Ella me penetró

Después de salir de cenar, nos dirigimos con paso decidido hacia su casa. Los dos sabemos lo que va a acontecer después de eso y no queremos desperdiciar el poco tiempo que nos queda para poder disfrutarlo.

Cuando por fin entramos a su edificio y subimos los cuatro pisos que nos separan se su apartamento, ella nerviosamente intenta abrir sin éxito su puerta, le tiemblan un poco las manos puedo notarlo. Tomo sus manos con fuerza y las dirijo a la cerradura, por fin logra quitar el cerrojo y abrir la puerta. En ese momento aprovecho para abalanzarme sobre de ella. Nos empezamos a besar, si siquiera haber entrado al apartamento, nuestras lenguas se someten a moverse de forma desordenada, como exploradores llegando a una nueva tierra, dentro de nuestras bocas. Poco a poco el beso va tomando su ritmo, la curva de aprendizaje es veloz en este caso.

Aún fundidos el uno al otro, logramos entrar y cerrar la puerta detrás de nosotros. Inmediatamente ella comienza a desabotonarme hasta que logra quitarme la camisa. Yo aprovecho para aflojar su cinturón y deslizar mi mano derecha sobre su vientre. Continúo mi camino hasta que la textura de la piel cambia abruptamente indicando que he tomado el camino correcto. Después mis dedos empiezan a escudriñar en su interior, un interior que conforme van pasando los segundos se va volviendo más resbaloso, un entorno peligroso sin duda, para cualquiera que ose entrar en él.

Mientras ella besa mis pectorales, sus manos experimentadas me arrancan los pantalones y me dejan totalmente desnudo frente a ella. Empieza a familiarizarse con mi cuerpo al tocar y apretarme delicadamente mis bolas. Después su mano recorre la base de mi pene y va subiéndola poco a poco hasta que llega a mi glande. Para este entonces yo también le devolví el favor y le quité su blusa, mi trabajo fue sencillo porque no traía sostén. Aprovecho para chupar sus pezones en forma intermitente hasta que siento como se van poniendo duros contra los embates de mi lengua. Escucho como emite unos deliciosos gemidos.

Me acuesto sobre el sofá, quedando boca arriba, mientras ella se sube sobre mi cabeza de manera que su vagina queda directamente sobre mi boca, algo así como cuando un mecánico se pone debajo del chasis de un coche para arreglarlo. Me sostengo firmemente al rodear sus mulsos con mis manos para apoyarme y poderle darle todo el placer en esa zona. La lengua, el órgano sexual más versátil por excelencia, es capaz de hacer movimientos circulares o lineales, rápidos o suaves, su textura puede cambiar de suave a dura, y su consistencia puede variar de seca a húmeda. La lengua usada en forma rítmica y encontrando la frecuencia correcta logrará la frecuencia de resonancia del cuerpo, y eso en física, hace que cualquier sistema se vuelva inestable y que la energía crezca hasta que el dicho cuerpo no lo aguante y se quiebre, si eso normalmente pasa con edificios, también puede pasar con personas.

No sé cuánto tiempo pasó hasta que la escuché invocar a todos los dioses que han existido, mientras su cuerpo era sometido a una serie de movimientos involuntarios demostrando que había encontrado la frecuencia perfecta.

Después a ella la puse boca abajo y abrió sus piernas, me puse en medio de ellas y me rodearon la cadera. Empecé a penetrarla, mientras continuábamos con los besos, de vez en cuando paraban esos besos y sólo se escuchaba que balbuceaba cosas inentendibles. Sus manos se agarraban firmemente de mis muslos, iban recorriendo mi piel hasta llegar a mis nalgas, nos vimos de reojo, sentí como su mano izquierda se detuvo mientras que la mano derecha se acercaba más a mi raya. Seguía penetrándola y ella no parpadeaba aún, su dedo se posó en mi raya, le sonreí y en ese instante el dedo tocó la piel alrededor de mi ano. Dio varios giros, antes de empezar a bajar. Vio mi cara de placer y en ese momento entendió que tenía vía libre para hacer lo que quisiera.

- Quiero que te pongas de perrito – me ordenó.

- Como tú lo pidas – contesté.

Me puse en esa posición sobre el sofá, y ella continuó jugueteando con mi ano.

- Estás un poco seco, creo que necesitas un poco de lubricación – ella dijo.

Yo pensé que en ese momento ella iría por una botella de lubricante, pero no fue así, lo siguiente que sentí fue su lengua clavada en mi ano. Era la primera vez que me daban un beso negro. Mis ojos en ese momento dieron varias vueltas dentro de mi cabeza. Ella ahora era la experta con la lengua que además de estimular por afuera y por dentro. Después le siguió mezclándolo con los dedos. Sabía exactamente como llegar a la próstata con ellos.

- ¿Alguna vez has dado un beso negro? – me preguntó.

- Nunca, pero es algo que he imaginado muchas vez – le dije.

- Bueno, hoy es tu día de suerte, ya no lo tendrás que imaginar más – respondió.

Saco sus dedos de mi ano y ahora ella fue la que se puso en cuatro. Y sus manos se posaron en sus nalgas, mientras las abrió para darme una vista de la tierra prometida.

Sin esperar ni un momento, dirigí mi cabeza allí y empecé a besar sus glúteos, luego mi lengua se pasó alrededor de su abertura y pude probar el sabor de un lugar muy pocas veces explorado. Después mis dedos siguieron haciendo su trabajo.

- Voy por algo que sin duda alguna te va a gustar – de repente dijo.

- ¿En qué estás pensando? – pregunté intrigado.

Me guiñó el ojo.

Después de escuchar que buscaba algo en su clóset, ella vuelve a aparecer frente a mí con un arnés amarrado en su cuerpo y a la punta del arnés se encontraba un consolador. Se puso frente a mí.

- Empieza a chuparlo – ordenó.

Yo empecé a hacerlo de nueva cuenta. Cuando ya estaba bien lubricado el juguete ella me volvió a poner de perrito y empezó a penetrarme con él. Yo estaba a punto de explotar por dentro con todo el morbo que dicha situación me producía.

- Ahora quiero que te acuestes boca arriba y subas tus piernas en mis hombros, te quiero tener bien abierto– me dijo.

Mientras los dos nos veíamos ella volvía a penetrarme, le encantaba la idea de sodomizarme. Sus embestidas producían que me saliera un poco de líquido lubricante.

- Yo te quiero tener en esa misma posición – le dije.

- Estoy a tu merced – respondió. Y acto seguido me sacó el consolador y ahora ella se puso en la posición que yo había adoptado previamente.

Le empecé a meter mi pene, hasta que este estuvo completamente dentro de ella, la presión ejercida por su ano iba a ser lo último gran estimulante de ese día. Una y otra y otra vez entraba y salía de ella, el sudor recorría nuestros músculos demostrando que los dos habíamos puesto mucho de nosotros en esa noche. Mi cuerpo bombeaba toda la sangre hacia mi pene y mis testículos, que estaban a punto de explotar.

Cuando ya no pude aguantarme más salió un chorro de semen que se depositó dentro de ella, lo saqué y vi como poco a poco se escurría el líquido blancuzco entre sus nalgas. Ella se acercó a mí y me dio otro beso.

Luego me susurró al oído: - Cúmpleme una última perversión.

- La que quieras – dije, jadeando.

- Límpiame con tu lengua todo lo que dejaste allí. – dijo sin titubear.

Me dediqué a cumplir su última petición.

3 comentarios - Ella me penetró

LpoezM
que rico relato
Leo1331
MUy buen relato!!!!!