Descubriéndome - Soy tu creación (Episodio 2.7) 1ra parte

Descubriendome - Soy tu creación (Episodio 2.6)


Me desperté temprano. No serían siquiera las 7 de la mañana. Recién comenzaban a asomar los primeros rayos de sol en el horizonte. Juan, ya que era sábado seguro se levantaría mucho más tarde, así que aproveché a prepararme un té y unas galletas con mermelada y salí al balcón a disfrutar cómo se veía la ciudad durante el amanecer. Estaba fresco, pero estaba segura que en cuanto el sol saliera calentaría la atmósfera y lograría levantar la temperatura a unos agradables 20° o más.

Mientras disfrutaba la salida del sol entre los edificios mi mente comenzó a vagar por mi propia historia. La mía es una historia aburrida y para nada fuera de lo normal. Hija única de padres que decidieron separarse por los años '80, cuando era apenas una adolescente. Ese fue un hecho algo traumático que hizo que mi madre me obligara a ir a visitar un psicólogo desde mis 14 años hasta los 18. Al cumplir la mayoría de edad e irme a estudiar a la Universidad, decidí dejar de ver al "locólogo". Recién a los treinta y pico volví a ver uno y realmente este último me ayudó a aclarar ciertas cosas de mi vida. Quizás ahora sería un buen momento para volver a ver a otro "locólogo" y aclarar ciertas cosas que me estaban quemando la cabeza. Mi madre, desde su separación tuvo conmigo una relación sobreprotectora. Siempre opinó sobre mis novios y cuando alguno no le gustaba me volvía loca tratando que lo dejara. Generalmente mis relaciones no duraban demasiado, no por ella, sino porque me aburría fácilmente. Con el tiempo me di cuenta que debía ser más paciente y tratar de revertir esa sensación de aburrimiento o al menos hacer foco en otras cosas fuera de la pareja, para no terminar con la relación y darle una oportunidad de consolidarse. Es así como con Juan, si bien no estábamos casados, estábamos conviviendo nuevamente. Ya habíamos atravesado una separación y ahora estábamos apostando nuevamente a la pareja. Pero a decir verdad Yo estaba aburrida.

Durante mi desayuno recordé también mi adolescencia y mi primer beso. Casualmente (o será causalidad y no casualidad), mi primer beso fue con un vecino del barrio cuando tenía 12 años. Se llamaba Antonio y recuerdo que era muy lindo. Con Antonio éramos muy amigos. Fue una experiencia rara. Fue agradable vivir ese primer beso con él aunque no duró mucho ya mi padre nos sorprendió. Él no estaba muy de acuerdo con que su hija tuviese un novio a los 12 años. Cuando nos vio sentados en el umbral de una puerta de una construcción abandonada a dos casas de distancia de mi casa, Papá se volvió como loco. Comenzó a los gritos al vernos y lo vimos venir enfurecido. Antonio se asustó que salió corriendo hacia adentro de la casa en construcción y saltó por una ventana trasera para perderse entre una montaña de arena y escombros. Papá me tomó del brazo con fuerza y me llevó así hasta mi casa. Recuerdo que al día siguiente mi brazo tenía moretones provocados por la fuerza con la que me apretó, pero ese día yo estaba obnubilada y poco me importaron sus gritos y el castigo. Con Antonio no nos volvimos a besar nunca más. Mi "noviazgo" duró apenas un beso, pero fue mágico. Creo que Antonio debe haber creído que si por un beso podría haberlo golpeado, un noviazgo formal hubiese sido muy doloroso para él. Quizás por eso cuando nos volvimos a ver me evitó a toda costa.

En mi recorrido por la historia de mi vida recordé también mi primera decepción, la primera vez que me enamoré perdidamente y no fui correspondida, la primera vez que yo corté una relación y la vez que me lo hicieron a mí. Este proceso me llevó también a recordar mis primeros "cuernos" y mi despecho. Alguien me dijo que una mujer despechada es capaz de cualquier cosa y estaba en lo cierto. Cuando actué por despecho hice lo que yo más odie que me hicieran a mí: "engañar a mi pareja", y en mi caso fue un camino de ida.

En ese momento estaba en la universidad y salía con Carlos. Carlos era tres años más grande que yo y trabajaba en una casa de venta de motos y accesorios que quedaba cerca de la facultar. Yo pasaba siempre frente al local y él siempre me piropeaba. Yo no le prestaba atención hasta que un día que pasé con una compañera de la facu y él comenzó a piropearla a ella. Mi reacción, lejos de aliviarme porque ya no me molestaba, fue de celos. Esa misma tarde salí antes para pasar justo cuando él cerrara el local y lo encaré. Le dije que ya no me molestara ni a mí ni a mis amigas, que no se lo iba a permitir y que si no hablaría con su jefe para que lo echaran del trabajo. Lejos de pedir disculpas ni siquiera pidió permiso, simplemente me besó. Cuando me soltó lo abofeteé y un segundo después era yo quien lo estaba besando. Así comenzó nuestra relación. Pero tan intensa como comenzó se terminó.

Llevábamos 14 o 15 meses de noviazgo cuando descubrí que él estaba saliendo con una compañera de trabajo. Los descubrí besándose un día que tuve una hora libre y decidí ir a visitarlo. Él nunca de percató que yo lo había visto. Dolida como estaba en ese momento no pude decirle nada y mantuve ese dolor varios días. mis amigas me aconsejaban que lo enfrente y que terminara con el dolor que llevaba dentro mío. Yo sabía que si lo enfrentaba él lograría convencerme de alguna manera de que le de otra oportunidad. Un día Claudia, ante mi persistente negación a enfrentarlo, me sugirió que finalizara con mi sufrimiento de una manera distinta. Me dijo que si me había dolido tanto su engaño que le pagara con la misma moneda. Esa idea me quedó dando vueltas por unas cuantas semanas. Cuando Carlos enfermó de una gripe y no pudo ir a trabajar yo me ofrecí gentilmente a llevar a su trabajo el certificado médico. Cuando llegué al negocio me encontré a su jefe, un tipo de unos 40 años, de buen físico, no era un adonis pero no estaba mal físicamente, aunque estaba algo desquiciado y tenía un humor de perros. Al llegar lo saludé, me presenté y le dije que traía el certificado médico de Carlos. Me miró con odio y comenzó a insultarlo a Carlos y a la minita que trabajaba allí también. Ninguno de los dos había ido a trabajar y él no podía quedarse atendiendo el negocio esa mañana porque tenía que ir a una reunión. Me trató muy descortésmente. Cuando se dio cuenta de ello me pidió disculpas y me explicó la situación. Me apenó un poco y me ofrecí a ayudarlo si podía. Él lo pensó unos segundos y me preguntó qué sabía yo de motos. "Nada" fue mi respuesta. Me preguntó si alguna vez vendí algo aunque sea caramelos en un quiosco. Mi respuesta fue "No". Supongo que de todas maneras le caí bien, a pesar de mi nula experiencia o estaba muy desesperado, porque me explicó rápidamente un par de cosas de como contestar cuando llamaran por teléfono y como abrir la registradora si vendía algo y luego se marchó prometiéndome que volvería tan rápidamente como pudiese. Ese día me convencí que Carlos tenía un trabajo demasiado sencillo porque sólo entraron dos personas a comprar accesorios para sus motos y ellos me explicaron qué querían, dónde lo encontraría dentro de la tienda y cuánto debía cobrarles. Al mediodía regresó Francisco, el dueño del local y jefe de Carlos y le conté las novedades. Me felicitó por mi trabajo y me ofreció dinero como paga por mi tiempo. Le dije que no hacía falta, que me había divertido. Entonces me invitó a almorzar, pero yo en unas horas tenía una clase en la facultad a la que no podía faltar y si salíamos a almorzar se me haría tarde. Él entonces tomó el teléfono y llamó a un local de comidas y pidió algo para que nos lo llevaran al negocio. No pude negarme por dos motivos. Él estaba realmente agradecido y quería compensarme y yo había estado pensando toda la mañana en una misma idea: devolverle las gentilezas a Carlos.
El almuerzo fue sencillo y la charla muy divertida. Francisco era un tipo genial y tenía un sentido del humor típico de un cordobés. En medio de la charla me explicó como fue que pude vender unos cálipers de freno y otras cosas específicas y le dije que los clientes me ayudaron mucho diciéndome dónde estaban las cosas y cuanto debía cobrarles. Le señalé con el dedo el lugar donde había buscado ese "aparato" de freno y noté como me miraba extrañado.

-Ahí no están los cálipers. -me dijo.

-De ahí los saqué. -le contesté.

Entonces comenzó a reir mientras me miraba las piernas y la falda.

-Te compro cualquier cosa. Creo que se llevó lo que fuera que le bajaste de ese estante allá arriba sólo para ver tu ropa interior debajo de tu falda.

Yo llevaba una pollera con tablas que llegaba hasta arriba de las rodillas. Ese día había decidido ponerme una diminuta tanga de encaje blanco con un hilo dental que se perdía entre mis glúteos. Los clientes se habían llevado cosas simplemente para verme el orto. Fue un momento desagradable cuando me di cuenta, pero luego eché a reír junto con Francisco.

-Imagino que de tenerte trabajando conmigo ganaría mucho dinero y vos te llevarías importantes comisiones.

-Todo gracias a mi cola. Y yo ni siquiera sé si me puse ropa interior decente hoy. -Aproveché el comentario para levantar mi falda y dejar a la vista mi ropa interior. Este era un pie ideal para avanzar un paso más para lograr mi objetivo.

-Definitivamente entiendo porqué te pidieron que subieras las escaleras para acercarles esos repuestos que no necesitaban. Descubrir esa diminuta tanga debajo de tu falda es un espectáculo digno de no perderse.

-¡Encima es traslúcida! -repliqué.

-¿Traslúcida? Eso significa que... -pude notar una sonrisa en su rostro y al mirar a su entrepierna noté también que tenía una pequeña erección.

-Sí. Quizás no lo notaste porque estoy totalmente depilada.

-Eso mismo me di cuenta ahora. ¿Y de atrás como es?

Francisco había entrado en mi juego. Di media vuelta y le mostré mi cola.

-Desde este ángulo parece que no tenés ropa interior. Esa tirita se pierde ahí adentro.
Me incliné hacia adelante y tomando el elástico de la cintura bajé la tanga hasta mis pies.


-¿Y ahora que no tengo ropa interior ves lo mismo que antes?


Sin decir una palabra se puso de pie y apoyando su bulto en mi cola rodeó con un brazo mi cintura y con el otro me tomó por el cuello mientras comenzaba a besarme la mejilla. Yo giré mi cabeza levemente para recibir sus labios sobre los míos. Podría sentir la dureza de su pene ejercer presión sobre mi cola. Como un acto reflejo flexioné mi cadera para poder levantar un poco más la cola y sentir mejor ese bulto que parecía crecer segundo a segundo. La mano con la que me tomó del cuello bajó hasta mi pecho y comenzó a acariciar mis tetas. De un tirón logró que un par de botones de mi camisa salieran expulsados con violencia, permitiéndole a su mano ingresar y deslizarse por debajo de mi corpiño. Yo bajé una de mis manos y comencé a acariciar ese falo que me apuntaba como un arma cargada y a punto de ser disparada. Luego de unos segundos de frotar su miembro dirigí mi mano hasta el botón de su pantalón y lo desprendí para luego bajar el cierre. Luego deslicé mi mano que se filtró dentro de su ropa interior y se encontró con un enorme pedazo de carne ya crecido. Tomándolo con una mano no lograba siquiera que mi dedo índice se tocara con el pulgar porque su diámetro era enorme. No me lo hubiera imaginado siquiera. En un rápido movimiento me di vuelta y quedé frente a él. Nos miramos fijamente mientras lo masturbaba y mientras él colaba uno de sus dedos entre mis glúteos para jugar con mi cuevita trasera. Con una de sus manos, que había deslizado por mi pierna hasta casi la rodilla, levantó mi pierna haciendo que mi rodilla quede a un costado de su cuerpo casi a la altura de su pecho. Esa posición le daba a su pene un acceso más cómodo a mi sexo. Instintivamente lo llevé hasta mi vagina y lo froté contra mi clítoris. Mientras sus labios y los míos se fundían en enérgicos besos, un deseo irrefrenable de sentir su verga dentro mío me invadió y no pude evitar apuntarlo a la entrada de mi vagina para que ingresara rápidamente. Con habilidad él tomo mi otra pierna y llevándola a una posición similar a la otra, me sostuvo con sus brazos en el aire mientras con los movimientos de su cadera me perforaba en cada vaivén. Ya con mis manos libres rodeé su cuello y cogí como nunca lo había hecho. Podía sentir como esa enorme verga se abría camino en mi sexo. Él manejaba la situación y el ritmo, yo simplemente me dejaba coger. Con el paso de los minutos su excitación y a mía fueron creciendo y con ella el ritmo de sus embestidas. Yo sentía como esa fricción se convertía en un fuego que devoraba mis entrañas y me hacía disfrutar de sensaciones extremadamente placenteras. En cada vaivén mi clítoris impactaba contra su pelvis y eso me estaba llevando a las puertas del orgasmo. Podía sentir como su respiración se agitaba, casi tanto como la mía. Un intenso calor me invadió por completo y comencé a experimentar un orgasmo mientras mi vagina expulsaba un líquido que hizo que el sonido de nuestros sexos chocando entre sí se sintiera aún más fuerte. En ese instante él comenzó a acabar dentro mío y al fuego de mi orgasmo se le sumó la tibieza líquida de su semen inundando mi vagina. Ambos liberamos nuestra energía también con gritos desenfadados.
Cuando la euforia dio paso a la tranquilidad él me dejó bajar las piernas de a una para poder ponerme de pie. En ese instante nos dimos cuenta que teníamos una espectadora. La rubia con la que Carlos me metió los cuernos, la compañera de trabajo, estaba parada en medio del salón de ventas, a unos 5 o 6 metros de nuestra posición y con una visión absoluta de nuestro espectáculo. "¡Hijo de puta!" gritó y salió corriendo en dirección a la puerta del entrada y luego desapareció. Francisco me miró y me dijo algo como que "la había cagado".

-¿Vos crees que una empleada te va a enquilombar? -le pregunté.

Me miró extrañado y me dijo: -Es mi mujer.

-A tu mujer y a Carlos los ví besándose acá en el local hace unas semanas. Te está cagando con el boludo de mi novio.

Me miró sin dar crédito a mi comentario y sin emitir sonido.

-En cierta forma actué por despecho, por eso terminamos cogiendo Vos y Yo. No lo tomés a mal, la verdad es que lo disfruté mucho, pero esto fue sólo una devolución de gentilezas con el pelotudo de Carlos. En cuanto a tu mujer... no sabía que lo era, pero no te aflijas mucho porque ella te metió los cuernos primero. Ahora disculpame, pero me tengo que ir a la facu.

Acomodé mi pollera, ni siquiera busqué mi tanga así que salí de allí sin ropa interior. Cuando estaba en la calle me di cuenta que me faltaban unos botones de la camisa y que esto provocaba que quedara mi corpiño a la vista. Decidí entonces volver a casa. Además era el momento adecuado para cortar con Carlos. Así fue como todo terminó en cierta forma de la misma forma en la que comenzó.

Descubriendome - Soy tu creación (Episodio 2.7) 2da Parte

4 comentarios - Descubriéndome - Soy tu creación (Episodio 2.7) 1ra parte

inotle
Buen relato, te sigo y van puntos!!
exiliado39
excelente nena como siempre+2
Pervberto
Una montaña rusa de lubricados carriles que trae gran placer de lectura. Y deja con ganas de más.