Rogelio visita la clínica

Encontré la clínica respondiendo un aviso del diario local. Teniendo sólo trabajo durante medio día, siempre estoy buscando entre los avisos a ver si encuentro algún otro trabajo.
"Se solicitan sujetos para pruebas médicas. Sólo hombres menores de 30 años. Llamar para postularse. Se realizará un completo examen físico gratuito."
Y por qué no? estaba sin obra social y no tenía nada para perder. Llamé y la recepcionista, después de confirmarme que podía calificar, resultó evasiva respecto a qué era exactamente lo que iba a suceder.
- Nada extraordinario. Un examen físico.
Al día siguiente me encontraba mirando las paredes recién pintadas de la sala de espera, que estaba vacía salvo por la aparentemente aburrida recepcionista a quien le había dado mi nombre -Rogelio- un rato antes. Una enfermera delgada y de cabello marrón vestida con un ambo celeste se asomó a una de las puertas.
- Rogelio?... Hola, mi nombre es Juana y voy a asistir a la Dra. Lisa durante el examen que le vamos a realizar hoy - sonrió provocando que sus pómulos se hundan levemente.
Seguí a Juana por el pasillo, mirando dentro de los consultorios. Como la sala de espera, estaban todos vacíos. Doblamos en una esquina y la enfermera me hizo pasar a la habitación donde sería examinado. Escuché algunos murmullos provenientes de la puerta cerrada del consultorio de al lado, ése fue el primer signo de que alguien más estaba allí. Juana golpeó suavamente la superficie de la camilla indicándome que debía subirme allí y cerró la puerta.
- Bueno, te voy a revisar tus signos vitales y después la Dra. Lisa se va a hacer cargo de vos - me explicó Juana mientras revisaba la ficha con mi historia clínica. Después de medirme, pesarme y tomarme la presión, Juana volvió a mirar mi ficha.
- Viniste para el experimento? Ooohhh... un especimen nuevo - dijo Juana en broma. Tenia una voz suave y alegre
- Ah sí, supongo que sí. Usted sabe qué es lo que me van a hacer? Por teléfono no me dijeron nada.
Ella sonrió de nuevo.
- No podemos discutir éso con los especímenes. Podría alterar los resultados - explicó - Pero yo tengo algunas preguntas que me tiene que contestar.
Volvió a mirar mi ficha. Casi todas sus preguntas eran comunes: hábitos de bebida, si era y había sido fumador, etc. Después empezaron a girar sobre lo sexual. Me preguntó si era sexualmente activo, cada cuánto eyaculaba y cuándo había tenido un orgasmo por última vez. Todo el tiempo se mantuvo animada. Yo me quedé mirando hacia abajo mientras contestaba, demasiado avergonzado como para elevar la mirada.
- Antes de terminar voy a necesitar una muestra de orina. El baño está al final del pasillo.
Por suerte las preguntas habían terminado.
Me entregó un recipiente para muestras y yo me dirigí al baño. Cuando regresaba noté que la puerta del consultorio de al lado estaba levemente abierta. Retorné por el pasillo. Además de la enfermera Juana, no había visto a nadie en la clínica. Me imaginé que no iba a estar tomándome el tiempo. Giré el cuello para pegar una mirada. A través de la apertura de la puerta pude ver la parte de atrás de un guardapolvos blanco de una doctora de espaldas a mi, sentada en un banco, su cabello negro atado prolijamente sobre la nuca, y dos piernas apoyadas en estribos. Las piernas eran musculosas y con vello. Como la doctora me estaba dando la espalda no podía decir qué era lo que estaba haciendo exactamente. Tenía ambas manos delante de ella, haciendo movimientos regulares. De esto se trataba el "experimento"? Sentí un vacío en el estómago y me pregunté si todavía estaba a tiempo para salir de allí. Miré alrededor del pasillo una vez más antes de moverme para tener un mejor ángulo de visión.
Dí un paso adelante. Justo en ése momento escuché al paciente. Una voz masculina, un profundo quejido. La doctora hizo un movimiento final con sus manos y después descansó por un momento. Ella dijo algo, no puedo decir qué, pero sonaba como alentandora, tranquilizadora y firme al mismo tiempo. Ella hizo una pausa y se alejó del banco mientras giraba hacia mí al mismo tiempo, llevaba un pequeño frasco con algo blancuzco en sus manos enguantadas. Yo me aparté inmediatamente pero me temía que ella me había visto mirando, espiando. A lo mejor simplemente podía irme. Dejar la muestra de orina antes de retirarme. Pero cuando levanto la mirada Juana me esta observando desde el consultorio. Ella también parecía avergonzada, evidentemente me había visto espiando.
- Pensé que te habías perdido o algo así. Tenés que respetar la privacidad de los demás pacientes. Ya va a llegar tu turno - se sonrió, se puso un par de guantes de látex que sacó del bolsillo de su ambo y tomó mi muestra de orina - La doctora viene en seguida. Quedate en el consultorio.
Me quedé en el consultorio mirando para todos lados mientras esperaba a la doctora. No podía quedarme quieto, estaba muy alterado después de lo que había visto. Me puse a mirar lo que había en el consultorio. Empecé abriendo los gabinetes bajo el lavatorio, y descubrí varias cajas de guantes de látex, cuando de pronto escuché una voz femenina un par de metros detrás mío.
- Vos debés ser Rogelio, no? Espero que no necesitemos todos ésos guantes para tu examen - el tono era cálido, jovial. Sorprendido, me puse de pié. Las puertas del gabinete se cerraron.
Miré y vi a la misma doctora del otro consultorio parada en la puerta. Me puse colorado. Podría hacer algo bien hoy? Ella era delgada, usaba un ajustado ambo verde con un guardapolvos blanco. De inmediato me impresionaron sus pechos y caderas aún bajo la indumentaria profesional. Un par de anteojos de marco rojo se apoyaban sobre su nariz.
- Yo soy la Dra. Lisa y hoy voy a ser la encargada de examinarte.
- Ho... hola, sí... yo soy Rogelio - le contesté tartamudeando. La saludé dándole la mano. La misma mano que un momento antes había penetrado a alguien más.
- Sacate la ropa así empezamos.
Yo forcé una sonrisa y empecé a sacarme la camisa. Una vez que me quedé en ropa interior, me senté en la camilla. La Dra. Lisa me miró desde el lavatorio donde se estaba lavando las manos.
- A lo mejor no fui lo suficientemente clara. Te quiero completamente desnudo para examinarte.
Me quité la ropa interior y la dejé junto a la pila de ropa en un rincón. La camilla se sentía fría contra mi piel desnuda, yo trataba de alejar mis pensamientos de lo que había visto antes.
La Dra. Lisa se puso el estetoscopio en los oídos.
- Respirá hondo - presionó el frío estetoscopio contra mi espalda y con sus manos sobre mi pecho - Asi... muy bien... respirá hondo - probablemente pudo escuchar a mi corazón acelerado. Ella sabía lo que yo había visto - Respirá, soltá. Muy bien.
Pronunciaba "Muy bien" alargando la "U". Se sintía tranquilizador. Ella me sostenía firme y segura. Terminó de revisar mis pulmones y se colgó el estetoscopio alrededor del cuello.
- Acostate. Posición de litotomía.
Qué dijo? Mientras me acostaba escuché un sonido metálico en la base de la camilla y cuando giré el cuello pude ver que la Dra. Lisa había extendido un par de estribos. Pensé que éso sólo se usaba con mujeres. De nuevo pensé en decir que necesitaba ir al baño y escaparme de allí. Traté de hablar pero sentía la boca seca. Sentí las manos de la doctora agarrándome la pierna derecha y poniendo mi pié en el estribo y después hacer lo mismo con la pierna izquierda.
- Vamos acercate.... quiero completo acceso a tu ano y próstata para poder examinarte.
- Dis... disculpe doctora, pero qué es exactamente lo que tiene que examinar? - pregunté mientras me empezaba a acomodar.
La Dra. Lisa caminó hasta el gabinete y sacó in par de guantes de látex de la caja. Mientras se los calzaba en cada mano, explcó.
- El estudio para el que te inscribiste es para determinar la correlación entre la presión prostática y la producción de semen. Algunos estudios demuestras que luego de aplicar presión a la próstata, la consistencia de la eyaculación se modifica. Las aplicaciones de este principio serían muy amplias - su voz se tornó algo distante y clínica, como si estuviera leyendo un informe. Inconscientemente se frotó las manos cubiertas por los guantes ajustando el suave látex a sus dedos - Necesitamos tomar muestras de hombres jóvenes, de modo que no suministramos demasiada información en el aviso. Pero no quiero aburrirte con los detalles - volvió a la realidad y apoyó una de sus manos sobre mi hombro - Relajate. Ya sé que no te dije qué es lo que te vamos a hacer, pero nunca tuve quejas de mis pacientes.
No tan convencido como hipnotizado por su voz, me recosté en la camilla. Ella acercó una banqueta para sentarse entre mis piernas.
- Voy a empezar con un examen visual de tus genitales y tu recto. Decime si te sentís incómodo.
Empezó a recorrer mi pene con sus manos, palpando suavemente el escroto y el tronco. Apretó la cabeza de mi pene y miró brevemente dentro de la uretra. Después separó mis nalgas un poco más, examinando mi ano. Yo me quedé mirando al techo tratando de tomar distancia de este momento. No se sentía mal, pero tampoco se sentía sensual. La doctora presionó suavemente mi orificio anal.
- Algún dolor o incomodidad?
- No, no, se siente... bien...
Ella continuó masajeando suavemente mi orificio anal y, pese a toda la vergüenza que sentía en ése momento, sentí que mi pene empezaba a cobrar vida.
- Te estás excitando un poco... mejor, es parte del estudio - el dedo de la Dra. Lisa ahora se sentía dando pequeños golpes rítmicos - Te ví espiando en el otro consultorio, sabes? No deberías invadir la privacidad de los demás pacientes de ésa manera.
La doctora acentuó su reprimenda penetrándome levemente con su dedo enguantado pero sin lubricar, enseguida lo retiró y se quitó los guantes.
- Quedate acá.
La Dra. Lisa salió de la habitación y retornó un momento después con la enfermera Juana. Yo levanté la cabeza para espiar y vi que los ojos de Juana enfocaban directamente a mi pene semi erecto.
- Parece que ya lo tenemos casi listo Dra. Lisa.
- Si Juana, casi. Podés prepararlo para la extracción prostática? Quiero estar segura que esté bien limpito ahí abajo.
Juana asintió y abrió uno de los gabinetes, sacando una bolsa de enema descartable que empezó a llenar en el lavatorio. Mientras tanto, la Dra. Lisa escribía unas notas en mi historia clínica y preparaba más instrumental médico que iba a necesitar.
Juana colgó la bolsa de enema en un gancho al lado de la camilla y se puso un par de guantes de látex. Desde mi posición era difícil ver qué era lo que estaba haciendo exactamente.
- Yo... estoy seguro que estoy.... limpio. O sea, no estuve constipado ni nada...
Juana y la Dra. Lisa simplemente ignoraron mi comentario.
- Bueno mi amor, te voy a lubricar un poquito antes de penetrarte con la cánula - y sin esperar respuesta, la enfermera empujó su pequeño dedo profundamente dentro mío, lentamente, deslizándolo adentro y afuera para esparcir el lubricante por toda el área. Mi pene empezó a ponerse duro nuevamente. Yo nunca había tenido nada penetrándome, la sensación fue rara. Antes de que pudiera pensar en nada, ella retiró el dedo. En seguida se cambió los guantes y se puso un nuevo par, ajustando el látex a sus dedos.
- Muy bien, ahora vamos con la cánula - el tono de voz de la enfermera era más suave que el de la doctora.
La delgada cánula se deslizó dentro mío unos cuantos centímetros.
- Ahora voy a arrancar la enema, avisame si sentís algún calambre - hubo un click y el agua tibia fluyó dentro de mi recto. Al principio no sentí nada. Sólo algo frío que salía por mi ano. Después tuve el primer calambre. Me sobresalté. Juana me miraba con una mano en el clip de la cánula y detuvo la enema. Me pasó las manos enguantadas por el estómago.
- Un poquito más y terminamos. Lo estás haciendo muy bien - y el agua otra vez fluyó y vi cómo se vaciaba la bolsa de la enema.
La Dra. Lisa que había estado observando todo se acercó y observando mi pene semi erecto puso sus manos en los bolsillos del guardapolvo.
- Bueno, parece que tenemos un especimen muy sensible a la estimulación anal, le vamos a sacar una buena muestra. Juana, yo voy a salir un momento, asegurate que retenga la enema por no menos de cinco minutos.
Juana asintió con la cabeza.
- Te voy a retirar la cánula. Ya escuchaste las órdenes de la doctora - sonrió.
Yo podía sentir la presión esperando para evacuar. Juana abrió un cajón, sacó una chata de acero inoxidable y la puso justo bajo mis glúteos.
- A veces es difícil llegar al baño a tiempo. Esto es para estar seguros que no vamos a tener ningún accidente. Te voy a hacer masajes en la pancita para que no tengas calambres mientras esperamos - miró al reloj y empezó a presionar firmemente contra mi estómago.
Yo cerré los ojos y me concentré en respirar y en la sensación de los dedos cubiertos por los guantes de látex de la enfermera presionando sobre mi abdomen. Presionaba cada vez más y más abajo. Sentí su suave mano enguantada rozando mi pene.
- Yo a veces me hago enemas en casa - me conversaba para distraerme - Una vez que te acostumbrás no son tan malas. En realidad es una sensación de alivio - y suavemente me agarró el pene con su mano enguantada - Especialmente si podés pensar en algo más que la presión que sentís en los intestinos. Una vez que evacuas se siente realmente bien.
No me acariciaba el pene, simplemente lo sostenía, presionando muy levemente. Rápidamente pasé de semi erecto a completamente erecto.
- Ya casi estamos. Un segundito más... - dijo la enfermera Juana y yo abrí los ojos y ella me miraba. Observé mi pene en sus manos y ella lo notó - Shhhh... Tenemos que esperar que vuelva la Dra. Lisa para ocuparnos de este temita - me dijo sonriendo - Yyyyyy.... ahora podes expulsar....
Respiré profundo y expulsé. Es bastante humillante defecar frente a alguien más, especialmente alguien tan atractivo como Juana. Cuando alejó su mano de mi pene, mi erección cedió. Al terminar me sentí completamente vacío. Juana presionó otra vez un dedo contra mi ano.
- Voy a revisarte a ver si estás limpito - empujó su dedo cubierto por el guante de látex dentro mío justo cuando la puerta se abría para dar paso a la Dra. Lisa. Juana retiró su dedo y lo observó.
- Limpito Doc! - dijo mientra la Dra. Lisa también inspeccionaba el dedo que me acababa de penetrar.
- Gracias Juana, disponé del contenido de la chata y volvé para asistirme - dijo la Dra. Lisa mientras sacaba un par de guantes de cirugía estériles de un cajón - Ya sé que usualmente los donantes se estimulan manualmente a sí mismos para lograr el orgasmo y suministrar la muestra, pero debido a la naturaleza de este estudio vamos a tener que tomar algunas precauciones. La enfermera Juana te va a estimular manualmente mientras yo te estimulo la próstata. Te recomiendo que te recuestes y cierres los ojos.
Tragué saliva y asentí con la cabeza. La Dra. Lisa se puso un barbijo y se calzó los guantes de cirugía, tirando de los puños para que se ajusten bien a sus manos. La enfermera Juana volvió y asistió a la doctora para lubricar sus guantes antes de colocarse un barbijo y ponerse un par de guantes de cirugía.
- Ahora te voy a penetrar. Vas a sentir un poco de presión - sentí un dedo frío y resbaloso empujando contra mi ano y qiedándose allí por un momento, después el dedo se deslizó dentro mío. Mientras tanto Juana levantó mi pene, sosteniéndolo en sus manos como había hecho antes. La Dra. Lisa empezó a presionar, empujando profundamente dentro mío.
- El fluido prostático ya debería empezar a subir por tu uretra, vas a sentir como si fueras a orinar - me explicó mientras me penetraba. Y de pronto sentí una gran presión edificándose desde la base de mi pene. Mi pene empezó a ponerse duro en las manos de Juana. Ella unió sus dedos en un puño y levantó un recipiente para muestras y lo acercó hasta mi glande. Pude sentir una gota de fluido pre eyaculatorio goteando desde mi orificio uretral.
- Muy bien. El especimen está respondiendo perfectamente al procedimiento - le dijo la Dra. Lisa a Juana - Inicia la estimulación manual.
La mano de Juana cubierta por el suave guante de fino látex empezó a subir y bajar, al ritmo que la Dra. Lisa me penetraba el ano. Sentí cómo un calor se esparcía desde la raíz de mi pene y me atravesaba todo el cuerpo. La sensación de orinar había desaparecido. Era como si todo mi cuerpo se hubiera concentrado en forzrme a expulsar los fluidos dentro mío.
El dedo de la Dra. Lisa se detuvo por un momento, y después sentí como si me hubieran llenado el ano.
- Te estoy penetrando con dos dedos para estimularte. Estás respondiendo muy bien. Cuando te vi espiando me imaginé que ibas a disfrutar del procedimiento.
Me sentía humillado y excitado al mismo tiempo, casi no podía procesar mis propios pensamientos. No podría expresar la diferencia entre las sensaciones de las manos enguantadas atrapándome, todo se tornaba borroso. Gemí y mi pene empezó a tener movimientos espasmódicos. La Dra. Lisa me volvió a penetrar, ahora con más fuerza. Era casi doloroso, mi pene tuvo espasmos otra vez y Juana colocó mi pene dentro del recipiente para muestras. Pude escuchar claramente el sonido de mi eyaculación contra el fondo del recipiente. Eyaculé nuevamente. La fuerza de mi orgasmo hizo que algo de semen se saliera del recipiente y terminara sobre mi estómago, tibio. Mis dedos se hundían en la superficie de la camilla. Hubo un último chorro y después todo empezó a ceder en intensidad.
La Dra. Lisa y Juana no se detuvieron, siguieron penetrándome y estimulándome un poco más.
- Ba... basta... basta! No puedo más! - grité. Abrí los ojos y las miré. Estaban totalmente concentradas en su trabajo. Sentía a mi pene totalmente exprimido, pero ellas seguían ordeñándome, sacando hasta la última gota de mi se. Finalmente la Dra. Lisa levantó la mirada.
- Esta bien Juana... llevá la muestra al laboratorio.
Juana liberó mi pene y cerró el recipiente para muestras con una tapa.
La Dra. Lisa se alejó de la camilla quitándose los guantes y el barbijo.
- Nos diste una buena muestra. En el mostrador hay unos pañuelos descartables para que te limpies. Antes de irte pasá por la recepción. Te quiero de vuelta acá la semana que viene para tomar la segunda muestra.
Antes de que yo pueda responder ella ya se había ido y había cerrado la puerta. Pese a que una parte de mi se sentía exhausta y humillada, no podía esperar a que llegara la próxima semana.

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