ ¡Joder que buena idea mamá!
        Mi marido me dio un beso en la boca y otro a su hermana, cuando fue a besar a su hijo, éste le ofreció la polla y mi marido se la besó, luego nos dio las gracias a los tres.
        ─ No tan deprisa cariño. Antes hay que aclarar una cosa. Si es de fiar y buena gente, no hay problema, pero si no, a la calle ¿De acuerdo?
        ─ Me parece justo. De acuerdo—aceptó mi marido.
        ─ ¡Eh! Un momento ¿Mi opinión no cuenta? Porque también tengo que ver en esto —protestó mi hijo.
        ─ Por supuesto cariño —dije sobándole las pelotas— Si no estás de acuerdo, no se hace nada.
        ─ De acuerdo. De todas formas papá, tienes que hacer algo por mí.
        ─ Pídeme lo que quieras.
        ─ He pensado, que ya que soy yo el que se folla a tu mujer, debería darte por el culo, así serías un cornudo total.
        ─ Que hijo puta eres sobrino.
        ─ No, vale, por mí no hay problema, si se lo iba a pedir de un momento a otro—dijo mi marido algo forzado por las circunstancias.
        ─ Tú mismo —le dije.
        ─ Entonces papá, ya sabes —mi hijo volvió a espatarrarse— chúpame la polla y prepáramela.
        Mi marido se puso al trabajo encantado. Al poco tiempo, había conseguido que su hijo estuviera bien empalmado. Mientras, mi cuñada y yo le preparamos a él ensalivándole el culo y dilatándoselo con los dedos.
        ─ ¿Cómo quieres que me ponga?
        ─ Como mis dos putitas; boca arriba y con las piernas abiertas. A partir de ahora tú serás mi putita también.
        ─ Lo que tú digas hijo —aceptó mi marido excitado, poniéndose como le decía su hijo.
        ─ Menudo maricón estás hecho cariño — ¡se había empalmado!
        ─ Tiene derecho a ser lo que quiera, con tal de disfrutar, te recuerdo mamá que te has vuelto lesbiana con la tía —dijo nuestro hijo.
        ─ Tienes razón hijo.
        Mi hijo apoyó su polla contra el esfínter de su padre y empujó, tuvo que intentarlo varias veces hasta que lo logró metiéndole el glande. Se detuvo, por si le dolía. Mi marido le pidió más y su hijo continuó. En tres empujones, se la metió hasta los huevos. Mi marido soltó un gemido de placer. Mi cuñada y yo, nos miramos muy excitadas. Sabíamos perfectamente lo que sentía mi marido en ese momento. Mi hijo empezó a darle por el culo despacio.
        ─ Qué culito más rico tienes putita—le decía su hijo.
        ─ Me tenéis que depilar completamente— dijo mi marido.
        ─ No te preocupes—le dije.
        ─ Me gusta que todas mis putas estén depiladas ¿Te gusta papá?
        ─ Me encanta. Que pollón tienes hijo mío. No me extraña que tengas a tu madre y a tu tía loquitas por ti.
        ─ ¿Julia está depilada?
        ─ Completamente.
        ─ Perfecto, otra a la que también me voy a follar.
        ─ Menudo harén te vas a montar hijo —le dije
        ─ Recuerda que a ella le gusta follar también —dijo mi marido.
        ─ No hay problema. Tu mujer y tu hermana, ya me follan las muy putas.
        ─ Joder que orgía nos vamos a montar. Nos va a salir humo del chocho—dijo mi cuñada tocándome el coño por encima de las bragas.
        ─ Pero qué guarra eres —la dije besándola en la boca— Y cómo te quiero so cerda—le dije después de besarla.
        ─ Me chorrea el coño
        ─ Ven, que tu hermano te lo va chupar—la invitó mi hijo.
        Mi cuñada se puso de pie en el sofá y se agachó sobre la boca de su hermano apartándose las braguitas a un lado. Yo me puse detrás de mi hijo y le acaricié el pecho con una mano y los cojones con la otra.
        — Mira como le doy por culo a tu marido mamá —me dijo.
        — Fóllatelo hijo, dale duro—le animé.
        Nuestro hijo aumentó el ritmo de las embestidas. Yo le sujetaba los cojones con una mano. Los dos hermanos berreaban de placer. De hecho, mi cuñada se estaba corriendo en la boca de su hermano. Al poco, mi hijo gritó que se corría y yo, me agaché para verlo, ya he dicho que me pongo cachonda viendo sus espasmos mientras le llenaba el culo de leche a su padre. Todos decíamos las

1 comentario - La puta de mi hijo 09

PAJAESVIDA
ufff!!! si hasta me hice la paja con un consolador en el culo! necesitaba pajearme en serio y completo!!! van 10!!!