Jugando con Fuego 18

u pregunta fue nítida y clara. Así como su tono serio. No era ya una pregunta fantasiosa ni un juego.
La miré fijamente a los ojos mientras ella seguía metiéndose aquello sin parar. Su coño acogía aquel pollón con total entereza, y mi mirada pasmada era un "sí" claro. Un sí de que ojalá se diera ese hecho de Edu montarla, follarla, y yo mirarles y pajearme hasta no poder más.
No sé si fue mi cara, mi gesto, o que María volvió a la realidad súbitamente, pero se dio la vuelta y se colocó boca abajo y entonces comenzó a meterse aquella polla que representaba a Edu en esa nueva postura, con la cara girada hacia donde no me encontraba yo. Para poder seguir masturbándose tenía que flexionar un poco las rodillas, y yo ya solo veía de ella su espalda, su culo, sus piernas, y sus manos metiendo y sacando aquella bestialidad de consolador.
A pesar de haberme corrido hacia escasos instantes me acerqué a ella con ganas de sentirla. Me coloqué a su lado y posé una de mis manos en su culo desnudo, acariciándolo con sutileza... Era maravilloso sentir aquel tacto a la vez que escuchaba sus jadeos ahogados en las sábanas. María se retorcía del gusto y cuando acaricié con más insistencia María esbozó un "déjame" que me heló la sangre. Aparté la mano como acto reflejo... y dejé que se siguiera masturbando sin parar. Retrocedí un par de pasos y pensé que quizás el hecho de cambiar de postura, de dejar de mirarme para tocarse, no era por rubor, o al menos no solo eso, sino que quizás me necesitaba ausente para poder imaginar.
Le quise dar su tiempo. Su espacio. Y me fui a la ducha. Sin saber si aquello que estaba pasando era bueno o malo, y sobre todo preguntándome a qué obedecía semejante cambio.
Al poco rato María entró en el cuarto de baño y lavó aquel consolador con delicadeza en el lavabo. No me dijo nada. Yo a ella tampoco. Limpié el suelo de la habitación, encendimos la tele y nos quedamos dormidos. Sin hablar.
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Al día siguiente nos esperaba un largo día de carretera y hasta media tarde no comenzamos a hablar con más o menos normalidad, aunque no de lo sucedido la noche anterior. Yo conocía a María y la sentía avergonzada o ruborizada. Era obvio que había representado que Edu se la follaba y que yo miraba, y era obvio que aquello la había puesto tremendamente cachonda. Lo que aun no sabía yo era si aquello quedaría en algo puntual.
Pasaban de las siete de la tarde y sin un motivo real posé mi mano sobre su muslo desnudo mientras conducía. Mi mano, poco a poco, fue recorriendo aquellas piernas que solo estaban cubiertas por unos shorts, recordándome a los primeros meses de novios en los que nos metíamos mano en todas partes y a todas horas. No me planteaba que pasara nada, solo eran unas simples caricias, yo miraba a la carretera, no a María, hasta que, pasados unos minutos, me dijo: "Una pena no estar en falda". Giré un instante mi cabeza hacia ella y su cara era de estar interpretando aquellas caricias como algo más. Seguí acariciándola, pero ya con una pretensión menos inocente, hasta posar mi mano entre sus piernas y apretar con fuerza sobre los shorts vaqueros. María comenzó a abrir y a cerrar las piernas. Estaba cachonda de verdad... Acabamos parando en una estación de servicio.
Apenas había aparcado en una zona algo alejada y María casi ni deja que la bese. Llevó sus manos a mi pantalón, lo abrió, bajó mi calzoncillo... y sacó mi polla semi erecta en seguida. Tras dos o tres sacudidas llevó su boca a mi polla y comenzó a engullirla con un ansia y un hambre que yo hacía años que no le veía. Comenzó a hacerme una mamada tan brutal que yo casi no podía ni abrir los ojos para vigilar que alguien nos viera. Me pajeaba y succionaba a tal velocidad que mis pequeñas súplicas para que lo hiciera más despacio eran totalmente desobedecidas. El coche se llenó de aquel ruido de succión de su boca y del preseminal saliendo de mi polla y también de los sonidos que ella emitía, pues podía oírla jadear y suspirar, y hasta casi gemir... En apenas dos o tres minutos me estaba corriendo, sujetado a su cabeza... y descargando hacia arriba dentro de su boca... No paró de pajearme y de chupar hasta que yo había echado absolutamente todo. Hasta le tuve que pedir que parara tras haber eyaculado... pues ella seguía.
Cerró la boca y se llevó la mano a los labios para no derramar nada. Abrió su puerta del coche y escupió hacia fuera todo lo que había soltado...
Planteé... no follar allí... pero si recompensarla por lo que había hecho y me dijo que no. Que se hacía tarde. Me lo dijo además como con algo de timidez o incomodidad.
Reanudamos la marcha y yo, a parte de estar alucinado... la sentía rara. Como que iba de la lujuria al rubor y del rubor a la lujuria a toda velocidad. Y de nuevo aquellos silencios que solo eran salvados si, poco a poco, empezábamos a hablar de cualquier otro tema que no fuera el tema latente.
Llegamos a casa bastante tarde y pasó lo que menos me esperaba. Estando los dos en el sofá mi móvil se comenzó a iluminar. Edu me estaba llamando.
Afortunadamente María no había visto mi pantalla y me apresuré a rechazar la llamada. Después me recosté de tal forma que si volvía a llamarme María no lo viera. Pensé que quizás me había llamado sin querer, pero inmediatamente después me volvió a llamar, y volví a rechazar la llamada.
Edu me escribió:
-Cógeme el teléfono Pablito.
Aun sorprendido y sin entender de qué iba le respondí:
-No puedo, estoy con María en el salón.
-Me da igual, me apetece contarte que le quiero hacer a María cuando me la folle.
Aquella frase suya me parecía totalmente fuera de lugar. Nunca había entrado tan a saco. No tenía sentido.
Le respondí que no podía hablar con él con ella en casa, lo cual era tan obvio que me empezó a parecer que Edu lo único que quería era putearme o forzar la máquina conmigo. Pero él no se daba por vencido y ya María estaba a punto de preguntarme con quién me escribía tanto cuando me escribió que me fuera al cuarto de baño y me sacara una foto de mi polla, que quería reírse.
Yo acabé por contestarle mal, diciéndole que me dejara en paz primero, y mandándole a la mierda después. La cosa se fue calentando y la discusión acabó con un amenazante "pues atente a las consecuencias" de Edu.
Era un gilipollas bipolar, pero me tenía cogido por los huevos, pues si le decía algo a María de todo lo que había montado me metería en un buen lío. Sin embargo, a pesar de no fiarme ni un pelo de él, no pensaba realmente que fuera a decirle nada a María por aquella discusión absurda e infantil.
A la mañana siguiente, en el trabajo, estaba a punto de escribirle a María sobre qué pretendía hacer ese lunes, con la clara intención de saber si iba a ir a la casa de la playa de Edu algunos de esos días de la semana, cuando, como si me leyera la mente, Edu me escribió:
-Ayer estabas muy tontito, eh. Vete al cuarto de baño del curro y hazte una paja.
Yo hasta había pensado que lo de la noche anterior quedaría en un capricho suyo, pero no. Le volví a decir que no y volvimos a discutir escribiéndonos. Hasta que me dijo:
-Bueno, ya me estoy cansando, sabes qué? María hoy no va a venir a mi casa. Mañana tampoco. Va a venir miércoles y jueves.
Yo no entendía nada. Ni siquiera le respondí. No entendía a qué jugaba.
Pero él escribió otra vez:
-Vas a perder a tu pivón de chica por gilipollas.
Me pareció tan desagradable aquella frase que cerré la conversación inmediatamente, no quería que aquella tontería se quedara en mi retina.
Al poco rato le escribí a María y me contó que iba a hacer unos recados y que iba a quedar con una conocida de fuera del despacho a tomar un café. Nada especial.
Llegó el martes y a media mañana llamé a María y empezamos a hablar sobre temas banales hasta que le pregunté directamente si iba a ir al apartamento de Edu esa tarde o algún día antes de que fuéramos los dos el fin de semana. Su respuesta me sorprendió, me dijo que ese día no, pero que iría al día siguiente, miércoles. Le pregunté por qué no iba esa tarde si no tenía nada que hacer y me dijo que no le apetecía, que le diría a Edu de ir el miércoles. Su forma de decirlo me pareció extraña.
Llegué a casa el martes por la noche y en el sofá comencé a acariciar a María con la clara intención de que la cosa fuera a más, pero a ella no se la veía muy por la labor. Parecía que el calentón del viaje se le había pasado un poco, siendo una María más normal, más como siempre.
Estaba lavándome los dientes cuando Edu me escribió:
-Hola Pablito. Mañana viene María a mi casa, ya lo sabrás. Va a venir con uno de sus bikinis verdes y el rojo ese que es para morirse.
Me quedé paralizado. Cada vez me daba más mal rollo lo que decía y cómo lo decía. Le iba a responder, pero me parecía tan gilipollas que conseguí resistirme.
Era inimaginable la presión que comenzaba a sentir por culpa de aquel cabrón. Por momentos le veía capaz de todo. Aquel miércoles en el trabajo no paraba de maldecir haberle elegido para toda aquella fantasía con María. Sobre lo que había dicho de los bikinis de María me parecía una tremenda fanfarronada, pero a la vez le temía.
Le escribí a María lo que no le había escrito nunca estando ella en casa de Edu. Y ella respondía muy de vez en cuando y con lo que a mí me parecían evasivas. Le pregunté si estaba Nati y me dijo que sí, y a punto estuve de pedirle que me mandara una foto...
Mi nerviosismo fue en aumento. Llegué a casa ya por la noche y escuché ruido de la ducha por lo que sabía que María estaba en el cuarto de baño. Pasé por la cocina descubrí que ella ya había cenado. Fui al dormitorio y llegué al cesto de la playa. Era obvio lo que estaba buscando; allí estaba el bikini rojo, húmedo de haberse bañado... y un bikini verde... tal cual había dicho Edu.
Me senté en la cama. Barruntando qué estaba pasando ahí. Cuando escuché el grifo de la ducha cerrarse.
Quería aclarar todo aquello, pero no podía decirle a María nada de los bikinis sin descubrirme...
Me fui al sofá y cené algo mientras escuchaba el ruido del secador de pelo. María apareció por fin y sin darme tiempo a casi nada me dijo que estaba cansadísima de tanto sol, que se iba ya a la cama.
-¿No vas a contarme nada? -le dije rápidamente.
-¿De qué?
-Pues de tú día con Edu, de qué va a ser.
-Pues... nada, un día normal.
-¿Normal?
-Sí, normal. -replicó.
-¿Y qué es normal?
-Bueno... ¿a qué viene esto? -dijo seria.
Yo me quedé sin saber bien qué decir. No sabía si sentía enfado, curiosidad, o qué demonios era aquello.
-¿Me puedo ir a dormir o tienes alguna pregunta más que hacerme? -dijo con algo de chulería.
-¿Mañana vuelves a su casa?
-Pues mira, no lo sé. ¿Vas a estar mucho?
-¿Yo? ¿Mucho de qué?
-Que si vas a quedarte mucho rato viendo la tele.
-Pues igual sí. No lo sé.
-Bueno no hagas mucho ruido cuando vengas a la cama, anda. -dijo en un tono que sonó a algo de tregua.
María desapareció por el pasillo y yo cogí el móvil. No sabía qué hacer. Hasta me sorprendía que Edu no me escribiera regocijándose en aquella especie de victoria.
Estuve como media hora viendo la televisión, y miraba de vez en cuando el móvil y me sorprendía una cosa... María estaba casi todo el rato en línea...
Dejé pasar como una media hora más hasta que me acerqué al dormitorio sigilosamente. No escuché nada.
Me desnudé, a oscuras e intentando hacer el menor ruido posible, y me acosté en la cama. Por la respiración de María parecía claro que estaba durmiendo. Abrí el cajón de la mesilla... y a tientas palmé con mi mano hasta alcanzar el consolador. Nervioso... acerqué aquella polla de plástico a mi nariz... y volvía a apestar a coño de manera brutal.
 
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Lo volví a dejar en su sitio. No había la más mínima duda de que María lo acababa de usar. Pero esta vez empezaba a sentir cosas que ya no eran única y exclusivamente morbo y excitación, comenzaba a sentir además cierta sensación de falta de control y también de preocupación.
Me tumbé en la cama, al lado de María, que dormía, y en la oscuridad de nuestro dormitorio empecé a pensar por primera vez que podría perderla. Sí, de marzo a agosto con todo aquello y lo pensé en aquel momento por primera vez. Tan obsesionado había estado preguntándole a María si le ponía Edu, empujándola a que así fuera, que quizás la había estado empujando a algo más y no solos sexual. Era solo la sombra de una duda, una posibilidad. Y es que, por otro lado, conocía a María y no me la imaginaba teniendo un "cuelgue" por aquel chulito. Como que María siempre había demostrado que le había visto el plumero desde el principio, además de ser una mujer madura e inteligente como para caer en las redes de aquel flipado, snob y chulo playa... pero por otro lado el saber Edu qué días iría María a su casa y, sobre todo, que bikinis iba a llevar conllevaba un mamoneo que quizás con alguien que solo te atrae no tengas. No lo sabía. Pero esa complicidad de pedirle qué bikinis ponerse y ella obedecer me tenía desconcertado. ¿En qué punto? ¿Qué clase de vínculo tienen dos personas para pedir eso y que la otra acceda u obedezca? ¿Era posible esa juego sin haberse enrollado? Es que por otro lado sabía, tenía la certeza absoluta de que no se había enrollado? Veía a María rara por momentos y sin duda Edu la podía llegar a excitar... y se masturbaba quizás o casi seguramente pensando en él, pero si se hubieran enrollado se lo notaría, además no me encajaba. Pero por otro lado aquella frase de Edu: "vas a perderla por gilipollas"... para mí tenía un peso... era como una losa sobre mi cuerpo.
Me costó pegar ojo aquella noche, y, a la mañana siguiente, cuando yo me iba a trabajar, María aun dormía. No fui capaz de marcharme sin despertarla con sutileza y preguntarle qué haría ese día. Me dijo que no lo sabía.
No tardó mucho en aparecer el tercero en discordia, ya que Edu me escribió al móvil a mediodía. No me sorprendió para nada su mensaje, se regodeaba en haber acertado lo de los bikinis, me preguntaba si me jodía o me alegraba, con una especie de sadismo, como con un resquemor que yo no sabía de dónde salía. Intenté no discutir con él, pues aquel chico era una bomba de relojería y no me convenía estar a malas con él, pero era imposible, forzaba la máquina hasta que no me quedaba otro remedio que mandarle a la mierda. Me volvió a pedir que me fuera al baño del trabajo y me negué. En su momento me había atraído cumplirle ciertas peticiones de esas, la comparación de su polla con la mía me excitaba por la diferencia que podría suponer para María, pero su humillación por mero sadismo y estando a malas no tenía sentido. La conversación acabó mal y yo me quedé aun más preocupado. Cada vez le veía más peligroso, y comencé a preguntarme si de verdad iba a ir al día siguiente con María a pasar un fin de semana con él en aquellas circunstancias. El deseo por verlos juntos iba por un lado, pero el pánico a que cara a cara desvelara nuestro secreto iba por otro, y, además, cada vez lo veía menos imposible.
Llamé a María para saber qué haría ese día. Era una llamada extraña, pero necesitaba oír su voz. Me dijo que como teníamos la boda de uno de sus compañeros de trabajo el primer fin de semana de octubre, y Paula ya estaba de vuelta, que comerían juntas, y por la tarde irían a ver vestidos para la boda. Me alegré. Por primera vez en seis meses me alegraba de que no quedase con Edu.
Toda la tarde le estuve dando vueltas a si quería o no pasar el fin de semana en casa de aquel chico. Seguía sintiendo todo el morbo imaginable, pero su inestabilidad y ese temor a que... no sabía como explicarlo... a que María sintiera algo por él me daban pánico. También me preguntaba si María sería sincera conmigo de una vez, y saliera de ella decirme qué juego tenía o había tenido con Edu para que le dijera que bikinis ponerse.
Llegó la noche de aquel jueves. Yo estaba cansadísimo del día de trabajo y de toda la tensión. Ya en la cama María llevaba un camisón rosa con lunares... estaba increíble... y hacía aproximadamente una semana que no follábamos... Estaba leyendo un libro y la vi tan guapa, sentí un amor tan puro por ella que le dije sin más:
-No quiero que vayamos mañana a casa de Edu.
Esperaba sacar de su respuesta alguna pista de lo que pensaba o sentía. Pero pronunció un "vale" tan neutro que no supe que interpretar.
Me acosté a su lado y mientras revisaba el móvil y ella leía me acabó diciendo:
-Bueno, pues le voy a escribir para decirle que no vamos.
Me sorprendía que ni me preguntaba el por qué de mi drástico cambio de opinión. Se deshizo de su libro y cogió su móvil para escribirle.
Cuando esperaba que escribiera una frase y volviera dejar el móvil en su mesilla lo que ocurrió fue que escribía una frase tras otra. Sin parar. Y no es que se apartase descaradamente para que yo no viera lo que se escribían... pero sí sutilmente.
Pensaba que Edu le estaría preguntando el por qué de esa anulación de los planes, pero cuando ya pasaron más de cinco minutos supe que ya llevarían bastante tiempo hablando de otras cosas.
Me levanté para ir a lavarme los dientes. La dejé allí, escribiéndose con él... y comencé a sentir un morbo impresionante... Cuando salí del cuarto de baño ya iba con una erección más que importante. Entré en el dormitorio y María, solo iluminada por la luz de la mesilla, seguía escribiendo recostada contra el cabecero de la cama, con las piernas flexionadas... dejando ver unas bragas negras, un pelo alborotado y unas tetas tan colosales que parecía que se le salían del camisón, pero la coronación de su imagen era como sus pezones transparentaban la seda rosa del camisón.
La miré a los ojos. Me miró. Era cierto que hacía calor por el mero hecho de ser agosto, pero sus mejillas denotaban una temperatura superior. Me quité el calzoncillo y ella seguía escribiéndose...
Me puse a los pies de la cama y ella recogió su camisón hasta la cintura... como diciéndome lo que tenía que hacer... me acerqué a ella y comencé a besar sus muslos... que estaban ardiendo.
Mis besos fueron de sus piernas a sus bragas, posando allí varios besos y ella no dejaba de teclear y de ponerse colorada. Saqué mi lengua y palpé sus labios sobre la tela, que se hinchaban por momentos, ella comenzó a respirar más agitadamente y seguía sin parar de escribir. No había que ser muy listo para saber que aquello que se decían tenía un componente picante o quién sabe si no algo más fuerte.
-¿Qué os escribís? -le susurré sin poder resistirme ya.
Ella, sin responder, dejó el móvil sobre la cama y se quitó las bragas. Ante mí apareció aquella preciosidad oscura, con el vello recortado, y con un olor tan intenso que olía perfectamente a los veinte o treinta centímetros a los que se encontraba mi cara de su coño. Pasé un dedo por el medio, dividiendo su coño en dos y ella se estremeció. Saqué mi lengua al tiempo que ella se bajaba los tirantes del camisón y liberaba sus tetas enormes. Cuando su móvil se iluminó y ella se apresuró a cogerlo y leer. Fue leerlo y yo lamer, y su espalda se arqueó y emitió un gemido tan sentido que mi polla pegó un respingo solo por su sonido. Un segundo lametazo, otro arqueo de su espalda, otro gemido, más olor a coño en mi cara y ella agarró su móvil con fuerza, disponiéndose a responderle.
Mis manos fueron a sus tetas, y su mano izquierda a mi cabeza, mientras con la derecha intentaba teclear, pero me daba la sensación de que Edu escribía más que ella, y, sin duda, a María le gustaba lo que leía de aquel cabrón. Comencé a sentir como su coño se deshacía a cada mensaje que le entraba. Era increíble como cada vez que leía a mi lengua le era más fácil llegar a lo más profundo de ella. Le estuve comiendo el coño como diez minutos sin parar. Primero con la lengua, después con la lengua y un dedo, y después con la lengua y dos dedos... y ella permanentemente pendiente del móvil, escribiendo a veces y leyendo casi siempre. Sentía sus muslos temblar y mis labios encharcarse de todo lo que ella soltaba, aquel olor me embriagaba y yo quería saber a la vez que no quería saber lo que se escribían. Comencé a excitarme tanto que comencé a pajearme mientras le lamía de abajo arriba sin parar.
Pero no esperaba lo que vino después. Justo cuando yo creía que ella estaba a punto de correrse, y también lo estaba yo, me pidió que parase. Yo retiré mi cara sin dejar de pajearme, y ella cogió el móvil con sus dos manos para teclear rápido algunas frases. Después una de sus manos fue a su coño y comenzó a acabar la faena que yo había empezado. La pantalla de su móvil se apagó un instante para encenderse otra vez, ella leyó, su mano aceleró sobre su clítoris, cerró los ojos, yo aceleré mi paja, ella frotó con maestría pero brutalidad su coño, su torso pegó un espasmo brusco, su boca se abrió sus ojos cerraron, gimió un ¡¡ahh, ahhh!! rapidísimo... y comenzó a estallar en un orgasmo intensísimo, abriendo y cerrando sus piernas y dejando caer su móvil... yo al verla así, con las tetas hinchadísimas y sus pezones increíblemente enormes... su cara, su gemido... comencé a eyacular sobre la cama sin importarme como iba manchando sin parar todas las sábanas...
No sé quién acabó antes el orgasmo, pero si recuerdo como su pantalla no se apagaba y yo me retiré hasta ponerme de pie. María recobró la compostura y, para mi sorpresa, se puso de lado, como dándome medio la espalda, y le dio la vuelta al móvil, sin leer nada.
Fui al cuarto de baño y me metí en la ducha y no sabía si estar feliz por haber entrado María al juego totalmente o si estaba atemorizado porque ella sintiera algo por él.
Escuchaba a María ir del cuarto de baño al dormitorio mientras me duchaba, quizás cambiando las sábanas... también escuchaba el grifo, quizás aseándose, hasta que salí de cuarto de baño y me apoyé en el lavabo.
Sentí a María inmediatamente detrás de mi, que me abrazó desnuda, y me dijo seria:
-Solo nos hemos escrito chorradas.
-Bueno, ya has visto que no te he preguntado más.
-Solo han sido chorradas. Pero ha sido una gilipollez.
Me giré hacia ella y la besé en los labios mientras le acariciaba la cara:
-Solo júrame que si hacéis algo me lo dices... o me lo cuentas antes...
-Estás loco. No voy a hacer nada con él. Fue una chorrada. No tenía que haber pasado.
-No sé María...
-No sabes qué...
-Que no sé lo que quiero.
-Yo sí que lo sé. Pasamos del tema del todo. Se acabó. Hemos ido demasiado lejos. Se te ha ido de las manos a ti al principio y a mí ahora.
Nos besamos en la mejillas y nos dimos picos en los labios, siempre sin dejar de abrazarnos, allí, de pie, en el medio del cuarto de baño, durante varios minutos.
-¿Puedo leer lo que os habéis escrito? -dije, y hasta me sorprendí de haberlo dicho.
-Lo he borrado al momento.
-¿Y eso?
-Porque... me da vergüenza, porque fueron chorradas, pero chorradas que no tendrían que haber pasado.
-¿Y os traéis más chorradas entre manos?
-¿Cómo? No te entiendo.
A partir de ese momento comencé a preguntarle de todas las maneras posibles pero sin descubrirme, sobre si tenían alguna tontería, si al igual que se habían escrito cosas esa noche si tenían algún juego, algo que implicara morbo... yo obviamente intentaba llegar al tema de los bikinis hasta que salió. María me dijo que de un tiempo a esta parte él le había dejado caer que ropa le quedaba mejor y qué bikinis... y que un día, medio en broma medio en serio, le había cumplido aquella especie de capricho. Le insistí en si era algo tan inocente como eso y me juró que sí.
Nos acostamos, abrazados, y yo la sentía avergonzada por lo sucedido y tan superada como yo.
Como no podía ser de otra manera, a la mañana siguiente, estando yo en el trabajo, Edu me escribió:
-¿TE HAS CAGADO SO CABRÓN? Pues que sepas que ME LA VOY A FOLLAR IGUAL, vengáis a casa o no, QUIERAS O NO, ESTÉS TÚ DELANTE O NO. Joder, ayer le mandé una FOTO DE MI POLLA Y NO VEAS SU RESPUESTA!!!

Continuara

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