Siete por siete (104): Entrenando a Hannah




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Compendio I


Empezar a escribir de nuevo se ha vuelto un verdadero desafío. Han pasado tantas cosas, que inclusive he estado tentado de escribir en la semana libre, pero prefiero invertir mi tiempo con Marisol y con Liz.
Como está de vacaciones, podemos hacerlo por la noche hasta tarde. Cuando me casé con ella, pensé que lo haríamos 2 o 3 veces a la semana, mas ella me busca cada noche, algo que me tiene bastante contento.
Durante las mañanas, veo a las pequeñas y juego con ellas, preparo el almuerzo y Marisol las lleva a dormir (como ella ha mencionado), mientras que Liz y yo nos quedamos lavando los trastes en la cocina.
Son platos, cubiertos y servicios para 3 personas y no tardamos más de 5 minutos en dejarlo todo listo. Pero una vez acabado, nos empezamos a besar y probar nuestros cuerpos.
A ella le calienta que le “ponga los cuernos” a Marisol en la cocina, mientras mi esposa duerme y me ofrece su cuerpo sobre el mueble donde guardamos los platos.
A veces la siento y la penetro directamente, con ella besándome ardorosamente en los labios. Me presenta sus enormes pechos, con sus pezones turgentes y puntiagudos y duritos en excitación y no tengo más opción que apabullar sus gemidos con mi lengua en su boca, mientras que mis manos se multiplican por su cuerpo, explorando cada lugar a mi disposición.
Le agarro los pechos con rudeza y se los estrujo. Dejándola completamente sofocada, los chupo y muerdo como una bestia salvaje, mientras que ella se contiene los gemidos
En otras, le bajo los pantalones o desabrocho su falda y descubro ese hermoso trasero, semejante a la dureza y forma de un tomate. Se estremece al sentir mi herramienta rozando entre sus piernas y su pubis y desea más que ansiosa a que la encaje.
Su espalda es divina y perfecta y mis manos no paran de acariciarla, subiendo por la cintura, con ella cargando su cuerpo sobre el mío, para que la penetración sea más intensa.
Nuevamente, me agarro de esas tremendas ubres y se las amaso con mayor rudeza, azotándola con mi cadera con firmeza y ardor.
Y en ocasiones contadas, le hago la cola, porque como mencioné, a Liz le encanta chupar vergas.
Sin embargo, Liz no es tonta. No sé qué pensará de Marisol, pero ya sospecha la verdadera naturaleza de las insistentes llamadas de Fio, para “Ayudarle en la casa”.
¿Cuál será el motivo por el que nosotros (los hombres) nos obsesionamos con las mamadas?
¿Será un remanente psicológico, de instintos ancestrales? ¿La aceptación del macho como “digno” y el “aprecio de la semilla”?
Si bien es cierto que Marisol y Liz son buenas mamadoras, durante esos días que acompañaba a Hannah, mis ganas por las que me satisficiera oralmente crecían más y más y admito que me aproveché bastante de la situación.
La relación que tenemos es especial. Durante el turno, ella es mi esposa y yo soy su marido. Pero aun así, conversamos de nuestras respectivas parejas.
Douglas, su marido, es atlético y varonil. Un “muñeco Ken”, con ojos azulados (un poco más oscuros que los de Hannah) y cabellos rubios, con un corte similar al de Justin Bieber, que realzan su elegancia y le hacen ver como un modelo de catálogo veraniego.
Es también muy inteligente, porque está punto de egresar de la carrera de Leyes, con un trabajo asegurado en una firma de sus parientes o de sus amigos.
En el fondo, es un futuro snob, a diferencia de Hannah, que es más versátil.
Probablemente, debe ser una de las Ingenieras en Mecánica más bonitas: mide 1.65m aproximadamente, cabello rubio y ojos celestes también, pero corto hasta la altura de los hombros y liso, una nariz menudita y respingada; unos pechos medianos y una cola apetitosa, con la que tienta a cada hombre de su grupo (Y en general, de toda la faena) con unos bermudas apretados, que le han dado el apodo de “Cargo Shorts”.
A pesar de su tamaño y belleza, es tan ruda como el más macho de todos los mineros e incluso, es más inteligente que yo.
Fueron 2 semanas bastante complicadas en lo laboral, porque no tuve acceso a la Intranet, aunque pude cumplir con mis deberes de manera apropiada.
Pensaba que mi cooperación con Hannah iba a ser exclusivamente moral. Al final, resultó ser más estratégica y de apoyo.
Nuevamente, me mostró su incapacidad de priorizar actividades y la ignorancia absoluta sobre la proveniencia de repuestos.
“¡Esas cosas las ve Tom!” se excusó en la noche, como si fuera una gracia.
Traté de explicarle que aun necesitaba solicitar los repuestos originales, pero hábilmente uso la boca para callarme.
Me miraba con picardía, mientras se metía la punta en la boca y la besaba ya sin mucho desagrado.
Con su mano derecha, sacudía mi base de manera frenética y estrujándola con fuerza, mientras que su boca la lamía despacio y delicadamente.
“¿Lo hago bien?” preguntaba, sonriendo al ver mi cara de gozo.
“¡Nada mal! ¡Nada mal!” respondí, con unas ganas de meterla en su boca.
Y se atrevió, metiéndola despacio y pendiente de mis expresiones.
Sin perder contacto con mi vista, acaricio con su izquierda mis testículos de una manera suave y cariñosa, metiendo mi falo en sus mejillas.
Las estrujaba con sus dedos tibios y delicados, con muchísima ternura e iba metiéndola y sacándola cada vez más profundo en su boca, entremezclando mis jugos con su saliva.
Yo alucinaba y me tenía en sus manos. No es el estilo de Marisol, pero le estaba poniendo mucho empeño.
“¿Cómo estás?” preguntó, lamiendo por el lado con un cálido beso y deslizando su lengua por el largo, como si fuera una flauta. “¿Vas a estallar luego?”
“¡No! Pero lo haces bien.”
Y sonrió, resumiendo su divina chupada, sabiendo que me tenía en su control.
Por la manera que me miraba, parecía disfrutar de la experiencia y cada vez, la iba metiendo más adentro en su boca, al punto que mi glande rozaba su úvula.
Pero con la misma determinación que le he visto reparar una máquina, trataba de mantener su posición, incluso con lágrimas producto del reflejo.
“¿Te falta mucho? ¡Por favor, no lo hagas en mi boca!” me pedía, con una mirada preocupada.
¡Me moría de ganas por desobedecerla!
Pero para ella, ya era una gran cosa darme una chupada de esas.
“Entonces… no la metas tan adentro…” le pedí, conteniéndome con mis muslos, mis dientes y todos los dedos.
Ella sonrió, al ver que le era sincero y se concentró solamente en la cabeza.
Entonces, usó las 2 manos, envolviéndola en un agarre ardiente y vertiginoso, con intención de hacerme acabar pronto.
“¡Espera, Hannah!... ¡Espera, Hannah!...” le alcancé a decir, cuando le cubrí el rostro con mi semen.
Pensé que se enfadaría. Pero en lugar de eso, me miró sonriente, restregando de una manera sensual el semen de su cara.
“¡Gracias por escuchar!” me dijo, lamiendo la punta de su dedo embarrada con mis jugos, como si me dijera que ya no le desagradaba.
Pero los días posteriores, su trabajo empezaba a apilarse y casi poniéndose a llorar, solicitó mi ayuda.
Me di el tiempo de refrescarle la memoria sobre las amortizaciones. Aunque tampoco es mi labor favorita en el trabajo, Hannah lo descuidó como una chiquilla caprichosa.
“Porque no me gusta.” Me respondió, riéndose de mi cara de sorpresa.
Pero tras enseñarle la manera de hacerlo y una vez que terminamos todos nuestros equipos, me dio el agradecimiento que yo deseaba.
“¡La tuya es más salada!” me dijo, lamiéndola bien despacio.
No me cabía duda que era la mía la que más le gustaba. Era un brillo en sus ojos y no tenía suficiente de tenerla en la boca.
La de su marido es más pequeña y no bota tanta leche como la mía. Por ese motivo, hasta esa noche, no se atrevía a que acabara en su boca.
La insertaba en su boca con ojos muy alegres. Estiraba sus labios a la máxima expresión y cerraba los ojos al ver deslizarse mis venas entre sus labios.
Por dentro, su lengua la palpaba curiosa y sus labios empezaban a embarrarse con mis jugos.
Esa vez, tomó con cada mano uno de mis testículos, apretándolos suavemente y relamiendo el contorno con su lengua suave y ardorosa.
Besaba la punta ya sin miedo. Quería que la ahogara y me hacía estremecerme entero verla así de lujuriosa.
Incluso, la restregaba en sus mejillas, como si intentara impregnarse de su aroma. Estaba embarrada y pegajosa, pero no le importaba.
“¡Hannah, por favor!... ¡Esta vez, déjame hacerlo!...” le supliqué.
“¡Claro, querido!” me dijo, restregando su boca como si mi verga fuera una armónica. “¡Te lo mereces!”
Tuve que acostarme, porque sus manos me volvían loco y su boca buscaba con insistencia tener el glande entre sus labios.
“¡Vamos, Marco!... ¡Dámela!... ¡Dámela!...” alcanzó a decir, cuando sorprendida la metí en sus labios y me corrí, desbordando su boca.
El segundo chorro le dio de lleno en la nariz y el tercero, manchó su cuello.
Con la cara toda embarrada, seguía deseosa de limpiar los restos que seguían brotando de mi glande.
Y con una mirada serena, me preguntó:
“¿Con esto te consideras pagado?”
El que sacó los mayores beneficios ha sido su marido. Douglas es un gentleman y no tenía idea de lo habilidosa que es Hannah con sus manos y con su boca.
Sin embargo, el trasero de mi rubia compañera sigue siendo mi exclusiva propiedad, porque sus gustos refinados se restringen solamente a darle caricias.
Y ya finalizando, cuando Tom pudo ponerse en contacto con Hannah, pudo darse cuenta que su hija adoptiva había madurado.
Estaba preocupado, porque en el fondo sigue siendo su consentida. Pero al ver su hermosa sonrisa y la determinación en sus ojos, comprendió que nada malo le había pasado en su ausencia.
Y sonriendo ligeramente, me dio el más discreto gesto de aprobación.


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2 comentarios - Siete por siete (104): Entrenando a Hannah

profezonasur
Excelente la manera de contar. Un abrazo
metalchono
¡Muchas gracias! Me parece que no he leído mucho de sus relatos en este tiempo. Espero que suba algo luego, porque son interesantes y dan para pensar.
profezonasur
Trataré a la brevedad. Gracias.
pepeluchelopez
Que favor le haces a douglas de no tener una mujercita recatada si no mas experimental en el sexo! Y mientras a disfrutar laas mieles de las enseñanzas. Lo mejor de todo la madurez laboral que tom percibio! Saludos y buenas mamadas compañero
metalchono
Pero la buena compañía tampoco se cambia: buena en la cama, excelente en la conversa y uno rara vez se aburrirá.