La alumna ingenua 1

Hola!
Nuevamente un relato sacado de la web.
Espero que les guste.
Decidí dividirlo en partes por que se "desarrolla" en varias "escenas"


La piscina.

Todavía recuerdo el día que vi por primera vez a Celia. Estaba en la piscina de la universidad donde doy clases cuando la vi jugando con uno de sus compañeros de primer curso. Tonteando y disfrutando del modo en que el muchacho babeaba por ella, esa cría se dedicó a lucir su bikini negro mientras le sacaba la lengua retándolo.

Reconozco que me impresionó ver el descaro con el que meneaba su trasero mientras calentaba a su víctima. Su cuerpo bien formado me pareció aún más apetecible al admirar ese culito con forma de corazón formado por dos nalgas duras y prietas.

“¡Está buena!”, tuve que reconocer y ya interesado, me fijé en sus pechos.

Pechos de adolescente, recién salidos de la niñez, que despertaron al maduro perverso que tanto me costaba esconder. Su forma y tamaño me parecieron ideales y por eso me vi mordisqueando sus pezones mientras los sostenía entre mis manos.

“Seguro que son rosados”, pensé más excitado de lo que me gustaría reconocer.

Su cara de pícara y su sonrisa insolente solo hicieron incrementar mi turbación al saber que si seguía observándola, terminaría deseando hacerla mía aunque fuera usando la violencia. La cría era espectacular y soñando despierto, imaginé lo que sentiría al abrirla de piernas y mientras ella intentaba librarse de mi ataque, jugar con mi glande en su entrada.

“¡No dejaría de gritar!», me dije visualizando en mi mente como la desfloraba de un solo golpe mientras agarraba sus nalgas para hundir mi miembro dentro de su cuerpo.

Los chillidos de Celia en mi cerebro se confundían con las risas de la muchacha en la realidad provocando que, bajo mi traje de baño, mi apetito creciera mientras observaba sus juegos adolescentes. Absorto mientras me deleitaba con su vientre plano y el enorme tatuaje que lucía en su dorso, la lujuria hizo que me viera desgarrando su bikini y mordiendo sus tetas.

Al comprobar la erección entre mis muslos decidí irme de allí, no fuera a ser que alguien se percatara y fuera con la noticia al decano que en el claustro tenía a un degenerado…

A partir de ese día, todas las tardes, convertí en una morbosa rutina el sentarme en esa mesa a espiarla mientras Celia nadaba. Curiosamente la cría al verme llegar vestido de traje y con mi corbata, siempre me devolvía una sonrisa como si se alegrara con mi presencia.

Memorizando sus movimientos en mi recuerdo, al salir de la alberca y volver a mi despacho, me encerraba en el baño para una vez en la seguridad de ese cubículo, dejar volar mi imaginación y masturbarme mientras los recordaba.

Poco a poco, mis diarias visitas tuvieron un efecto no previsto cuando esa rubita empezó a colocar su bolso y su toalla en una silla de mi mesa. Como si fuera un acuerdo tácito entre esa niña y yo, le cuidaba sus pertenencias y ella me pagaba secándose junto a mí al salir de la piscina. Obviando la diferencia de edad y el hecho que nunca habíamos cruzado más palabra que un hola y un adiós, Celia se exhibía ante mí recorriendo con la franela las diferentes partes de su anatomía.

«¿A qué juega?», me preguntaba mientras buscaba el descuido que me dejara admirar uno de sus pezones o la postura que permitiera a mis ojos contemplar los labios que se escondían bajo el tanga de su bikini.

Mi necesidad y su descaro fueron creciendo con el tiempo y antes de dos meses, esa criatura se permitía el lujo de acariciarse los pechos mientras mantenía fijos sus ojos en los míos. Día tras día, antes de ir a nuestra cita luchaba con todas las fuerzas para entrar en razón y dejarla plantada. Pero todos mis esfuerzos eran inútiles y al final siempre acudía a contemplar su belleza.

Por su parte, Celia también se convirtió en adicta a las caricias de mis miradas y si algún día por algo me retrasaba, me recibía con un reproche en sus ojos y castigándome reducía al mínimo la duración con la que hacía alarde de su cuerpo.

Aún recuerdo una tarde cuando aprovechando que no había nadie más en ese lugar, ese engendro del demonio se plantó frente a mí y desplazando la tela que tapaba sus pechos, me regaló con la visión celestial que para mí suponían sus pezones.

-Son maravillosos- me atreví a decir dirigiéndome a ella.

Luciendo una sonrisa, llevó un par de dedos a su boca e impregnándolos con su saliva, sin dejarme de mirar se puso a recorrer las rosadas areolas con sus yemas. El brillo de sus ojos al descubrir el bulto que rellenaba mi bragueta fue tan intenso que creí durante unos segundos que le había excitado pero entonces escuché que murmurando me decía:

-¡Maldito viejo verde! ¡Te excita mirarme!

Mi decepción fue enorme y comportándome como un cobarde, hui de ahí con el rabo entre las piernas. Con mi autoestima por los suelos y mi corazón roto, decidí que jamás volvería a dejar que mis hormonas me llevaran de vuelta a ese lugar….



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Espero que les aya gustado.

6 comentarios - La alumna ingenua 1

exiliado39
muy bueno lastima el final no sabe lo que se perdió con el viejo verde jajajajajaaja
McFerry_
continua asi que este no es el final
exiliado39 +1
@McFerry_ AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA MAS QUIERO MASSSSSSSSSSSSSSS
toni37valencia
Esperando la 2da parte. Se me puso bien dura imaginando.
McFerry_ +2
ya la publicaron.
Me la ganaron je
t_veo
rosadas areolas q rico quiero saber mas ☺️ 😘
Toni-9
Que buena historia, espero ver como continua, no sé porque pero con la descripción me image que eras tu la nena con el "culito con forma de corazón formado por dos nalgas duras" y las "las rosadas areolas"
gracias por compartir linda van +5 y besos 😘
Toni-9
@McFerry_ así?
no pues en ese caso me la tendré que comer 3 veces al día como postre después de cada comida
digo, todo sea por tener una buena salud 😉 jejej
McFerry_
@Toni-9 jejej no pues si jeje
mejor entra al chat q estamos llenando aca jeje
Toni-9
sale deja lo abro