Mi timidez y mis tías 12

Los días agitados de los exámenes fueron pasando, yo estuve muy ocupado tratando de sacar buenas notas, como siempre soy muy responsable y quería que el sacrificio de mi madre trabajando lejos de casa y mis tíos acogiéndome en la suya no fueran en vano, mi tía me dejaba que me concentrara y la mayor parte del tiempo estaba en mi habitación con los codos clavados en la mesa, de vez en cuando Ana me traía algún café o algo para merendar, en esos minutos de descanso me dejaba ver cómo le crecía la tripita y ponía el oído pegado a ella esperando oír a mi primo Manuel, muchas veces le levantaba el suéter y le acariciaba las tetas que iban aumentando por días su tamaño, ella cariñosamente me daba un beso y se marchaba, aunque me dejaba con la polla dura bajo los pantalones.
Cuando ya recogí la última nota me crucé con Emi, la chica estaba también contenta, había aprobado todo, no con tan buenas notas como yo, pero pasaba el curso holgadamente, me dijo que su madre le preguntaba muchos días por mí y que ella también echaba de menos el día de playa que habíamos tenido en familia.
Una mañana a punto de irme a casa me crucé con Tere mi profesora, le agradecí la nota tan buena que me había puesto, pero me aseguró de que no había influido para nada nuestros encuentros, que me lo había ganado a pulso, pero que si me hubiera puntuado en la cama me habría dado “cum laude”, nos reímos de la ocurrencia y más seriamente me confesó que me añoraba todas las noches en su cama y esperaba al próximo curso para continuar el repaso de temas en su casa.
Cuando ya lo tenía todo resuelto le llamé a mi madre, le pregunté si era buena idea el ir al pueblo con ella unos días por vacaciones, lógicamente me dijo que estaría encantada y yo me organicé para ir unos días.
Se lo dije a mis tíos, les pareció perfecto, aunque me confesaron que se sentirían un poco solos, les prometí que vendría a visitarlos de vez en cuando.
Jorge había pedido unos días también de vacaciones por lo que Ana no estaría sola, de todas maneras me ofrecí a venir a acompañarla si tuviera que marchar de improvisto.
Cogí lo más imprescindible y con mi trole subí al tren, en esos días los vagones iban llenos, yo tuve suerte y me senté al lado de la ventanilla, a mi lado una señora y frente a nosotros una serie de asientos abarrotados, hasta en los pasillos iba la gente de pié, yo esperaba que según pasaban las estaciones se iría descongestionando, como luego ya pasó.
La señora de al lado era de una edad mediana, no le presté mucha atención, era una señora que parecía que había venido a alguna gestión a la capital y volvía de regreso a casa, pues no llevaba equipaje sino un bolso de mano, en el vagón el aire acondicionado no podía compensar el calor que entraba por las ventanas ni el de los viajeros, por lo que la señora sacó un abanico del bolso y empezó a hacerse aire, de vez en cuando el verme sudoroso me dirigía a mí el aire, quizá por eso me fijé más en ella, la verdad no era muy guapa, pero tenía un punto atractivo, los ojos oscuros, la piel morena y el cabello que le caía sobre los hombros en una melena larga, vez por eso no me había fijado en que llevaba una camisa blanca sin mangas y abotonada hasta casi el cuello, lo que más me llamó la atención eran sus labios carnosos, los llevaba pintados de carmín rojo brillante que los hacía destacar más aún, y sus piernas aun enfundadas en una falda por debajo de la rodilla se adivinaban torneadas y duras, me pareció que tendría sobre los 40 años, y vestía con mucho gusto
El tren avanzaba despacio, había multitud de paradas de cercanías, la gente se renovaba.
Tras una parada, al momento de arrancar el tren noté que la señora se apretaba contra mí, me acerqué más contra la ventanilla para que fuera más cómoda, pero ella seguía acercándose en mi hombro, me daba apuro quejarme, pero ya estaba yo bastante inclinado y se lo iba a decir, ella me miró con cara de preocupación, me extrañé y con los ojos me señaló al otro lado de ella.
Entre el gentío había un hombre de bastante edad, sujeto a la barra pasamanos, con los vaivenes del vagón se arrimaba a la señora, me fui fijando y poco a poco se pegaba a su hombro, llevaba un chándal con el pantalón atado con un cordón y bajo de él se notaba el bulto inequívoco de su polla, haciéndose el remolón le rozaba el paquete con su brazo, ella huía y se venía hacia mí, con los ojos me pedía que la ayudara, yo miré a la cara del viejo pero él se hacía el despistado mirando hacia otra parte, claramente se distinguía el glande bajo la tela del chándal, la mujer no quería dar el escándalo en el tren y callaba a duras penas, incluso cuando el hombre con un periódico en una mano ocultó la otra que fue pasando por el hombro de la chica, ella me miraba asustada mientas los dedos iban bajando hacia las solapas de la camisa, tengo que reconocer la habilidad de los dedos del abusón, pues con solo tocar los botones los abrió y dejó al aire medio sujetador.
La chica apretaba su mano en mi rodilla sin dejar de mirarme, yo no sabía qué hacer, quizá inocentemente pensaba que se detendría allí, pero cuando le cupo la mano entre los botones de la camisa, la metió sin dudarlo y le bajó el tirante del sujetador, fue un movimiento rápido, sin duda tenía mucha práctica, pues cuando sacó la mano llevaba en ella la teta de la mujer, le había bajado la copa del sujetador y con la palma de la mano le había recogido la teta entera, con los dedos presionando el pezón la sacó fuera de la camisa, ella dio un estremecimiento, yo no sabía bien si era de vergüenza o temor, pero me indicó con la mirada a su hombro, en el pantalón del hombre se veía una mancha que se extendía como el aceite, mojaba la tela y el hombro de la chica, pronto brillaba el hombro y le goteaba hacia el codo.
No pude aguantar más, me levanté con la intención de sacarlo de allí y avergonzarlo delante de todos, pero con agilidad se separó y aprovechando que las puertas se abrían saltó al andén de la estación.
La señora se estaba limpiando la mancha del brazo con un pañuelo de papel cuando volví a mi asiento, curiosamente nadie se había percatado del caso, por lo que la mujer se serenó pronto, me agradeció mi ayuda, aunque no se pudo llamar así, pero volvió a sacar el abanico y a darse aire.
Por el aire se dio cuenta de que aún tenía la teta fuera de la camisa, con el sofoco se ocupo solo de limpiarse la mancha de semen del hombre en el brazo y con el calor del vagón no se percató de la teta suelta, la miró y vio que tenía el pezón todo rojo del apretón que le había dado el viejo, me lo enseñó le dije que lo lamentaba, mientras ella se ponía un poco de saliva en el pezón y se lo arreglaba dentro del sujetador, yo no le dije nada pero era un pezón precioso, oscuro con la areola grande como a mí me gustan.
Cuando el megáfono anunció mi estación me despedí al levantarme del asiento, pero ella me dijo que también se apeaba allí, nos saludamos y cada uno salimos por una puerta de la estación.
Cuando llegué a la calle del restaurante de mi tía Julia cruce a la acera de enfrente adrede para admirar la fachada remozada, un gran rótulo fluorescente ocupaba toda la fachada con la ampliación reciente, sin duda era el mejor del pueblo.
Entré y un barullo de gente ocupaba todas las mesas de la parte más popular, trabajadores de los diversos polígonos industriales y personas de paso, ahora era más amplia la sala y había más mesas, en un lateral se abría otro local más lujoso que se perdía hacia dentro, este era el de más categoría con mesas y sillas vestidas y adornadas con flores.
En la barra la espalda de mi madre, ocupaba la máquina de café inquieta, a simple vista vi que había más personal de servicio, a lo lejos en el comedor estaba mi tía sirviendo a los comensales más importantes.
Dejé el maletín en un rincón y pasando detrás de la barra cogí a mi madre de la cintura y al volverse le di un beso en la mejilla, ella consiguió que fuera en la comisura de los labios.
Me sonrió y volvió a los cafés, yo le preparé una fila de platillos con las cucharitas y los azucarillos para ir sirviendo más rápido, los camareros me lo agradecieron.
Cuando se acercó mi tía Julia a la barra me dio dos besos apretándome contra ella, lo noté enseguida, seguía con su costumbre de no llevar sujetador, lo cierto es que no lo necesitaba para nada.
Cuando ya fue bajando la faena mi tía vino con nosotros, me cogió de la mano y emocionada me enseñó los cambios, todo era totalmente nuevo,
El mobiliario, las puertas, las cortinas, toda la decoración, sin duda se había gastado mucho dinero, pero no tardaría en recuperarlo con creces, era el mejor de los pueblos de la comarca.
Me contó que había tenido que contratar más camareros, había dos chicas y un chico más, al poco llegó mi prima, venía de ingresar dinero en el banco, tenía una cara alegre y estaba preciosa, vestía en su estilo, muy “pija” pero según me susurró mi madre ahora colaboraba mucho en el trabajo.
Me quedé con ellas cuando se pusieron a comer todo el personal junto, montaron una mesa larga entre todos, salieron la cocinera y la ayudante, el camarero, las camareras y nosotros cuatro, nos servimos entre todos la comida, nos tratábamos como una familia, mi tía antes de comenzar se levantó y me fue presentando a los nuevos, al lado de mi tía estaba mi madre y al otro lado el camarero nuevo, se llamaba Ricardo, me gustó desde el principio, era un tipo con treinta y tantos años, moreno, muy bien peinado, ojos grandes y la sonrisa fácil, me estrechó la mano de una manera que me pareció muy sincera, a su lado la cocinera, una señora un poco mayor y con unos kilitos de más, su ayudante una chica bajita y bonachona, frente a mí una camarera nueva, se llamaba Raquel, ya me había llamado la atención, pues la primera vez que me fijé en ella la vi de espaldas, era muy delgada, y de semblante muy tímido, con una melenita rubia, la espalda bastante estrecha y aunque tenía la cintura estrecha tenía pocas caderas y no mucho culo, lo cierto es que como llevaban uniforme todo negro, pantalón y camisa, no aparentaba gran cosa, de frente me sorprendió la cantidad de tetas que parecía tener, o al no estar yo muy acostumbrado me parecían más grandes, la otra camarera ya la conocía, se llamaba Lourdes, era morenita y muy vivaz, su compañera Encarna era más alta y con un tipo muy bonito, pelo largo y recogido. Mi prima estaba a mi derecha iba maquillada, muy arreglada y comía muy delicadamente.
Tras un rato de silencio todos comimos con mucho apetito, la cocinera era muy buena y mi tía le había encargado que nos preparara igual comida que a los clientes, luego ya más saciados, empezaron los comentarios del trabajo y al final las bromas entre ellos, yo estaba contento pues a pesar de no ser de la empresa me acogieron muy bien.
Cuando subimos por la noche mi madre y yo, todavía no se había terminado del todo el servicio, pero como siempre era mi tía la que se encargaba de atender a los clientes más importantes.
Mi madre me fue contando las novedades, al entrar en su habitación me dijo que mi tía me había reservado la habitación del piso de arriba pero cuando contrataron a Ricardo como era de fuera y no tenía familia se la amueblo un poco y se instaló con un alquiler simbólico.
Ricardo era un chico muy atractivo, con una buena planta, muy simpático, de aspecto muy varonil y profesionalmente muy eficaz, en un principio Julia lo contrató para servir las mesas del bar, pero pronto se lo llevó con ella y servía en el restaurante.
Me contó el cambio que había dado mi prima, ya se había integrado en el trabajo y aunque hacía unas labores más especificas por lo menos se ganaba el sueldo, también apoyaba a su madre en el comedor.
Clara me preguntó por mi tía Ana, le comenté que ya tenía una barriguita bastante prominente, también le comenté que su otra hermana Cris también había venido a verla, no le di más detalles, me dijo que Julia quería ir a verla en un hueco que tuviera en el trabajo.
Le pregunté por Thor, mi perro, tenía muchas ganas de verlo, me contó que se lo habían dejado a una señora mayor, que vivía por el vecindario, y que no tardaría en verlo pasar, todos los días lo sacaba a pasear.
Mi madre me dijo que me diera una ducha, el día había sido caluroso y en el bar se trabajaba mucho, mientras ella fue sacando mi ropa del maletín y guardándolo en su armario, cuando volví salió ella, se dio una ducha rápida, todavía tenía el pelo mojado cuando entró en la habitación, yo la esperaba en su cama, bueno… había juntado la de ella y la mía, se abrió la toalla y se tumbó a mi lado, su piel estaba fresca, olía a flores silvestres y estaba todavía húmeda, ya no me contó mas chismes del trabajo, simplemente buscó mi boca y me besó abriendo mis labios y mordiendo el inferior no paró hasta buscarme la lengua y entrelazarla con la suya, estaba sobre mi pecho, sus manos me sujetaban la cara para no perderse en ella y su respiración era agitada, lo notaba por su aliento y por los latidos de sus corazón que martilleaba sus tetas sobre las mías.
Pasó una pierna sobre mi y siguió besándome, yo notaba su cuerpo pegado al mío, sus piernas aprisionando mis caderas y su sexo apretando al mío, mi polla me llegaba casi al ombligo y ella la recorría abrazándola con sus labios, el clítoris lo sentía sobre mis venas hinchadas, me susurró…
-       Manu no te corras, por dios, quiero que lo hagamos juntos.
La experiencia de mi madre obró el milagro, notando en su coño las sensaciones de mi polla aflojaba o aceleraba según mis palpitaciones, yo la miraba y ella con los ojos cerrados se concentraba gimiendo, levantó un poco sus caderas y provocó que mi polla entrara en ella, casi no noté la diferencia, estaba tan mojada y caliente por dentro cómo por fuera, pero ella sí, dio un profundo suspiro y después de varias galopadas me dio luz verde…
-       Ya, ahora, ya me viene, puedes correrte dentro si quieres, no hay peligro, lléname de leche caliente, yaaaa! no me dejes sola corriéndome.
Me corrí, como me había ordenado, fue una delicia notar su cuerpo serpentear sobre el mío, sus sacudidas provocaban que mi polla se hundiera todavía más en ella, no paró hasta que mi pene se fue aflojando, su coño manaba leche y jugos en abundancia, dejó caer su cabeza al lado de la mía, nos dormimos casi al instante cruzados entre las dos camas, cuando amanecía ya nos habíamos separado, mi madre sin hacer ruido separó las camas y me tapó con la sabana, ella se ducho y cuando volvió a la habitación yo le estaba esperando sobre la cama, mi polla apuntando al techo, solo le dije…
-       Clara, me muero por desayunar tu coño.
Me miró amorosamente y se horcajo sobre mi cara, sus muslos alrededor de mi cabeza, fue bajando hasta que mi boca quedó pegada a sus labios, mi lengua recorrió toda su raja, el aroma a flores que traía de la ducha fue cambiando a flujo vaginal, el olor a mujer caliente me excitaba al máximo, ella veía como mi polla se balanceaba como la batuta de un director de orquesta, no quiso dejarme abandonado a mi suerte y se inclino sobre mí, aunque mi lengua no alcanzaba ya su culo, seguí con el clítoris y los labios hinchados, mi polla ya tenía dueña, su boca la había hecho suya, , la lamía hasta mojarla de saliva para luego tragarla hasta la garganta, cuando me iba acorrer no le avise, Clara creo que sí que se daría cuenta, pero siguió sin parar, con mis primeras andanadas de leche se atragantó hasta salirle por la nariz, pero no se interrumpió, siguió tragando semen según le iba inundando mientras yo le mordisqueaba el clítoris, mis últimos espasmos coincidieron con los primeros latigazos de su orgasmo, me abrace a sus nalgas para evitar que escapara y en el máximo de frenesí cayó casi desfallecida entre mi polla y mi pierna, su cara empapa de leche descansaba sobre mis huevos vacios, unos minutos más tarde se incorporó y mirando el reloj salió volando otra vez al baño donde se ducho y volvió a la habitación, con el uniforme puesto se bajó a empezar el día.
Cuando salí eran más de las diez de la mañana, tenía un hambre atroz y después de darme una ducha fugaz me fui para bajo a almorzar.
Al pasar por la habitación de mi prima tenía la puerta abierta, ya casi estaba arreglada para bajar también, me vio y me llamó.
-       Primo espera, solo quería saludarte y darte la bienvenida, no había tenido ocasión de hacerlo.
Ya tenía los labios pintados y además de rojo vivo, pero el beso que me dio en la boca me los calcó del mismo color, se me pegó como una segunda piel y palpándome el paquete me dijo…
-       Manu no creas que me he olvidado de ti y de tu “amigo”, te tengo muchas ganas atrasadas, anda ve y quítate el carmín de la boca o en el bar van a sospechar algo, jajaja.
Tuve que volver a mi habitación y buscar alguna toallita húmeda de mi madre, cuando salí mis labios ya era de color normal pero estaban hinchados de tanto frotar.
Me disponía a almorzar tranquilo, pero las mesas estaban todas llenas, me puse en la barra pero Raquel me dijo que si la podía ayudar a servir, ella me decía donde iba cada plato y yo los repartía, en todas la mesa habían cuatro personas o más, se apiñaban entre ellos, se gastaban bromas, uno de ellos al parecer el más gracioso me puso la mano en el hombro cuando le estaba dejando el plato en la mesa.
-       Manu, te voy a pedir un favor especial, te agradecería que dejaras que a nosotros nos sirviera Raquel, te importa?
No lo acabé de comprender y me excusé…
-       Lo siento, sé que soy novato del todo, pero solo era por ayudar.
-       Sí, eso está bien, no es por ti, es por ella.
Me indicó que mirara a la mesa de al lado donde en ese momento estaba Raquel repartiendo los cafés, lo comprendí enseguida, por el escote abierto de la camisa de la chica se le veían colgar un par de tetas que se perdían en el abismo del canalillo, me puse rojo y los cuatro chicos se pusieron a reír, Raquel nos miró y siguió con lo que estaba haciendo.
Cuando se marcharon, Raquel me preguntó que había pasado con aquellos clientes, le dije que se habían burlado de mí porque había equivocado los platos, nada más, ella pareció creerlo aunque no le gustó.
Casi cuando ya había bajado la marea de almuerzos me senté en una mesa al lado de la ventana, estaba con mi bocadillo cuando por la acera de enfrente vi pasar a una señora con un carrito de la compra lleno, en la otra mano llevaba a un perro, lo habría reconocido entre mil, salte a la calle y grité.
-       Thor, Thor, soy yo, Manu.
El perro se volvió y dio un tirón a la correa que lo sujetaba al carrito, esté se escurrió de las manos de la señora y casi le hace caer, el perro cruzó la calle sin mirar y saltando casi me hace caer hacia atrás, me lamió la cara con su lengua y su hocico húmedo, a la vez que me ladraba cariñosamente, cuando dejé de acariciarlo volví con el perro al lado de la señora, le pedí excusas y me di a conocer.
-       Hola, soy Manu, el hijo de Clara, la chica del restaurante, el sobrino de Julia, perdone pero Thor es mi perro, bueno lo era hasta que me quedé solo.
-       Ah! Ya sé quién eres, bueno tu perro sigue siendo tuyo, yo solo lo cuido y él me cuida a mí, me alegro de conocerte, me llamo Encarna.
-       Casi le tira al suelo, es que va muy cargada.
-       Si ya lo sé, pero ocurre que tenía que haber venido mi hija para ayudarme, pero se ha retrasado.
-       Si quiere le acompaño y le ayudo con el carrito.
-       Pues… gracias, pero la verdad me harías un favor, vivo aquí cerca.
Lentamente, acomodando el paso de la señora fuimos hacia su casa, Thor se enredaba entre mis piernas haciéndome zalamerías, estaba muy contento de volverme a ver, yo también lo estaba.
La casa de la señora estaba muy cerca, pero para subir al ascensor había un tramo de escalera, le subí el carro y me disponía a volver cuando me invitó…
-       Sube a casa y de paso te invito a un refresco y puedes estar un rato con tu perro.
-       Me encantó la idea de jugar con Thor un rato, en el restaurante no había mucho que hacer a estas horas.
Cuando estábamos un rato en casa de la señora Encarna, se oyó la puerta de la casa, unos pasos acelerados y desde el pasillo…
-       Ya estoy aquí mamá, perdona que me haya retrasado.
-       Pasa hija, tenemos un invitado.
-       Al volverme me pareció una alucinación, a ella también le ocurrió lo mismo, nos quedamos sorprendidos, la señora Encarna dijo…
-       Que ya os conocéis?
-       Pues nos hemos conocido en el tren, aunque no sabemos ni nuestros nombres, dijo ella.
-       Es cierto, es imperdonable, le contesté.
Me levante de un salto y me presenté.
-       Hola, me llamo Manu.
-       Hola, me llamo Elvira.
La señora Encarna le contó cómo nos habíamos conocido a través del perro y después de sacar la compra dijo que estaba cansada del susto y quería tumbarse un poco.
Me levanté y me dispuse a irme, Elvira me cogió del brazo y me dijo, no, espera un poco, voy a acostar a mi madre y charlamos un rato.
Cuando se reunió conmigo en el salón me pidió disculpas por no haberme agradecido mi gesto “caballeroso” y no haberse presentado debidamente, yo a la vez también reconocí que salimos demasiado deprisa de la estación, el caso es que al final estuvimos rememorando el episodio de una forma más relajada, incluso como una anécdota.
Me contó que no vivía muy lejos y que era modista, de hecho venía de la ciudad de entregar un vestido que le habían encargado, yo le conté que estaba estudiando y que ahora disfrutaba de unos días de vacaciones con mi familia.
Me explicó que se iba ganando la vida cosiendo, aunque con la crisis todo el mundo se compraba la ropa de confección, pero ella tenía una clientela bastante buena que le permitía subsistir bien, de momento recordó que tenía que hacer un apaño que le había encargado su hija, sacó del bolso un paquete y una carterita con los utensilios de coser, yo quise irme y dejarla tranquila con su tarea pero ella parecía que no acostumbraba tener muchas ocasiones de charlar y me insistió para que me quedara un rato más. Acaricié a Thor y se acostó a mi lado.
Me contó mientras abría el paquete que su hija se había comprado por internet un bikini que le gustaba mucho, pues se lo había visto a una famosa en una revista…
-       Hay que ver como son las jóvenes, esto no se puede comprar sin verlo antes, ahora el trabajo es para las madres y menos mal que yo coso, que si no!
Ella iba hablando casi para sí mientras desenvolvía la prenda, me la enseño y me preguntó con dudas qué me parecía.
En verdad era un bikini muy bonito, blanco y de buena calidad, la madre moviendo la cabeza seguía protestando por la compra, yo no lo entendía y le dije que me parecía muy bonito y que era muy de moda, pero ella me explicó el verdadero problema…
-       Si, bonito sí que es y tengo que reconocer que de buena marca y de calidad, es una buena compra, pero mi hija no ha tenido en cuenta una cosa…
Me extendió el sujetador delante de mis ojos y me dijo…
-       Fíjate, ves? En esto no había pensado.
Yo me quede igual, para mí todo estaba correcto, pero ella poniendo la mano en una copa me dijo…
-       Aún no te has dado cuenta?
-       Pues… lo siento Elvira pero lo veo bien.
-       Pues mejor lo verías después de mojárselo, se le trasparentaría todo el pezón!
-       Ah! Pues yo no habría pensado nunca, y que va a hacer?
-       Pues le voy a poner un forro por dentro.
Sin más explicaciones con mucha maestría sacó un trozo de tela blanca y le hizo un forro y lo hilvanó, cuando lo tuvo en una copa me pidió mi parecer…
-       Ves la diferencia? Ahora está mejor.
Yo debí hacer cara de bobo, por lo que un poco impaciente se despasó la camisa y volviéndose de espaldas se soltó el sujetador y se puso el bikini, luego se volvió hacia mí.
-       Qué tal lo ves ahora?
A mi sinceramente me parecían igual, lo que si me fijé que aunque tenía una talla bastante aceptable el bikini le venía grande, por mi cara se dio cuenta…
-       Bueno no te fijes mucho como me queda, mi hija tiene alguna talla más que yo, aunque ya has visto en el tren que no las tengo pequeñas, verdad?
-       Pues… la verdad es que con la tensión del momento no me fijé - le mentí.
-       Pues mira la diferencia,
Se mojó un dedo con saliva y se lo puso en la copa que no tenía el forro aún, mi cara lo dijo todo…
-       Ahora sí que lo has visto claro, verdad?
Tenía marcado todo el circulo del pezón moreno y con la saliva se le había salido escandalosamente...
-       Bueno ya veo que si, a otro no se lo habría demostrado, pero contigo hay confianza y como ya me lo habías visto…
Si me ayudas me lo ajustaré bien.
Yo ya me anime, le pregunté que tenía que hacer y Elvira me dijo que sostuviera las cintas que se anudaban al cuello, ella lo abrocho a la espalda y quedó con las dos manos libres para colocarse los forros en su sitio, se estuvo colocando de diferentes maneras, pero cuando se colocaba uno, el otro se salía del sitio, al fin me pidió que le sujetara uno mientas ella aseguraba el gemelo, con una mano sujetaba las cintas del cuello y con la otra la copa con el forro, en un movimiento brusco que hizo al agacharse, se me soltaron las cintas del cuello y la copa se me cayó dejándome la teta en la palma de la mano, la sorpresa fue para los dos, pero yo no la quité, estuve sosteniéndola como sopesándola esperando sus ordenes, ella mientras estaba ocupada con el otro forro que se resistía, en mi mano notaba como el pezón se iba endureciendo, Elvira aunque un poco mayor que mi madre tenía unas tetas que aunque un poco caídas por la gravedad, seguían duras y suaves, el pezón seguía progresando y llegó a incrustarse entre dos de mis dedos, lo presioné un poco y ella suspiró levemente, volví a apretarlo un poco y dejó lo que estaba haciendo, se me quedó mirando fijamente y cogiéndome la otra mano me dijo…
-       Manu, el otro pezón reclama tus caricias también.
Me puso mi mano sobre su teta ya sin el bikini, con las dos en las manos solo me dijo con voz grave y excitada…
-       Por favor cómemelos, hace mucho que no me lo hacen.
Los levanté y con la boca abierta los fui abarcando, los absorbía y con la lengua los agitaba haciendo que salieran cada vez más, ella estaba quieta frente a mí, saboreando el momento con los ojos cerrados, solo los abrió cuando llamaron al timbre de la puerta, yo solté las tetas que tenían en la boca y en la mano y ella buscó su sujetador y en un abrir y cerrar los ojos se había puesto la camisa.
Desde la habitación de su madre se oyó…
-       Elvira, abre, debe ser tu hija.
Salió corriendo hacia la puerta, y cuando abrió se oyó la voz de una chica joven que saludaba.
Cuando entró donde yo estaba me quedé sorprendido y ella también, a coro dijimos…
-       Hola! Que haces tú aquí?
La chica que había entrado y por supuesto la hija de Elvira era Raquel, la camarera de mi tía Julia, su cara no salía de su asombro, yo reaccioné antes y me fije más en ella, vestida de calle no parecía la misma, era más alta y con su delgadez se notaban mucho más los pechos que llevaba ceñidos en un suéter de pico, el pantalón le sacaba un poco más de culo que el del trabajo y la melena rubia le hacía un conjunto muy atractivo.
Nos explicamos mutuamente la casualidad de encontrarnos y una vez aclarado todo, ella dijo…
Bueno mamá me voy a duchar porque huelo a todas las comidas del menú.
Desapareció como un ensalmo, su madre aún se arregló un poco las tetas dentro de su sujetador, aún se le notaban bastante los dos pezones aprisionados.
Elvira le llamó a la puerta del baño y le dijo algo…
-       Raquel, te estoy arreglando el bikini que te has comprado, vaya desastre, ven que te lo pruebe ahora que has venido.
Raquel al rato salió envuelta hasta el cuello con una bata de baño, su madre le enseño la solución que le estaba dando y a ella no le pareció del todo mala pero tenía sus dudas, volvió al baño y se puso el sujetador que le dio su madre, cuando volvió solo se abrió la bata un poco, lo justo para ver cómo le quedaba, su madre le dijo…
-       Hija así no puedo ver el efecto, no tengas vergüenza que en la playa enseñáis más.
Le hizo bajarse hasta la cintura la bata y pude ver en toda su grandeza el bikini blanco, esta vez lleno de las exuberantes tetas de Raquel, ahora si se llenaba la prenda, incluso se le salían algo por las sisas y por debajo, ella hacía lo imposible para meter la carne dura pero se salía por arriba, estuvo peleando con ellas hasta que se igualaron, yo procuraba no mirar descaradamente, pero Elvira me hizo opinar, con la experiencia vivida hacía un rato le hice la observación experta de que habría que ver la diferencia una vez mojado.
Elvira me miró, había entendido muy bien mi insinuación, en un vaso con agua que había en la mesa metió dos dedos y los pasó por la copa del bikini sin forro, Raquel se estremeció y ante mí se produjo el milagro, el blanco inmaculado se volvió en un circulo negro, más que el de su madre y el pezón empezó a emerger desafiante, su madre me dijo cogiéndole el pezón a Raquel…
-       Ves Manu? Este es el problema, cuando salga del agua se le va a notar todo.
-       Bueno, personalmente no me parece tan mal.
-       No ves que contraste con el blanco?
Diciendo esto aún le apretaba más el pezón a Raquel, aquella protestaba…
-       Mamá, por favor!
-       Bueno, decidido, te pongo el forro, no te parece Manu?
-       Creo que será lo mejor, pero es raro que siendo rubia tenga los pezones tan oscuros.
-       Es que en realidad en tan morena o más que yo, pero le gusta más ir de rubia. Vale Raquel, ya está claro, ah! Ya que estás aquí, pruébate la braguita no sea que tenga que retocarla también.
La chica con cara de resignación volvió al baño y salió con la bata puesta, su madre se la quitó, ya un poco harta.
-       Vamos a ver… esto está mejor, pero vas a tener el otro problema, me entiendes? El de siempre…
Raquel dio una pisada de fastidio en el suelo.
Yo estaba embobado admirando el tipazo de Raquel, con las dos prendas no sabía dónde dirigir la mirada, pero Elvira me sacó de dudas.
-       Mira Manu, tú que ves en la braguita de malo?
-       Pues así de momento… de malo, nada.
-       Sí, hombre, el problema aún es peor…
-       Bueno, si se refiere a la transparencia con el agua? Y si es tan morena…
-       Eso está claro, pero fíjate bien. Raquel separa un poco las piernas!
La chica un poco avergonzada, separó las piernas, su madre me señaló la marca que dejaban sus labios en la braguita, tenía un pubis muy hinchado, con unos labios muy carnosos y que le nacían desde muy arriba, estuve a punto de gritar “vaya coño!”, me contuve tragando saliva. Su madre me explicó…
-       El problema como ves es que tienes los labios muy prominentes, en eso tiene a quien parecerse, y siempre se le marcan en las prendas ceñidas, nunca ha podido ponerse legings ni mallas, desde que era muy chiquilla le tuve que depilar el pubis, porque con la mata de vello que tiene parecía que llevaba paquete, fíjate, va toda depilada.
Para demostrármelo le presionaba la pelvis y aún se marcaba más el coño como una segunda piel, Raquel mirando al techo le recriminaba…
-       Mamaaaa,
-       Y eso no es lo peor, agáchate hija, lo va a ver Manu y nos dirá que opina.
-       La chica se agachó volviéndose y mostrando las nalgas, sin ser grandiosas, estaban morenas y entre ellas se escondía la braguita, su madre le separó los cachetes y la braguita se seguía metiendo entre los labios del coño, a un lado se había quedado mal colocado el clítoris, su madre intentó esconderlo, pero no lo hizo bien y aún lo dejó peor, brillaba entre los mofletes del coño juvenil, yo agachado detrás de ella no me atrevía a levantarme, la polla se me había salido del slip y bajaba dura a lo largo de mi muslo.
-       Ale Raquel, ya puedes quitarte el bikini, ya sé lo que hay que hacer.
Esto lo dijo mirándome la polla que marcaba bajo mi pantalón, Raquel corrió al baño y salió ya vestida con otra ropa, estaba bonita, ahora me gustaba mucho más que antes.
-       Desde la habitación la señora encarna preguntó…
-       Habéis encontrado alguna solución?
-       De momento hemos visto los problemas, más adelante veremos las soluciones, dijo Elvira mirándome la polla.
Me despedí con una mano en el bolsillo sujetándome el bulto, Elvira me dio un abrazo, se pegó a mi literalmente, Raquel, me dio dos besos en la mejilla, con un hasta mañana, aun sin proponérselo me rozó con sus tetas, la erección me duró hasta el bar.
Continuará

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