6 meses después… (I)




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Era un viaje programado por la compañía, del cual me enteré a principios de año. Estaba renuente a viajar, dado que acababa de celebrar el tercer cumpleaños de mis hijas y a ellas les molestaba la idea que me fuera una vez más, por un par de días.
Pero Sonia me había dado este cargo con un motivo y una vez que dejó el post-natal y que ella y Elena finalmente cambiaron posiciones (Elena se está encargando de Bastían y a la vez, tomándose sus vacaciones), empezó a prepararme sobre lo que ella buscaba de mí para este viaje.
Basta decir que tenía que explicar a la oficina de Perth sobre la unificación de nuestros proyectos y por qué, en cierta forma, teníamos que supervisarlos en sus adquisiciones, ya que hasta antes que llegara a mi cargo, nuestra oficina (La de Melbourne) se encargaba de brindar solamente recursos, pero nunca cuestionarse por qué lo hacía.
No obstante, los 2 sabíamos cuál era la razón por la que sí me motivaba a viajar…
•¡Así que la volverás a ver!- me dijo el día que me entregó los boletos para el viaje y las reservaciones del hotel.- ¿Llevarás también a Gloria?
-¡Por supuesto! ¡Necesito que ella también se prepare!
Aunque al principio, Gloria era la asistente de Elena, realmente deseo que ella se encargue de realizar algunos de estos viajes, para así permanecer yo al lado de Marisol y de mis hijas y por este motivo, le encargué la labor de memorizar y desarrollar las presentaciones de esta visita, mientras que yo me encargaría del dialogo y de esta manera, ella aprendería un poco a lidiar con el personal que debemos supervisar.
Sonia se rió jactanciosa…
•¡Qué envidia me dan! Una, que hace medio año que no la ves, y la otra, deseosa porque te acuestes con ella… y yo, que soy tu jefa, año y medio que no me das nada, ¿Qué tal?
-¡Eso no es cierto!- respondí serio.- Al menos, tú tienes a Bastían…
Estamos muy conscientes de la tensión sexual que prima entre nosotros. Incluso, hasta tenemos el permiso de Marisol para inmiscuirnos…
Sin embargo, soy yo el de las trabas. A pesar de todas las adversidades que he tenido en el nuevo cargo, he disfrutado mucho de mi esposa y de mis niñas en este tiempo y también, de ser fiel.
Incluso, me he dado el lujo de visitar ocasionalmente a mi hijo Bastían, para ver su crecimiento. Y en realidad, la maternidad a Sonia la ha tornado bellísima: sus pechos han crecido un par de tallas (no tanto para competir con Marisol todavía), su cintura se ha tornado más amplia y de alguna manera se ha conformado para exaltar su ya llamativa retaguardia, aumentando más el encanto de sus maravillosas y largas piernas y esa mirada perfecta, inteligente y calculadora, de una mujer con poder y que sabe perfectamente bien qué es lo que quiere.
Y no he querido dar el paso, por temor a que eso anime a mis otras compañeras de oficina que están tras de mí, por lo que me trato de enfocar solamente en el trabajo.
4 horas de vuelo nos separan de Perth. La mañana de ese lunes, Gloria se veía preciosa.
Con zapatos de tacón negro, sus piernas musculosas y atrayentes, una falda hasta las rodillas y pantys negras, destacando la forma de sus contorneados muslos y una camisa larga, con franjas verticales blancas y negras, que ocultaban el tamaño de sus pechos, era la epitome de la secretaria empeñosa juvenil, dedicada y profesional en sus labores.
Al verme en la terminal, sus ojos celestes brillaron en alegría. La pobre muchacha de 26 años por primera vez viajaba fuera de la ciudad por su trabajo y con un temor que yo comprendía bastante bien, le preocupaba no estar en la terminal correcta.
Me llamó la atención que llevase un bolso de mano tan grande, color rojo, que contaba con ruedas, si nuestro viaje era por 2 días y me explicó que era porque quería verse bien.
•¡Quiero impresionar a la sucursal, por la manera que somos!- exclamó enfática.
Le aclaré que debíamos hacerlo por nuestro trabajo y no por nuestra apariencia. Pero a pesar de ser la menos feminista de mi oficina después de Sonia, todavía tiene esa actitud de “mujeres al poder”, que tantas complicaciones me ha traído en mi ambiente laboral, durante estos meses.
Mientras embarcábamos, le consulté si acaso su pareja no tenía problemas con que viajase conmigo por un par de días a otra ciudad. Con esa actitud desafiante, pero aun sacudiendo esos rizos color negro de su cabeza y sonriendo coqueta, me respondió que no había motivos para que Oscar desconfiara de ella, siendo yo un esposo amoroso, un padre responsable y un excelente jefe.
Durante el vuelo, aproveché de dormir, mientras ella preparaba los últimos detalles de las presentaciones en su portátil. Luego de arribar al mediodía, según la hora local (pero a las 2 de la tarde, según nosotros), lo primero que hicimos tras registrarnos en el hotel, fue almorzar, en vista que a pesar de contar con horas laborales, nuestra sucursal no nos recibiría hasta el día siguiente.
Posteriormente, nos retiramos a la habitación de Gloria, para practicar sus presentaciones. Aunque originalmente, Sonia tenía pensado ubicarnos en la misma suite ejecutiva, logré convencerla para que nos cediera habitaciones separadas, e incluso, me ofrecí a pagar parte de la diferencia de los costos, si es que fuese necesario.
Eran habitaciones bastante amplias, de unos 15x7 metros cuadrados, con un comedor de diario pequeño, una kitchenette y adyacente a este, la cama matrimonial, con un televisor de pantalla blanca frente a este. Las otras habitaciones eran el baño y un walk-in closet, por lo que consideré que eran para ejecutivos como nosotros o bien, parejas de paso, visitando la ciudad.
Con bastante confianza, Gloria y yo nos tendimos en la cama matrimonial, revisando una por una las diapositivas a exponer y atenta a mis correcciones, aceptaba a cambiar las imágenes según se requería.
Alrededor de las 2 de la tarde, le concedí un break, donde ella aprovechó de ir al baño, mientras yo mandaba un mensaje de texto y además, de hablar con Marisol y con mis hijas, informándoles que el vuelo había sido normal, que estaba soleado y tibio y que ya había almorzado.
Cuando Gloria salió del baño, se había sacado sus zapatos, mojado el cabello y desabrochado un par de botones en la parte superior de su camisa y mientras le aseguraba a mi inteligente Pamelita que volvería cuando el sol apareciera 3 veces por el horizonte, se acostó nuevamente en la cama, pero con las rodillas flexionadas y las piernas abiertas, permitiéndome ver parte de sus carnosos muslos e inclusive, si me hubiese esforzado un poco, su lencería, desde la posición en que me encontraba.
Volví a acostarme a su lado y tomando el portátil, le obligué a hacer la presentación sin la ayuda visual, que tras pocos esfuerzos, le resultó bastante fácil, por el dominio de los temas.
Finalmente, a las 4 la dejé en libertad…
-¡No estudies más! ¡Sal, relájate y aprovecha de conocer la ciudad!- dije, arrebatándole el portátil de sus manos.
Ella pensaba que bromeaba…
-¡Hablo en serio!- le recalqué.- No quiero que mañana te congeles por olvidar una palabra. ¡Sal!, aprovecha de visitar la ciudad… conocer gente… emborráchate… ten sexo…
•Jefe, ¿Cómo puedes decirme eso?- preguntó, todavía creyendo que bromeaba.
-¡Aprovecha! Eres joven, hermosa y nadie te conoce. Puedes salir a bailar o acostarte con un hombre y nadie lo sabrá…
Me miró con un poco de ternura y suspicacia…
•¿Y qué harás tú?
-¡Yo no puedo!- respondí.- Soy tu jefe y soy el responsable de representar a la oficina. Además, ya conozco la ciudad, no bebo ni me gusta ir a bailar…
Entrecerró los ojos levemente con malicia…
-Pero conozco una amiga que sí me vendrá a visitar.
Gloria no se lo esperaba. En especial, luego de escucharme hablar tan cariñosamente con Marisol y con mis pequeñas. Pero tenía yo mi propia agenda por separado y Gloria figuraba en ninguno de esos planes.
Alrededor de las 5 y media, bajé al restaurant del hotel y me senté en la barra a esperar, tal como acordamos.
No tenía idea por dónde iba a ingresar. Estaba la entrada del lobby del hotel, la cual mi instinto me auguraba que era la correcta; la principal del restaurant, que también quedaba dentro de mi campo visual, pero una de los costados y finalmente, una que daba a la otra calle, a unos 10 metros a mi espalda.
•¿Qué estás bebiendo: Ron o Whiskey?- escuché su jubilosa voz.
Volteé en 180 grados y la encontré sonriente y encantadora…
Quedé inmediatamente mesmerizado. Se había dejado crecer su rubia cabellera, hasta los hombros. Pero lo que más me llamaba la atención eran sus blanquecinas piernas y sus pequeños zapatitos negros, que me dejaban ver sus lindos y menudos pies.
Vestía una chaqueta celeste, de hombros amplios, junto con una camisa blanca, que para nada ayudaban en sus pequeños pechos para mostrarse y lo más impresionante de todo, una falda del mismo color de la chaqueta (probablemente, el uniforme de la filial), que también escondían su sabroso trasero y que cada vez me impresionaban, en contraste de sus apretados bermudas color caqui con los que la acostumbraba ver.
Ella se rió de mi sobresalto y me dio la misma mirada de satisfacción que, medio año atrás, nos dábamos cada semana en la faena.
•¡Siento llegar tarde! Recibí el mensaje que me diste, pero ya me excusé con Dougie…
-¿En serio?- respondí, impresionado, mientras le pedía al cantinero una botella de cerveza.
Sonrió más por mi gesto. Aun me acordaba de sus gustos…
•¡Sí!- respondió muy coqueta.- Le dije que mi amiga divorciada Gertie estaba enferma y que iría a verla…
Me reí un poco, pensando en cómo había evolucionado la manera de ponerle los cuernos a su marido.
-Así que sigues casada…- espeté, en vista que en nuestro último encuentro, quería divorciarse.
•¡No porque yo quiera!- agregó, bebiendo un buen trago de su cerveza.- Padre y Eli lo metieron en la naviera, a pesar de mis protestas y está a cargo de la revisión de impuestos. Si él ahora se va, puede hacernos daño…
-¡Guau!-repliqué sorprendido.
•Pero al menos, el sexo ha mejorado…- esgrimió, sonriendo más.
-¿En serio?
•¡Un poco!- agregó, mirándome como diablesa.- Vamos 3 veces a la semana… pero aun dura demasiado poco…
Otro largo trago de su cerveza. Su último comentario era una clara muestra que esa noche, al igual que yo, quería desinhibirse.
Le conté de Marisol y mis pequeñas y de cómo ellas acababan de cumplir 3 años. Noté que eso le ocasionó una rara sensación, ya que se irguió y tragó un poco más de cerveza. Posteriormente, comprendí que, de haber seguido en la faena, habría celebrado con ella con una noche inacabable de hacer el amor.
•¿Y has estado con más mujeres?- preguntó, con la mirada perdida en su botella semi-vacía.
-Aparte de Marisol… no.- le mentí, olvidándome de mis vacaciones.- ¿Y tú?
Sonrió con toques de malicia…
•Solo con Dougie.- respondió, pero con lo que pasaría en esas 2 noches, tendría yo mis dudas…
Entonces, conversamos someramente de trabajo. Le conté de nuestra presentación, de mi secretaria y de la situación que vivo en mi actual oficina.
A pesar que no le agradó saber que estaba rodeado de tantas mujeres, se rió por la manera de ser de ellas. Y es que la verdad era que, en faena, a pesar que Hannah era mujer, nadie la discriminaba más allá de las labores extremadamente pesadas. Pero para Hannah, era pan de cada día que le hicieran comentarios sobre su coqueto trasero, a lo que ella respondía que sus enormes músculos habían atrofiado el tamaño de su pene y que no podían satisfacerla como ella quisiera y que por algo, se acostaba conmigo, cuya retorica los dejaba sin palabras, pero más impresionados y respetuosos sobre la hermosa y menuda mujer que les comandaba.
Sin darnos cuenta, dieron las 7 de la tarde y se oscureció bastante la calle.
-¡Qué lástima que sigas casada!- le dije, mirando hacia afuera. - ¡Me habría encantado llevarte en una cita!
Sonrió muy agradada…
•¡Qué bobo eres!- replicó, con su preciosa y coqueta sonrisa.- ¿Para qué quieres marcharte, si al final, volveremos aquí?
Tomó mi mano con ternura. El tiempo, entre nosotros, no había pasado…
-Es que… me habría gustado llevarte a bailar.
Volvió a sonreír…
•¡Apuesto que tu habitación debe tener un buen equipo de sonido!- complementó, con una sonrisa ansiosa y lujuriosa.
-Pero tu esposo…- traté de excusarme, riendo de su desfachatez.
•¡Oh!- señaló ella, con un coqueto mohín.- Es que no sabes que Gertie tiene fiebre y necesita una amiga que vele por ella… toda la noche.
Me reí y nos besamos suavemente. Ese aroma. Esa piel de porcelana y esos preciosos zafiros volvían a mi vida…
Tras pagar apresuradamente la cuenta, prácticamente trotamos al ascensor y mientras este subía, ella comentó de manera seductora…
•¿Recuerdas qué empezábamos a hacer, alrededor de esta hora?
Por supuesto que lo recordaba… y estaba tan ansioso como ella, por rememorarlo.

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2 comentarios - 6 meses después… (I)

pepeluchelopez
Sopas! Esas sensaciones de reencontrarse deben ser espectaculares
Luiyy
MUY BUEN RELATO . http://www.poringa.net/posts/offtopic/3013507/De-perrito-a-una-rica-boricua.html