Anna lll

Era una camisa de tirantes muy ajustada de color negra, al quitarle el sujetador los pechos se tambaleaban en sus posiciones amenazando con escaparse de esa ligera y elástica prisión.
— ¿Has dicho que podemos usar cualquier parte de tu cuerpo siempre y cuando no la metamos en tu coñito, no?
— Ni en el culo —aclaró la excitada pechugona aun sentada sobre él, que se levantó y situó a Anna… (Aún con la cinta tapándole los ojos)… a cuatro patas en el sofá—. Q… ¿¡Que me vas a hacer!? —preguntó ella con la voz temblándole cual corderito, y Julio sin responder le quitó la cinta de los ojos y se situó tras ella. Por descarte yo me situé enfrente, sentándome en el respaldo lateral.
— Voy a masturbarme con tu coñito… ¿Mientras no la meta no hay problema, no?

Julio  


— ¿… no hay problema, no? —dije con malicia, no podía creer que ella aún se estuviese resistiendo. ¿Cómo podía tener tanto autocontrol?
— No… —Anna suspiró ante mi razonamiento, y yo coloqué mi prepucio en la entrada de sus labios vaginales, justo en el orificio de entrada—. J… Julio, no lo decía por decir. No quiero que la metas, si lo haces me voy a cabrear y mucho —tartamudeaba con nerviosismo, pero yo no pretendía meterla, solo agotar su resistencia—. Y te juro que disfrutare dejándoos con el empalme y largándome.
— Tranquila, te he prometido que no voy a metértela… A no ser que te dejes —aseguré con una sinceridad impropia de mí. 

Le agarré con mi mano izquierda esa nalga y la apreté, mientras con la derecha me masturbaba endureciendo la punta de mi polla en su orificio de entrada sin llegar a meterla.
Le solté un azote en la nalga.
— Ohhhhh —gimió ella, después le di otro poniéndole rojo el culo—. ¡Ahhhhhh! Ah Ah ¡Ah! — Le azotaba una y otra vez, procurando no hacerle daño pero si causar ese tipo de dolor que se acaba convirtiendo en placer que tanto les gusta a algunas, y Anna era claramente de ese tipo.
— Anna, no te olvides de mí. — Oí decir a Antón al cual no podía ver, vi como ella se inclinaba y se apretaba las tetas, eso ya no podía verlo pero podía intuir por el movimiento que hacía Anna que le estaba haciendo una cubana.

Yo seguí a lo mío y me centré en restregar mi prepucio contra su orificio, sentía la tentación de ser malo y simplemente metérsela. Pero conocía a Anna desde pequeños y sabía cuando ella decía algo en serio, además. La sola idea de que ella me suplicase me ponía a cien.
Con eso en mente deje de restregar y coloque el tronco de mi verga en entre sus nalgas, las apreté unas contra otras y comencé a follarme la superficie de su culo. En ese momento sabía por sus gemidos que no iba a tardar demasiado en permitirme meterla.
— ¡Ah! ah ah ¡ahhhh...! —gemía a la vez que comenzaba a mover las caderas salvajemente.

Yo me agarré de nuevo el pene y lo coloqué entre sus muslos pidiéndole a Anna que juntase las rodillas. Al hacerlo mi polla se encontró rodeada y apretujada por los lados por los cálidos muslos de mi amiga, y los labios vaginales totalmente abiertos y empapados, era lo más parecido a tenerla dentro. Le solté un azote un poco más fuerte provocando un sonoro gemido de ella mientras le ordenaba:
—Aprieta más los muslos Anna, levanta el culo e inclínate más.
— ¿Y si no quiero? —Le retó con un ronroneo en la voz, y yo la cogí del pelo tirando su cabeza hacia a mí, obligándola a mirar al techo. Otro azote la hizo gemir, y ahora que miraba al techo podía ver su cara de salida, estaba completamente poseída pero… ¿Aun se estaba resistiendo?

Con un tercer azote sonoro, comencé a mover mis caderas masturbándome con sus apretados muslos. El roce con su coñito hizo que Anna pusiera los ojos en blanco y abriese exageradamente la boca.
— ¡Oh… Dioooos! Ah Ah ¡Ahhh! Julio… —Gemía una y otra vez con una voz muy sexy que invitaba a metérsela de una vez, sus ojos en blanco me hicieron pensar en lo cachonda que tenía que estar.
— Dime Anna… ¿Qué quieres? —pregunté dando la batalla por vencida.
— Ohhhh... quiero que hagas algo —dijo mirándome a los ojos y mordiéndose el labio, yo tiré más de su pelo, listo para destensar si veía cualquier síntoma de dolor por su parte. Mantener esa postura tirando de su pelo, hacía que ella inconscientemente levantase el culo y apretase los muslos, dándome más placer.
— ¿Qué quieres Anna? ¿Te la meto ya?
— No… —Negó dejándome totalmente descolocado, y en lugar de decir lo que quería, se liberó de mi agarre de pelo y se irguió.
Apoyada con las rodillas en el asiento del sofá y con la espalda recta me agarró la polla con su mano y comenzó a masturbarme, levantando un poco su culo presionándola contra el orificio de su vagina. Yo empujé la cadera para meterla pero ella no me dejó, apretándome la verga e impidiendo que me entrase —. N… No la metas, quiero que te corras fuera en mi coño, quiero tu leche en mi coñito —suplicó sensualmente de forma sutilmente imperativa.

Mi prepucio ya estaba casi medio metido, y con cada pequeño movimiento de cadera la metía más pese a su molesta mano cuya finalidad era impedir el acceso.
—Julio… Córrete. —suplicó ignorando a Antón, poniéndose a cuatro patas sobre él y guiando mi polla de nuevo hasta el interior de su coño, pero de nuevo, sin llegar a meterla. A mí me estaba volviendo loco y estaba a punto de estallar. 

Como yo tenía las manos libres, le aparté el pelo del hombro y di esos mordiscos que tanto me gustaban, impregnando mi boca con su sabor y haciéndola gemir.
Me agarré la polla presionando también la mano de Anna con la que me masturbaba e impedía a su vez el acceso. Desde ese ángulo podía apreciar como la punta de mi polla ya estaba enterrada en su dilatado y empapado agujero rosado.
— No la metas, simplemente córrete… Quiero tu leche, la quiero en los labios exteriores de mi coñito. ¡Ahhhh…Córrete! Ufff Que polla… Ah… Dámelo todo, venga jota… Dame tu leche, dámela toda… Ahhh. Ahhh... Oh… Vaya polla, solo con presionar la punta me vas a partir… —afirmó mordiéndose el labio y poniendo los ojos en blanco.
— Yo quiero correrme dentro —Le supliqué con la polla tan dura como un diamante empalmado.
— No me la vas a meter —aseguró mirándome a los ojos, y tras decir esto se sacó los cuatro milímetros de prepucio que ya tenía incrustados y se estiro boca arriba en el lado opuesto del sofá al que estaba Antón y, abierta de piernas invitándome a metérsela—. Antón, cariño. No me he olvidado de ti, cuando Julio se corra estaré sola para ti.

Ella comenzó a masturbarse, masajeándose el humedecido clítoris e introduciéndose dos dedos por ese agujero tan dilatado, produciendo sucios y obscenos sonidos que emulaban una boca absorbiendo líquido escandalosamente, sus dedos eran tragados por ese coñito glotón.
— ¿¡Que pasa, Jota!? —preguntó ella con un tono apenado—. ¿No quieres metérmela? Mi coñito se muere por que me penetres… Pero no va a pasar… a menos que te lo suplique… — decía ella, gimiendo mientras se introducía sus dos dedos y con la mano sobrante se acariciaba el seno izquierdo, el cual ya estaba fuera de la camisa.


Su pezón estaba duro como una piedra, y ella comenzó a jugar con él.
Me faltó tiempo para abalanzarme sobre ella e incrustar mi prepucio en su clítoris, frotándonos mutuamente. Con polla en mano, comencé a golpear cariñosamente mi cipote contra sus labios vaginales, provocando un chapoteo.
—Ufff… Julio, me matas con esa polla…
— ¿La quieres dentro?
— Si… ¡La quiero dentro! Pero sigo sin suplicarte que la metas. ¿Entendido?
— Como quieras, jugare contigo hasta que lo hagas.
— No… ¡Quiero que te corras! —Me suplicó con cara de viciosa.
— No me correré hasta que la meta —dije retándola a un pulso, en este momento ya no tenía confianza de ganar, estaba tan cachondo que me correría de un momento a otro con los estímulos adecuados.

Anna sacó los dedos de su coño y me agarró la polla, incrustándosela de nuevo en el orificio de entrada.  Hice fuerza para meterla ligeramente, incrustando más de la mitad de mi enorme prepucio en dicho agujero, el cual hacía aguas por todas partes, no cabía y eso dificultaba el intentar meterla. No conforme con eso, comencé el mete y saca en ese misma posición. No tardé en incrustar todo el prepucio dentro, ella tuvo que agarrarme con las dos manos para que no la introdujese más.
Poniendo los ojos en blanco, y sacando ligeramente la lengua al abrir la boca comenzó a gemir como una perra, con unos gemidos descontrolados y mucho más agudos que sus predecesores, un hilo de saliva caía sobre su pecho.
— N… No… ¡No la metas! —suplicó, pero yo ya no podía más, me dolía la zona del hígado de tanto controlarme y comencé a empujar mi cadera contra la suya, incrustando centímetro a centímetro la punta de mi polla hacía su interior—… Oh… Me corroo… No la metas más, por favor… Me corro —comenzó a gritar consiguiendo pararme colocando las plantas de sus pies en mi cadera.

Yo dejé de empujar y comencé a frotar en esa posición, ella, haciendo gala de su increíble fuerza de voluntad consiguió sacarla justo cuando comencé a correrme,  ella ni se molestó en apartar el prepucio de su entrada, que seguía agarrándola con ambas manos direccionándola a su dilatada vagina, dejando que todo el esperma entrase dentro, los restos caían al sofá.
Me desplomé encima de ella con mi polla aun agarrada por sus dos manos, que parecían continuar decididas a impedir que se la metiese. Mi prepucio besaba su orificio, expulsando toda la leche dentro de él, se podía decir que había conseguido metérsela, pero un par de centímetros como mucho, aproximadamente lo que mide mi prepucio y algunos centímetros más que conseguí introducir.

Anna estaba con los parpados cerrados, mordiéndose todo el labio inferior con la hilera de dientes, su respiración estaba muy agitada y yo, estirado encima de ella, pecho con pecho, podía sentir su corazón bombardeando el suyo.
—N…No puedo más… — confesó Anna abrazándome. El tronco de mi pene se asentó sobre su vagina, la cual seguía empapada.

Antón me apartó de en medio, indicándome que le tocaba, con la polla tiesa y una mirada maliciosa.
— Me toca Anna.

Anna le miró a los ojos y susurró suplicando:
—N…No… Antón, por favor, no puedo más —Pero él no hizo caso y con un pañuelo de papel del kebab le limpio los restos de semen  de su coño, tanto por fuera como por dentro, después se puso en pie con la polla firme.
— Cumple tus promesas, Anna. Dijiste que luego estarías para mi sola, verdad —Ella se mordió el labio y asintió, cerrando las piernas e inclinándose hacia él para chupársela.

Yo sabía muy bien que el también aspiraba a metérsela. ¿Lo lograría?
Pero para mi sorpresa comenzó a sonar el móvil de Anna. ¿Quién sería? Ella se levantó y con las piernas temblando lo cogió, se sentó en el sofá mirando la identidad de la llamada y descolgó…

Rafa

Ya no aguantaba más sin hablar con ella, sabía que no podía volver a echarle en cara nada después de haberle sido infiel. Sí, lo había sido por muchos tecnicismos que me empeñase en poner, pues pese a habernos dado un tiempo seguíamos juntos.
Anna no contestaba. ¿Estaría enfadada aun? Y cuando estaba a punto de colgar, la llamada fue aceptada y oí la voz de ella al otro lado del teléfono.

Le temblaba la voz y parecía nerviosa.
— ¿Si?
— Anna, soy yo —preguntándome si habría borrado mi número.
— Ya lo sé. ¿Qué quieres? —preguntó cortante.
— Necesitaba hablar contigo, no aguantaba más — Podía oír a parte de su voz, un ruido extraño constante, y si me atrevo a concretar ese sonido tenía un patrón. ¿Una especie de frote?
— A…Ahora no es buen momento —inquirió tartamudeando con un temblor en la voz que no era normal.
— ¿Dónde estás?
— Estoy en casa de mi primo —dijo y, aunque admito que desconfié, me quedé más tranquilo. 
— Ah, genial. ¿Cómo estás?
—No estoy bien, ya deberías saberlo.
— Por eso quería hablar contigo —Mientras hablaba oía un sonido de succión húmedo, como al beber de un plato de sopa, estaba intentando no pensar mal. De verdad que lo estaba intentando y confiar en ella, pero se me estaba haciendo muy difícil. No podía insinuar que sospechaba que pasaba algo, que se equivocase porque ya terminarían del todo.
— Pero este no es… u…un buen momento ¡ahhh! p…para hablar. Mmmm ¡Estoy comiendo un helado de chocolate, y sabes que nunca como helado, quiero disfrutarlo!


Anna


—…p…para hablar —dije mientras se me escapaba un gemido bastante evidente debido a que Antón comenzó a masajear mi clítoris, el cual estaba totalmente empapado—... Mmmm ¡Estoy comiendo un helado de chocolate, y sabes que nunca como helado, quiero disfrutarlo! —“¿De verdad era la mejor excusa que se me había ocurrido?” Pensé.


La voz me temblaba y no podía controlarla, me iba a descubrir. Me separé el móvil de la oreja y tapé el micro con la mano.
— ¿¡Puedes dejar al menos que hable con mi ex!?
— ¿Ahora es tu ex? —preguntó Antón
— Si lo considerase mi novio no estaríamos jugando a esto, imbécil —le reproché con enfado, debido más al nerviosismo por su inesperada llamada que por el interés que ponía Antón en mí—. Para ¿Vale?
— ¿Pasa algo? —preguntó Rafa.
— Si, lo siento, el imbécil de mi primo y mi tío que están haciendo el imbécil por el pasillo.

Antón colocó su pene entre mis piernas y yo lo miré atemorizada. ¡No iba a poder aguantar otra vez semejante tentación! Estaba literalmente muerta de contener a Julio y no dejar que me la metiese. Tenía planeado mamársela a Antón y hacerle cualquier cosa con mi boca, con mis manos o con mis tetas con tal de que se corriese, pero con el objetivo de mantener su polla lejos de mi coño. Pero su iniciativa hizo que un escalofrió recorriese todo mi tronco, y ante mi ojos, su polla humedecida con mi saliva comenzó a chapotear con mi coño, dándole golpecitos a mi clítoris con su prepucio.
—Ahhh…  —No pude contener el gemido y Rafa lo escucho perfectamente—… Se me ha derramado el helado encima de mi camisa favorita… —improvisé con mucha agilidad mental—. ¡Esto ya no “Sale”! —dije mientras mis piernas se abrían como si tuviesen vida propia ante la polla de Antón.
— Bueno guapa, ya te compras otra. ¿No? —preguntó de buena fe él, y mi sentía mi pecho repleto de indescriptibles sensaciones que me hacían sentir eufórica, me estaba descontrolando… Y eso no era bueno teniendo en cuenta la polla que chapoteaba en mis labios vaginales externos.
— ¡E…Es mi favorita! ¿C….Cómo puedes decir eso? —pregunté intentando no concentrarme en la polla.

Antón no bajó la mirada y, sin mirar, incrustó su prepucio en mi orificio vaginal, amaba esta sensación, no paraba de sentirla, es como correrse constantemente. Mucho menos intensa, tanto que ni se puede comparar, pero constante. Me iba a volver loca, y quería agarrar su polla e incrustármela, gritar a Rafa que me estaba follando a un amigo y que se jodiese como lo había hecho yo al enterarme de sus cuernos.
No sé de donde saqué la fuerza para no hacer, pero agarré la polla de Antón e impedí que la metiese.
— Ahhh… no puedo más… ¡No me toques el coño! —Gemí mordiéndome el labio, apretando la polla de Antón, lo que hizo que su prepucio se endureciese, encima estaba meándome, podía aguantar pero la vejiga cuasi llena presionaba todos mis músculos y me provocaba un roce interno incomodo, si continuaba así iba a correrme viva.
— Anna… ¿Pero qué pasa? Si no he dicho nada…
— ¿¡Para que me llamas!? Sabes muy bien que no puedo más contigo —dije improvisando según lo que él interpretaba, y el maldito Antón incrustando cada vez más su polla en mi vagina. Desde mi perspectiva podía ver como su prepucio se hundía en mi coño, abriéndose paso entre mi inundado y dilatado coño, tenía que taparme la boca y no podía ya que una mano sujetaba el móvil y la otra impedía que su polla me penetrase, tampoco podía simplemente colgarle porque acabarían mal. No me quedaba otra que apostar porque no se enterase de nada.
— Ya te he dicho que necesitaba hablar contigo. ¿Acaso te doy igual?
— N…No me das igual, es solo que… Necesito un tiempo. ¿Yo te lo concedí? ¿Verdad?

El continúo hablando, pero yo ya no podía entender lo que decía. Mi mente estaba centrada en el sutil movimiento que hacía Antón para restregar su prepucio… (La parte que tenía ya introducida)… entre mis labios vaginales
— ¡Imbééécil…! —conseguí decir concentrándome en que Antón lo oyese, sin acordarme ya de Rafa.

Este apoyo sus dos manos en mis hombros y apretó, mi mano ya no era suficiente para contener el avance de aquel enorme y venoso cipote, y el prepucio se introdujo más y más hasta estar completamente metido, un gemido exagerado surgió de mi garganta al sentir como el prepucio rozaba con mi punto g, sentía tanta impotencia que me iba a mear encima, en consecuencia dejé caer el móvil al sofá. Use las dos manos, para agarrar esa polla y que no entrase más, ya me daba igual que Rafa se enterase, pero no podía consentir que aquello pasase. Miré a los ojos a Antón y vocalicé con mis labios sin emitir un solo sonido.
—No la metas —murmuré casi sin voz intentando al menos que Rafa no se enterase, si lo hacía ya me daría igual, pero mejor evitarlo.

Antón con otro empujón incrustó otro par de centímetros de polla, ya no podía aguantar más, iba a dejar que me la metiese y me follase como un semental ahí mismo. Quería polla, y quería que me la metiese en ese mismo instante, que me la clavase y se corriese dentro, inundándome.
Julio agarró el móvil y colgó, mostrándome la pantalla para demostrarme que la llamada se había cortado, ya no tenía que preocuparme por ser escuchada… Si es que aún no se había enterado cosa que dudaba.
— Antón. ¡No la metas más, joder! ¡Maldito imbécil, que no la metas más! ¡Sácala, ya! —Le ordené con toda la mala leche que conseguí fingir, deseaba todo lo contrario, pero me había prometido a mí misma que no cedería esta noche.
— No está metida, solo estoy masturbándome con tu punto g, no con tu vagina en si…

Me mordí el labio del placer que estaba sintiendo.
— El punto g está dentro de la vagina, imbécil. Si te masturbas con él es que la estas… Ah…Ah… ¡Aaahhh! —Sin poder acabar con el razonamiento comencé a gemir  como una loca cuando él retiró una de sus manos de mis hombros, se llevó los dedos a la boca y humedeciéndolos comenzó a masajearme en círculos el clítoris con ellos—. H…Hijo de P… Uffff ¡Para! Sácamela ya… ¡Ahhhh! —mis razonamientos ya no eran coherentes, ni siquiera podía mostrarme enfadada, ya no me quedaba voluntad para continuar resistiendo aquel tormento.

Antón restregaba la punta de su pene contra mí y con otro empujón, consiguió introducir unos cuantos centímetros más de polla, ya debía estar medio metida. Mis manos agarraban firmemente su tronco, pero ya no me quedaba espacio, ya que mi mano derecha chocaba con su cadera y mi mano izquierda en la base de mi coño, si daba una sola embestida más tenía la sensación de que iba a morir empalada.
—¡Aaahhhh! No puedo más, saca… ¡Sácala! 

Él comenzó a sacar los seis centímetros de carne que ya me había introducido, y pude ver su prepucio totalmente hinchado apuntando contra mi útero cuando lentamente comenzó a meterla de nuevo sin prisa pero sin pausa, mis manos temblaban y su polla no tardó en alcanzar la posición a la que había llegado antes.
—Noooooooo —negué con un intenso gemido cuando comenzó con las embestidas metiéndola un poco más en cada embestida, me estaba costando mucho agarrarla.
Finalmente se me resbaló y su prepucio se abrió paso a través de mí hasta chocar contra el umbral de mi útero.
Me quedé empalada, muerta de placer y eufórica por no tener que resistir más. Antón no tardó en comenzar a taladrarme a un ritmo muy rápido y muy intenso. Sentía que era un animal entre mis piernas y yo su hembra.
Él colocó sus manos en torno a mi cuello y comenzó a apretar sutilmente, no me hacía daño ni me impedía respirar, pero creaba una presión que me hacía sentir sumisa y dominada.
— Estúpido imbécil, te dije que no me la metieras —Me quejé reprochándole su desobediencia.
— Y gracias a que la he metido tienes esa cara de viciosa… ¿Verdad? —Me susurró al oído mientras dejaba de taladrarme, saco su polla casi por completo, y de un golpe la metió toda de nuevo haciéndome gemir—. ¡Ahhhh! —La volvió a sacar y de nuevo la incrusto con un potente y seco empujón de cadera—. ¡Ahhhh! —Yo en cada nueva embestida gemía, y el comenzó a repetir ese patrón de  clavadas lentas pero cada vez más fuertes y profundas que producían unos sonidos muy sucios los cuales me ponían muy cachonda—. ¡Ah! Ah ¡Ah! Ah ¡Ahhhh!

Julio se ubicó a mi lado, y sin previo aviso tenía su enorme polla presionando mi pómulo. Volvía a estar dura como una piedra, y acabé deduciendo que lo mejor era calmar a los dos para acabar con eso lo más rápido posible. Si me centraba solo en Antón después me insistiría Julio, creando un círculo vicioso hasta que no pudiesen más.
Agarré la el pollón de Julio e, intentando concentrarme en también en él, lo masturbe lo mejor que pude. No conforme con eso, escupí a ese prepucio que tanto placer me había dado anteriormente y comencé a lamerlo con intensidad.
Para mi sorpresa, Julio se sentó sobre mis costillas, y colocó su paquete entre mis pechos, buscando satisfacerlo lo mejor posible, me los sujeté y presioné para apretarla entre ellos.
—Chupa la punta —Me solicitó con una sonrisa que me derritió, y no me quedó otra que obedecer. Mientras las caderas de julio empujaban para restregar su polla entre mis tetas y con el prepucio escondido dentro de mi boca, dejé de agarrarme uno de los pechos para, acariciar sus testículos y el empeine entre estos y su ano. Julio soltó un gemido brutal que desgarró la armonía de aquel comedor, en el que solo se escuchaba la tele y el chapoteo de mi coño por Antón. Mi boca se llenó de un líquido salado y caliente, no era tan abundante como la anterior vez, pero mucho más intenso.

Dejando reposar su capullo en mi boca, lamí todos los restos de esperma hasta que no quedó nada. De repente las embestidas de Antón se volvieron rápidas y constantes, podía sentir como iba a correrse de un momento a otro.
Para mi sorpresa, en cuanto Julio se salió de encima, me agarró de los tobillos y, elevándolos, los clavó en mis hombros, dejándome en una posición indecente, sus embestidas ahora llegaban mucho más hondó.
— ¡Ufff! Así me duele, Ant… —Me quejé mientras sentía un veinte por ciento de dolor, un ochenta por ciento de placer, estaba a punto de correrme debido a esa rudeza y sentimiento de dominación.
— Ya me corro —gimoteó él.
— C…Córrete fuera —Le ordené.

Él no contestó y siguió taladrándome hasta que sus embestidas se volvieron torpes, con tres embestidas finales, saco su polla y se corrió ¡Apuntando al interior de mi vagina! Noté como su leche caliente me derretía por dentro y veía como, meneándosela, restregaba su prepucio contra mi interior. 
— ¡Antón! —Grité intentando fingir enfado.
— Me pediste que me corriese fuera, no donde —razonó él demostrando tener muy mala idea. No me importaba porque yo tomaba la píldora e iba protegida, pero me molestó esa iniciativa suya…  Aunque debo reconocer que me gustó el que se corriese desde fuera hacía adentro, pero nunca lo admitiría en voz alta y mucho menos a él

No satisfecho con llenarme el coñito de leche, me la clavó  dando unas últimas embestidas provocándome el intenso orgasmo que ya venía anunciado desde hacía rato y que había sido interrumpido previamente, las piernas se me tensaron a causa de un intenso pero agradable calambre recorriéndome la entrepierna y el ombligo, su polla aún estaba dura en mi interior y yo me entregué por completo al placer, no pude evitar gemir como una gata en celo. Yo ya estaba agotada, no lo vi venir cuando sacó de mi coño su cipote empapado en semen y me lo engatusó en la boca, no me quedaba más que limpiárselo y chupar.
Agarrándome del pelo suspiraba de placer mientras yo se la chupaba, malditos demonios… Habían conseguido que rompiese mi promesa, pero estaba tranquila, me había esforzado por serme fiel y cumplirla.

Antón se apartó dejándose caer en el sofá, yo aún quería más pese estar agotada. Me levanté, cogí mi ropa haciendo una bola y me dirigí al baño, donde me encerré para ducharme.
Una vez dentro no sabía que iba a pasar, lo más seguro es que de ahora en adelante me distanciase de ellos dos. Me habían utilizado como yo a ellos, pero pese a eso lo que me había molestado era que no respetaron mi petición de no introducir sus penes. ¿Cómo podía perdonarles eso? Era cierto que yo lo había consentido, era yo la que había jugado con fuego y se había quemado.

Me tomé mi tiempo al ducharme, dejando que el agua cayese sobre mí. Limpié la camisa como pude, pues estaba manchada por restos de saliva, semen y salsa.
Julio entró al baño y me trajo un pijama de su hermano mayor el cual hacía tiempo que se había independizado, me propuso dormir allí con él… Antón ya se había ido sin despedirse de mí, supongo que simplemente se vistió y se fue… Así que estaríamos solos él y yo.
Yo no le respondí, o me vestía y me iba, o me ponía el pijama y me quedaba.

Julio

Me estiré en la cama exhausto tras llevarle la ropa, no sé porque le propuse quedarse, simplemente lo hice. Ella se había ganado mi respeto demostrando tanta fuerza de voluntad. ¿Cuántas mujeres podrían haber resistido como lo hizo ella? No la juzgaba, no la criticaba, y no sabía que pasaría de ahora en adelante.
¿Seguirían siendo amigos como hasta ahora, casi hermanos? ¿Su relación amistosa degradaría a amigos de tercer grado? ¿Serían algo más? ¿Pasaría de la friendzone a ser su folla-amigo?
Yo no tenía nada claro, y tampoco quería pensar en ello, pues hacía años que me sentía atraído por ella, hacía años que ella me había desterrado a la friendzone, y desde hacía semanas había comenzado inexorablemente su despedida del territorio de la friendzone.

Anna abrió la puerta de su habitación, llevaba solo la camisa de su hermano, la cual le quedaba muy grande y le tapa a modo de falda. 
— C…Creo que es demasiado… ¡Tarde!… para que vaya a casa —susurró apagando la luz y viniendo a la cama. La luz de la luna iluminaba sutilmente la habitación, y veía su silueta con dificultad acercarse y estirarse a mi lado. Podía notar como estaba estirada boca arriba, conmigo de lado mirando hacia ella—. ¿Qué pasara con nosotros ahora, Jota? —preguntó con tono melancólico y pausado, como quien no quiere escuchar la respuesta.
— Yo creo que… —Ni yo sabía la respuesta, hice una pausa pensando lo que iba a decir y continué—. Creo que no somos de piedra, y que tú necesitabas vengarte de Rafa. Yo creo que a lo hecho, pecho. Y que simplemente aceptemos lo que ha pasado siguiendo como estábamos hasta ahora…
— Nunca voy a poder mirarte de la misma forma…
— No hace falta —Le justifiqué, entendía perfectamente lo que quería decir.
— No quiero perderte, a Antón… Bueno, él es distinto y puedo seguir sin él, pero tú eres como un hermano para mí.
— Y tu una hermana para mí —Le concedí haciendo caso omiso a lo de Antón, era mi amigo pero la verdad es que podía resultar pedante a veces.

Noté como Anna giró sobre sí misma y me dio la espalda.
— Quiero confesarte que… Yo no te amo, Anna. No, siquiera me gustas, solo me pones cachondo perdido y me caes muy bien. Es pura atracción física…
—Aja… —afirmó sin decir nada más, supongo que para no interrumpirme.
— Quiero decir que, para mí siempre has sido como una hermana y te he querido mucho en ese sentido, pero nunca te querría como pareja porque… en fin, no soy hombre de una sola mujer, ya lo sabes. Incluso si lo fuera no eres mi tipo, pero eso ya lo sabes…
— ¿A dónde quieres llegar? —preguntó con curiosidad.
— Quiero decir que para mí esto tenía que pasar, y que no vale la pena arrepentirse. Si lo has disfrutado a la mierda la moralidad, por mi parte seguiré siendo lo que he sido siempre para ti, y si alguna vez necesitas otro polvo como este… Pues eso, al menos por mi parte, quedara como eso, en un polvo.
— Me pasa exactamente lo mismo…
— Y yo pensando que eras recatada y al final has resultado ser una viciosa como yo.

Anna se quedó callada durante unos segundos y respondió:
— Solo había sido así con Rafa pero, simplemente he comenzado a cambiar. Me estoy volviendo una guarra…
— Eres una guarra, sí. Y yo también lo soy… Todos lo somos, y todas —Le animé intentando que no se deprimiese—. No existe una sola verdad, una moral exacta que hay que seguir. Lo que esté bien para ti tal vez este mal para mí. Si no te critica la vecina lo hará tu padre o yo. ¿Entiendes? Vive la vida como quieras vivirla, porque es tuya y te pertenece. No vivas la vida según la moralidad de los demás…, y lo que para ti puede ser educación para mi puede ser protocolo innecesario. Quiero decir, que para muchos y muchas follarse a un amigo estará mal, pero para nosotros si hay confianza… ¿Para qué no aprovecharlo?
— Quiero decir que… ¿Y si me estoy volviendo adicta a esto?
— ¿Adicta a qué?
— A esto… —susurró sin acabar la frase.

Poco a poco fui pegando mi cintura a su culo el cual podía notar como estaba completamente desnudo, me bajé el calzoncillo apreté mi pene el cual estaba morcillón con su entrepierna.
— Julio… —ronroneó Anna al sentir la punta de mi verga contra su culito.
— ¿Qué…?
— Me acabo de duchar, estoy limpia… Y agotada.
— Quien sabe, quizás mañana ya no quieras, tengo que aprovechar, vivir el momento. Carpe diem.
— Mira pero no toques, toca pero no pruebes, prueba pero no saborees… Saborea pero arrepiéntete… ¿Qué significa para ti, Julio?

Tras meditarlo unos segundos pensé:
— Significa que pones una línea que no debo cruzar en un lugar, y poco a poco vas rebajando ese límite permitiéndome avanzar.
—Aja… —afirmó Anna, la cual comenzó a suspirar al colocar mi prepucio entre sus piernas.

Anna me agarró el pene y se lo dirigió hacia su orificio vaginal.
—No la metas… —dijo colocando mi capullo en su agujero, yo agarré su cadera con la mano que no tenía aplastada en el colchón y comencé a presionar contra su coñito hasta meter unos milímetros el prepucio. Estaba seco pero podía notar como a poco se iba humedeciendo, ella agarrándomela se limitó a restregarse con la punta de mi polla—. Vale… Métela… Pero solo la puntita, no más. —Dijo, y yo volví a desobedecer, incrustando aún más mi prepucio hasta que volvió a frenar mí avance, con todo mi prepucio metido—. Ahora…No me la cláves… —ordenó, y yo clavé lo más hondo que pude.

Un gemido surgió de lo más hondo de su garganta, la cual agarré con la mano derecha y, apartándole el pelo, comencé a besarle en el cuello. La cadera de Anna se movía como si tuviese voluntad propia, yo ya no podía más. 
Levantándome en el colchón la puse de costado y agarrándole su pierna comencé a bombardear a pollazos su interior.
— Ah, Ah, Ah, ¡Ahhh! ¡Me matas, Julio…!

Ninguna posición me satisfacía y esa mucho menos, me notaba sin ganas de correrme, y lo único que podía hacer era hacerla disfrutar a ella.
Yo ya me había corrido dos veces a en las dos últimas 2 horas y, aunque podría una tercera, tenía mi pene insensibilizado. Me quedaba mucho hasta que lograse correrme, iba a ser una noche muy larga que no acabaría hasta que mi polla no se levantase… O hasta que ella se durmiese.
En ese momento no sabía si seguiríamos siendo amigos, si seriamos folla-amigos o algo más. Solo me centré en disfrutar de esa noche con Anna, mi amiga, mi amante y que la quería como si fuese mi hermana, pero me calentaba como ninguna otra.

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