Las grúas de Puerto Madero

Resonaba esa vieja canción del Memphis La Blusera en donde hablaba de las grúas de los viejos docks que ahora son adorno de la coqueta zona de puerto madero. Caminábamos con ella al zar y no habíamos pactado nada. Habíamos salido de la fiesta y sin pensarlo nos pusimos a caminar en la noche calurosa pero a la vez con viento por las dársenas del puerto paralelo a Leandro N. Alem. Cerca de la Fragata Sarmiento no sentamos y sin decir nada empecé a copia la curvatura de sus hombros en un suave masaje que fue consentido. Su nuca se arqueaba hacia mí dejando que su larga cabellera enrulada cayera sobre mi cara. A medida que fui copiando ese recorrido fui desviando hasta tocar de lleno sus tetas para detenerme a frotar sus pezones. No basto mucho como para levantar su remera y ponérmelos a chupar mientras era correspondido con caricias sin pensarlo. A veces, no es lo común, nos encontramos en una situación de pasión fuerte sin que el objetivo primario sea lograrlo. Me dirán, pero bueno, esa es la esencia del juego llamado “Love” pero en suma, ni me imaginaba que con esta hermosa mujer estuviera ahora en ese contexto acariciando sus senos, chupándolos y deseoso por penetrarla.
A veces las cosas se nos van de la mano, es cierto, y lo que empezó a ser franela profunda se precipitó a más, y la pasión desbordaba entre ambos buscando cada vez más vértigo.
Corrió desabotono mi levis 501 y puso mi verga tiesa totalmente expuesta a sus ojos y se comenzó a chuparla. Cerré los ojos y deje que las cosas pasaran. Estábamos en un sector oscuro, a un horario fuera de lo habitual pero no exento de personas.
Recordaba el video que se había hecho viral hace poco y que era el de una pareja teniendo sexo, si mal no recuerdo, en una estación de subte de Barcelona. Mas, recuerdo el comentario del periodista, aduciendo que suponía que la mujer en ese momento había perdido la cuenta de lo que estaba sucediendo y estaban cogiendo en público sin inmutarse.
Lo mío no. Era totalmente consiente, baje los jeans y baje las calzas de ella con su vedetina y la penetre. Arropado y todo mis bombazos debían ser exagerados porque veía algunas caras atónitas a mi alrededor.
Ya no me interesaba nada, sentir sus espasmos y tocar su parte más profunda en cada movimiento se había convertido en todo lo que debía hacer.
Sentí su mano en mi espalda, apretarme con fuerza, pero a su vez ambas manos me rodeaban el cuello. Una voz me dijo: “basta. Basta. Circulen, circulen” Era la vos de un muchacho de la Prefectura Naval que debo agradecerle que no había querido joder con ambos en la situación que estábamos. Me recompuse, ella también, seguimos caminando hacia la vieja Escuela de Náutica. Y tomamos un taxi hasta un telo.
Por debajo de mi silencio era ahora “chau Catalana” lo que susurraba entre los dientes.

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