El viento trajo el placer y se llevó la inocencia

Tirada en la arena, disfrutaba del sol de marzo.
A mi lado, mi esposo, escuchaba música mientras permanecía totalmente relajado.
Con mis 45 años, me sentía muy bien. Mi matrimonio era muy feliz, teníamos dos hijos preciosos, mi marido tenía un buen empleo, y llevaba sus 50 años con muy buen porte.
Por supuesto, la rutina existía, pero en este viaje que pudimos hacer solos, la estábamos pasando muy bien y habíamos recuperado el deseo como en nuestras viejas épocas.
El problema del sexo, es que cuanto mas se practica, mas ganas te da de hacerlo. Esta frase que había escuchado muchas veces, siempre la tomé en broma, hasta que descubrí de la forma mas cruda que era cierta.
Esa tarde prometía transcurrir como todas las demás. Hasta que en un momento vi algo en el mar que despertó mi curiosidad.
Una enorme vela se movía siguiendo el viento. Se alejaba y se acercaba a la orilla en una danza armónica e hipnotizante.
-¿ Que eso querido? Le pregunté a mi marido.
Se levantó y miró por unos segundos
- Creo que se llama Kite surf. Une una tabla de surf con una vela de parapente y se utiliza para desplazarse en el mar aprovechando la fuerza del viento.
- Que linda sensación que debe producir, dije aguzando la vista para tratar de ver al que conducía ese aparato.
Por allá, muy lejos, una persona sobre una tabla, realizaba innumerables piruetas aprovechando la velocidad de desplazamiento y las olas que se levantaban. Era un verdadero ballet.
Por fin, a lo lejos, salió a la playa y tomando su vela comenzó a acercarse hacia nuestro lugar. Luego comprendí que para no alejarse tanto, buscaba ponerse contra el viento mas arriba en la playa y salía luego mucho mas abajo.
Vi al surfista acercarse lentamente y comencé a poder identificarlo. Rubio, cabello largo, enfundado en un traje de neoprene, delgado y con no mas de 18 años se acercó hacia mi sector de playa, y al pasar me miró con unos ojos verdes profundos que me hicieron temblar. Noté que recorrió mi cuerpo con su mirada y se sonrojó. Siguió caminando y unos 200 metros adelante volvió a internarse en el mar para repetir su práctica.
De allí en adelante no le perdí pisada. Lo seguí en todas sus evoluciones hasta que terminó saliendo unos 300 metros playa abajo. Volvió a caminar hacia mí, pero esta vez, se detuvo frente a la residencia del bañero que existía a unos 50 metros de donde estábamos tomando sol, guardó el equipo, y se quitó la parte de arriba de su traje, mostrando un cuerpo delgado y lampiño. Era casi un niño, mientras se esforzaba por no mirarme. Por suerte mi marido seguía acostado ajeno a todo esto. Por fin, entró a la casa.
Nunca me había pasado. Era poco mas que un bebé. Quedé allí, sintiéndome excitada y nerviosa. Ese jovencito de no mas de 18 años había conseguido calentarme. No debía tener experiencia alguna. Soñe con desvirgarlo y darle sus primera lecciones.
Esa noche, mi esposo pagó mi descontrol. Lo llevé a la cama y lo dejé seco, consiguiendo por mi parte un orgasmo que no sirvió de nada. A la madrugada estaba desvelada y caliente, y mi marido ya nada podía darme. Tuve que tomar un sedante para conciliar el sueño.
La escena se repitió al día siguiente, pero esta vez mi esposo estaba levantado así que tuve que disimular haciendo que leía un libro. Para colmo mi marido no dejaba de hacer comentarios sobre las cosas que hacía el surfista, y cuando se acercó a nosotros se levantó y fue a conversar con él para preguntarle detalles sobre ese deporte.
- Es realmente apasionante, dijo al volver dejándose caer en la arena.
- ¿ Si querido?
- Ni te imaginas. Fernando me dejó sostener el parapente y no sabes lo que tira.
Sonreí para mis adentros. Fernando debía ser el nombre del surfer, y realmente me gustaría saber como tira, pero disimulé antes que la sonrisa se me reflejara en el rostro.
- ¿ Sí? ¿ Y que mas te contó?
- es muy atento, la verdad. Y muy tímido. Me costó convencerlo de que pasara luego por aquí a conversar un rato. Tiene 18 años, y todavía le choca conversar con extraños.
Bueno, por fin mi marido había hecho algo como la gente. Iba a poder ver al rubiecito de cerca.
Disimuladamente esperé con impaciencia a que dejara de jugar con su vela, y cuando volvió, guardó todo, y caminó hacia nosotros.
- Fernando, te presento a mi esposa, Laura, Laura el es Fernando.
- Mucho gusto señora, dijo agachándose y extendiendo su mano. Bronceado, delgado, con su cara de susto. Un sueño. Tomé su mano y le dí un beso en la mejilla, que lo sorprendió y lo dejó helado.
- Siempre te vemos practicar y mi mujer se divierte mucho, dijo mi maridito para romper el hielo.
- Bueno, me alegra divertirla, dijo mirando a mi esposo
- ¿ Hace mucho que practicas? Le preguntó a continuación.
Me miró asustado.
- Hace un par de años. Primero hice surf y luego combiné esa actividad con navegación a vela, y el resultado es el que Uds. ven.
- Me imagino que hace falta mucha fuerza para moverse de esa manera, dije con doble intención e inocencia.
- En realidad pienso que es mas maña que fuerza, dijo con absoluta inocencia y sin comprender lo que yo había querido decir. Y pensé en la maña que tenía que darme para meterme dentro de sus pantalones.
Conversamos un largo rato y ante mi mirada que lo quemaba, apartaba sus ojos y trataba de seguir la charla con mi marido. Mi maridito, como corresponde fue el último en enterarse de lo que pasaba.
Por fin, se despidió, no sin antes invitarnos a que pasáramos por la casa de los bañeros en cualquier momento para ver las instalaciones, y se marchó. Su espalda era un poema alejándose. Sus piernas firmes y duras eran una invitación.
- Imagino que debe tener poca suerte con las niñas con su timidez¿ no te parece?
- Seguramente, dije haciendome la desentendida.
- A mi nunca se me dio por el deporte pero conseguí una hermosa mujer, dijo elogiándome.
- Sabes que siempre busqué verdaderos hombres, dije sonriendo. Hasta hoy, debí aclarar.
Esa noche tomé la decisión de satisfacer mi deseo. A cualquier precio. No sabía como. Pero no se me escaparía este surfer . Con mi experiencia no tenía dudas que iba a dar vuelta a este chiquilín. Me lo iba a comer de un bocado.
Al día siguiente volvimos a la playa y mi marido salió a caminar por la playa. Me invitó pero no quise acompañarlo, pues deseaba permanecer al acecho, esperando mi oportunidad. Por fin Fernando, dejó de navegar y se dirigió hacia la casa.
Me levanté y fui hasta la orilla. A lo lejos mi marido se había parado a mirar un partido de fútbol en la playa. Volví a mi lugar pero dí un rodeo y me dirigí a la casa.
Golpee la puerta entreabierta que se abrió un poco mas.
- Pase, fue la respuesta desde adentro y entonces me asomé desde el dintel. Fernando estaba sentado en una silla plástica. La casilla tenía techo de chapa y el calor era insoportable.
- Hola, Fernando dije insinuante.
Me miro y volvió a sonrojarse.
- Hola Laura, pasen, dijo creyendo que mi esposo estaba conmigo.
- Estoy sola. Mi esposo salió a caminar hace un momento.
Fernando se quedó quieto
- Entre
Entré y cerré. En la habitación había una reposera de playa y algunas sillas con una mesa. Una puerta comunicaba con un vestuario y baño.
- Termino de cambiarme y salimos a la playa, dijo entrando al vestuario. Era evidente que no quería estar a solas conmigo. Tenía miedo.
- Vine a ver tu casa como habías sugerido, dije acercándome al vestuario.
- Hay poco para ver, dijo, y yo desde la puerta pude ver como se quitaba su traje de neoprene y quedaba totalmente desnudo, de espaldas adonde yo estaba. Me acerqué sigilosamente y cuando estuve detrás de él, mi mano derecho avanzó y acarició suavemente su espalda. Sabía de sobra lo que tenía que hacer para someterlo. Solo necesitaba que girara.
Fue como si una corriente eléctrica le hubiera recorrido el cuerpo.
- ¿ Que está haciendo? Dijo mientras se daba vuelta de golpe, lo que fue un error.
Salté sobre él y mientras mi boca se adueñaba de la suya, mi mano tomaba posesión de su verga. Fláccida y lampiña daba ternura.
Mi boca no lo dejaba decir nada, mi lengua invadió su boca y lo empujé hasta dejarlo contra la pared. Comencé a masturbarlo y noté como su herramienta comenzaba a distenderse.
Luego de la primera sorpresa, consiguió alejar mi boca de la suya.
- ¿ Está loca? Dijo tomándome de los hombros para separarme.
- Si, por vos dije sin dejar de masturbarlo y ya teniendo en mi mano una lanza de cuidado.
- Déjeme, por favor, van a descubrirnos, pidió con un hilo de vos.
- Van a descubrirnos si no te apuras en hacer lo que hay que hacer dije tomando una de sus manos y bajándola hasta mis tetas. Trató de evitarlo pero con su verga totalmente parada ya su resistencia comenzaba a flaquear.
- Su marido, puede volver, dijo con la voz entrecortada.
- Para cuando mi marido vuelva te habrás corrido dentro mío, luego de clavarme hasta las cachas. Me imagino que nunca lo hiciste, pero hoy es el día, dije, dejando su boca.
Lo miré y sin decir agua va, caí de rodillas y me apoderé de su vara con mi boca, comenzando una fellatio de campeonato. Fernando me tomó de los hombros y del cabellos tratando de alejarme, pero no estaba en mi planes. Luego de un minuto su resistencia comenzó a aflojar, y empezó a suspirar ante mi tratamiento.
Con desesperación comencé a succionar esa barra de carne, consiguiendo que se pusiera muy dura y resbaladiza. Y ante mi sorpresa, se convirtió en una herramienta de cuidado. No menos de 18 cm. De largo por 5 cm. De ancho y totalmente sin vello. Dos pelotas suaves y cálidas colgaban completando un equipo de primera.
- Ahh, que placer, fue todo lo que alcanzó a decir, antes de entregarse por completo.
Cuando sentí en mi boca que su verga comenzaba a encabritarse próxima al clímax, la solté y me levanté. Lo tomé de la mano y lo llevé a la habitación del frente. Me desnudé rápidamente y me puse en cuatro patas sobre la reposera.
En esa posición, di vuelta mi cabeza y lo miré.
- ¿ A que esperas? Cada minuto que pasa es más peligroso, le dije.
- Nunca lo hice, dijo sonrojandose.
- Ven aquí, le dije maternalmente.
Fernando me miró y se acercó masturbándose lentamente. Se colocó a mi grupa.
- Ahora descapuchala, le dije
Descubrió la cabeza de su lanza y se quedó allí esperando órdenes.
Abrí los labios de mi vagina con mi mano.
- Acomodala, le dije y me metió la dilatada cabeza dentro de mi sexo. Gemí de placer. Se quedó allí con los ojos cerrados.
- Vamos cabrón que la quiero toda, toda, toda, le dije tomando sus huevos por entre mis piernas. Las caricias de mis manos lo descontrolaron del todo y avanzando me clavó hasta las cachas. Casi me partió en dos. Me mordí los labios para no gritar.
- Despacio que lo que tienes ahí no es un juguete, le dije, pero muy conforme con la situación.
- Disculpe señora, dijo tímido.
- No es nada Fernando, ahora muévete, vamos , empuja y retírate.
En silencio para evitar que nadie escuchara nada sospechoso, comenzó un pistoneo que me enloqueció. Pasaron varios minutos y por fin, me corrí como hacia mucho que no lo hacía. Fernando siguió y siguió con su mete y saca, sin detenerse, sin aflojar, acelerando cada vez mas. De pronto, se detuvo y sentí como explotaba dentro mío, vaciando sus huevos de manera furiosa, ralentando sus movimientos.
Quedó allí un minuto y luego, sin que su verga se ablandara, comenzó a salir casi por completo y volver a entrar hasta el fondo, en una serie de movimientos armoniosos, que me parecieron como las olas del mar. Su verga vaciaba mi sexo y luego lo volvía a llenar a tope.
En ese momento mi orgasmo me barrió como una ola.
Fernando siguió por varios minutos para terminar metiéndose hasta las cachas y volvió a escupir dentro de mi concha todo su semen caliente y viscoso.
- La lleno señora, la lleno otra vez, dijo Fernando en mi oído, totalmente volcado sobre mí, mientras su verga allá adentro escupía y escupía sus mocos.
Cuando terminó, tembló un par de veces, se aflojó y la sacó, y tomándola con sus manos cayó sentado sobre la silla mas cercana, tratando de recuperar el aire.
Tomé una toalla que había allí cerca y me limpié sus abundantes corridas. Me vestí rápidamente.
- Gracias Fernando. Ahora tengo que irme antes que mi maridito me extrañe. Si te interesa me avisas y podemos combinar otro día. Por mi parte yo quedé muy conforme. Nos vemos, dije, y abriendo la puerta salí como había entrado. Fernando quedó sentado en la silla con sus manos sosteniendo su verga morcillona.
De una me fui a la orilla y me metí al agua fría que además de limpiarme me ayudó a aliviar el sofocón del calor de la casilla y del ejercicio.
Mi esposo en ese momento llegó hasta nuestro lugar, miró hacia todos lados y al verme en el agua me saludó con su mano. Le contesté y luego de unos minutos, cuando ya me sentí tranquila, salí y fui hacia él.
- Me sorprende verte en el agua. Todos estos días dijiste que estaba fría.
- Y está fría, pero como me quedé sola y me aburría decidí mojarme.
- ¿ Tuviste frío?
- La verdad que no. Me mojé toda, pero lo disfruté mucho, dije sinceramente.
En ese momento Fernando salió de la casilla con unas bermudas. Mi esposo lo saludó, pero cuando él lo vio, apresuradamente volvió a meterse.
- La verdad que es tímido este muchacho, va a ser muy dificil que alguna vez se coja alguna mujer, dijo , mientras una sonrisa beatífica invadía mi rostro.
- No te preocupes, querido. Hay mujeres para todo, dije mientras me secaba.
Era totalmente feliz. Por primera vez en mi vida, había desvirgado un jovencito y me había encantado.

1 comentario - El viento trajo el placer y se llevó la inocencia

shiwwo +1
Excelente como todos tus relatos!! Una pena que estes tan perdido!