Mi timidez y las mujeres de mi familia 38

Mi timidez y las mujeres de mi familia 38




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Mi  timidez y las mujeres de mi familia 37

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Mi timidez y mi responsabilidad guiaron mi juventud, hasta que mis tías, mi madre y mi prima y otras chicas me hicieron despertar, pero las circunstancias me abrieron los horizontes.







Ya había pasado un rato cuando vi que el sol se iba marchando, me levante a gatas y pasando sobre su cabeza besé sus labios, seguí bajando, sus tetas brillantes de semen me supieron a tarta de chocolate, su ombligo lleno de agua y sudor, un poco salado, pero cuando llegué a su coño, mi lengua tuvo que separar sus largos labios desde muy pronto, presionando a derecha e izquierda fui abriéndome paso, hasta dar con el clítoris, no era muy grande para el tamaño del coño pero, la piel la quité y apareció como una almendra pelada, Raquel ya había recibido sobre su cara a la polla que me colgaba, esperó que pasara sobre su frente y sus ojos, pero cuando ya llegaba a su nariz abrió la boca y esperó, ella sola entró, y se acomodó entre los labios de Raquel, levantó la cabeza lo justo para tragársela casi entera y aspiró, le entró lo que quedaba.


Mi lengua ya le había separado los labios menores, descubrieron la entrada de la vagina que yo ya había visto gracias a la gentileza de su madre, metí la lengua todo lo que pude, saboree los jugos que el agua no había podido sacar y aspiré.


Su culo no era grande pero lo suficiente para aferrarme  a sus nalgas y lamer hasta hacerla desfallecer, ella con sus manos me cogía los huevos y los amasaba, no lo pude resistir, me corrí sin esperarla, ella tosió, no podía tragar toda la leche que salía a torrente, y se separó la polla, sobre la cara cayeron varios chorros, luego se la volvió a tragar y me la limpio de leche.


Yo seguí comiéndole el coño, solo pudo que abrir las piernas para que metiera más y más lengua, se corrió y cerró las piernas de golpe atrapándome la cabeza, tuve que esperar a que cesaran sus espasmos para poder respirar bien.


Cuando me volví, ella solo me podía ver con un ojo, el otro lo llevaba cubierto de una cortina de semen.


Buscamos nuestras prendas diseminadas por la arena y nos las pusimos, al subir por la senda le iba dando cachetes en las nalgas, ella se reía intentando huir.


De la bolsa que había traído sacó dos bocadillos gigantes, unas cervezas y un termo con café, sobre las toallas estuvimos comiendo, el sol iba cayendo y ya no apetecía volver al agua, para servir el café se sentó sobre mis piernas, iba a abrir el termo cuando le dije…


-        Yo quiero un café con leche.


Le baje el sujetador y le saque una teta, puse el vasito bajo el pezón y apreté, ella se acercó a mí y me lo ofreció en la boca.


-        Es mejor que la saques directamente, chupa fuerte.


Le solté el sujetador por detrás, ya sin ataduras las dos tetas saltaron hacia mí las 
chupé hasta la saciedad, mi polla bajo el culo de Raquel la hacía elevarse, se levantó lo justo para abajarme el bañador y ladeando un poco el bikini se metió la polla.


-        Yo la quiero batida y con espuma, me dijo.


Me estuvo cabalgando, esta vez se corrió primero, casi se le derramó el café sobre mí, la tuve que sujetar, aguantó clavada hasta casi desfallecer, cuando me iba a correr yo la levante se la saque, ella se la metió en la boca, en esta ocasión la fue tragando según 
salía la leche, solo murmuró…


-        Está rica…


Sentada sobre mí, con la polla fláccida pero rodeada de sus largos labios sirvió el café, nos lo tomamos saboreándolo con deleite, cuando se bajó, mi polla brillaba de sus jugos.


Cuando volvimos, por el camino bacheado mis manos pasaron bajo el sujetador, sustituyéndolo, las tenía cogidas y las sujetaba mientras las amasaba, ella culeaba en el asiento notando mi polla dura entre sus nalgas.


Cuando llegamos a casa de su abuela, esperé en la calle mientras ella subía y se cambiaba de ropa, cuando bajó no parecía la misma, pero estaba igual de buena, subió a la moto y se fue dándome un beso al aire, yo volví a casa.


En mi casa no me preguntaron sobre la excursión, realmente solo estaban al corriente mi madre y posiblemente mi tía, aunque no descartaba que sería del dominio público, me sorprendí de que nadie me preguntara y menos a Raquel.


Quien menos me esperaba que se enterara fue la madre de Raquel, y fue por el dichoso bikini, por una pregunta sin importancia a la que Raquel contestó instintivamente.


-        Raquel, hija, cuando vas a probarte el bikini blanco? Llegará el día que lo necesites y entonces vendrán las prisas.


-        No hace falta, mamá me sienta muy bien, gracias.


-        Como lo sabes si aún no han abierto la piscina municipal?


-        Bueno… lo he estrenado en el río.


-        En el rio? Y con quien has ido?


-        Fui el otro día, le enseñé la poza a un chico.


-        Ah sí? Y que chico era, lo conozco?


-        Si, era Manu.


-        Manu? El chico que conocimos en casa de la abuela?


-        Si el mismo.


-        Y qué tal?, le gusto?


-        Si dijo que me sentaba muy bien.


-        Ya, pero me refería al rio.


Raquel se dio cuenta de que había hablado quizá más de lo necesario y eso que no conocía bien a su madre, esta se hizo la desentendida, pero tomo buena nota.


Con la excusa de darle un recado a su hija una mañana apareció Elvira, la madre de Raquel, estuvo hablando con mi tía, sin duda se conocían de tiempo, entonces a mi tía se le ocurrió que le vendría bien hacerse unos vestidos, a Elvira le pareció perfecto, incluso le prometió dejar los trabajos que tenía empezados y ponerse manos a la obra.


Un sábado se fueron mi madre y mi tía a la ciudad para ver telas para los vestidos, de paso le harían una visita a Ana, me ofrecí para atender la barra, pues ese día no trabajaba nadie en los polígonos industriales y la clientela era mínima, en el restaurante Ricardo sobraba para servir a los cliente ayudado por Lisa, Raquel y Encarna estaban al cuidado de las pocas mesas que se ocupaban, a Lourdes le dieron día libre, el día estuvo tranquilo, incluso más de lo normal, hasta el punto que las dos camareras se pasaron detrás de la barra conmigo para hablar, Encarna tenía ganas de provocarme después de la escena del cuarto de personal, en la estrechez del pasillo detrás de la barra, aprovechaba para rozarse conmigo, Raquel se reía al ver los apuros que pasaba yo esquivando las manos de Encarna buscando rozarme por todos sitios, llegó a agachándose un poco detrás de los grifos de la cerveza, subirse la camisa hasta dejar la parte de bajo del sujetador a la vista, yo procuraba evadirme como podía y la evitaba en lo posible, pero ella cada vez apretaba el cerco, con la excusa de que se había manchado, me hizo que le limpiara la mancha en la camisa precisamente sobre la teta, con polvos de talco primero y después que metiera la mano bajo el tejido y la cepillara.
Yo ya no sabía qué hacer para que me dejara en paz, y más delante de Raquel, pero fue ella quien me dio la solución al decidir que lo mejor era que me fuera con Encarna al cuarto y le quitara la mancha, ella se encargaría de la barra.


La camarera me cogió de la mano y me arrastro literalmente hasta la habitación en que solo había las taquillas y un banco corrido al lado de las duchas.


Cuando entramos cerró por dentro y en un solo movimiento se quitó la camisa, ya no tenía que inventarse manchas, me puso las manos sobre el sujetador, mientras ella se lo despasaba, me quedé con las copas en las manos, se hizo un poco hacia atrás y cuando la prenda cayó al suelo, mis manos quedaron en el aire con la forma de las tetas de Encarna, ella se acercó hasta meterlas en mis manos, me dio como un calambre eléctrico, aún tenía en la memoria las de Raquel, cuando toqué estas otras, no tenían nada que ver, me cabían justo dentro de las manos, duras, calientes, suaves y con unos pezones que aunque claros, sobresalían en medio de unas areolas como galletas maría.


Me lance a lamerlas, chuparlas hasta sacar los pezones mucho más, me rozaban en el paladar, ella se dejaba hacer mientras me iba despasando el cinturón de mi pantalón, no me di cuenta hasta que se me cayeron al suelo, metió la mano bajo el bóxer y me sacó la polla ya dura, la descapulló, la mojó con saliva y la estuvo meneando hasta hacerla llegar a un tamaño extremo, después se bajó los pantalones y se inclinó sobre el banco en el centro del cuarto, llevaba unas bragas color lila, con puntillitas iguales que el sujetador, las bajé de un tirón, ella ya había separado las piernas lo suficiente para que se la metiera, los huesos de la pelvis delgada me sirvió de agarre para las manos, le apoye la polla en la entrada y tiré de ella hacia mí, le hice que fuera ella la que se clavara mi polla dentro, un poco desequilibrada por la sorpresa casi se cayó, pero estaba bien enganchada, mis manos en las caderas y mi polla enterrada en el coño, el gemido que le salió creo que se oiría desde fuera, pero nadie acudió, estuve entrando y saliendo sin parar, primero ella me rogaba que no parara para correrse, luego que siguiera porque se estaba corriendo después que siguiera para que me corriera yo.


Seguí sus instrucciones al pié de la letra, cuando me separé de ella, por sus muslos bajaba un reguero de leche mía y flujo vaginal, mis huevos también rezumaban jugos por todas partes, aún tuvo fuerzas para darse la vuelta y chuparme la polla hasta dejarla brillante.


Cuando salimos de la habitación lo hizo primero ella, detrás yo, Raquel nos esperaba expectante sobre todo se fijaba en Encarna, la interrogaba con la mirada, cuando la vio como andaba y que se sentaba en la primera mesa que encontró, me sonrió, yo tampoco estaba bien del todo, las piernas me temblaban aún, cuando relevé a Raquel, me pasó la mano por la bragueta, por supuesto no me encontró la polla.


Continuará.

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