La depravada - Parte 10

La depravada - Parte 10



relatos


Adaptado al español latino por TuttoErotici
 
¡Dos hombres!¡Dos, pero juntos, en la misma cama conmigo!
¡Es lo que reclama desesperadamente mi sensualidad cada vez más desarrollada!
¡Dos jóvenes machos vigorosos, fornidos, lujuriosos, y provistos cada uno de un gruesa verga lista para agasajarme de mil maneras!
¡Ah! ¡Acabar de desfallecer con una y ensartarse la otra! ¡Enseguida! ¡Sin cambiar de lugar!
Luego, después de haber gozado con el segundo, volver al primero, cuya pija ya habrá recuperado, bajo el efecto de mis caricias, toda su forma…
Una noche entera…Toda una noche sin parar…, ¡incluso sin ir a lavarse! ¡Tener mis dos huecos secretos llenos de rocío blancuzco! Estar bañada de él…, por todas partes: entre los muslos, en los pelos completamente pegajosos, en el vientre, en las tetas.¡Sentirlo botar de mi sexo, cálido y vigoroso, y deslizarse entre mis nalgas!
Y para terminar, el asalto supremo: ¡las espléndidas pijas hundidas en mí por adelante y por atrás!¡Cogida por las dos al mismo tiempo!
¡Cuántas veces, mientras hago el amor con mi marido, dejo vagar mi imaginación, exaltada y desenfrenada por la imagen de otro macho que estuviera ahí, en nuestra gran cama, listo para tomar el relevo de Guy!
Extiendo los brazos a derecha e izquierda, como si pudiera agarrar, mientras Guy me la mete, una hermosa verga bien erecta…, ¡esperar a que la de mi esposo terminara su parte para sustituirla en el acto!
¡Estoy segurísima de que a mi marido le encantaría también!
¡Entonces, de espaldas, me haría coger por atrás, imagino que, de pie junto a la cama, se acerca hacia mí un hermoso muchacho!
¡Esa idea me vuelve loca!
Me veo haciendo saltar el cierre de su bragueta, hurgando después en la ropa tibia, bajo el calzoncillo.
¡Y de golpe, llega hasta mi nariz ese aroma a amoniaco que me excita más que cualquier otra cosa!
Cuando se sacuden el aparato, después de ofrendar sus fluidos a la naturaleza, los hombres dejan las últimas gotas en su ropa interior… ¡Es lo que produce ese tufillo que adoro!
Aunque sea en el pensamiento, saco ahora las cálidas ciruelas colgantes, bien gordas y bien llenas, hermosamente abrigadas en su saco de piel suave.
Extraigo por fin al rey del mundo, un miembro espléndido, a la vez tierno y agresivo, sedoso y acerado, precioso y brutal, y lo descapullo para deslizardo en mi boca, ¡succionándolo hasta que su punta me penetre hasta el fondo de la garganta!
 
Hacía meses y meses, por no decir años, que acariciaba ese pensamiento perverso sin conseguir llevarlo a cabo.
Por supuesto, Guy estaba siempre orgulloso cuando yo regresaba con la concha embadurnada con la leche de algún hombre, ¡y aprovechaba cada ocasión a su manera, el muy cerdo!
Pero no me había atrevido nunca a proponerle un ménage à trois.
Y sin embargo…,creo de verdad que la mejor manera de hacer el amor es siendo como mínimo tres…, ¡por lo menos, después de dos años de matrimonio!
En fin, pensé primero en buscar a mí alrededor, entre aquellos de nuestros amigos que me gustan físicamente; no queda ni uno al que no le haya demostrado, más de una vez, que soy una puta fuera de lo corriente.
De este modo, incluso casados con hermosas mujeres o provistos de encantadoras amantes, no tengo más que hacer un gesto para verlos acudir a mí, como una jauría de perros corriendo tras una hembra en celo.
¡Llegan enseguida, con las manos impacientes, las lenguas colgando, cetro en mano o marcando un bulto inequívoco en el pantalón, listos para colmar de placeres a esta«puta de la señora De Chanvy, de soltera Véronique de Caluwé», como me llaman a escondidas!
Deseaba, entonces, alcanzar mis propósitos y juntar a dos de ellos, dos cualquiera, para hacerme homenajear de la manera que tanto ansiaba.
Pero, antes de decirles nada, quise precaverme contra un posible fracaso, presentando la cosa bajo el aspecto de una perversión puramente cerebral que me hacía gritar de deseo, en el momento mismo en que llegaba entre sus brazos. Les hablaba entonces de mi deseo lúbrico de sentirme penetrada por una segunda pija, que me ensartara acto seguido y sin intervalo tras la de mi amante presente.
No sé cuántas veces repetí la experiencia…, era además eminentemente sabrosa…, pero sin el más mínimo éxito.
¡Ninguna de mis parejas comprendió, o quiso comprender, que ese deseo desvergonzado que expresaba en los espasmos de mi goce, traducía mi más real y secreto anhelo!
 
Buscando por otro lado, creí por un momento que lo conseguiría con los secretarios de mi marido.
Téroigne, desde que le hice comer un dátil en circunstancias ya comentadas, ¡se dejaría hacer picadillo por mí!
En cuanto a Bovy, lo conquisté tomándolo por su punto débil. Lo llamé al despacho de Guy, durante una de las ausencias de éste. Llegó rapidamente, muy emocionado, pero se detuvo, atónito, frente el espectáculo que le ofrecía, tumbada en el sofá.
Me había sacado el corpiño que llevaba debajo del vestido, mostraba los hombros y los brazos desnudos y, en lo alto del vestido, asomaba una zanja entre mis tetas, mis preciosas tetas bien firmes apuntando orgullosamente al techo.
¡No sabía cómo venía la cosa, el pobre hombre! Creía de verdad estar soñando.
Pero le indiqué que se acercara y, sin contemplaciones, lo agarré por la bragueta.
—¡Venga, pequeño, ya que con su colega Téroigne se jactaba de haberlo visto todo bajo de mi ropa, y ya que le gustan mis tetitas, venga a besarlas y a acariciarlas!
Avanzó, con la mirada fija, se inclinó, temblando un poco, y se puso a dar lamidas a mis puntas endurecidas.
—¡Ah, sinvergüenza!¡Sabe muy bien que hacer!… ¡Cómo me excita! Y lo excita a usted también, terriblemente, por lo que veo que sujeta con la mano… ¡Venga, rápido! Saquesé el pantalón y también el calzoncillo… Tirelos en cualquier parte y cabálgueme ahora.
Se puso de un salto sobre mí.
Yo le arremangué la camisa y puse su gruesa verga entre mis tetas, ordenándole que las mantuviera juntas para hacer más estrecha la envoltura. Se ocupó de eso, mimando con dedos acariciadores las puntas rosadas de mis pezones.
Entonces, con una mano, empecé a masturbar su ano, mientras mi otra mano le hacía cosquillas a sus bolas.
A su sexo endurecido (¡era adorable, tan fresco, tan rosa, tan tierno!) lo disfrutaba.
Lo descapullé y procedí a besarlo apasionadamente, obteniendo con mi acto goces divinos.
Pero sentí  enseguida que ya no podría aguantar más eyacular. Bajo el efecto de mis dedos que la frotaban, esa verga se hinchaba casi hasta romper las venas.
La saqué de mi boca y la agité con mayor vivacidad, queriendo así regalarme el placer ultraexcitante de ver el esperma opalino brotar del pequeño canal rosado que mi lengua acababa de lamer.
Soltó un grito…
Bajo mi mirada embelesada, el blanco licor se derramó en chorros vigorosos y lechosos, que desaparecieron entre mis labios.
¡Y  lo tragué todo, mientras, en mi éxtasis maravilloso, yo misma llegaba sobre mi bombacha sin poder detenerme!
Había pensado, que Bovy y Téroigne serían amantes de ensueño para aquello que deseaba.
A cada uno de ellos, y como tanteo, hice algunas alusiones apenas encubiertas sobre la devoción que el otro me profesaba. Y entonces, me asombró comprobar que aquellos dos mocosos no estaban celosos de mi marido —¡faltaría más!—, que sin duda no ignoraban la naturaleza de mis entrevistas con la hermosa Francine cuando la hacía subir supuestamente para probarme zapatos, que sabían, además, por los rumores de todo París, que no se me consideraba precisamente de una virtud a toda prueba…, ¡me asombró comprobar, digo, que se enfrentaban del modo más ridículo el uno al otro!
La verdad era que, si llegaba a reunirlos a ambos por sorpresa en mi cama, estoy segura de que en lugar de ocuparse de mí y compartir del modo más delicioso posible su placer,¡se pelearían como perros rabiosos!
¡Por Dios, qué idiotas eran!
Como último recurso, visité entonces a la señora Macaire, llamada «Batouche» por sus íntimos, amable y discreta alcahueta, a cuya casa voy de vez en cuando para algunos lances cuando me vienen ganas.
Le expliqué lo que quería.
—¡Hum! —respondió—,¡si fuera cuestión de dinero, no pasaría nada, ya estaría hecho!
—¿Qué pasa entonces?
—Señora Véronique, ¡es usted una gatita demasiado hermosa! ¿Dos gatos vigorosos, fornidos y viciosos? ¡Cada uno de ellos querrá ser el único en gozar de usted y se pelearán! ¡Seguro!
—¿Así que los hombres son así de estúpidos?
—No todos, por supuesto… Y si le entregara dos novatos anémicos, ¡se frustrará usted más todavía!
—Evidentemente…
—No, no veo que sea posible por el momento. Por lo menos mientras no haya burdeles para mujeres…
—¡Oh! ¡Debería usted hacer eso, Batouche!
—Lo estoy pensando… Lo haría sin duda… ¡Y entonces, ese día…!
—Sí, pero…mientras tanto…
—Escuche, señoraVéronique, tengo una idea. ¡Una de mis clientas más puta me contó que el otro día, en el pasillo del Tabarin, encontró a dos tipos, dos hermanos, que se la llevaron y la compartieron! Pienso que tendría usted posibilidades de éxito si una de estas tardes se diese una vuelta por ahí.
—¡Gracias por la información, Batouche!
—Es natural que nos ayudemos entre mujeres… ¡Lamento mucho no poder serle de mayor utilidad por el momento!
La dificultad de encontrar al hombre que necesito tiene como primer resultado hacer que aprecie la inteligencia, la comprensión, el talento de mi querido y vicioso marido.
Sin embargo, no es todavía con él con quien quiero llevar adelante mi sueño… Quedará servido en segundo lugar…, si quiere…, y no dudo ni por un momento que no sólo querrá,¡sino que me suplicará que hagamos esa cochinada en el más corto plazo posible!
Mientras tanto, voy a dejarme caer por el pasillo del Tabarin, a ver qué pasa.


CONTINUARÁ...

0 comentarios - La depravada - Parte 10