El inquilino ( final)

Relato del esposo, para terminar.

Costó trabajo mantenerlos separados unos cuantos días, y es que quería que ella estuviera realmente caliente y con hambre. Tal es así, que hasta llegó a coger conmigo de la desesperación de verga que tenía.
Por fin, organicé las cosas para que ocurrieran y yo pudiera verlas. En el placard del dormitorio había un espacio donde se guardaba ropa de la próxima temporada, así que nunca se abría hasta que no llegaba el momento del cambio de época.
Cuando estaba solo, fui moviendo esas bolsas hasta el galponcito del fondo e hice lugar para un banquito. Como el frente tenía tablillas, podía verse perfectamente desde dentro la habitación. Para evitar sorpresas desagradables, arreglé la cerradura de esa puerta de manera que pudiera trabarla desde dentro y no pudieran abrirla aunque lo intentaran. Por fin, elegí un día que mi mujer tenía actividades programadas para inventar un viaje por un día, y para el cual iba a partir justo cuando mi mujer no estaba. Ella al enterarse intentó suspender sus cosas y estar conmigo hasta que me fuera, pero la convencí que no había falta, y cuando llegó el momento ella partió.
Yo cargué mis cosas en el auto y lo guardé en una playa a pocas cuadras de mi casa, para regresar rápidamente. Si por casualidad Sandra me viera le diría que me había olvidado algo, de lo contrario, ya me ubicaría en mi escondite.
Revisé la casa. No había nadie. Tomé una botella de agua y me metí a mi observatorio a esperar que las cosas se echaran a andar.
Mi esposa volvió a horario, y la sentí que recorrió toda la casa para ver si efectivamente me había ido. Hasta revisó debajo de las camas, la muy puta. Yo, en el silencio mas absoluto la miraba y disfrutaba del momento. Luego que terminó su inspección detallada, entró al baño a ducharse. Se depiló por completo, se perfumó, eligió ropa interior bien sexy y se calzó un vestido corto que mostraba sus estupendas piernas. Me excité de solo verla prepararse, la verdad. Por un momento tuve ganas de salir de mi escondite y tirarle en la cara todo lo que sabía, pero me contuve.
Tomó su teléfono y mandó un mensaje. La respuesta fue casi inmediata. Siguio con los mensajes un rato. Se ve que ella quería subir al departamento de su macho y el se negaba. Por fin, sonó el timbre de la puerta. Ella dejó el celular, se paró frente al espejo de cuerpo entero, se dio el visto bueno y fue a abrir.
Desde el dormitorio se escuchaban las voces sin que se pudiera distinguir lo que decían .
Mi dormitorio tiene la puerta sobre un costado, la cama está en el centro. Es un sommier al cual le adosé los cabezales de una antigua cama de madera, con un respaldo trabajado tanto en la cabeza como en los pies. Frente a ella, está ubicado el placard donde yo estaba oculto, y sobre la pared opuesta, la puerta que conduce al baño. Desde mi posición veía toda la habitación y especialmente la cama que la tenía a un metro de mi escondite.
Entró Gustavo trayendo de la mano a mi fiel esposa. La apoyó en los pies de la cama y comenzaron a abrazarse y besarse con ganas. Luego de un rato, la levantó de la cintura y la recostó en la cama, haciendo que sus piernas quedaran abiertas y apoyadas en el respaldo de los pies. En esa posición, le subió el vestido que ya estaba prácticamente en la cintura, y corriendo a un lado su tanga, comenzó a comerla con maestría. Mi mujer flipaba de placer. Se aferraba a sus cabellos como si quisiera que la cabeza del macho se metiera en su vagina. Por momentos el retiraba las manos de ella y subía con sus besos por sus piernas hasta sus pies. En la primera incursión, le fue quitando los zapatos a medida que recorría sus piernas, para luego volver lentamente a reiniciar el cunilingus.
Noté otra cosa, cuando su boca trepaba besando sus piernas, una de sus manos acariciaba el sexo de mi esposa y sus dedos se introducían en ella.
Luego de un tiempo, volvió a tomarla de la cintura y levantándola como si fuera una muñeca la subió a horcajadas en su cuerpo, haciendo que sus sexos se pegaran a través de la ropa de él, ya que ella era poco lo que tenía, y así, aplastando su sexo contra ella, comenzó a moverse como si estuviera tirando de parado. Mi mujer gemía y suspiraba como una loca, y le repetía constantemente como gozaba con él.
Con ella en brazos, dio la vuelta a la cama y la llevó hasta depositarla sobre ella. Ella se arrodilló y en esa posición, el le quitó su vestido por la cabeza con un rápido movimiento y luego le quitó el corpiño, dejando a la vista sus tetas que mostraban sus pezones totalmente empitonados de la excitación. Era innegable. Mi mujer estaba totalmente fuera de sí.
De inmediato fue el turno de ella de desvestir a Gustavo. Volaron su camisa, sus zapatos, sus medias, su pantalón, quedando solo con un slip que mostraba que lo hecho hasta ahora no había sido gratuito para él tampoco. Su bulto estaba duro como una piedra, debajo de la prenda.
- Bueno putita, ahora vas a trabajar un ratito, te parece? Dijo el mientras se acostaba en la cama boca arriba.
Mi mujer sonrió y rápidamente se quitó su tanga, para luego acostarse sobre él y comenzar a recorrerlo con sus labios y su lengua. La cara, el cuello, las orejas. Nunca había hecho eso conmigo y la verdad, me daba un poquito de bronca. Fue bajando por su cuerpo sin dejar de besarlo, hasta llegar a su cadera. Hábilmente le quitó el slip, y una verga dura apareció en todo su esplendor. Mi mujer la tomó delicadamente, y fue girando su cuerpo, hasta ubicar su sexo frente a la boca de Gustavo, y en ese momento, se lanzó a comerse la vara con todo. Al mismo tiempo la lengua de Gustavo hacía estragos en el sexo de Sandra.
No hace falta que les cuente como estaba yo en mi escondite.
Cuando por fin, la movió hacia adelante haciendo que quedara en cuatro patas, colocándose detrás de ellla para seguirla poseyendo con su lengua, la puta de mi mujer acabó violentamente. El hijo de puta la llevó al orgasmo solo con su lengua.
Cuando terminó de acabar, fue el momento para que él se acomodara a su grupa. Estaban cruzados sobre la cama, así que yo los veía de costado. Vi como esa verga terrorífica se acercó a ella, y como poco a poco se fue metiendo en su cuerpo. No creí que pudiera tragársela toda pero no conozco a las mujeres. Cuando la tuvo adentro hasta los huevos todavía gritaba la puta pidiendo mas.
Gustavo comenzó a cepillarla con ritmo, y mi mujer a suspirar de placer.
- ¿ La sentís? Le decía como si alguien no fuera a sentir adentro semejante matraca.
- Siiiii, mi amor, te siento, te siento.
- Ahora la vas a sentir, le dijo retirándose por un segundo, levantando su verga y apuntando claramente a su culo. Yo no lo podía creer. Mi mujer nunca me había dejado sodomizarla. Pero no fue eso lo mas revelador. Lo sorprendente fue la facilidad conque se tragó esa verga con el culo. Claramente no era la primera vez que recibía visitas por la puerta trasera. Gimió un poquito cuando la cabeza traspasó el esfinter pero luego comenzó a gozar y en cuestión de minutos otro orgasmo la barrió.
Mientras ella se aflojaba con su orgasmo, el desensilló y la arrastró hasta el borde de la cama, poniéndola boca arriba. El se quedó parado en el suelo, calzó sus piernas sobre sus hombros, y la volvió a empalar de un solo envión, haciendo que mi mujercita gritara con ganas, y el orgasmo que estaba terminando se extendió por unos minutos mas.
Luego de un rato, la dio vuelta y arrodillándola en el suelo, le volvió a meter la tranca. Luego de un buen rato, la levantó y así de espaldas a ella la llevó hasta el respaldo de los pies de la cama, y sentándose en él, la sostuvo con las piernas en el aire mientras la seguía cepillando. El espectáculo era fabuloso. Estaban allí a un metro de mí, y veía en primer plano esa verga que entraba y salía, hasta que por fin se corrió.
- !!! Ahí te va puta¡¡¡¡!!! Traga, traga¡¡¡¡ gritaba Gustavo mientras le inyectaba toda su simiente hasta el fondo. Mi mujer, con la cabeza tirada hacia atrás solo podía recibir todo lo que le estaban dando. Luego de unos minutos, se besaron en esa posición, y Gustavo fue retirando su verga morcillona. Detrás de ella, un verdadero río de semen comenzó a salir del sexo de mi mujercita. ! Que polvo que le habían echado¡¡¡.
Cuando la bajó al suelo, mi mujer apenas podía mantenerse de pie. Las piernas le temblaban.
- Fuiste una bestia, le dijo mimosa mientras lo besaba.
-¿ Fui? Mira puta, mi verga se esta encabritando de nuevo, pero ahora te daré tu segunda ración en mi departamento. Vamos vístete rápido.
Mi mujer, obediente, fue hasta el baño a limpiarse.
- Espero que el espectáculo te haya gustado, dijo Gustavo en voz baja, mientras se vestía.
Mi mujer salió y comenzó a vestirse.
- No te pongas bombacha ni corpiño, total te voy a clavar apenas cierre la puerta de mi casa, le dijo, y ella obediente, se puso un solero con breteles, unas sandalias, y tomándolo de la mano, salieron hacia la cama de él.
Luego de un rato, comencé a escuchar golpear la cama de Gustavo contra la pared. La estaba partiendo el animal. Yo salí de mi escondite y de la casa. Esa noche me quedé en un hotel y al otro día regresé como si nada hubiera pasado.
Mi mujer me recibió muy cariñosa.

4 comentarios - El inquilino ( final)

Si-Nombre
Waaaaaaoooooo muy buen relato y desde todos los puntos de vista!!!