Premio en especies (1ra. parte)

Como todos los jueves a la noche, las cuatro amigas se reunían para jugar su partida de cartas.
Era una costumbre adquirida de sus épocas de estudiantes, y que a pesar de los años, trataban de mantener.
Luciana, rubia natural, siempre había sido las mas hermosa de las cuatro, y la mas proporcionada, y ahora que todas pisaban los 40, tenía además ese halo de experiencia que la hacía mas deseable.
Ana, de cabello castaño, tenía algunos quilitos de mas. Sus pechos eran pequeños, pero en cambio sus caderas eran un sueño y los hombres que la cruzaban se daban vuelta para verla alejarse.
Silvia, era una morocha menudita. Sus piernas eran un verdadero poema. Musculosas, trabajadas por años de gimnasio y danza, y esto hacía que su trasero fuera también respingón y duro.
Raquel, por fin, era una mujer muy elegante y cuidadosa con su imagen. No era tan linda, pero su encanto se hacía notar en cualquier lugar donde entrara.Su fuerte era un rotundo par de tetas que desafiaban la ley de gravedad.
Se reunían todos los jueves y mientras jugaban comentaban las cosas de su vida. Las cuatro estaban casadas, y por supuesto, criticaban a sus parejas, comprobando con humor lo parecidas que todas ellas eran en cuanto a virtudes y defectos. Todas eran felices en sus matrimonios, pero también todas ellas, extrañaban la época donde eran libres, y máxime cuando llegaron a los 40 abriles. Sentían que se estaba cerrando una etapa que ya no iban a poder recuperar. Y se habían resignado, por fuerza a la rutina matrimonial, con sus altos y bajos.
Pero hoy en medio de la partida, las cosas serían diferentes. Mientras hacían un algo para tomar algo, fue Ana quien habló.
- Chicas, me encanta jugar con Uds, pero la verdad que la otra noche estaba pensando que era hora de que rompiéramos un poco la rutina, y me dormí con esa idea. Seguro que por eso tuve un sueño que me volvió loca.
- Cuenta, cuenta, a ver si nos entretienes con tus sueños alocados, dijo Raquel, recordando que justamente Ana era la soñadora en la época estudiantil.
- Está bien, pero recuerden que solo fue un sueño. La verdad que me dormí y soñé que estábamos jugando a las cartas, y que al terminar, el premio de la ganadora era darse una revolcada con el marido de la perdedora, y la verdad que me causó gracia la locura del sueño, dijo riéndose.
Con sorpresa, Ana vio que ninguna de sus amigas se reían y rápidamente se quedó en silencio.
Todas tomaron sus copas sin decir nada más. Luego de un rato, fue Luciana la que tomó la voz cantante.
- No se Uds. chicas, pero la verdad, que la idea no me pareció tan descabellada. En realidad nos conocemos profundamente, sabemos que ninguna le va a robar el marido a la otra, además conocemos a todos nuestros esposos, y sería una variante diferente para salir de la rutina. Sin riesgos, sin compromisos, y sin que nuestros esposos puedan quejarse. Imaginen que no les decimos nada de este arreglo, y que en la semana, la ganadora con la complicidad de la perdedora, arma una trampa para conseguir montarse al marido de ella, aclarando de entrada que será por única vez y que dificilmente se repita. Sería la hostia, dijo con los ojos iluminados de lujuria.
- A ver si entiendo. Tu propones que juguemos a las cartas y que la que gane se tire al marido de la que pierda, con la complicidad de ésta. Me parece una locura, dijo Silvia, muy seria.
- Bueno, la verdad que no es tan loco, dijo Raquel. Pongamoslo en perspectiva. ¿ Uds. creen que nuestros maridos no sueñan con tirarse otra mujer? De esta manera, además de divertirnos nosotras, nos aseguramos que ninguna extraña se meta en nuestros matrimonios. Y le dará nueva vida a nuestra cama, seguramente.
Ana asintió en silencio.
- Pongámoslo a votación dijo Luciana.
- No, no, espera Luciana. Esto no puede ser por mayoría. Todas tenemos que estar de acuerdo, así que tiene que ser unánime, dijo Raquel
- Estoy de acuerdo. Las que quieran entrar en este juego que levanten la mano.
- Esto no es un juego, dijo Silvia, todavía reticente.
- Silvita, siempre fuiste la mas pacata, ya desde la escuela. No tengas miedo. No nos vamos a comer a tu marido. Lo vamos a entretener un poco, y te lo vamos a devolver mas caliente y contento, dijo Ana riendo.
Silvia, no terminaba de entender esta locura de sus amigas.
- A ver si lo piensan. ¿ Cómo van a hacer? ¿ La ganadora va a la casa de la perdedora y le dice al marido, vengo a cogerte? ¡Es muy loco!
- No va a ser tan directo, por supuesto. Y puede pasar que ( lo dudo) algún marido se niegue a entrar en el juego. Lo importante es que la perdedora deje el campo orégano para que la ganadora pueda trabajar tranquila. De paso vamos a retomar las prácticas de conquista que tenemos oxidadas desde hace años, dijo Luciana divertida.
- O sea que si el marido no quiere, entonces se da por cumplido el pago, dijo Silvia mas animada.
- Por supuesto, y ahora votemos. Eso sí, el jueves siguiente la ganadora tendrá que contar todo con pelos y señales.
Tres levantaron la mano casi al unísono y miraron a Silvia que no había votado. Silvia las miró y tímidamente levantó su mano, arrepintiéndose de inmediato. Desde la escuela que siempre terminaba haciendo lo que el grupo quería.
- Bueno, propongo que empecemos a jugar de nuevo y esta vez, con el nuevo sistema. La que gane, arreglará con la perdedora el día y hora para cobrar en especies. Suerte para todas.
Se sentaron a la mesa y comenzaron desde cero a jugar. Los minutos se hicieron horas, y desde un comienzo Ana se cortó sola, siendo prácticamente imposible alcanzarla, Silvia flotaba en el medio y Luciana y Raquel peleaban a muerte para no quedar últimas. Por fin, Luciana sacó una luz de ventaja y Ana ganó la partida, quedando Raquel en último lugar. Un suspiro de alivio fue la única expresión de las que quedaron libres.
- Bueno Raquel, dijo Luciana, será Sergio el que empiece la rueda.
- Perfecto, dijo Raquel con tranquilidad, tu me dirás Ana como quieres hacer.
- Bueno, la verdad que no lo pensé, pero podría ser el sábado, ¿ que te parece?
- No hay problemas. Sergio está en casa toda la tarde, y los chicos no vuelven hasta la noche.
- Pues entonces tipo 3, estoy en tu casa, y luego de un rato, te vas por un par de horas y veremos que pasa, dijo Ana muy decidida.
- Espero que no se acobarden, y que se diviertan, dijo Luciana, la dueña de casa en esa partida que rotaba casa por casa en cada oportunidad.
Pasó el fin de semana y el jueves siguiente fue el turno de la casa de Ana. Su marido se fue a cenar con sus amigos y los niños se quedaron de la abuela. Cuando se sentaron a la mesa, y comprobaron que estaban solas, fue Luciana la que no aguantó mas.
- Pues vamos Ana, queremos los detalles.
- Me da un poco de vergüenza delante de Raquel, dijo poniéndose colorada.
- Por mi no te preocupes, que tengo algo para contar también, dijo enigmática.
“ Bueno chicas, como quedamos, el sábado a la tarde fui a la casa de Raquel. Llevé puesto un vestido corto plisado, sin nada debajo y unas sandalías de taco que me realzan la figura. Me hizo pasar y allí estaba Sergio mirando televisión, con un pantalón corto, una remera y sandalias. Se levantó a saludarme y nos fuimos a la cocina con Raquel a conversar. Allí acordamos como actuar, y ella fue a hablar con su esposo, a decirle que tenía que salir un par de horas y que yo me quedaría a esperarla en la casa, y que me atendiera bien. Dicho esto tomó su cartera y salió, sin olvidarse de decirle a su marido que cuando hubiera terminado lo que tenía que hacer lo llamaría para avisarle a que hora regresaba para que Ana no se impacientara. Saludó y salió.
Desde la cocina veía a Sergio recostado en el sofá, muy inocente, sin saber lo que le esperaba.
Luego de unos minutos fui y me senté a su lado. Muy atento se corrió un poco para dejarme lugar. Al sentarme crucé las piernas consiguiendo que la falda se subiera mas de lo conveniente. Haciendo que estaba concentrada en el televisor, vi a rabo de ojo como Sergio, miró mis piernas por un segundo, para luego reacomodarse en el asiento. Se lo empezaba a notar incómodo.
Mientras miraba el televisor, mi mano derecha subía y bajaba por mi pierna desde la rodilla hasta bien alta en el muslo, como al descuido. Cada maniobra era seguida por la mirada de reojo del macho, que se revolvía incómodo en el sillón. Tenía pantalones cortos, y se empezaba a notar que cada vez le ajustaban mas al frente. No te enojes Raquel, pero por dentro me relamía. Se notaba que estaba desbordado.
No me enojo, Ana, por el contrario. Me alegra saber que tengo un marido normal.
“ Bueno, como sea, el programa terminó, y le pregunté si podía elegir algo para ver. Me dijo que no había problema y me dio el control remoto. Comencé a hacer zapping, y llegué a un canal de adultos, donde una pareja estaba conversando en un bar, y el hombre trataba de convencerla de que lo acompañara a su departamento.
Me quedé mirando, y Sergio se puso muy incómodo. Por fin no aguantó mas y me dijo que seguramente la película era para adultos. Lo miré fingiendo sorpresa.
- Disculpa Sergio. En casa no tengo estos canales. ¿ Te molesta si miro unos minutos a ver de que se trata?, dije poniendo mi mejor cara de inocencia.
- No hay problema, solo que no quisiera que te sintieras avergonzada.
- ¿ Por qué? ¿ Voy a ver algo que desconozco? Dije sonriendo.
Se quedó callado. En la pantalla el hombre habia conseguido convencerla y subían al auto para ir a su departamento. Mientras viajaban el le acariciaba la espalda, y ella se dejaba hacer.
Su mano bajó por el costado de su cuerpo para acariciar sus piernas. Allí ella tomó su mano y la retiró.
Luego de unos segundo el volvió al ataque y ella a rechazarlo.
Por fin, la tercera vez, cuando ella tomó su mano para retirarla, el aferró la suya y la colocó sobre el bulto de su pantalón. Ella se resistió unos segundos y por fin dejó de luchar.
Yo estudiaba de reojo las reacciones de Sergio, quien parecía cada vez mas desbordado. Bajo su pantaloncito se notaba como su verga latía, y como se esforzaba en cubrirse.
Por fin, y mientras en la pantalla la hembra ya jugueteaba abiertamente con el bulto de su partenaire, mi mano se deslizó suavemente hasta posarse sobre el bulto de Sergio y apretarlo firmemente. Sergio dio un salto sobre el sillón.
- ¿ Qué haces?
- Disculpa pero quería saber que sentía la actriz de la película, aunque me parece que el de su pareja no está tan duro como el tuyo, no?, dije mirándolo con lascivia.
El macho se quedó quieto, cerró los ojos y me dejó hacer, disfrutando del contacto, y sin decir palabra. Luego de unos minutos, mi otra mano se metió dentro de su pantaloncito y extrajo trabajosamente una verga dura y húmeda, comenzando lentamente a masturbarlo en toda la regla. El estaba ya totalmente entregado. Disfrutaba como un marrano, y no decía nada por miedo a que el momento se interrumpiera y despertara del sueño. Cuando sintió que era mi boca la que tomaba posesión de su lanza, le pareció tocar el cielo con las manos y comenzó a gemir y a moverse como si estuviera tirando en mi boca.
Fue evidente que tenía que aprovechar la entrega del macho, antes que acabara o reaccionara e interrumpiera todo, así que subiendo a horcajadas sobre el, tomé esa barra de carne trémula y con habilidad la ubiqué en la posición correcta para simplemente luego descender y ensartarme hasta el fondo.
Cuando Sergio abrió los ojos, un minuto antes de la conjunción, tuvo miedo y noté que pensó en retirarse, pero cuando sintió el calor y la humedad que envolvía su verga, ya no pudo resistirse mas.
- hmmmmm, papito, te tenía muchas ganas, ¿sabés?
- Loba, yo pensé que eras amiga de mi mujer.
- Y soy su mejor amiga, por eso quiero saborear su comidita, dije comenzando a moverme lentamente pero con unos movimientos sinuosos que descontrolaron al macho.
- No voy a durar mucho, lo lamento,dijo Sergio.
- No dures. En el próximo me darás la revancha, ahora quiero sentir tus mocos bien adentro mío, quemándome por completo, vamos dámelos, dije apretando mi vagina para forzar la eyaculación, y no tuve que esperar mucho. En cuestión de segundos, un líquido caliente, acompañado de los alaridos del macho, me indicaron que la simiente estaba dentro mío.
Lo dejé terminar a placer, y luego me bajé y volví a chuparlo con desesperación, hasta conseguir en cuestión de minutos que estuviera tan duro como antes. En ese momento, Sergio me buscó, pero yo me levanté, y tomándolo de la mano lo llevé al dormitorio matrimonial. Por el camino me saqué el vestido quedando totalmente desnuda, y mostrando mi culo bamboleante al macho que venía un paso atrás y que luchaba por quitarse los pantaloncitos y la remera, sin detener su marcha.
Cuando llegamos a la cama, subí en cuatro patas, y con la mirada invité al macho a que me montara, y este no se hizo rogar. Subió a la cama y me clavó hasta las cachas, usando mis caderas para afirmarse y poder bombearme a placer. Luego de un rato de penetración sus manos buscaron mis tetas y las estrujaron con ganas, para luego afirmarse en mis hombros y seguir enterrándome la batata como si quisiera desfondarme. Realmente me hacía gemir cuando la verga llegaba hasta el fondo y juraría que se estrellaba contra mi útero, tal era la forma en que me clavaba. Por fin, llegué a un orgasmo profundo y arrasador,al cual siguieron dos mas inmediatos pegados uno con el otro, tal era la calentura que cargaba y el morbo que me provocaba la situación. Cuando terminé con el tercero, fue cuando el macho se pegó a mi cuerpo y volvió a vaciarse dentro mío, para luego caer sobre mi cuerpo y los dos despatarrarnos sobre la cama.
Quedamos así un buen rato, hasta que por fin, giré y me senté en la cama.
Sergio me miró con curiosidad.
- No se que ha significado esto.
- Significó que estaba caliente contigo y que tenía ganas de cogerte. Nada mas. Que te quede claro que no volverá a repetirse, y que en nada afectará tu relación con mi marido, ni mi relación con tu mujer. ¿ Está claro?
- Por supuesto, pero no entiendo como nunca me insinuaste nada.
- Porqué hoy tenía ganas de vos. Hoy y probablemente nunca más, así que espero que hayas disfrutado el momento. Ahora levántate que acomodaré la cama. No quiero que Raquel sospeche.
- Sergio se levantó con desgano, acomodé todo, me vestí y por fin, me preparé para irme, cuando Sergio me detuvo.
- Entiendo que nunca mas se va a repetir.
- Así es
Miró a su verga que estaba otra vez dura.
- Pues entonces, hazme un favor. Cométela que quiero alimentarte con lo poco que me queda.
Puso tal cara de pobrecito que no pude menos que darle el gusto. Me agache, y lo chupé hasta que se corrió en mi boca. La verdad que le había quedado poco, pero la fuerza que hizo para vaciarse, mostró que fue el mejor orgasmo que tuvo esa tarde. Me levanté lo besé, y me fui como había venido”.
Un silencio sepulcral invadió el ambiente. De pronto Luciana y Silvia comenzaron a aplaudir.
- Perdona Raquel, no lo tomes a mal, dijeron dándose cuenta que la cornuda conciente estaba allí con ellas.
- No se preocupen chicas. La verdad que la cara de culpable de mi marido me indicó bien a las claras que algo había pasado. Pero lo sorprendente es que desde el día siguiente, el hijo de puta me persigue por toda la casa, y me coge donde me encuentra. Ha rejuvenecido 20 años, chicas.
- Creo que el experimento salió mejor de lo que pensamos. Realmente rompió la rutina, y lo estoy disfrutando.
- Me alegro mucho, dijo Ana. Esa fue la idea inicial. Darle motivación a nuestros matrimonios sin correr el riesgo de que una fulana se metiera al medio y nos arruinara. Y ahora vamos a jugar.

3 comentarios - Premio en especies (1ra. parte)

celsus89
Para cuando los siguientes????? 😉