"El cellista" y descubierta por mi hermano (+fotos

Pasé todo el día escuchando Apocalyptica y Nightwish. Recordando las noches donde me dormía escuchándolos. Me serenaban hasta dormir, pero lo más importante, fueron la banda sonora de incontables fantasías y roces nocturnos. Era el solo hecho de sentir la vibración de los cellos en mi cuerpo, y mis piernas se enredaban entre las sábanas, apretando delicadamente en mi entrepierna hasta que el deseo se volviera tan intenso que me desnudaba y ya empapada metía todos los dedos que podía, imaginando que un finlandés enorme me viniera a poseer con su fuerza y vigor vikingo.
Fue una de esas noches que mi hermano me descubrió en pleno acto. Tenía los auriculares puestos, la luz apagada y la música a todo volumen. Era verano, el calor y la excitación me quitaron el pijama. El fervor de mi entrepierna me obligó a sentarme, apretando una almohada entre mis piernas, con tres dedos lo más profundos que pude en mi conchita. De espaldas a la puerta, comencé a moverme sobre la almohada. La cabalgaba como una ninfa del bosque, sobre excitada con su vikingo perdido. Cada movimiento me llevaba más al borde. Chorreaba sobre mis dedos, dejando una aureola enorme en la funda azul de mi almohada. Con los últimos gemidos que apenas pude reprimir, eche todo mi cuerpo hacia delante, haciéndome bolita en la cama. Mis piernas abiertas, mi concha, penetrada por tres dedos, y mi culo expuestos por completo a mi hermano que miraba sorprendido desde la puerta. Nos miramos un par de segundos con terror. Cerró la puerta y nunca mencionó nada. Supongo que se sentía en deuda, luego de tantas veces que lo encontré jugando solo por la casa y nunca mencioné nada a mis padres.

Ahora, les dejo una pequeña historia de fantasía, inspirada en esas noches. Espero que la disfruten.
Saludos, y disfruten masturbándose esta noche.


El Cellista



Cerró la puerta con un golpe y apoyó su espalda contra la misma dejando caer la cartera. Cerró los ojos y soltó un bufido fuerte seguido de un insulto al aire. Recogió la cartera del suelo y se encaminó a su habitación.

-Llegué!- gritó casi inconscientemente, sin esperar respuesta, estaba sola en la casa.

Subió por la escalera de madera donde su gata la esperaba. Le acarició la cabeza en forma de saludo y le dijo “hola Reina”. La gata cerró los ojos e inclinó su cabeza en entendimiento. Llegó a su cuarto, tiró la cartera en la silla y se dejó caer en la cama sobre los almohadones.

Miró el techo un segundo. Giró la cabeza al equipo de audio, se incorporó, y presionó play. No le importaba que escuchar, lo último que habría escuchado estaría bien, solo quería desaparecer y no pensar por unos minutos. La distorsión y sonidos graves de los cellos la hicieron sonreír. Necesitaba esto. Se quitó el saco y lo tiró sobre la silla. Empujó los zapatos con el otro pie para sacarlos y los dejó donde cayeron en el suelo. Se acostó boca arriba sobre los almohadones, descalza, con un jean gastado y una musculosa negra. Cerró los ojos y comenzó a cantar las pocas partes cantadas de las canciones. Se las sabe de memoria desde la primera vez que las escuchó hace años. Mientras canta se acurruca, cruza sus piernas y abraza el almohadón. Antes de darse cuenta esta boca abajo con los ojos cerrados, la música de fondo la relaja y la pone a dormir. Su respiración cambia y se hace lenta, pausada. La música baja en intensidad y deja de escucharla.

Se despierta sobresaltada cuando un solo de cello llega a notas muy altas. El sonido le genera un tremor y su corazón palpita más fuerte. Inconscientemente movía sus caderas en sueños y ahora continuo haciéndolo despierta. La mano con la que abrazaba el almohadón se desliza hacia abajo, se detiene en su pecho y lo aprieta suavemente. Sube la musculosa revelando su piel blanca. Saca un seno sin sacarse el corpiño. Lo masajea lentamente mientras mueve sus caderas y aprieta sus muslos. Recorre el pezón con un dedo tímido y vuelve a apretar el seno.


"El cellista" y descubierta por mi hermano (+fotos

La canción termina y comienza otra. La batería acompaña el sonido grave de cellos distorsionados. Desabrocha el pantalón y desliza su mano dentro de la bombacha. Siente la humedad primero en el vello y la tela de la bombacha. Cuando su dedo anular llega al clítoris un espasmo le hace retirar el dedo enseguida. Un suspiro enmudecido por el almohadón. Humedece los labios con la lengua y se muerde el labio inferior. Lleva el dedo nuevamente al clítoris y lo acaricia suavemente. Con dos dedos masajea haciendo círculos mientras mueve su cadera.
El acolchado violeta se arruga, la mano libre de ella está apretándolo con fuerza. El almohadón es cubierto por su pelo pero entre los mechones vemos como muerde el almohadón y su torso se mueve al compás de su respiración entrecortada.
Las piernas se separan más, la cadera se mueve hacia adelante y atrás más y más rápido. Los dedos masajean el clítoris y los labios intensamente, rápido y con decisión. Los movimientos rápidos y la creciente humedad llevan a los dedos a deslizarse solos hacia abajo. Entra primero un dedo, al sentirlo introduce un segundo e intenta que lleguen lo más profundo como se lo permita. Retira la mano de dentro de sus pantalones. Empuja el jean hacia abajo y con unos rápidos movimientos de piernas se lo logra quitar.

Siente el fresco en sus piernas y entrepierna, pero no siente frio. Se gira y boca arriba continúa masajeando su clítoris con una mano mientras con la otra decide explorar la profundidad de su sexo. Lentamente pero con decisión introduce tres dedos y los mueve dentro. La música suena alto, la fuerza y ritmo de la batería acompañan los movimientos regulares de su penetración, mientras que el sonido sensual del cello mueve el resto de su cuerpo y hace que sus dedos bailes en su clítoris como una melodía pensada especialmente para ese propósito.

sexo

La canción termina con un solo de cello y así como el ritmo decrece también lo hacen sus movimientos. El disco termina, ella no del todo. Pero descansa con sus manos cubriendo su feminidad. Respira profundo y cierra los ojos. Acaricia su cuerpo, se quita la musculosa y el corpiño. Desnuda en la cama, mira su cuarto. Abraza sus piernas y apoya la cabeza contra las rodillas.
No hay nadie en su casa esa noche, tiene que comer sola. Se pone la bombacha, y la musculosa. No encuentra necesidad de usar pantalones o un corpiño. Se calza las pantuflas y baja a la cocina. Se prepara un omellette y mira la tele sin prestar mucha atención a los programas. Cambia de canales sin fijarse si realmente hay algo en alguno de ellos. Llega a un canal de películas, una escena romántica inunda la pantalla. Dos amantes se besan en la ducha. Las manos se apoyan contra la mampara empañada por el vapor de agua. Apaga la televisión.

Pone agua en la caldera, prepara una taza con un sobre de earl gray y deja el azucarero a un costado. Busca en la heladera algo para comer de postre. Había torta de chocolate. Toma una porción y pone el plato en una bandeja. El agua hierve y la sirve en la taza. Prepara el té, le pone azúcar y lleva la taza en la bandeja hasta su habitación.

La ropa tirada en el piso y la cama. Recoge todo y lo apoya en la silla. Pone algo de música y toma el té. El calor entra en su cuerpo como un manto que la acurruca. La torta de chocolate, suave y esponjosa se derrite en su boca con cada bocado, no necesita masticarla. Al terminar deja la bandeja en el escritorio. Ordena los almohadones y la cama. El calor producido por el té le hace sacarse la musculosa. Se siente cómoda desnuda, se quita la bombacha. Esta sola, no necesita más ropa que el perfume que lleva puesto. Se mira el cuerpo. Lo acaricia y aprieta esas zonas que una chica nunca se siente del todo a gusto. Su cuerpo es hermoso. Su piel pálida y sedosa apenas tiene pecas, los pechos blandos y jóvenes llaman a sus manos para que los toque. El vello en su entrepierna está prolijamente recortado, el color oscuro contrasta con la piel blanca dando un efecto agradable y femenino. Es una belleza clásica, como uno se podría haber imaginado a las actrices más hermosas de las películas de antaño. Ella lo sabe.

Se sienta en la cama, acaricia sus piernas y llega a su entrepierna. La mira, estudiándola. Cada pelo, cada vuelta de la piel. Acaricia el vello, lo peina hacia abajo, tira un poco de él suavemente. Ve como la piel se estira debajo. Siente una sensación interesante. Roza el clítoris y separa los labios, intentando descubrir la zona de todo el vello así puede ver un poco su anatomía. Acaricia con un dedo cada pliego de piel ayudada por la humedad que continua emanando de ahí. Retira sus manos y acaricia su vientre y senos. Apoya las manos en la cama. Mira el peluche enorme que tiene a sus pies. Se tira al suelo y acurruca con el peluche. Cruza una pierna por encima del cuerpo del animal y lo abraza. Mueve su cadera, presionando su entrepierna contra el cuerpo afelpado. Se detiene. Gira y se acuesta sobre su espalda en el suelo. Lleva sus manos a su cabello, lo retira de su cara, cierra los ojos y respira profundo.

Decide bañarse, se levanta y baja desnuda de su habitación. Nadie la molestaría hoy. Se encierra en el baño. Abre el grifo del agua caliente y deja que el vapor inunde el cuarto de baño. Entra al agua dejando que la empape por completo. Se enjabona el pelo, el cuerpo recibe la espuma y se desliza por sus tenues curvas. Acaricia su cuerpo mientras se enjabona. El olor dulce y floral del jabón embriaga los sentidos. Se relaja. El agua golpea su cuerpo, su clítoris recibe el agua con el sentimiento más exquisito que pueda imaginar. Las manos acarician encaminándose a su entrepierna. Juega con sus dedos delicadamente mientras con la otra mano acaricia y masajea sus senos. Deja que el agua empuje al jabón.

Empapada sale de la ducha. Seca su rostro con la toalla y se arregla el pelo para secarlo en la toalla. En el espejo empañado se ve la silueta de su cuerpo. Su rostro apenas visible, la piel es una mancha difuminada con el fondo, interrumpida en la entrepierna por una zona oscura y coronada por una cabellera empapada igual oscura.

Seca su cuerpo con la toalla lentamente. Acariciando cada rincón que sabe le gusta. Desnuda comienza a secarse el pelo. Lo peina. Se mira al espejo. Su cuerpo ya prácticamente seco, su cabello una vez más hermoso, aunque no lo aprecie del todo. Ordena el baño y sale desnuda a la casa. Siente una libertad única, un poder sobre su cuerpo, como antes no había sentido.

A mitad de la escalera a su cuarto escucha una melodía. Piensa que debe ser el equipo de música. Entra a su habitación. El equipo de música está apagado. La música no parece salir de ningún lugar en particular. Una caja en su cama llama su atención. No había nadie en su casa. Abre la caja, negra, con una moña rosada de seda y dos cintas de seda cruzando la tapa. Dentro encuentra lencería. Un conjunto negro con detalles en encaje. El brassiere, la bombacha, sujetador y medias con una línea de los talones hasta arriba, altas hasta los muslos.

Sin pensar mucho en el origen de la caja comienza a vestirse. El sentimiento del contacto de algo tan suave y sexy con su cuerpo le agitan las palpitaciones. Acaricia su cuerpo y lo observa. Da un giro en sus talones disfrutando su nuevo conjunto. En la puerta del ropero, colgando en una percha, un vestido azul oscuro esperaba por ella. Zapatos negros de gamuza completando el conjunto. Y unos guantes largos, negros de satén. Se vistió, se miró, disfrutando de cómo se veía. El sentimiento de un vestido y lencería, no es fácil de explicar. La hace sentirse la mujer más hermosa en el universo.
La melodía aumenta y entra a su cuarto desde fuera de su puerta. Estaba cerrada. No recordaba haber cerrado la puerta. Una nota pegada en la puerta, y una máscara colgaba del pestillo. Toma el antifaz, cubierto en pequeñas piedras brillantes, sin leer la nota se coloca el antifaz atando una moña atrás que sostiene su cabello. La nota tenía escrita una simple frase en una caligrafía impecable: “Sigue el camino de tus sentidos hacia el placer

Mira la puerta, escucha atentamente. El sonido viene de ahí. Abre la puerta de su habitación y se encuentra con una habitación oscura. No estaba la escalera que debería encontrarse en ese lugar. En su lugar, baldosas de obsidiana negra cubrían el piso.
El sonido de sus zapatos resuena en el piso. Camina lentamente hacia una fuente de luz al otro lado de la habitación enorme. Con cada paso el sonido de la melodía se incrementa. Un hombre toca esa melodía en un cello. El pelo oscuro es surcado por un mechón rubio, la camisa se escapa del pantalón con cada movimiento brusco que hace al mover el arco por las cuerdas del instrumento. Las piernas se tensan con cada nota. Ella se acerca a él, extiende su mano la apoya en su hombro. Él se sobresalta.

-Disculpa, no quería molestar
-No hay problema, estaba concentrado- le responde con una sonrisa.

Sus rasgos finos y delicados, enmarcados por el cabello y una barba algo crecida crean un rostro que a ella le agrada. Se pone nerviosa, pensando que decir, como reaccionar. No esperaba ver a un hombre. No se suponía que este salón si quiera existiera en su casa. Dirige la mirada hacia la puerta de su cuarto. Está ahí, tal cual lo dejo atrás. Esperándola para cuando decida volver.

-Tranquila, podes volver más tarde si querés, ¿porque no te quedas un rato y me escuchas tocar? Necesito algo de público.

Ella asintió, él tomo su mano y la acompañó hasta una cama de dos plazas, la invitó a sentarse y regresó a su silla y su cello. Comenzó a tocar suavemente. Estirando los sonidos como gemidos suaves y graves que entran en el cuerpo de quien los escucha y lo embriaga.

dormida

Escucha la canción que el toca para ella y se siente adormecida. Lleva una mano a su pecho, siente como el corazón le late cada vez más fuerte. La otra mano cerrada en un puño la apoyaba con fuerza contra su vientre y entrepierna. Necesitaba tocarse, lo deseaba. Sentía las pulsaciones y el cosquilleo entre sus piernas. El sentimiento la sobrecogía y la canción servía de catalizador.

El hombre continúa con su melodía, su mano como araña mueve los dedos al tiempo que con su otro brazo lleva el arco por las cuerdas. Alarga las notas. Los ojos cerrados, el ceño fruncido, la camisa se abría y dejaba ver gotas de sudor que bajaban por el cuello hasta su pecho. Ella no perdió ningún detalle de esto. Su respiración se agito y un temblor recorrió su cuerpo. Debía hacer algo y rápido.
El ritmo de la canción sube, las notas llegan más altas y las alarga en los momentos más intensos. Esto produce tremores en el pecho de ella. Con cada nota su corazón palpita más rápido, su respiración se agita y entre sus piernas, los muslos apretados encierran la humedad creciente.

Las notas finales llegan con especial intensidad. El brazo derecho apenas visible en sus idas y venidas con el arco. Los dedos de la mano izquierda se mueven rápido entre las cuerdas sin equivocarse una sola vez. Ella aprieta el acolchado con una mano mientras la otra ejerce presión sobre su vientre. Muerde su labio inferior. La última nota es alargada y deja el brazo suspendido con el arco apuntando el suelo. La cabeza del hombre mira al piso con los ojos cerrados. El cabello cae a los costados.
Deja de sonar el cello. Los aplausos de ella sonaron suaves por los guantes. El hombre levanta la vista y sonríe. El sudor caía por el cuello hacia adentro de su camisa. Apoya el cello en un costado y se saca la camisa. Unos pocos pelos cubren el pecho blanco. Se arregla el pelo con la mano. Ella se acerca lentamente y agarra la camisa. Estaba empapada. Sentía aún más empapada su bombacha.

-me encantó esa canción.
-gracias, la improvisé para ti-le dijo con una sonrisa socarrona.

Se miraron por unos segundos, ella le pidió ver el arco, él se lo acercó a su mano y cuando ella lo agarró con un rápido movimiento él tomó su mano y la sentó en su falda abrazándola por la cintura. La mano que hacia un momento movía sus dedos como las patas de una araña ahora se apoyaba en el vientre de ella. El calor y un cosquilleo subió por su cuerpo y dejo soltar un tímido y agudo “ah…”
Él se rió entre dientes y acaricio el vientre de ella con la mano, llegando siempre un poco más abajo. Ella se mordió el labio y se dejó caer apoyándose en él, entregándose por completo. Con la otra mano le acarició el brazo, hacia el hombro. Le dio un beso en el hombro, y continuó besando la base del cuello, cada tanto sacando la lengua y recorriendo el cuello de ella con la lengua para tentarla. Ella sostenía el arco con su mano, se lo llevo a la boca. Mordió la punta del arco mientras sentía como la mano de él separaba sus piernas y por fuera de la tela del vestido tocaba su entrepierna. Gimió de placer levemente temblando un poco.

Se deslizo hacia el piso, quedando de rodillas ante él. Dejo la camisa y el arco en el piso. Lo miró a los ojos y apoyo sus manos en las rodillas de él, que estaba reclinado en la silla viendo que hacia ella. Las delicadas manos con guantes negros se deslizaron hacia arriba y enseguida, sin dudarlo por un segundo desabrocharon el pantalón. Tiró del pantalón con determinación. El bóxer negro dejaba apreciar el bulto del miembro, empezaba a endurecerse, podía ver la forma arquearse ante ella. Con la misma rapidez que le quitó el pantalón se deshizo del bóxer. El pene saltó ante sus ojos golpeando la barriga. Estaba casi erecto del todo.


masturbandose


Con una mirada él se acercó a ella, el arco lo detuvo a medio camino. Ella lo sostenía mientras no perdía de vista los ojos del hombre. Lo empujó hacia atrás y le dijo que se quedara quieto. Él obedeció. Con la mano izquierda acarició el pecho, bajando por el camino con pelos desde el ombligo al pene erecto. Acarició el miembro con la mano enguantada. Cerró su mano alrededor de la base tirando la piel hacia abajo descubriendo por completo la cabeza. Observó la forma, el color, sintió el olor y su curiosidad la llevó a cerrar sus labios alrededor de la punta. Introdujo toda la cabeza en su boca y jugo con ella con su lengua, humedeciéndola del todo. La sacó lentamente dándole un pequeño beso al sacarla completamente.

Lo miró esperando una respuesta, notó que estaba jadeando, con una mano se arreglaba el pelo mientras que la otra sostenía el cello con fuerza. Manteniendo contacto visual sacó su lengua y recorrió de la base hacia la punta. Sonrió después.

No se imaginó que le gustaría hacer esto. Pero lo estaba haciendo, y una parte de ella solo quería apurar los eventos y ver como se desarrollaba la historia.
Sabía cómo funcionaba, nunca lo había hecho pero confió en sus instintos. Movió la mano que sostenía el pene en posición vertical y empezó a masturbarlo. Lento. Deteniéndose en la cabeza y bajando hasta tirar la piel bien hacia abajo. Enseguida quiso ir más rápido. Y comenzó a mover su mano de arriba abajo con rapidez. Sintió que los músculos de él se tensaban. Fue más lento hasta detenerse. Se levantó, soltó el miembro. Con el arco le toco el pene de forma juguetona.

-Tocá algo para mí.

El cello cubrió el cuerpo desnudo del hombre. Ella se acercó a la cama y esperó a que empezara a tocar. Las primeras notas la hicieron mover ligeramente su cuerpo. Cerró los ojos y se dejó llevar por el ritmo. Desabrochó el vestido y lo dejó caer a sus pies. Descalzándose, se sentó en la cama apoyando los pies separados en la cama y viendo como él seguía tocando. Se sacó los guantes y los tiro hacia él. Atrapó uno en el aire y se lo llevó a la boca mientras la miraba moviéndose en la cama, quitándose la ropa.

Ella se recostó boca arriba y empezó a acariciar su cuerpo. Las piernas abiertas con las plantas de los pies apoyadas en la cama para ayudarse a mover la cadera. Las manos le recorren los pechos y bajan acariciando la sedosa piel pálida hasta llegar a la entrepierna. Con ambas manos masajea la zona moviendo la cadera al compás de la música. Levanta la cadera y se saca la bombacha. La deja caer. Acaricia su vello, húmedo, lo retira con ambas manos separando los labios, dejando ver el rosa interno de su sexo. Las notas del cello se resbalan y mezclan.
Masajea su clítoris con los ojos cerrados. Con su otra mano introduce tres dedos, le es fácil, está empapada. Aumenta el ritmo con el que se toca y comienza a suspirar, gemir bien alto, acompañando la música. Las notas del cello acompañan los gemidos de ella a la perfección. Van al unísono y comparten la intensidad y duración. El hombre suspira unas palabras por lo bajo al cello. Suelta el arco y éste empieza a moverse solo.


Fantasias

Mueve las piernas, abriéndolas más, permitiendo el acceso a sus dedos. Siente que alguien se acuesta junto a ella. Siente el cuerpo del hombre. El miembro roza su pierna. Lo mira a los ojos. Él la abraza y le besa los labios. Desabrocha el sutién y lo tira sobre la cama. Le quita las medias, de a una. Mirando mientras ella continúa tocándose suave y delicadamente. Ahora están ambos completamente desnudos en la cama. Él recorre el cuerpo de ella con su mirada. Besa los pies y sube besando cada centímetro del largo de las piernas. Besa la entrepierna y sube por la panza besando delicadamente hasta llegar a los senos. Los acaricia y toma en sus manos, besando ambos en los pezones y subiendo hacia el cuello, besando hasta llegar a la boca de ella.

Se detiene a un par de centímetros de distancia de la boca. Se miran a los ojos. Ella se levanta para besarlo y rodea con sus brazos el cuello de él. Se besan. Sus cuerpos se funden en uno solo. No se distingue dónde comienza uno o termina el otro. Gimen abrazados, respirando agitadamente entre besos y caricias. Recorren sus cuerpos con las manos, conociéndose, explorando cada centímetro del otro. Con su mano, ella busca el miembro de él entre sus piernas y lo ayuda a entrar en ella.
Siente enseguida un pequeño dolor que la hace estremecerse. Gime un poco más fuerte, pero le gusta. Le pide que vaya lento y él hace caso. Lento, y bien profundo, cada vez que entra y sale siente que el tiempo se detiene. Puede sentir cada centímetro de él dentro suyo y cuando se retira. Las manos de él juegan con sus senos. La lengua con su cuello. Ella muerde el hombro de él, araña la espalda, lo envuelve con sus piernas. Más rápido, más fuerte, más profundo. Jadean, se tocan, se aprietan más fuertes, él la besa en el cuello, ella muerde su hombro, araña su espalda. El cello sigue sus movimientos tocando su música al compás de sus movimientos. Los gemidos empiezan a convertirse en pequeños gritos, ella está terminando, no se preocupa porque alguien la escuche. Solo quiere más y quiere todo. Él va más rápido y más fuerte. Las caderas chocan y explotan con éxtasis al tiempo que el cello toca una última nota y ella gime casi gritando. Tiemblan juntos, jadean y se observan. Él la besa mientras le acaricia el rostro con una mano y con la otra suave y delicadamente masajea el clítoris de ella, ya demasiado sensible para seguir de la misma manera que antes. Quedan abrazados, desnudos durante lo que parecen ser horas. El cello toca música para ambos.


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Ella se duerme en sus brazos.

Despierta al otro día en su cama, con el pijama de siempre. Busca por su habitación el vestido o la lencería que había usado la noche anterior sin encontrar señal alguna. En su mesa de luz ve una nota y el antifaz. Sonríe al ver el antifaz y los agarra. Lee la nota que ésta vez dice:
“El placer te encuentra cuando lo llames”

4 comentarios - "El cellista" y descubierta por mi hermano (+fotos

Ironico +1
Me encanto tu relato, y tu fantasia. Lo describiste muy bien, pude imaginarte hermosa y plena.
koopa85 +1
muy bueno, hasta el final lo leí. y que bien escribes. saludos, el 1ro que leo, y te sigo ya me daré chacne de leer los demás.
gazo95 +1
Eres muy buena escritora!!! te felicito, es en serio.

Sin embargo, te sere totalmente honesto, son mas calientes tus historias reales que los relatos de tus fantasias, llenan mejor la imaginacion, deseo y a uno como hombre nos pone a palo el pensarte en las situaciones que cuentas de tu propia experiencia, eso en lo personal me exita mucho y, claro, termina en paja.

Al final es mi opinion unicamente, tu relato es muy muy bueno.

Gracias por compartir tu talento.