Así nací y así seguiré I (Cargov)

Para comenzar me gustaría que supieran que soy una chica de actualmente 25 años, de tez blanca, de 1.70metros de altura, de complexión regular, una cadera de 96 centímetros, una cintura de 65 centímetros y un busto de 98 centímetros. Soy de cabello claro ó como se dice en mi bella tierra Guatemala –canche-, en cuanto al carácter, creo que soy jovial, desde pequeña siempre me ha gustado la parranda, el baile y la buena vida, es decir, cosas caras y muy buenas. Esto es para todo, tanto en lo económico, como para lo amoroso y no digamos para lo sexual.

Mi vida sexual comenzó temprano, talvez no tan de lleno, pero comenzó luego, siempre por lo mismo de los gustos a las cosas caras, ya que como se imaginaran, a esa edad no se cuenta con una forma de ganar dinero para obtener lo que uno desea. Así que las puede obtener de otra forma… Y si, es Asi como se lo imaginan que yo conseguía las cosas.

La primera vez que yo pude ver a un hombre con ojos de lujuria, fue cuando tenía 18 años, en ese entonces estaba por entrar a la universidad . Y como yo era una de las chicas que le gustaba llegar arregladita, pero provocativa eso si, a veces con faldas muy cortas y muy pegadas, o pantalones súper apretados. Que los demás notaban toda mi figura. En esos años tener un celular era un lujo, y tener uno con cámara, era mucho mas difícil. Recuerdo que yo le suplique a mi mamá por un teléfono, pero por estar ocupada con alguno de sus amantes – si, amantes – pues ni asunto me ponía. Y eso me molestaba, pues veía como entraban hombres a mi casa, mientras mi padre estaba trabajando. Pero yo nunca me atrevía a decir nada. Pero en el fondo, siempre vivía molesta.

Un día mientras discutíamos lo del celular con mi madre, entro un joven, apuesto, que se llamaba Julio López. El escucho un poco de nuestra discusión, pero mi madre que estaba de espalda no le vio llegar. Cuando al fin se dio cuanta de su presencia, la discusión, termino. Yo me fui a mi cuarto y mi madre, se fue a cambiar de ropa, mientras Julio se quedo en la sala, sentado en el sillón, viendo un rato la televisión. Salí un momento del cuarto para tomar algo del refrigerador; Así que Julio, me saludo cuando pase por la sala, a lo cual respondí cortésmente. Me pregunto por el motivo de la discusión y yo se lo conté, me sonrió y me dijo que el lunes a la 1:30 PM le esperara en la entrada del colegio y que el me ayudaría a tener uno. Me alegré un poco y sonreí, pues pensé que sería así de fácil, llegar, recibirlo, y ya, sin saber lo que me esperaba. Platicando estábamos, cuando salió mi madre, recién bañada, solo en toalla… Como decimos aquí en Guatemala – lista para ser sacrificada -, al ver eso, me metí nuevamente a mi cuarto.

Ya dentro de mi cuarto, no podía dejar de pensar en Julio, no era feo, además se veía algo atlético, como que le gustaba hacer ejercicios; Pudiendo más la curiosidad, me levante muy sigilosamente y me dirigí a la sala, donde aquellos dos se estaban dando una buena comida de besos y abrazos. Mi madre, ya no tenía la toalla que cargaba cuando me fui a mi cuarto, y Julio, parecía un pulpo, que con sus tentáculos atrapa a su presa, para luego clavarle su aguijón mortal. Nunca en mi vida había visto como solo dos manos podían recorrer un cuerpo desnudo de manera magistral. Veía como los pezones de mi madre eran estrujados, y no le causaban dolor, si no una sensación de placer, podía ver en su rostro el júbilo que esto le provocaba.



Julio subió un poco la mirada, y aunque intente esconderme muy bien, logró observarme, y muy discretamente, me sonrió y aquí fue donde realmente empezó el espectáculo. Yo creó que Julio se éxito más al verme y decidió brindarme su faena, ó decirme sin palabras, esto es lo que a ti también te espera. Quería salir corriendo, pues había sido descubierta; Pero una sensación que se movía en medio de mis piernas y en las puntas de mis pezones ya duros, no dejaba que yo apartara mi vista de aquel espectáculo. Ya con el ánimo de saber que yo le observaba, Julio agarró del pelo a mi madre y con su mano le hizo presión para que se agachara, a lo que ella sonrió pues ya sabía lo que tendría que hacer. Para mi asombro, vi como el rostro de mi madre bajaba y besaba su vientre, luego las manos habilidosas de mi madre desabrocharon con tal maestría el pantalón de Julio, extrayendo de entre sus piernas un pene grande y erecto, que hasta a mí me dieron ganas de correr a acariciarlo, pero ni modo, tuve que contenerme. Mi madre, no perdió tiempo, abrió su boca y muy hábilmente engullo completamente ese pene; pude notar que ere una experta, pues Julio, solo hacia caras, de placer supongo.



Escuchaba como mi madre le decía – Soy tu perra y me encanta mamarte toda tu verga – mientras que sus manos acariciaban su escroto – sus huevos -, luego su lengua recorría su pene, desde la punta hasta lo ultimo del tronco. Era extraño, pero de mi vagina salía un líquido transparente, y sentía el deseo de que algo le hiciera presión a mi clítoris, no resistí más y comencé a masturbarme. Julio se dio cuenta de eso, lo que hizo que entrara en otro nivel de excitación y levanta a mi madre, no con amabilidad, si no que enreda su mano en el cabello de mi madre y la levanta de un solo jalon. Mi madre se excita y se deja llevar por su joven amante, el cual la coloca en posición para que yo pueda ver como la penetra, pero sin que mi madre lo note.

La coloco como a una perra, en cuatro patas, mientras el jugaba con la vagina de mi madre, esta le pedía a gritos que la penetrara, Julio, solo le rozaba la punta del pene en la entrada de la vagina, mientras introducía no uno, sino dos de sus dedos en su ano. Hasta ese momento, lo que Julio hacia era algo totalmente nuevo, y que solo había escuchado en las conversaciones con amigas ya mayores. Mi madre rogaba, mientras se acariciaba su vagina. Al fin después de unos dos minutos más o menos, Julio tuvo piedad de sus ruegos, y sin piedad, de manera brusca, le introdujo su hermoso y grueso pene en la vagina ya súper mojada. Cuando mi madre lo sintió pego un gemido de gozo, que hizo que una sensación placentera recorriera mi cuerpo. Yo me veía en el lugar de mi madre.

Pude ver como le taladraba la vagina una y otra vez, sin bajar el ritmo de las penetraciones, realmente era muy bueno. Mi madre no tenia ni aliento para nada más que gemir; de repente le tomo de los cabellos, como tomándole las riendas a las yeguas, y comenzó a darle de nalgadas, mi madre, empezó a volverse loca, pero esto no estaba por terminar aun.

Hacia falta mucho más y cada vez se pondría mejor. Pude ver como mi madre terminaba, ya que sus gemidos aumentaban y Julio le decía algunas groserías, las cuales al parecer no le desagradaban a mi madre. Julio decidió sacar su miembro, aun erecto, para que yo pudiera ver como mi madre se lo volvía a tragar, lo chupaba como desesperada, como si de eso dependiera su vida. La cara de mi madre estaba sobre el sillón, y Julio, colocaba su pene desde arriba, casi le ponía las nalgas de él sobre la cara, mientras ella no dejaba de chupar el pene, lamerle los huevos, y acariciarle la entrepierna con sus manos. 


Julio, con voz fuerte, le dice – ya basta, es hora de que te parta ese redondo y parado culo – Para mi madre, eso fue como un disparador, ni cuenta me dí, cuando se levanto del sillón. Cuando yo vi, estaba ya parada con su vientre en el lugar que uno coloca los brazos en el sillón, y las nalgas, frente al pene de Julio. Mi madre con voz entre cortada, -supongo que por la alegría que le causaba – le dice a Julio – Hay usas el lubricante -, a lo que este responde que no, ya que hoy se la quiere partir así, a lo salvaje. Mi madre iba a decir que así no, pero ya no le dio tiempo. Solo alcancé a escuchar un quejido y pude ver la cara de mi madre, se veía que no le era agradable; mientras que para Julio, era toda una experiencia. Sin piedad, ni misericordia, taladro, y taladró el culo de mi madre, sin bajar el ritmo… Pensé que de verdad la partiría. Pero al parecer, el dolor, luego se convirtió en placer, pues mi madre, ya no hacia caras de dolor, si no que comenzaba a pedir mas y mas. – Ya vez - , le decía Julio, eres perra; a lo que mi madre respondió “SI LO SOY”, - así nací y así seguiré - Julio, no aguanto más y se tiró una carcajada, y me miro de reojo y me tiro un beso.



A estas alturas, yo ya estaba súper empapada. Julio termino, dentro de mi madre, cuando mi madre se levantó, vi como un líquido blanco salía por su ano; mientras Julio, le tomaba del cabello y hacía que con su boca le terminara de limpiar su miembro ya flácido, pero cumplidor; mi madre, muy agradecida por la faena ejecutada, accedió y lo dejó limpiecito. Cuando mi madre se levantó, corrí a mi cuarto y me encerré, pensando en lo que había visto, y me imaginaba, que yo era la persona que Julio, se había degustado.

Dejé que pasara un buen tiempo, como una media hora, y salí de mi cuarto; para mi asombro, Julio, ya se estaba despidiendo de mi madre, la cual seguía sentada en el sillón, solo que esta vez, ya con una minifalda negra y solo con sostén de seda del mismo color de la mini. Cuando Julio salía, me dijo en voz baja y sin que mi madre lo notará – Te espero mañana, en la entrada del colegio -, solo le sonreí y me susurró – me gusta la ropa interior blanca, que usan las virgencitas – y me guiñó el ojo. Yo solo me pude sonrojar. Ni lenta, ni perezosa, corrí nuevamente e mi cuarto y empecé buscar en la gaveta de la ropa interior, lo mejor que tenía, que fuera de color blanco. Y si que encontré. No eran tangas, pues en esos días no los usaba, no creía que fueran para chicas decentes; pero si tenía bikinis de pierna alta, y un sostén de encaje, que en lugar de blanco, era casi transparente y dejaba ver las puntas de mis pezones. 

Ya con lo de la ropa arreglado, decidí ir a casa de una amiga, a la que yo le contaba muchas de mis cosas, y que ya era una experta en asuntos de sexo. Lo que no sabía, es que tenían una rivalidad con mi madre; y si, era por Julio. Llegué a su casa y emocionada le di todos los detalles de cómo Julio, había cogido a mi madre, a lo que ella puso cara de desagrado, pero no hizo ningún comentario, y siguió escuchando. Cuando le conté lo de la propuesta de Julio, para comprarme mi tan ansiado celular; sonrío maliciosamente y me dijo que me ayudaría a conseguir mi celular. Yo le deje en claro mis dudas, pues era virgen aun, a lo que me respondió, las hijas de las perras, son perras siempre… No me gustó el comentario, pero debía tener razón. Pues que otra explicación había para lo mojada que pare solo con ver la faena de Julio y mi madre. Así que escuche atenta todos sus consejos de cómo agarrar ese pene enorme que le había visto a Julio, como debía acostarme, si me hacia la pose del misionero; y hasta como debía parar las nalgas, si me ponía en cuatro patas. Todo lo escuche atentamente y sin perder detalle.

Me fui a mi casa, para relajarme, pues seguía nerviosa. Mientras yo descansaba y pensaba en Julio y su futura faena, Teresa – mi amiga ó eso creía – movía las piezas para poder vengarse de mi madre. Realizó una llamada y acordó un precio. Toda esa noche no pude dormir; en mi cama daba vueltas y vueltas, y me colocaba en las posiciones en las que me gustaría estar, cuando llegara el momento de estar a solas con Julio.

La noche fue corta, y por la mañana recibí la visita de Teresa, a mi madre no le agradó, pero en cuanto a amistades, no se metía conmigo. Así que dejó que Teresa entrara a mi cuarto, y luego de ver que mi mamá salía de la casa al gimnasio, pudimos platicar. –Me extraña tu visita, tan temprano – le comente a Teresa. Ella me explico que había madrugado, para ayudarme con el asunto de esta tarde, ya que como era virgen, probablemente a la hora de ver ya el asunto serio, me pudiera arrepentir, y talvez Julio no me quisiera dejar y hacerlo por la fuerza. Eso no sería muy agradable para ti. Por eso, proponle a Julio, el lugar donde por fin serás suya; no dejes que el escoja el lugar. Ve a la casa que me dejaron mis abuelos en la colonia Palma Blanca. Extendió su mano, y me dio unas llaves, las cuales acepte, sin saber el porque. Me llegaría a entrar después. 

Le mostré mi ropa a Teresa, a lo cual me sonrió y saco de su cartera una tanga diminuta y blanca; al verla le dije que no, pero ella insistió y me hizo probarla. No me sentía cómoda, ya que me dejaba todas las nalgas al descubierto y la cinta de en medio, se metía en medio de mi vagina. – No – le dije a Teresa. Pero esta más astuta me dijo – Queres que Julio crea que sos una guira mocosa, el debe ver a una mujer -. Eso fue suficiente, para que yo me quedara con ella. Teresa me dijo que no almorzará nada y que fuera al baño antes de llegar a la cita, y que si no tenía ganas, que hiciera fuerza. Yo no sabía para que, pero seguí sus indicaciones, sin saber que me esperaría.

Cuando ya casi era la hora de salir, fui, frente al espejo, después del baño, y revise todo mi cuerpo, de pies a cabeza, en busca de una imperfección. Tomé la tanga y me la coloque, saque mi sostén, le agregué perfume, me coloque talcos, me coloque el uniforme del colegio, me encomendé a los santos y salí. Cuando ya iba por la puerta recordé la llave y regresé al cuarto, la tomé de la cómoda. Iba un poco nerviosa, cuando vi en el tendedero un liguero e mi madre, y como somos de la misma talla, no dudé en echarlo en el bolsón. 

Ya con todo listo, salí presurosa al bus, para no llegar tarde al esperado encuentro; el corazón, me latía más a prisa cada vez que el bus se acercaba al colegio. Cuando por fin llegó el bus, faltaban 15 minutos para la hora pactada con Julio, así que me relaje, o al menos eso intente, platique con algunas compañeras; pero esos minutos fueron eternos para mí. Cuando al fin una Suburban Negra, se paró a mi lado y bajó los vidrios polarizados, era Julio; tenía un buen carro, con eso ya sentía más cerca el mi celular; pues a la larga, esa fue la idea original. Más nerviosa que otra cosa, aborde la Suburban; sentía que todos los ojos de los estudiantes me observaban, cosa que no era así, nadie noto que yo no asistí ese día al colegio.

Ya en el vehículo, Julio trataba de relajarme, hablando de cualquier cosa, de los estudios, de el colegio, de chicos, que se yo… Pero la verdad, los nervios no se me quitaban. No vi el camino, cuando sentimos llegamos a una agencia de teléfonos. Los ojos me brillaban, cuando entré vi un montón de posibilidades celulares de todos tamaños y colores, así que no dude, pregunte por el modelo del momento, en ese entonces, era un V-300, me gustaba uno color negro, que era el más caro. Julio, me vio y me hizo señas de que si lo comprara. Me alegré, pero no sabía que tan caro me iba a salir, a la larga.

Más relajada y contenta nos fuimos a comer un poco, pero recordando el consejo de Teresa, le dije que no tenía hambre. Luego, paró frente a una farmacia, y luego regreso, con una caja de preservativos; nunca había visto uno, así que me dio curiosidad y empecé a revisar la caja, eran de sabores, había de sabor chocolate, y había otra caja con estrías. Cuando Julio me vio revisando las cajas, me sonrío y me dijo, tranquila, que ya los vas a conocer mejor. 
Me dijo que si íbamos a un hotel que estaba camino a el altiplano, como a 20 minutos de la ciudad, a lo cual dije que no, que fuéramos a la casa de una amiga. Según yo que no conocía Julio a Teresa, pero cuando le dije donde quedaba la casa, me dijo que ya conocía. Me asombré y me dijo que Teresa también era su amiga, y que a veces se la había prestado; -asumí que la casa, sin saber que lo que le había prestado era otra cosa -.

Llegamos, me pidió la lleve, para abrir el portón, entró el carro y cerró el portón, cuando nomás cerro el portón, apenas había bajado del vehículo, cuando Julio, me agarró de la cintura, y me plantó un beso, súper apasionado. Me quedé helada, sin poder ni hablar, el me pregunta – ¿te gustó?, yo no le contesté, solo con la cabeza le dije que si. Con cuidado, me llevó a una salita, encendió la luz, y vi una lucecita roja, en la orilla de una ventana, pero no le puse asunto, sin saber que me estaban grabando. 

Se sentó en el sillón y puso un poco de música, así cachondona, y me dijo que le bailara, comencé bailándole, así lento, pero sensual, pues a mí me gustaba provocar a mis compañeros en las bailes del colegio. Me asusté, cuando me pidió que me quitara la blusa, dejé de bailar, y me empecé a desabotonar la blusa, cuándo Julio, se rió y me dijo que me la tenía que quitar, sin dejar de bailar. Me sonrojé, pero comencé bailar nuevamente y me desabotoné la blusa, instintivamente, se la arrojé sobre su rostro, le brillaron los ojos cuando vio mis senos moverse al compás de la música, me dijo, que ahora la falda, me quité la falda lentamente, pero me coloqué de espalda, para que al caer la misma, pudiera ver la tanga que traía puesta. Cuando al fin vio mis nalgas blancas y redondas, solo con un hilo en medio, abrió más los ojos y me pidió que dejara de bailar un momento, y que me sentase en sus piernas.

Nerviosa, pero con la idea de Teresa, de que Julio, no debía de creer que era una chiquilla, me senté, me tomo de la cintura, y recorrió con sus manos mis senos, sobre el sostén, los estrujó un poco, y los sobaba suavemente, eso me hacía estremecer, era una sensación agradable, y que por primera vez experimentaba, era gusto –placer- y nerviosismo. Decidido, saco uno de mis senos del sostén, y acercó su boca a la punta de mi pezón, cuando lo estaba chupando, como bebé recién nacido, la sensación era mucho más intensa que la anterior. Saco el otro seno y lo jugaba con la otra mano, mientras con su boca jugaba con mi otro seno, yo casi gritaba de la emoción, la sensación que recorría mi cuerpo, era enorme, sentí como un liquido calientito, recorría mi vagina, no sabía lo que era, así que apenada, quise alejarme de Julio, pero este no dejó; al contrario, con una de sus manos, abrió mis piernas y comenzó a recorrerlas, desde la rodillas hasta la entrepierna, justo cuando paso sobre la tanga sintió, lo húmeda que estaba, sonrió y me dijo, no te contuviste, pero eso es bueno, pues ya llevas uno. Yo no sabía de qué me hablaba, pero sonreí.

Quitó su mano de mi pezón, y colocó las dos manos sobre la tanga, con una mano, la hizo a un lado, y acarició en vivo y por primera vez mi vagina. Para mi era algo único y la sensación, una mezcla de placer y vergüenza, hacían que fuera algo divino. Era mi primer hombre. Cuando su dedo recorría la punta de mi clítoris, la sensación era extremadamente buena, yo ya empezaba a gemir; Julio, solo me decía al oído, - cálmate cariño, que falta lo mejor - se bajó el cierre del pantalón y me hizo que con la mano, le sacara el pene, que a estas alturas, estaba erecto. Era la primera vez que lo tocaba, al principio, me daba asco, pero Julio insistía, así que lo tome, y me dijo, frótalo contra tu vagina, avergonzada, lo hice. La sensación era muy buena y agradable, después de unos minutos de frotarlo contra mi vagina, me levanto, me dio una nalgada y me dijo – que continué el baile -. Así que ya más entrona seguí bailando, con los senos fuera del sostén; Me movía provocativamente, mientras Julio, se masturbaba. Me hizo señas que me quitara el sostén, e inmediatamente, lo desabroche y deje mis senos al completamente desnudos, me dijo que parara nuevamente, y que me acercara.
Cuando me acerqué, me dijo que me agachara y que apretara con mis manos mis senos, de modo que se juntara uno con el otro, cuando lo hice, puso su pene en medio de mis senos y comenzó a moverlo. Luego me dijo que mejor moviera yo los senos de arriba abajo a fin de que mis senos recorrieran todo su pene. Muy avergonzada lo hice, despacio y con cuidado, a veces cerraba los ojos. Por lo que Julio al ver eso, me dijo que porque cerraba los ojos, y con voz muy baja, le dije que no me gustaba ver el pene, a lo que me dijo, que no solo lo tendría que ver, si no que besar y hasta chupar. A lo que yo respondí que – no -. Cuando le contesté así, me tomó del cabello y me puso el pene en la cara, y me dijo – mira mocosa, si queres el celular, solo te queda hacer todo lo que viste que hacía tu mamá, que al fin de todas lo perra se trae en la sangre –. Me asuste, y comencé a sobar el escroto – los huevos – con mis mejias, a lo que Julio respondió – ya vez como si puedes… mi perrita –, así que me pidió que le pasará la lengua sobre su pene, no lo dudé y lo empecé ha hacer. La sensación era algo extraña, la textura del miembro, era algo inexplicable para mí en ese momento; Julio más excitado que otra cosa, me toma de las mejías y me abre la boca, para introducirme, su pene. El miembro, ya dentro de mi boca, me hacía sentir nauseas, pero Julio, no dejaba que saliera el pene de mi boca, pues cuando yo trataba de alejar mi cabeza, ó acercaba su pene ó con sus manos regresaba mi cabeza, así que no recuerdo exactamente cuanto tiempo, estuve manándole el pene; solo recuerdo un mete y saca rítmico, un liquido algo salobrigo y pegajoso, en mi boca.


Cuando me soltó, me dijo que sin más ni más, me quitará la tanga. Eso me dio más miedo que otra cosa, me resistí unos segundos; pero vi a un lado del sillón mi celular. Suspiré y dejé caer la tanga al suelo. Julio, con ojos de lujuria, se mojó un dedo con saliva y procedió a pasarlo por mi vagina, alrededor de mis labios, los movía muy suavemente, y comenzó a introducirlos, hasta que sentí un dolor agudo; era cuando me había penetrado con esos gruesos dedos y había roto mi himen. Ya no era virgen. Pude ver sus dedos con sangre. No era abundante, pero era sangre. –Cálmate- me dijo, que te dolerá un poco, pero luego se cambia la sensación, sino pregúntale a tu madre o a Teresa… Me iba a acostar en el sillón, pues vi como Julio se colocaba un condón y me dije –es tu hora…-, pero Julio, me tomo de las manos y no me dejó acostarme, me dijo que me colocara como había visto a mi madre. En cuatro patas, puro perrito. Obedientemente lo hice así, Julio, tomó con su mano, su pene y lo froto por todos mis labios vaginales, me rozaba su pene en el clítoris, la sensación fue divina, los nervios se me fueron calmando. 

Con la punta de su pene daba golpes en mis nalgas y algunos de sus dedos rozaban toda mi vagina. Yo me quería morir, que sensación… sus manos recorrían mi espalda, mis nalgas; hasta que por fin sentí como que un hierro recién salido del horno, invadía mi vagina, el dolor fue grande, pero fue mas grande el deseo que alborotó en mí el mete y saca, al principio lento y suave, y luego, con más fuerza. Yo gritaba, más no de dolor, si no que de placer. Julio azotaba mis nalgas con sus manos, eran azotes fuertes, pues podía ver como dejaba coloradas mis nalgas, pero se sentía súper. Me encantó la parte, cuando Julio me tumbó en el sillón, me colocó boca arriba y abrió mis piernas, las levantó y quede como si estuviera haciendo una “V”, mi cabeza, estaba apoyada en el apoya brazos del sillón, así que pude ver como, ese pene, ingresaba a mi vagina, solo de ver, ese vaivén, hacía que yo me volviera loca, pude ver como era taladrada de manera brutal, ya que el ritmo era frenético.



Era, gozo puro, no quería que parara, pero Julio llegó al orgasmo, y cuando terminó, me ordenó que le limpiara el pene. Tomé un pañuelo de mi cartera y se lo iba a limpiar, cuando el me lo quitó y me dijo que con la boca; así como lo hizo mi madre. 




Observé el pene, lleno de un liquido blanco, no se veía agradable, pero, respire hondo y tome valor, y comencé a pasarle la lengua, era un liquido espeso, viscoso y salobrigo. Me agarro de la cabeza, y me metió el pene completo en la boca. Lo sacó lentamente, a fin de que todo ese líquido quedará o dentro de mi boca, o en mis labios. Pude sentir, como salía un líquido calientito de ese pene, ya dentro de mi boca. Como no sabía que hacer, y por miedo a preguntar, me lo trague. El poco liquido que le quedo al pene, tomó mi sostén, y se limpió en el. Sonrió y me dijo – para que lleves algo de mí -.



Se vistió Julio, mientras yo me quedé exhausta en el sillón, desnuda, sin fuerzas. Eso fue lo mejor que me pudo pasar, lo gocé y obtuve mi celular. Sin saber que había sigo grabada, y que después sería chantajeada por un buen tiempo. Pero esa es otra historia.

Lo único que puedo agregar, es que nos fuimos unas 4 horas después del lugar, luego de no una, sino de varias muy buenas cogidas. Les diré que me gustó tanto, que me subí desnuda a la camioneta y que me vestí hasta una cuadra antes de llegar a mi casa. Julio me besó, metió su mano en mi vagina nuevamente y me sacó un seno, para morderlo y luego irse. Yo me quedé parada en la puerta, pensando en lo sucedido, sin arrepentimientos y muy, pero muy feliz.
Así nací y así seguiré I (Cargov)

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