Se postuló y logró el cargo.

El directorio de la empresa había aprobado la creación de un nuevo sector en la estructura Managment Services a mi cargo: Soporte Pre-Ventas.
Soledad, por formación técnica, por aptitud y, además, por su cuerpo escultural y permisividad (predisposición a separar las piernas), consiguió la vacante de la jefatura.

-Hola señor Julio ¿Tiene unos minutos para mí? -
Yo, demorado, acababa de terminar un informe que debía entregar a primera hora del día siguiente, creía, erróneamente que se había retirado hasta el último de los empleados.
Ella estaba, cartera colgada en el hombro, de pie frente a mi escritorio y, como siempre que la veía, al levantar la vista me sentí turbado por sus ojos color cielo, por su largo cabello rubio lacio, atado a modo “cola de caballo”, por sus senos erguidos, su vientre plano y, ese día, que vestía una breve pollerita, por sus piernas seductoras, sobre tacos altos.
-Por supuesto ¿Qué necesitás Florencia?-
-¿Puede tenerme en cuenta para ocupar una, vacante de supervisión, en el nuevo plantel de Pre-Ventas?-
-¿No te sentís a gusto dónde estás?-
- No es por eso, sería un ascenso y un mejor sueldo, que lo estoy necesitando.-
Ya justo había “salvado” en disco rígido del servidor, el archivo con el informe, para que mi asistente lo imprimiera y encarpetara la mañana siguiente. Tenía tiempo y una sensación de oportunidad.
-Vení, sentate y charlemos- rodeando el escritorio, llevé mi silloncito, enfrentado a la silla que le ofrecía.
Por descuido o premeditación, al sentarse, sus muslos blancos, apretados y magnéticos, eran un espectáculo.
Ella se dio cuenta de la sensación que me invadía pero disimuló y habló de su ámbito privado y de su intimidad, como queriendo desahogar el ánimo y patentizar la necesidad de mejorar su sueldo.
Debido a los bajos ingresos, con su marido, compartían la vivienda con los suegros – entrometidos y desconsiderados – lo que amenazaba llevar a la zozobra su matrimonio.
-Es imperioso irme de esa casa y alquilar otra, sea como sea. - completó la confidencia, con semblante entre avergonzado y sugerente.
Me pareció que con sus últimas tres palabras me estaba ofreciendo una excelente oportunidad de traspasar el debido límite.
Apoyé mi mano derecha en su rodilla derecha, no protestó y su vista se clavó en la mía.
-Pensé que usted puede ayudarme, Julio. Se lo voy a agradecer, mucho. – murmuró.
-¡Muchísimo!! – agregó después de una breve pausa.
Estaba consciente que sus encantos producían sobre mí un efecto como el del hierro sobre una aguja imantada. Decidí subir, la apuesta y mi mano invasora, y tantear hasta donde estaba dispuesta a llegar. Deslicé los dedos entre sus muslos y los subí unos centímetros:
-Si te doy el puesto ¿Cómo me lo vas a agradecer?-
Desvió la mirada hacia su rodilla derecha, separó las piernas y movió levemente el rostro enviándome el mensaje de asentimiento. Mi mano subió raudamente – ella despegó ligeramente sus glúteos del asiento para facilitar el desplazamiento, hacia arriba, de la ajustada pollerita - hasta alcanzar su entrepiernas y palpar sus labios vaginales, interpuesta inicialmente, la tela de la bombacha.
Suspiró, abrió de par en par los muslos y aceptó un primer boca a boca. A buen entendedor, las palabras huelgan.
Corrí a un costado la bombacha y metí dedos, sin el estorbo de la tela.
-¿Cómo andas de tiempo, Florencia?-
-¿Ahora? Por mí no hay problema. Le mando un mensaje a mi marido que voy a demorarme. –
Yo ya tenía “declarado” mi regreso a casa, con una demora, imprecisada.
-Vamos, entonces. –
Sacó el celular de su cartera y digitó el argumento para justificar el retraso para liarse “a dos voces” y no, precisamente, con el destinatario del mensaje.
-¡Listo Julio, vamos! -
En el cuarto de un hotel para parejas, nos abrazamos, besamos, le saqué la bombacha y la empujé sobre el colchón, con la pollerita arremangada.
Arrodillado metí mi cabeza entre sus muslos, hasta alcanzar la concha. MI lengua y mis dedos –índice y medio - comenzaron a explorar, entrando y saliendo suavemente, le tomé el clítoris entre mis labios en O. Soledad, gozadora del /adicta al sexo oral, empezó de inmediato a menearse tomada de mi cabello y a gemir:
-¡Mmmmm. Julioollll Síiiiiiiiiiiiiiiiii, asíiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, qué buenoooo, ¡Aghhhhhh, Siiiiiiiiiiiiiiiiii!-
No tardó en manar fluido de la vulva, en tener un espasmo involuntario, laxarse y aflojar las piernas.
¿Realmente la había hecho acabar ya o estaba fingiendo?
-¿Qué pasó?- le murmuré
-¡Fue exquisito, usted …. vos lo hiciste de maravillas!!l-
-Y aún falta lo mejor, ¡Afuera toda las pilchas! –
Una vez desparramadas las prendas sobre sillas y perchas, parados al lado de la cama, le acaricié y besé las tetas, le manosee los glúteos – ella, en el ínterin, manoteó el “ganso” - y, me senté al borde de la cama:
-¡Qué buena pistola tenés!- comentó con la mirada fija en el miembro.
-¡Vení subite y métetela!! -
Se abrió de piernas, una a cada lado de las mías, deslizó su pubis hasta enfrentarlo al mío, acomodó la cabeza de la verga y, de una, se introdujo toda la vara rígida, me abrazó, ronroneó satisfecha:
-¿Te parece rica mi rajita?-
-Me alucina. ¡Ahora agarrate que vas a disfrutar de verdad!-
Con ambas manos en sus nalgas y mis labios chupándole los pezones, acompañé el entra y sale que ella lograba moviendo su cuerpo de la cintura para abajo:
-¿Ahhhyyy papito!!!, Mmmmmm, ¡Qué delicia Dios míoooooo! ¡Ufffffff!!! …..-
A cabalgata avanzada, le metí el dedo medio en el ano:
-¡Ahhhyyyy …. Julitooooo ….. me vas a hacer acabaaaaar!!!-
Y acabó por segunda vez. Yo, a esa altura, aún no. La acosté de espaldas me subí y la volví a penetrar, sin miramientos, y comencé un mete y ponga desmedido, violento. La cabalgué sin darle tregua – me acompañaba moviendo, acompasadamente, el pubis, gimiendo y con grititos de goce -hasta que exploté dentro de ella.
- Nunca sospeché que me harías gozar tanto. Hiciste que acabara tres veces- murmuró en mi oído.
-¡Ni yo que guardabas tanta osadía y tanto ardor debajo del ombligo!-
Me bajé de encima de su cuerpo y nos acomodamos lado a lado.
“¿Tres orgasmos? Sólo percibí dos.” pensé.
-¿Con tu marido no te pasa lo mismo? –
-¡Ni ahíiii!!! La mayor parte de las veces sólo acaba él y me deja con las ganas.-
-¿Y con tus amantes?-
-No. No te voy a negar que tuve algunas escapadas, muy pocas, pero ninguna fue una fogata como con vos hoy.-
Cuándo una mujer te alaba, andá saber si es sincera o te está “empaquetando”.

-¿Me vas a dar la jefatura de Pre-Ventas, Julínnn?-
-¡Eso tiene otro precio, Bonita!-
Le giré el cuerpo para ponerla de costado, le arrimé el mío, también de costado – la clásica pose cucharita - con una mano la masturbé, con especial atención puesta en el clítoris.
Unos cuantos suspiros, gemidos y murmullos, le devolvieron la vida al muerto entre mis piernas.
Con la derecha “enchastrada” con sus fluidos vaginales y, quien sabe si no también en parte por mi semen de la cogida precedente, le lubriqué los alrededores y el umbral del ano. Con la mano restante, enfrenté la cabeza viril a su “asterisco” y empujé.
No encontré sino una leve resistencia anatómica – ni sombra de queja verbal – que, apenas, demoró la introducción total del “tubérculo” en el culo (con perdón por la redundancia).
El subsiguiente coito anal, fue el broche de oro de un “after office” para exaltar, para ensalzar, para elevar a un grado superior, el goce de una la relación sexual, indecorosa, que fue el capítulo inaugural de una saga.

Hasta que cambié de empresa, bastante tiempo después del evento relatado, Soledad, como jefa de Soporte Pre-Ventas, reportaba conmigo, en sala de reuniones, acompañada por otros dependientes del sector, semanalmente.
Como amante, “se juntaba conmigo” en hotel para parejas, sola y sin cronograma fijo. Su o mí o bien el simultáneo de ambos, deseo vehemente, generaba la reunión deshonesta y la, consiguiente, fusión de cuerpos.



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