Esamañana que le pregunté excitado a Azucena de ropa de mujer, antes como dije leempecé a preguntar intimidades, y entre otras cosas, sobre su sexo, y comohacía esos días, sobre cómo había quedado embarazada, como para saber cómohabía cogido y recibido semen del marido.
PrimeroAzucena no quiso mucho: “Y no, esas cosas son íntimas, Diego”, me dijo. Peroyo caliente y excitado del orto, leinsistí, y ella me contó algo. “Y, nos empezamos a acariciar, a besar, debajode la sábana, fuimos subiendo de temperatura y lo hicimos”. Le pregunté si lapenetración fue por la cola o la vagina. “No, penetración vaginal, más bien”,confesó excitante. Le insistí: “O sea, tu marido se te acostó encima, tepenetró y acabó su semen en tu vagina…”. Azucena dijo que sí, sin muchas ganas,pero al menos me di otro gusto con mi divina vecina.
PrimeroAzucena no quiso mucho: “Y no, esas cosas son íntimas, Diego”, me dijo. Peroyo caliente y excitado del orto, leinsistí, y ella me contó algo. “Y, nos empezamos a acariciar, a besar, debajode la sábana, fuimos subiendo de temperatura y lo hicimos”. Le pregunté si lapenetración fue por la cola o la vagina. “No, penetración vaginal, más bien”,confesó excitante. Le insistí: “O sea, tu marido se te acostó encima, tepenetró y acabó su semen en tu vagina…”. Azucena dijo que sí, sin muchas ganas,pero al menos me di otro gusto con mi divina vecina.
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