Una diosa. Capítulo 42

Una diosa. Capítulo 42

Queríamos comentarles que estamos empezando un nuevo proyecto de relatos más cortos. La idea es un relato por día, donde la historia de cada uno empiece y termine ese mismo día. Pero para calentar más la cosa, la pagina se basaría únicamente en fantasías. Les dejamos el link para que nos vayan siguiendo ya que en los próximos días empezaremos a subir los primeros relatos.
Muchas gracias por todo!

http://www.poringa.net/FantasiasH

Esta es la historia de Gabriela, una diosa de 25 años que tiene muchas ganas de contarnos su vida repleta de hombres, amigos, engaños y muchas anécdotas sexuales. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…


Capítulo 42: Muestra de amor
La leche caía por mi cola una vez más y llegaba hasta mi conchita que aun ardía de cómo me había cogido Patricio. Me puse la tanguita sin que me importara mancharla y me subí la pollera. Me acomodé la camisa y una vez que él estuvo listo, salí de su oficina. Pero al abrir la puerta me encontré con Martín que estaba parado en frente. “A perdón, no sabía que estabas acá” me dijo y amagó con irse, pero yo le aclaré que justo me estaba yendo y salí de la oficina de nuestro jefe para ir directo al baño a limpiarme.
Por unos segundos pensé que nos había escuchado, que se había dado cuenta, pero no le di importancia. El problema fue cuando entré al baño y vi que tenía la camisa mal abrochada y el pelo algo desacomodado y se me vino al mundo abajo. ¡Martín se había dado cuenta! La desesperación se apoderó de mi por un instante y pensé que todo podía llegar a explotar. Pero tenía que calmarme, así que respiré hondo y después de limpiarme y arreglarme, salí del baño y volví a mi escritorio.
Pero la calma duró poco, ya que unas horas más tarde Martín se acercó hasta la recepción y se sentó en la silla que estaba en frente de mi mesa. Empezó contándome que él me apreciaba mucho y que a pesar de que me veía muy linda siempre me había respetado, pero enseguida su discurso se transformó en algo más político y empezó a hablar del maltrato a la mujer y del abuso de poder. Cuando mi confusión no podía ser mayor, dijo la frase que lo aclaró todo:
- Si Patricio te está obligando a acostarte con él para no despedirte, quiero que me lo digas Gabi. Yo voy a salir a respaldarte.
Por un momento no sabía si reírme, preocuparme, sorprenderme o quedarme callada. Sin embargo supe cómo reaccionar enseguida, la idea se me vino a la cabeza y me pareció la mejor manera de solucionarlo. Le terminé contando a Martín (evitando los detalles de cómo empezó todo) de que Patricio y yo nos estábamos acostando pero que no me sentía obligada. “Me gusta él. No es serio, pero me gusta divertirme.” terminé comentándole.
A pesar de su cara de sorpresa, él pareció entender la situación. Antes de irse se ocupó de aclararme que no le iba a decir nada a nadie, pero que tenía que tener más cuidado y que tuviera en cuenta que si su esposa se enteraba se me iba a armar un problema grande. Me quedé callada por unos segundos asumiendo esa última parte. ¿Cómo podía ser? Patricio me había dicho que era soltero. Si es raro, ¿un tipo de 38 años soltero? Pero yo le había creído. Cuando días más tarde, le conté que sabía que era casado, empezó el fin de ese affair. Tan solo un mes más tarde, se terminó todo.

Volvía a empezar de cero en otro aspecto de mi vida. La facultad privada era mucho más sencilla y con la cantidad de materias que pude homologar, terminé cursando pocas horas por día y eso me daba mucho tiempo para mi sola. Pasaba mañanas en casa, mirando series, relajada y dedicándome a descansar un poco después de tantos años de acelere. Cuando arrancó marzo decidí dedicarle un poco de tiempo a mi vida deportiva y empecé a salir a caminar y a hacer ejercicio en el parque. El video pasó de moda y a pesar de que aparecía de vez en cuando algún idiota que me lo recordaba, ya no me importaba.
Tomás seguía insistiendo con el perdón y con volver a intentarlo, yo no le daba ni bola. Para colmo Silvina me había contado que lo vio un par de veces hablando con Maipi y como si fuese poco, a los meses apareció un video hot de ellos dos.
Era mucho más soft que el nuestro. Ella le sacaba la remera y le besaba el pecho y después de algunos comentarios como “dale tonta” o “animate”, la putita le bajaba el short y empezaba a chuparle la pija. Pero se cortaba segundos más tarde y no se sabía cómo había continuado. Cuando le conté que sabía del video a Tomás, dejó de insistir en volver conmigo y de a poco empezó a desaparecer.

Gastón seguía siendo mi gran amante. Romántico, tierno, apasionado, insistente, era todo un hombre y se empeñaba en hacerme sentir una verdadera mujer. Sabía lo del video, sabía que me había acostado con varios chicos, sabía que me gustaba vestirme como gato, sabía que muchísimos chicos me miraban y a pesar de todo eso él no se hacía ningún problema en tratarme como a una dama frente al público y como a una diosa en la cama.
A mediados de marzo salimos a comer después de varios días de no vernos y la conversación fue pasando por distintos temas. Cuando llegamos a hablar de su familia y de cómo su hermanita estaba creciendo rapidísimo, decidí indagar un poco más en el tema. Pero él intentó evadir la conversación y su intento de cambiar de tema fue tan obvio que me molestó.
- Gastón ya pasamos por esto.- Le dije cortándolo en seco.- Hace 5 años, cuando salíamos evadías todo intento mío por saber más de vos. Y sabes como terminó eso…
- Gabi…
- ¡No me interrumpas!- Le dije hablando más fuerte que él y empezando a enojarme.- Quiero que me cuentes de tu vida. Necesito conocer más de vos. Quiero conocer más de vos.
- Gabi…
- No sé por qué no me dejás entrar en tu vida si yo…
- Mi tía abusó de mi cuando tenía 10 años.- Me dijo directo dejándome sin habla.
Me quedé unos segundos callada y le pedí que repitiera eso por qué no podía creer lo que acababa de escuchar. “Mi tía abusó de mi cuando tenía 10 años” repitió y miró fijo a su plato de comida. Obviamente no quería que se sintiera mal, pero ya había salido el tema y no sabía cómo manejarlo. “Ahora no…” me dijo cuando le pregunté si quería hablarme de eso. El resto de la cena fue tan incómoda que nos terminamos yendo casi enseguida del restaurante y fuimos a pasar en su casa.
Él se sentó en el sillón y empezó a contarme su historia. Su tía tomaba mucho y tenía bastantes problemas psicológicos, pero su hermana, es decir la madre de Gastón, lo negaba y no lo aceptaba. Una tarde que él se quedó en la casa de ella, su tía empezó a tocarlo y lo obligó a sacarse la ropa y le hizo una paja y un pete a pesar de que él no quería. Esa noche le contó a su madre que enseguida entró en un ataque y terminó entrando en un paro cardíaco. El problema no quedó ahí ya que la tía lo negaba todo y a pesar de que sus padres confiaban en él, pasó varios años de terapia y de problemas familiares hasta que su tía terminó recibiendo varias denuncias de otras personas y todo se dio a conocer.
Estaba muy triste y yo llorando al lado de él no ayudaba. Me confesó que se sentía mucho más tranquilo de habérmelo contado y enseguida entendí que muy poca gente sabía de eso, lo que hizo que me diera cuenta de que ya no era una simple amante para él. Gastón se estaba enamorando de mi. Lo abracé y le dije que lo quería mucho y lo felicité por haberme contado eso. Él me agradeció por escucharme y nos terminamos acostando en la cama en cucharita.
El silencio se apoderó del momento, pero no era un silencio incómodo o molesto, sino uno agradable. Después de todo no es que no había nada que decir, sino que no era necesario hacerlo. Un beso suyo en mi hombro apareció después de varios minutos y me provocó una sonrisa. Un segundo beso llegó y este fue un poco más largo que el primero. Cuando el tercer beso se hizo presente, ya se empezaban a tirar las cartas sobre la mesa y sus manos entraron en juego.
Me apretó fuerte las tetas y empecé a encenderme de a poquito. Sus besos en mi espalda seguían calentándome y sus manos entraban en juego para prenderme por completo. Me di vuelta y quedé frente a él y lo besé apasionadamente, pero no un beso común y corriente, sino un beso que denotaba más que calentura. Sus labios me volvían loca.
Gastón se puso encima de mí y sus manos se posaron en mi cintura y de a poco las fue subiendo. La calentura empezaba a apoderarse de la situación pero de manera rara. Estábamos conectados, cuerpo con cuerpo. Me sacó la remera y yo copié su movimiento. Pasé la yema de los dedos por sus abdominales y me estremecí de las ganas que tenía de que me cogiera. Seguimos con los besos y el manoseo hasta que por fin estuvimos completamente desnudos. Me tocó unos segundos ahí abajo, pero no era necesario ya que estaba completamente húmeda.
Me metió la pija adentro y sentí un placer instantáneo que me partió al medio con su hermosa verga de 17 centímetros. Comenzamos a coger bien despacio, su cuerpo pegado al mío, mis brazos sobre sus hombros y sus manos por encima de mi cabeza que acariciaban mi pelo. Nuestros labios se encontraron en un beso hermoso, muy apasionado y que indicaba que nos moríamos por estar juntos. Su cintura se movía bien despacio, hacia adelante y hacia atrás y me cogía con dulzura y fuerza a la vez.
De a poquito comenzó a moverse más rápido, pero no era de forma violenta ya seguía haciéndolo con delicadeza. Cada centímetro de mi cuerpo vibraba cuando me penetraba bien a fondo y me volvía loca de placer. La estaba pasando excelente y se lo demostré con gemidos suaves y elegantes, con mi boca pegada a su oído. Gastón respiraba fuerte y sentía el aire salir de su boca con cada movimiento de su pelvis. Me estaba volviendo loca.
Mi cuerpo se estremecía cada vez que su pija entraba en lo más profundo de mi conchita. Me mojaba más y más y no podía creer lo loca que me volvía que alguien me cogiera así de suave y de tranquilamente. Pero no pude aguantarlo, un orgasmo increíble llegó desde mi cintura y se esparció a cada centímetro de mi cuerpo, haciéndome vibrar y sentir un escalofríos de placer que manifesté en un gemido suave pero intenso. Segundos más tarde sentí como la leche de Gastón empezaba a salir y me llenaba por completo la concha. Una sonrisa se dibujó en mi cara.
Nos miramos unos segundos y el beso fue inevitable. Era un beso que demostraba que acabábamos de tener uno de los mejores polvos de nuestras vidas y había sido completamente tranquilo y relajado. Lo miré a los ojos y vi un brillo que me volvió loca y una sonrisa en sus labios que indicaba que no solo le gusta coger, sino que estaba feliz conmigo. Me costó entenderlo, pero Gastón se estaba enamorando de mi y yo me estaba enamorando de él. Esa noche fue la primera vez que hice el amor.


ANTERIOR

SIGUIENTE

1 comentario - Una diosa. Capítulo 42

suaveplatense +1
Uff q caoitulo chicos. Si con este cierran la saga nadie podria quejarse.
HistoriasDe
Tenemos unos más pensados, todavía quedan algunos detalles para solucionar jajaja
Gracias por pasar