Entregando a mi esposa-Crónica de un consentimiento Prt 22A

El amanecer nos expulsó del paraíso y nos devolvió a la realidad, María salió hacia su trabajo, temiendo el encuentro con su jefe, presagiando su propia indecisión, luchando por compaginar su dignidad y su ambición.
Y yo, mientras me dirigía al gabinete, pensaba si no me habría extralimitado con mis palabras sobre Roberto, prácticamente le había aconsejado que se dejase llevar del placer que pudiera sentir cuando éste la metiese mano. Recordé algo preocupado mi respuesta a su pregunta sobre si debería dejarle ir más allá. Lo que le dije parecía una clara invitación a hacer lo que hiciera falta para no perder el ascenso.
……
"¿Qué?" – María llevaba ya un rato incómoda por las insistentes miradas de Roberto a sus piernas y se decidió a afrontar el asunto con la esperanza de que la dejara trabajar tranquila, se había sentado de lado para poder cruzarlas sin preocuparse ya que Roberto estaba al otro lado de la mesa, pero éste se las ingenió para acabar frente a ella; era como un niño, - pensó María -, a veces su comportamiento rayaba lo infantil.
Prefería verlo de ese modo antes que como un acosador, le resultaba menos difícil afrontar sus manoseos como la travesura de un chiquillo que como el abuso de un pervertido. Roberto la miró fingiendo no entenderla
"Basta ya, no me dejas concentrarme en lo que leo"
"¿Y yo qué culpa tengo de que tus piernas sean tan largas, tan perfectas…"
"Ya, ya, ¿podemos seguir trabajando?" – Roberto no tenía intención de parar.
"¿Te las has medido alguna vez?" – María se quedó boquiabierta ante lo inesperado del argumento, no pudo evitar un golpe de risa que molestó visiblemente a Roberto, ella intentó suavizar el efecto de su gesto.
"Nunca se me ha ocurrido tal cosa, eso de las medidas es mas cosa de chicos" – María maldijo su tendencia a sacarle punta a todo, Roberto creyó ver en esa frase un resquicio y lo aprovechó
"¿Quieres saber mi medida?" – su sonrisa resultaba casi sucia.
"No gracias, no tengo el más mínimo interés, venga, sigamos trabajando"
"Veintidós centímetros" – María estalló en una carcajada, era un farol propio de un adolescente en plena sobredosis hormonal y no se pudo controlar, Roberto se levantó y echó mano de la cremallera de su bragueta.
"¿Qué haces? ¿estás loco?" – María descruzó las piernas y se irguió dispuesta a levantarse si a Roberto se le ocurría seguir adelante.
"¿Juegas al mus?" – María no le seguía – "he lanzado un órdago y tú has dicho ‘lo veo’"
"No Roberto, no he dicho nada, dejémoslo ya, y si no vamos a trabajar me voy" – dijo recogiendo los papeles de la mesa, Roberto levantó las manos en señal de rendición
"De acuerdo, se acabó el tema, pero reconoce que te he intrigado" – María renunció a seguir alimentado aquel absurdo diálogo.
"Venga, a tu sitio" – dijo indicándole con un dedo la silla al otro lado de la mesa, le trataba como a un chiquillo malcriado y Roberto obedeció sonriendo.
"Luego dirás que no te hago caso" – María había reanudado la lectura del documento y no se dio cuenta de que había sonreído al escuchar este último comentario, Roberto vio el gesto.
"¿Ves como en el fondo te lo pasas bien conmigo?"
María subió la vista hacia él con expresión de incredulidad y volvió a la lectura; pensó que, a pesar de todo, había conseguido crear un buen clima entre ellos en el que le resultaba más fácil controlar sus excesos o soportarlos cuando no podía disuadirle. Aquella situación le resultaba más llevadera que la confrontación permanente en la que ella asumiría el papel de víctima y él sería el abusador.
Poco antes de terminar la reunión, Roberto le anunció un almuerzo para el día siguiente con miembros de la junta del Colegio para negociar una inserción no publicitaria en la revista con motivo de la reestructuración del gabinete.
"Ponte guapa, ya sabes"
María redactaba unas notas reclinada sobre el respaldo de la silla, ‘¿ya sabes?’, levantó la vista del documento.
"¿Pretendes que los seduzca?" – aquello era una broma típica de María sin ninguna intención, pero se arrepintió inmediatamente de haberla dejado escapar, Roberto la miró de arriba abajo.
"¡Vaya! Me parece una gran idea, ya sabes lo que dice el refrán: puede más un par de tetas…"
"Ya, ya"
"Ese vestido de punto que trajiste hace unos días, sería ideal, te sienta como un guante" – María se sorprendió de la frescura con la que intentaba organizarle su vestimenta.
Al día siguiente, tras ducharse, se detuvo ante el armario de su ropa, si accedía a la sugerencia de Roberto parecería un gesto de obediencia que éste intentaría repetir, por otra parte si no se ponía ese vestido se sentiría mal consigo misma, estaría sometiendo su criterio en función de lo que él dijese.
Al final se decantó por un vestido que le había regalado un par de semanas antes, me gustó porque tenía una caída similar a la de la seda, se ajustaba a su cuerpo marcando el contorno de sus formas y me pareció muy sensual; En tonos burdeos y tierra, de manga francesa, justo por encima de la rodilla, abotonado por delante hasta la cintura y con un amplio escote redondo; Cuando se lo probó en la tienda me gustó tanto que no dudé en regalárselo; Como el tejido es muy ligero y se marca mucho eligió un conjunto de braguita y sujetador en encaje de color rosa palo, con cierre delantero en el sujetador que evita que se marque en la espalda, la braga de talle alto y con forma casi de tanga apenas dejaba huella en su culo. Rara vez usa pantys y aquella mañana escogió unas medias de presión, unos zapatos de tacón bastante alto y bolso a juego.
Cuando Roberto la vio al entrar en su despacho, silbó con admiración.
"¡Dios! Es mucho mejor que el que te había dicho que te pusieras" – María se sentía desnuda cuando Roberto la miraba así, aguantó un momento mas y le interrumpió.
"¿A qué hora hemos quedado’" – dijo avanzando hacia la mesa de reuniones, su caminar lento y armonioso hace danzar sus caderas de una manera que es difícil no quedarse enganchado en ellas, Roberto la alcanzó a medio camino dejando caer la mano en su cintura, María se percató de la levedad del tejido al notar el contacto, mucho más nítido que con otros vestidos de invierno, los dedos de Roberto persiguieron el relieve del borde de la braga por su cadera mientras caminaban hacia la mesa, dándole un pequeño cachete en el culo cuando llegaron a su destino; Hace apenas unos meses, - pensó – no le hubiera tolerado una cosa así, sin embargo ahora formaba parte de lo cotidiano y apenas levantaba en ella la menor incomodidad, apenas sentía el azote en su culo lo olvidaba, era la mejor manera de no salir quemada de aquellas situaciones.
Fue una reunión corta en la que establecieron la estrategia a seguir en el almuerzo, al levantarse de la silla María captó la mirada que se colaba en su escote ahuecado, evitó hacer ningún comentario, ya se había acostumbrado a aquellas intrusiones y había llegado a la conclusión de que era mejor ignorarlo para no darle pie a que insistiera; Se dirigió a la puerta deseando no tener que aguantar ninguna escaramuza mas.
Pero Roberto no iba a perder la oportunidad y la alcanzó casi en la puerta, sujetándola por las caderas con sus dedos demasiado adelantados hacia su vientre, la levedad de la tela hacia que lo sintiera casi como si no llevara ropa, esa misma sensación debió sentir Roberto al tocar la cresta de sus caderas porque su dedos no se estuvieron quietos.
"¿No te despides?" – le pareció tan pueril la excusa que no pudo evitar que se le escapase una breve risa.
"Nos vamos a ver en un par de horas, no me voy a China"
"No importa" – dijo haciéndola girar.
María se dejó hacer, preparada para reconducir hacia sus mejillas un par de besos mal dirigidos y resignada a soportar algunos tanteos a su culo y sus caderas, siempre vigilante por si alguna vez se le ocurría sobrepasar los límites que estaba dispuesta a tolerar. Quedó frente a él apoyada en la puerta, Roberto mantenía las manos en sus caderas a medio camino de sus nalgas, ella sujetaba la carpeta con sus brazos como una especie de barrera; Subió lentamente sus manos a lo largo de los brazos de María y la tomó por los hombros.
"No sé que mas puedo hacer para que seas mas cariñosa conmigo"
La miró al escote y cogió la carpeta con una mano, María resistió un instante el intento de despojarla de su improvisada defensa pero al final cedió y dejó que se la quitara y la lanzara a una silla; Otra vez – pensó hastiada– otra vez tendré que aguantarle; Apoyó sus brazos en los hombros de él en una postura que le permitiría alejarle si fuera necesario; En ese momento recordó mis palabras, ‘un día de estos va a querer tocarte el pecho, o las bragas’ – no lo iba a consentir, en absoluto.
Sintió el roce de sus dedos en el cuello e instintivamente echó la cabeza hacia atrás como si ahuyentara a una mosca, esos gestos de María provocaban en Roberto un sentimiento de humillación y cierto rencor que pensaba cobrarse algún día.
"Estas preciosa, les vas a dejar boquiabiertos, sobre todo si este botón…" – cogió con dos dedos el primer botón del escote y lo desabrochó con habilidad – "… aparece así, como por descuido" – los dos lados del escote se doblaron hacia fuera.
"Yo no hago esas cosas" – dijo al tiempo que avanzaba una mano para abrochárselo, Roberto la retuvo antes de que llegara a su destino.
"No te engañes querida, tú haces esas cosas y muchas más con tal de conseguir lo que ambicionas"
María recibió aquel insulto como una bofetada; Era cierto, la enfrentaba a su realidad, Roberto la estaba calificando de puta sin mencionarlo. Avergonzada, sintió el rubor que caldeaba sus mejillas. Como si esa afrenta que acaba de recibir la hubiera dejado inerme, dejó que le apartara la mano del escote. Roberto la miraba a los pechos sin disimulo.
"Así está mucho mejor, dejas que se insinúe más de lo que en realidad se ve, pero será suficiente para que coman de nuestra mano" – alcanzó con sus dedos el segundo botón que quedaba justo encima del sujetador – "… porque dos, quizás sea demasiado" – soltó el segundo botón y el lacio vestido se abrió dejando el sujetador a la vista, María, decidida esta vez a detener aquello se movió con rapidez y comenzó a intentar abrocharlo, pero de nuevo Roberto la detuvo.
"Espera mujer, no tengas tanta prisa, total ¿ya qué más te da?"
"Roberto, déjalo ya, por favor" – su mano estaba prisionera por la de él, ninguno de los dos cedía, María agachó los ojos para ver lo que mostraba; Demasiado, el escote se abría hasta más abajo del sujetador que quedaba expuesto ante Roberto, éste captó su mirada.
"¿Ves? no es para tanto, solo me enseñas un poquito el sostén y un poquito de tus tetitas, concédeme este pequeño placer y te dejo ir"
Le miró a los ojos indignada, era la primera vez que se refería tan claramente a sus pechos, su conducta le pareció miserable y su mirada tradujo ese sentimiento sin disimulo, a pesar de ello, sintió un cosquilleo en su estómago.
"¿Me vas a decir que te asusta enseñar las tetas? Con el color que tienen estoy seguro que te pasas las vacaciones en top less delante de todo el mundo" – sus ojos no dejaban de mirarla al pecho, María sintió de nuevo ese hormigueo en su vientre al escuchar cómo se refería a ‘sus tetas’.
"Eso es algo que no te incumbe" – dijo con dureza.
Roberto rió, mantenía firmemente sujeta su mano sobre su pecho, sin permitir que se abrochara.
Se sentía acorralada, le preocupaba plantear una situación rígida en la que Roberto no iba a ceder y no sabía a dónde le podía conducir su intransigencia, pensó que si no luchaba terminaría todo antes; ·De nuevo comenzó a sentir esa sensación de irrealidad en la que las cosas parecen suceder demasiado deprisa y sus reacciones, sin embargo, se vuelven exasperantemente lentas. Al fin relajó la tensión en su mano y al notarlo Roberto la dejó libre, María dejó caer su brazo.
"Vale, como quieras…" – María tenía el vestido abierto mostrando su ligero sujetador hasta la mitad de las copas, apenas enseñaba nada pero se sintió desnuda – "¿ya has visto suficiente? Ahora me marcho" - pero no estaba dispuesto a terminar tan pronto.
Roberto detuvo con firmeza el intento de María por separarse y clavó los ojos en sus pechos que aparecían apenas cubiertos por el breve sujetador rosa.
"Estas preciosa, pero es demasiado para ellos, aunque no para mi" – sus dedos acariciaron su piel bordeando la curva de sus pechos, amenazando con introducirse bajo el fino tejido del sujetador.
"Suéltame ya, por favor"
Hablaban casi en un susurro, ambos eran conscientes de que, pegados a la puerta, podían ser escuchados desde fuera y ese punto de clandestinidad despertó en María sensaciones que no esperaba; Afuera se escucharon unos pasos a lo largo del pasillo que se acercaban, María volvió alarmada la cabeza hacia la puerta, su cuerpo estaba en tensión por si aquellos pasos se detenían. Roberto movió los dedos sobre la curva de su pecho derecho, pero María le detuvo de un rápido manotazo, toda su atención se concentraba en vigilar quien se acercaba a la puerta.
"Shhh" – Roberto puso un dedo en sus labios instándola a no hacer ruido, sonreía, se sabía ganador en aquella batalla.
Cuando los pasos se alejaron, Roberto reanudó sus caricias sin que ella le detuviera, aun estaba agobiada por la situación y no reaccionó al movimiento de sus dedos sobre su piel; Son esos pequeños gestos no pensados los que sin saberlo, marcan las pautas de conducta; María le detuvo cuando se acercaba un peligro potencial pero le permitió seguir cuando ese peligro se alejó; de cara a Roberto aquello significó una aceptación tácita si las condiciones eran las adecuadas, es como si María le hubiera dicho: "ahora no, es peligroso", para luego añadir: "ahora ya puedes".
Pasado el peligro María sintió los fuertes latidos que golpeaban su pecho, un leve temblor que esperaba no fuera perceptible recorría todo su cuerpo, otra vez mis palabras resonaron en su cabeza, ‘¿Te mojas cuando te toca?’ jamás, nunca se había sentido húmeda… hasta ese momento; Roberto deslizaba un dedo por debajo del tirante del sujetador hasta alcanzar el bordado de la copa, forzándolo hacia fuera como si quisiera arrastrar toda la prenda, luego emprendía el camino de regreso una y otra vez, aumentando imperceptiblemente la intensidad con la que lo elevaba y la profundidad que alcanzaba el dedo bajo su tirante y que se trasladaba más adelante bajo su copa rozando la parte alta de su seno; Se alarmó, no se sentía excitada ni atraída por Roberto, no le gustaba la situación que estaba viviendo, sin embargo, su cuerpo decía otra cosa; ¿por qué?
Mientras María se hacía estas preguntas había abandonado la vigilancia de los movimientos de Roberto, ahora la sujetaba más abajo de los riñones con una mano y la mantenía pegada a él, su espalda seguía apoyada en la puerta pero aquella mano que la sujetaba la forzaba a pegarse a su pubis y hacía que su espalda se arquease, en una postura inestable que solo su punto de apoyo en la puerta le evitaba perder el equilibrio. María sentía el contacto de los muslos de Roberto en los suyos, presionando ligeramente; Debería haberse movido para mantener un equilibrio mejor pero evitó hacerlo para no darle opción de intentar meterse entre sus piernas. Notó como la mano que sujetaba sus riñones se deslizaba junto con el vestido hacia arriba, el tejido era tan ligero que resbalaba por su piel sin dificultad. Echó una mano hacia atrás y le obligó a soltar la tela.
Roberto mientras tanto había ido bajando su mano hasta el enganche del sujetador y jugaba con él. María se puso tensa al notar aquellos dedos entre sus pechos.
"Ya está, Roberto, se acabó" – éste hizo caso omiso de su advertencia.
"Calla, te van a oír" – María forcejeó débilmente.
"¡Por favor!"
¿Me vas a negar un capricho a mí, que te estoy encumbrando en esta empresa?" – las yemas de sus dedos palpaban el enganche como si estuvieran intentando descifrar un código, de nuevo resonaron mis palabras ‘¿te mojas cuando te toca?’
Se escandalizó al notarse húmeda, ¿Por qué esta vez le ocurría? ¿Qué diferencia había? ¿Y por qué le estaba permitiendo avanzar más que nunca?
Muy a su pesar tuvo que reconocer la excitación que por primera vez le provocaba aquella situación, excitación que no deseaba pero que estaba ahí, era innegable, y que quizás le daba ese punto adicional de tolerancia que contaminaba sus razonamientos y desvirtuaba su balance entre las diferentes consecuencias de rechazarle de plano o tolerarle un poco sus manoseos antes de pararle. Su escote estaba abierto hasta su estómago, su sujetador, que apenas ocultaba sus pechos, se mostraba a los hambrientos ojos de Roberto, la mano que palpaba su culo se empeñaba en arrastrar su vestido hacia arriba… Ya estaba sucediendo así que darle esa pequeña satisfacción durante unos segundos mas no era tan grave y le permitía mantenerlo bien predispuesto para su ascenso, las breves caricias que sentía en su piel rondando el inicio de la curva de sus pechos era un tributo que las primeras veces la alteraba pero al que se había comenzado a habituar.
Un dedo se introdujo por dentro del enganche mientras la uña del pulgar presionó por encima; en un abrir y cerrar de ojos el cierre saltó y las copas se separaron bruscamente al liberarse sus pechos de la opresión del sujetador que ahora apenas ocultaba los pezones. Roberto exclamó con admiración – "¡Pero qué dos preciosidades!" - dobló los dedos y comenzó a acariciar uno de los pechos por la zona interna empujando la copa del sujetador hacia fuera, María escuchaba la respiración agitada de Roberto que, con la cabeza agachada miraba sus senos a punto de quedar desnudos, era cuestión de segundos, sus dedos se movían lentamente descendiendo hacia la base de su pecho y disparando sus terminaciones nerviosas, la copa que lo cubría se iba plegando ante el avance de los dedos, en cualquier momento quedaría desnuda, era cuestión de un segundo apenas…
Cuando sintió el aire frío en su pezón al separarse la copa que lo protegía reaccionó empujando con sus brazos a Roberto enérgicamente.
"¿Estás loco? ¿qué crees que estás haciendo?"
Estaba enfadada, sobre todo con ella misma por haber tardado tanto en reaccionar, pero volcó todo su enfado en él; De pronto siguió la mirada de Roberto hacia su cuerpo, el brusco movimiento para alejarle había descubierto su pecho izquierdo que se mostraba completamente desnudo ante él; se colocó con rapidez el sostén iniciando un movimiento para darse la vuelta, sintió el rubor en sus mejillas pero inmediatamente pensó que no podía mostrarse avergonzada; se volvió hacia él, le miró a la cara con gesto duro y mientras se intentaba abrochar el sujetador siguió recriminándole.
"¿Te crees que puedes hacer cualquier cosa que se te ocurra? Parece mentira Roberto, es como si hubiera dos personas en ti, a veces eres capaz de ser una persona estupenda y en dos segundos echas abajo todo lo que tienes de admirable"
María se sentía ofendida y asustada por su reacción, por dos veces consecutivas sus nerviosos dedos fueron incapaces de acertar con el cierre y en ambas ocasiones las copas salieron de nuevo disparadas hacia los lados provocando que estuviera a punto de volver a quedar desnuda, Roberto observaba divertido sus problemas y apenas atendía a sus reproches.
"Si quieres te ayudo, he sido más hábil que tu soltándolo creo que podré cerrarlo" – dijo avanzando hacia ella.
"¡Idiota!" – el insulto le brotó de lo más hondo, Roberto rió divertido, aquello había sonado casi infantil.
"¡Si solo quiero ayudarte, mujer!" – avanzó la mano hacia el sujetador y María de un manotazo lo apartó, pero ese gesto desplazó la copa dejando otra vez desnudo su pecho ante él y tuvo que volver rápidamente a cubrirse mientras intentaba nerviosamente abrocharlo; Se sentía insegura, aquellos torpes gestos para taparse daban una imagen de mujer pudorosa, tímida y vergonzosa, una imagen que no cuadraba con ella, Roberto disfrutaba con su azoramiento, la veía indefensa y débil; Sujetó sus manos sobre el sostén y detuvo sus movimientos descoordinados. – "Tranquilízate, vas a acabar rompiéndolo, déjame a mí, en serio" – su voz había cambiado, su tono mostraba serenidad, atrás había quedado el juerguista que intentaba meterle mano.
María estaba a punto de llorar y era lo último que quería que viera Roberto, había perdido su seguridad y su aplomo había sido sustituido por una conducta vacilante e indecisa, se encontraba sin saber cómo actuar, no estaba acostumbrada a sentirse insegura; Sin saber por qué, cedió y dejó que él se hiciera cargo, bajó las manos, las dos copas quedaron sueltas sobre sus pechos, por un instante temió que se le ocurriera… pero no, Roberto tomó el enganche de ambas copas y los estiró manteniéndolos apenas un segundo separados, admirando la forma redondeada de sus pechos y sopesando la tentación de desnudarlos ante él hasta que advirtió que estaba a punto de protestar, luego comenzó a abrocharlo. María sentía el roce en su piel; dos dedos, el índice y el medio por dentro de la copa derecha sujetando una parte del enganche, otros dos dedos sujetando la otra mitad del enganche se introducían por debajo de la copa izquierda rozando la parte baja de su pecho, Roberto mantenía la vista en sus manos y María le miró mientras la vestía, ¡porque la estaba vistiendo! Y ella, dócilmente, sumisamente, dejándose hacer; El cosquilleo que sentía en su vientre con cada roce de aquellos dedos en la sensible piel de sus pechos se hacía cada vez más patente, comprendió que tenía razón, que hasta ahora se había obligado a ignorar esos conatos de placer hasta conseguir no sentirlos, pero siempre habían estado ahí, en cada roce que Roberto había provocado; Notó la tensión y el rechazo que aparecía en ella ante estos brotes de placer que avanzaban como pequeñas oleadas y descubrió que, además de considerarlo impropio, sentía temor a que crecieran sin control. Eso es lo que más le asustaba: perder el control.
"No luches contigo misma, sería lo más dañino para ti" - mis palabras resonaron en su mente, intentó hacerme caso, se relajó, dejó de luchar contra la excitación que nacía en sus pechos y conectaba con su vientre y entonces la pudo percibir, agradable, dulce, morbosa, aun tuvo que pelear con la recriminación que se hizo a sí misma por permitirse ese instante de placer no censurado pero se fue relajando y entonces fue cuando pudo asumir que aquel roce en sus pechos era agradable, que la situación era excitante, que le gustaba sentirse deseada y que, sobre todo, le molestaba vivir aquello desde una posición de indefensión, como si fuese una chiquilla asustada.
Miró a Roberto mientras manipulaba cuidadosamente el cierre de su sujetador, volvía a ser esa otra persona amable, sensible que a veces aparecía tras su máscara de conquistador. Se fijó en el relieve puntiagudo de uno de sus pezones sobre el ligero tejido del sostén y un sentimiento morboso la invadió al darse cuenta de que Roberto tenía ante sí sus pezones erectos oscureciendo el rosa pálido del sujetador y se sintió aun mas desnuda: le estaba mostrando la prueba innegable de su excitación. Era evidente que estaba demorando intencionadamente el final de su trabajo con su sujetador y sintió una mezcla de simpatía y ternura por aquel niño grande que mostraba tal ingenuidad en su treta.
Roberto levantó los ojos y la descubrió mirándole, le sonrió mientras comenzaba a abrocharle el vestido, cuando terminó con el botón inferior se detuvo, miró el efecto y dejó el último desabrochado.
"¿Más tranquila?"
María se había rendido, sus brazos caídos a los lados mientras él la vestía indicaban su renuncia a luchar, la expresión de su rostro debió delatar su estado porque Roberto se acercó más a ella, la rodeó con sus brazos y la atrajo hacia su pecho, María no se resistió.
"Ya pasó, niña, ya está todo en orden" – le susurró al oído – "ahora centrémonos en el almuerzo, tenemos que volver a ser el equipo bien coordinado que ya somos"
Al escuchar esas palabras se avivaron las enormes ganas de llorar que sentía pero se rebeló ante esa emoción que nunca antes había podido con ella, de repente se sintió protegida en sus brazos, era lo que necesitaba, unos brazos en los que refugiarse y aunque no eran los de Roberto los que deseaba se dio cuenta de que no había hecho el más mínimo gesto para apartarle. Él lo advirtió también y alargó ese momento de intimidad.
Tras unos segundos en los que Roberto comprendió que algo había cambiado, acercó su boca a su mejilla y la besó con suavidad, una, dos, tres veces, mientras le susurraba palabras tranquilizadoras, María se sorprendió ante aquel arranque de ternura en un hombre que no aparentaba tal sensibilidad. Roberto continuaba dándole ligeros besos dispersos por su sien, su oreja, por la mejilla que, lejos de excitarla, la calmaban; María cerró los ojos deseando que acabase, luchando contra la sensación agradable que esos besos despertaban en ella, aquellos labios que se acercaban a la comisura de su boca producían besos breves, suaves y fugaces que acortaban la distancia que le separaba de su boca, sus palabras tan cerca de su rostro lanzaban su respiración a su piel como un leve viento que le proporcionaba un placer añadido, era una caricia deliciosa; María no hacía nada, tan solo le dejó hacer, asombrada por su incapacidad para reaccionar; Un segundo mas, -se decía a sí misma -, y le haré detenerse, solo un segundo más.
Roberto estaba entusiasmado, cada vez que la besó y no sintió rechazo creció su decisión de intentar lo que realmente deseaba, aquel último beso casi había rozado su boca, avanzó aun mas y dejó que las comisuras de ambos permaneciesen en contacto, entonces se detuvo ahí, en el límite, en la frontera de su boca, sin romper el contacto, esperando.
María sintió como se detenía en el borde de su boca, un pequeño cosquilleo, una sensación agradable de paz y serenidad le impidió moverse, no pensaba en nada, solo se tranquilizaba en brazos de Roberto con sus mejillas pegadas y sus bocas a punto de unirse, si lo intentaba le detendría pero ahora, era todo tan agradable…
Nada. Roberto no sintió ninguna reacción de rechazo, entonces se deslizó con calma rozando lentamente sus labios y por fin sus bocas se juntaron, muy brevemente porque María volvió la cabeza y la agachó aunque no hizo ningún esfuerzo por separarse de él, tan solo pronunció una débil negativa, Roberto la tomó de la barbilla y la hizo levantar la cabeza, se miraron un instante, luego puso sus labios en los de ella, suavemente, sin violencia, presionando tan solo para sentir la carnosa suavidad de su boca.
María notó el movimiento de los labios deslizándose sobre los suyos, quería pararlo, debía pararlo pero estaba inmóvil, asistiendo como una espectadora al momento en el que iba a dejar que su jefe la besara, sabía que no era buena idea, sabía que aquello anulaba todas sus protestas… un roce suave, agradable en sus labios, una ligera presión… ya estaba hecho, había sucedido e instintivamente retiró su rostro huyendo de esa boca que no debía besar, creyó pronunciar una negativa, quizás solo la pensó, luego notó los dedos de Roberto en su barbilla electrizando su cara, sintió como elevaba su rostro sin ninguna oposición hasta que sus ojos conectaron con los de él, tan cerca… el aliento fresco de Roberto actuó como un afrodisíaco, se sentía derretir, se sentía sin voluntad… cerró los ojos al notar de nuevo como sus labios se hundían en los de Roberto.
"No" – apenas un susurro ahogado, casi inaudible.
Un nuevo beso en su boca ignoró su protesta, María mantenía los ojos bajos, casi cerrados, la excitación de Roberto ya era incontenible, el siguiente beso nació cargado con toda la pasión contenida, apretó sus labios sobre los de ella que de nuevo protestó forcejeando esta vez para soltarse, Roberto la rodeó con sus brazos y la besó con gran intensidad, buscando abrir su boca que cedió a la presión, sus labios se entreabrieron y como un reflejo notó como su coño se abría como una flor, María instintivamente rodeó su espalda con sus brazos, pero al sentir como aquella lengua invadía su boca reaccionó, aquella sensación física de entrega fue suficientemente intensa y peligrosa como para que recobrase la cordura y le separase con una fuerza que Roberto no esperaba.
"¡He dicho que no!, ¿Es que no lo entiendes?" – exclamó casi gritando con un tono de angustia en su voz.
De nuevo Roberto pareció humillado y confundido, se colocó las mangas de la camisa con un gesto violento mientras María recogía su carpeta.
"No, María, no te entiendo…no sé a qué estás jugando… en fin, será mejor que vuelvas a tu despacho, o mejor aún: Sal a tomar algo y te tranquilizas, luego, a las dos te recojo" – Estaba molesto, humillado otra vez, pensaba que María jugaba con él; Se volvió hacia su mesa sin mirarla, sin esperar a que saliera.
María no respondió y salió apresuradamente.
Entró en su despacho y cerró la puerta tras de sí, dio unos pasos hacia su mesa y se inclinó sobre ella apoyando las manos, cerró los ojos, de nuevo los sentía arrasados en lagrimas ¿Cómo había permitido que sucediera todo aquello? ¿Qué había sucedido en tan solo unos segundos para que se hubiese mostrado tan dócil? Se incorporó y caminó por el despacho como si estuviera enjaulada, al fin se apoyó en la pared y dejó caer la cabeza hacia atrás.
Aún podía sentir el contacto de su boca, intentó sentir rabia o asco, pero no lo consiguió, lo que su cuerpo sentía era una intensa emoción, el temblor en todo su cuerpo que la había acompañado durante todo el suceso se volvió más intenso y la hizo consciente del placer y el riesgo que había sentido mientras Roberto la besaba.
Las cosas habían cambiado radicalmente, pensó; Roberto había descubierto a una María sumisa, dócil, complaciente, que apenas oponía resistencia a sus deseos ¿cómo estaba dejando que las cosas evolucionasen de esa manera? Cada vez tenía menos control sobre Roberto. Cada vez se sentía más insegura y vulnerable delante de él. Era algo nuevo para ella y no sabía cómo reaccionar desde su desconocida posición de debilidad.
Tomó el abrigo y el bolso y salió a la calle, el frio pareció despertarla de un sueño, una y otra vez revivía la escena que acababa de suceder y cada vez se escandalizaba más por su tolerancia, ¿Qué vendría después? ¿Qué iba a querer Roberto tras aquella escena?
Y de nuevo la sensación de humedad en sus bragas en contacto con su sexo la hizo consciente de algo que hasta entonces no había sucedido, se había excitado durante el acoso de Roberto, su mente lo rechazaba pero su coño estaba rezumando flujo como si…
Como si hubiese disfrutado con aquello; pero no era así, no quería admitir que fuera así, revivió de nuevo la escena, ¿cuándo se había dado cuenta de que estaba húmeda? ¿Qué estímulos habían desencadenado aquella reacción física?
La clandestinidad, el peligro de ser descubiertos, si, pero también el contacto de los dedos de Roberto en su piel, la mirada clavada en sus pezones erectos que se marcaban puntiagudos a través del sostén y luego, sus ojos cruzándose mientras él cerraba su sujetador aprovechando para rozar sus pechos.
Y aquellos besos recorriendo su mejilla mientras ella se rendía al abrazo acogedor, preludio de los besos a los que se había entregado después sin ningún intento serio por detenerlo.
Y lo más alarmante y al tiempo lo que más la avergonzaba: su coño sometido a breves y crecientes contracciones, su coño abriéndose al mismo tiempo que su boca se abría para recibir su lengua.
Se había excitado, no lo podía ignorar, no podía hacer como si no hubiese sucedido.
Caminó durante un cuarto de hora antes de entrar a tomar un café y volver al gabinete.
Tras dejar el abrigo en su despacho se dirigió al baño, allí se cambió el salvaslip y comprobó que el flujo era abundante, más de lo que había supuesto, ¿Era una medida fiable de su excitación? No, en absoluto, rechazaba lo que había sucedido, no quería que su cuerpo la traicionara de esa manera.
Pero allí, a solas, en el silencio del baño, volvió a revivir la escena y no pudo ignorar el chispazo de placer que la sacudió al recordar cómo su pecho quedó desnudo al empujar a Roberto, no pudo ignorar el placer que sentía al recordar aquella mano sujetando sus riñones y pegándola a él hasta hacerla sentir su polla en su vientre. No pudo negar que aquellos besos en su boca habían sido tolerados, que sus brazos habían abrazado a Roberto y que había estado a punto de rendirse ante la pasión de aquel último beso.
Se miró al espejo, le parecía imposible que la mujer que se reflejaba en él estuviera haciendo las cosas que hacía. Le asustaba su falta de control, su abandono ante una situación comprometida, le asustaba no haber sido capaz de detener lo que sucedía y haber cedido a la excitación que había ido creciendo en ella hasta dejarla sin voluntad. Había faltado bien poco para que no hubiera habido marcha atrás.
La seguridad que creía tener de ser capaz de mantener bajo control a Roberto permitiéndole tan solo pequeños avances se esfumó, ahora se veía a sí misma como su mayor peligro, ya no solo desconfiaba de Roberto, empezaba a desconfiar de ella misma.
Miró el botón del vestido, aun desabrochado y se rebeló a dejarse manipular, lo abrochó con rabia. ¿Era ese un gesto de independencia o una señal de que se dejaba intimidar? Si lo llevaba abrochado Roberto podía pensar que se avergonzaba de algo que, si hubiera sucedido por descuido, no habría tenido la menor importancia, pero si lo dejaba desabrochado podía parecer que obedecía a sus deseos; O quizás no, quizás significaba que era una mujer independiente y aprovechaba un gesto que les favorecía en una negociación. Lo desabrochó de nuevo.
Jamás dudaba tanto, nunca tenía problemas para tomar una decisión ¿qué le estaba sucediendo? No sabía qué hacer, aquella absurda duda la mantenía indecisa como no recordaba haber estado nunca. Finalmente volvió a abrochar el botón.
A las dos en punto Roberto entró en su despacho sin llamar, apenas se cruzaron unas palabras, la esperó en la puerta hasta que tomó su abrigo y su bolso, parecía serio; Salieron juntos hasta el garaje y llegaron hasta el auto de Roberto, Ambos dejaron el abrigo en el asiento de atrás y los documentos que llevaban.
Camino del restaurante María se mantuvo callada, esperaba que Roberto no hiciera ninguna alusión a lo sucedido.
"Cuando te fuiste me llamó Eduardo, estuvimos hablando un buen rato sobre todo el proyecto…" – Eduardo, el presidente del consejo, mentor de Roberto en quien tenía depositada toda su confianza, un psiquiatra de la vieja escuela, con muchos años de profesión y muy bien situado en medios profesionales y universitarios, había sido quien la entrevistó y quien la contrató – "… ¿sabes?, aun no tiene del todo claro tu puesto en el organigrama, me ha estado preguntando… dándole vueltas…"
María le miró preocupada, había olvidado que aun no era firme su nombramiento, lo veía tan seguro que no había tenido en cuenta esa posibilidad, imaginó que debía haber presiones por parte de otros compañeros con más antigüedad, ya lo había notado en la reunión de los lunes a la que asistía desde que Roberto la había propuesto para el ascenso.
Se sentía sola en la empresa, sus compañeros de siempre habían cambiado tanto en su forma de actuar ante ella que se sentía fuera de lugar, esto había hecho que se fuera distanciando y renunciara a participar en los grupos habituales que se formaban para tomar café y para almorzar, por otra parte los psicólogos con más antigüedad, responsables de grupos de terapia como ella y que aspiraban tiempo atrás a un puesto en el consejo la veían como una intrusa, una advenediza en un núcleo cerrado que se movía en un nivel cercano a los socios; Sabía que los rumores sobre su supuesta relación con Roberto abundaban en ambos grupos y adoptó la única conducta que podía: una altiva indiferencia, una firme seguridad en sí misma que terminó de alejarla de todos los que habían sido sus amigos.
Se acomodó en el asiento del auto hasta que su nuca descansó en el respaldo, más abajo del reposacabezas, estiró la pierna izquierda hasta alcanzar el fondo del coche con su pie y dobló ligeramente la derecha apoyándola en la puerta, asentó el codo en el borde de la ventanilla y apoyó la cara en su mano.
No encajaba en ninguno de los dos ambientes, estaba sola. Eso es lo que la había llevado a terminar aceptando el café cotidiano con Roberto en la cafetería de la esquina, momentos relajados en los que había ido descubriendo a la persona que se escondía tras el rol de conquistador y mujeriego que le gustaba aparentar. En esos escasos quince minutos de descanso María se había ido encontrando con otra persona, más amable, inteligente, ingeniosa y educada de lo que aparentaba cuando estaba delante de sus compañeros; en esos momentos del café Roberto se quitaba la coraza, dejaba de representar el papel de triunfador y se convertía en alguien con quien se podía conversar cómodamente. Si siempre fuera así…
El contacto de una mano en la media la sacó de sus pensamientos, esta vez no era una tímida caricia a la altura de su rodilla, Roberto extendió la mano sobre su muslo, justo hasta donde el vestido se había retirado al arrellanarse en el asiento, y la apretó disparando sus terminaciones nerviosas en una combinación de cosquillas y placer que ascendió rápidamente por su ingle. María aun mantenía su pierna izquierda extendida y la derecha parcialmente flexionada y algo separada, aquello le permitía un acceso fácil a Roberto. Su voz detuvo cualquier reacción de María.
"He pensado que la única manera de zanjar esas dudas es que participes en la presentación previa que haremos al consejo a primeros de Enero, te encargarás de la defensa del nuevo departamento, de la distribución de la inversión y de los costes de reestructuración, eso terminará con las reticencias de Andrés" – Roberto acompañó esta noticia con un avance decidido de su mano hacia arriba, arrastrando el vestido hasta llegar a la banda elástica de la media– "mmm… ya imaginaba que no eras mujer de pantys, es la prenda menos sensual que existe" – comentó como si aquello estuviera relacionado con su argumentación anterior.
María no reaccionó, aun estaba intentando asimilar la decisión de Roberto; Aceptó la evidencia de que de nuevo se estaba dejando meter mano, y solo durante un segundo se preocupó por el hecho de que su silencio podía interpretarse como su aceptación a pagar por el favor recibido.
Toda su atención se concentraba en las palabras que acababa de escuchar, estaba abrumada por la envergadura de la propuesta de Roberto, sentía aquella mano en su muslo que le disparaba ráfagas de placer con cada presión de sus dedos pero la importancia que adquiría su papel en el consejo con aquel imprevisto regalo era tal que no podía interrumpirlo con un arranque de… ¿de qué? Había estado a punto de calificar como mojigatería el defender su dignidad.
Apartó de su cabeza ese razonamiento, no era el momento, no podía, no debía estropear aquel ofrecimiento. Suponía una concesión por parte de Roberto invalorable, le cedía gran parte de su protagonismo personal durante aquella presentación previa en la que inicialmente no estaba prevista su presencia, un sentimiento de agradecimiento emocionado comenzó a crecer en ella. Roberto callaba, y María entendió que debía decir algo.
"Gracias, significa mucho para mí lo que estás haciendo" – pronunció aquellas palabras y al escucharse, la otra María, la que había quedado arrollada por su ambición entendió que acababa de firmar su claudicación; Roberto se movía libremente bajo su falda y ella, en lugar de reaccionar contra la caricia que avanzaba por su piel, le expresaba su agradecimiento. Pensó en bajar su pierna derecha y recomponer su postura pero hubiera aprisionado los dedos de Roberto, no podía moverse sin que pareciera una insinuación.
"¡Vaya! Es la primera vez que me das las gracias" – dijo claramente halagado.
Parados en un semáforo la miró a los ojos mientras su mano seguía apretando su muslo, sus dedos se movían nerviosos, como si tecleasen una melodía en un piano, palpando la dureza de su carne; En silencio, sin dejar de mirarla, aflojó la presión y traspasó la frontera de la media alcanzando la piel desnuda cuyo próximo límite era su pubis, María no pudo reprimir ponerse en tensión, contrajo sus músculos y encogió ligeramente su vientre.
"No te asustes" – susurró Roberto mientras la miraba con una sonrisa en su rostro, María bajó la mirada, su reacción instintiva de nuevo la hacía aparecer como una niña asustada, sabía que no iba a protestar y se encontraba sin recursos para afrontar aquella situación.
Los dedos intrusos tropezaron con el otro muslo que obstaculizaba su avance, un cosquilleo irresistible recorrió sus nervios hasta su coño, la mano se desplazó en perpendicular para abarcar ambos muslos y poder acariciarlos como si se tratase de una sola pieza, estaba a menos de dos centímetros de su pubis. Un involuntario roce del canto de la mano en su braga volvió a provocar su sobresalto, Roberto lo captó, no dejaba de mirarla sonriendo, María se sentía violenta y por dos veces consecutivas desvió su mirada.
"De verdad, me has impresionado, creí que nunca te oiría pronunciar una frase como esa, repítelo, por favor, si no, creeré que lo he soñado" – su voz se había vuelto sugerente.
María veía como la mano se movía bajo su vestido que ya apenas cubría su braga; Se sentía paralizada, conmocionada aun por el ofrecimiento que Roberto le había hecho poniéndola en la mejor posición posible para afianzar su carrera en el gabinete incluso a costa de su propia posición; Roberto estiró el brazo y rodeó su muslo derecho en una caricia por debajo del vestido que se extendió hacia la nalga y la cadera rozando la cinturilla de la braga, luego retiró la mano y comenzó a acariciar la parte interior del muslo derecho con el anverso de sus dedos, arrastrando el vestido sobre ella, avanzaba hacia su rodilla y el vestido acabó por caer plegándose a la altura de su pubis dejando sus muslos completamente descubiertos, María dirigió una mirada, que quería ser seria pero no dura, hacia la mano que recorría sus muslos y luego le miró; Si pensó que con aquel gesto explícito iba a detener su invasión se equivocó, muy al contrario Roberto interpretó aquella mirada como una aceptación de sus caricias, cambió el rumbo de la deriva por su piel subiendo hacia la rodilla y volviendo a descender hasta el límite que marcaban los dos muslos en contacto, pasando de uno a otro, el roce del vello de sus dedos en esa zona tan sensible le producía un irresistible cosquilleo.
"Por favor, déjame escucharte otra vez siendo agradecida" – insistió.
El movimiento de la mano en sus muslos, tan cerca de su sexo, quedaba condicionado ante la sensación irracional de deuda que sentía hacia él. Un nuevo roce en su braga desvió sus ojos al escenario donde Roberto jugaba su batalla con ella, elevó sus ojos y se encontró su mirada, se la mantuvo un par de segundos mientras decidía, sin darse cuenta de la intensidad que transmite su profunda mirada cuando está excitada; Por fin accedió a su petición.
"Gracias, gracias por todo" – acompañó esa frase con una caída de ojos, un gesto muy suyo; Se rendía, pero no podía hacer otra cosa, se sintió derrotada, su lucha estaba acabando, comprendió que su frase de agradecimiento mientras le ofrecía sus muslos desnudos era una capitulación en toda regla, una aceptación clara de su estatus.
Roberto la había estado observando mientras ella miraba la mano que la acariciaba, no solo no protestó, tan solo le miró y se quedó enganchada en sus ojos; Por dos veces consecutivas rozó deliberadamente su braga y María en ambas ocasiones siguió con su ojos el movimiento de su mano en su carne antes de volver a mirarle; No había duda, estaba a punto.
Aquellos gestos tenían otro significado muy distinto: María intentaba mostrarse firme, dejarle claro sin necesidad de palabras que no iba a ignorar por más tiempo lo que estaba haciendo y forzarle de ese modo a desistir.
Mas para él aquello era pura lujuria, una invitación a seguir avanzando.
"¿Gracias… por todo? ¿sí?" – Roberto repitió la frase que acababa de pronunciar dándole una entonación que la convertía en una clara insinuación. ¿Qué iba a querer a cambio? Pensó María.
Roberto comenzó a inclinarse hacia ella, María sabía que iba a buscar sus labios y aun no tenía claro si le iba a rechazar o dejaría que la besase como había ocurrido unos momentos antes, si le dejaba, aquella mano que se acercaba a su pubis acabaría alcanzando su objetivo.
El claxon impaciente de los coches que esperaban detrás de ellos le hizo reaccionar, abandonó su presa para cambiar de marcha y arrancó.
"Te tendrás que preparar a fondo, hay cuestiones con las que no estás familiarizada, tendremos que trabajar duro en los días que quedan"
María se quedó pensativa mirando por la ventanilla, absorta ante el cambio de rumbo que daba su posición. No se había percatado de que su vestido había quedado subido muy por encima de sus medias mostrando los muslos en su totalidad y una pequeña parte de sus bragas, Roberto la miró de reojo y sonrió al ver que ella no se había tapado, lo que había sido una falta de atención por su parte él lo tomó por un acto de seducción, movió el espejo retrovisor hasta enfocar sus piernas y se deleitó largamente con la visión de la ligera braga de encaje rosa cubriendo su abultado pubis.
"Me encanta la lencería rosa y mucho más si es de un encaje tan… etéreo, tienes buen gusto querida, aunque el efecto del salvaslip estropea el cuadro" – dijo sonriendo, María se dio cuenta del estado de su vestido y se lo colocó sin hacer ningún comentario – "Lo comprendo, no podías prever que sería hoy cuando me ibas a mostrar tus bragas, estoy seguro que no habrías descuidado ese detalle"
María se ruborizó como una cría, y eso la hizo sentirse aun más insegura y frágil; Antes de que acabase de arreglar su vestido, cuando aún no había podido cerrar las piernas Roberto volvió a colocar su mano entre sus rodillas y continuó con sus caricias mientras ascendía intentando forzar que se mantuvieran abiertas. María reprimió su primera intención de apretar sus piernas; Se acababa de ruborizar como una adolescente no quiso adoptar otra conducta ridícula, estaban casi llegando y prefirió detenerle si era necesario más adelante.
"Sé que quedan pocos días y además llega la Navidad, pero tendremos que hacer un esfuerzo y sacar horas de donde podamos"
María había cedido tras los primeros movimientos ascendentes de su mano, ahora veía preocupada que su avance no iba a detenerse y la única solución que podía adoptar echaría por tierra todo lo que acababa de presentársele. No se veía capaz de detenerle con dureza poniendo en peligro el buen clima que había entre ellos, tampoco veía como colocar sus piernas juntas forzando una absurda postura en la que impediría su avance aprisionando su mano entre sus muslos, pero lo que no iba a hacer era dejarle llegar hasta su coño.
Y de nuevo ese calor húmedo en su sexo que le recordaba el flujo que mojaba sus bragas.
Roberto seguía hablando, adulándola, haciendo valer la importancia de su gesto, mientras su mano avanzaba sin apenas resistencia entre sus muslos que iban rindiéndose poco a poco dejando un resquicio cada vez más amplio por el que ascendía disparando las terminaciones nerviosas de su piel. Cada vez que la mano de Roberto ascendía y sus muslos se separaban María lo vivía como una oportunidad perdida, inmediatamente pensaba que sería la última pero a continuación sentía la presión de aquella mano entre sus muslos y ella…ella se veía incapaz de enfrentarse a él y notaba como cedían a la presión y se abrían un poco más.
"Este sábado nos reunimos en el despacho y adelantamos todo lo que podamos, pediremos algo al restaurante de abajo y así te pongo al día"
María quería protestar, decirle que el sábado teníamos planes, pero no podía hablar, no mientras tuviera su mano avanzando hacia su sexo, no mientras ella no estuviera dispuesta a detenerle.
Roberto alcanzó de nuevo la banda elástica de las medias, apenas había ofrecido resistencia y se había ido abriendo a medida que su mano avanzaba, jugueteó con el borde de las medias y las traspasó, otra vez sus muslos estaban desnudos, su vestido había sido arrastrado hacia arriba por su mano, el nudillo de su dedo meñique se apoyó en su pubis; El recuerdo de su braga mojada fue suficiente para que le detuviera, sin violencia, apenas haciendo fuerza, sus manos reposaron sobre la suya, mas parecía una caricia que una defensa. Roberto la miró.
"Por favor" – dijo entornando los ojos, quería ser una súplica pero ese gesto que conozco tan bien va tan cargado de sensualidad que debió disparar la libido de Roberto.
María suplicaba, era todo lo contrario a una orden, le rogaba que se detuviera, incluso la expresión de su rostro era la de una persona derrotada que pide clemencia al vencedor. Roberto miró hacia abajo, sus muslos desnudos y abiertos y su mano hundida entre ellos le excitaron visiblemente, cuando volvió a mirar a María ésta reiteró su ruego.
"Por favor"
"Casi hemos llegado" – dijo Roberto retirando la mano y reduciendo la marcha para tomar la rampa del garaje cercano al restaurante.
Al salir del coche Roberto le ayudó a ponerse el abrigo, luego se situó delante de ella, la miró de arriba abajo, sus mejillas aun conservaban el rubor.
"Estás preciosa, pero olvidaste algo" – tomó el botón de su vestido y lo desabrochó - "Así está mucho mejor, tienes que aprender a utilizar toda tu… artillería para negociar con más fuerza" – al decir aquello había tomado los dos picos del escote y los había separado, luego se inclinó hacia ella para mirar hacia el interior del escote – "preciosas, me gustan así, tan morenas, no tienes ni una marca de bikini ¿haces top less en la playa, verdad?" - Otra vez insistía sobre lo mismo y María calló, pensó en decir algo pero al final no planteó objeción alguna. Roberto, antes de separarse de ella, la sorprendió con un breve beso en los labios, ni siquiera hizo el más mínimo gesto de rechazo, tan solo miró a su alrededor.
"Tranquila, no nos ha visto nadie" – dijo con aire de complicidad.
Intuyó que, como en otras batallas ya perdidas, Roberto intentaría en adelante no perder ese terreno tan fácilmente conquistado y buscaría convertir los besos en la boca en algo habitual. Con un aplomo absurdo, pensó que no era tan desagradable como hubiera imaginado ni tan grave, al fin y al cabo solo era un beso. Su serenidad la sorprendía pero era bienvenida en aquellas circunstancias. Venía a mitigar la tensión y el nerviosismo que le producía aquella situación.
Salieron a la calle, Roberto se detuvo para localizar la ubicación del restaurante, luego tomó su mano y la colocó en su brazo, María ya no luchaba, caminó cogida de su brazo como solo lo hace conmigo.
Al llegar al restaurante, hizo el amago de separarse de él pero Roberto sujetó su mano en su brazo y ella claudicó una vez más. Entraron en el comedor y los dos invitados se levantaron de sus sillas para recibirles, María se sentía violenta avanzando del brazo de Roberto, aquello insinuaba una relación más allá de lo profesional. Con sus veintinueve años, aparentando cuatro o cinco menos, parecía una niña al lado de Roberto que a sus treinta y cinco ya peinaba muchas más canas que yo. A primera vista parecía la viva imagen de la joven amante de su maduro jefe.
La comida transcurría como estaba previsto, ambos se alternaban en la argumentación bien coordinados, sin pisarse la palabra en ningún momento, pronto olvidó el asedio al que la había sometido, atrás quedó su preocupación por sus recientes concesiones. Enseguida se percató de las miradas que se dirigían a su escote, recordó las palabras de Roberto, aquello les haría comer de su mano; ‘soy una desvergonzada’, pensó, pero al mismo tiempo una sensación desconocida comenzó a crecer en su interior, por el rabillo del ojo veía las miradas de complacencia de Roberto cada vez que ella hablaba mezclando la pasión por sus argumentos y la vehemencia con un toque de sensualidad, cada vez que se adelantaba sobre la mesa para enfatizar un punto o para señalar algo en la documentación era consciente de que todos se perdían en el color rosa de su sujetador que se insinuaba por su escote. Calculó que desde la posición de uno de sus interlocutores, el más influyente, situado en diagonal con ella, casi se podía ver entera una de las copas de su sostén cuando se inclinaba sobre la mesa. No dudó en jugar aquella baza que la fortalecía en la negociación, estaba eufórica por su futuro y decidida a no perder ni una oportunidad.
Debería sentirse violenta, su convicción fuertemente feminista tendría rebelarse ante la manipulación que deliberadamente estaba haciendo de aquellos hombres con sus "encantos".
Pero nada de eso bullía en su mente, en su lugar una sensación de morboso erotismo, una agradable sensación de poder sobre aquellos hombres la dominaba como jamás le había sucedido. No parecía ella, pensó, no actuaba como ella actuaría.
Estaban en los postres, la negociación continuaba intensa, con fuerza, uno a uno iban desmontando los argumentos que les planteaban calificando aquella inserción como publicitaria en lugar de informativa. Aprovechando un momento en el que ordenaban los cafés y unas copas María se excusó y salió al baño, necesitaba cambiarse y limpiarse, allí tiró el salvaslip húmedo y descubrió que no llevaba ninguno mas en el bolso, se sintió incómoda, el flujo que brotaba era más copioso de lo que pensaba y su braga era demasiado ligera ¿Acaso estaba excitada? Sí, pero la excitación que sentía le parecía el producto del combate profesional que mantenían más que un reflejo de todo lo que había sucedido durante el trayecto. No se creía excitada sexualmente, pero su cuerpo estaba reaccionando como si realmente lo estuviera, por un momento pensó que ni siquiera tenía el control de las reacciones de su propio cuerpo.
Al volver observó que Roberto tenía su brazo bajo la mesa, sabía bien lo que significaba aquello, se lo había visto hacer mil veces, sintió una mezcla de fastidio y preocupación, no era el momento de defenderse de una escaramuza bajo el mantel, tenían una negociación complicada en marcha, pero Roberto se había anticipado y evitaba de esa forma que ellos vieran su maniobra ligada a su presencia, María se sentó a su lado esperando que no se atreviera a tocarla delante de ellos, pasaron unos minutos y se tranquilizó al no haber ninguna acción por su parte; Se hallaba contraargumentando con fuerza y seguridad cuando sintió la mano de Roberto que avanzó con decisión y rapidez bajo su vestido dejándola sin tiempo para reaccionar, se posó directamente sobre el final de sus medias, jugando con el borde elástico, cogiéndolo con dos dedos, elevándolo y disparándolo contra su piel, aquel juego casi infantil la desconcentraba, le parecía una chiquillada fuera de lugar, hizo una breve pausa en su argumento y le miró fugazmente intentando expresarle su enfado, Roberto sonreía, No podía alargar mas la pausa y continuó su exposición, le preocupaba que observaran su mano bajo el mantel y pudiesen sospechar algo, para evitarlo se acodó en la mesa ocultando con su cuerpo el brazo que se perdía bajo el mantel; Al moverse en el asiento para acercarse a la mesa los dedos de Roberto quedaron entre sus muslos y rozaron su braga, María cerró las piernas pero lo único que consiguió fue apresar sus dedos entre sus muslos y en contacto con su sexo y reaccionó con rapidez separándolos de nuevo esperando que Roberto se retirara pero éste, al notar que volvía a abrirlas, comenzó a acariciarla con la yema de un dedo justo por encima del comienzo de sus labios. Notó que estaba perdiendo el hilo del argumento e intentó recuperarse, la caricia en su sexo la tenía desorientada, no esperaba algo así en medio de aquella reunión que le impedía defenderse, no podía concentrarse en lo que decía, le irritaba que Roberto estuviera aprovechándose de las circunstancias y abusando de ella de una manera intolerable, aunque tampoco veía cómo detenerlo sin provocar una situación muy violenta: Y por encima de todo, le avergonzaba que llegase a notar su humedad.
Terminó como pudo y Roberto tomó la palabra para apostillar lo que ella había planteado, María no se atrevió a retirarse hacia el respaldo y se quedó con los codos apoyados fingiendo leer uno de los documentos que había esparcidos por la mesa, se sentía encadenada, estaba rabiosa, incapaz de moverse para liberarse de ese contacto no deseado, ¿Cómo podía estar haciéndole aquello?
Roberto hablaba con precisión mientras su dedo meñique comenzó a dibujar en la braga el relieve de la línea vertical entre sus labios, intentó echar la cintura hacia atrás y los dedos la acompañaron sin perder el contacto, pensó en cerrar de nuevo los muslos pero eso dejaría prisioneros a los dedos en contacto con su sexo; cada vez estaba más violenta y ofendida, aquello sucedía sin su consentimiento, se sentía engañada, burlada, y enfadada porque sabía que en el fondo era ella la que había dado pie a que se llegase a esta situación, María tenía la respiración alterada mas por el riesgo que asumían que por el amago de placer que comenzaba a percibir muy a su pesar, un placer que rechazaba y que intentaba ahogar centrándose en su sentimiento de ofensa, su mente producía argumentos inconexos, se lamentó por haberse quitado el salvaslip que la hubiera protegido un poco, ahora aquel dedo tan solo tenía la fina braga como única separación.
Tuvo que volver a prestar atención cuando se dirigieron a ella para plantear una objeción, tomó la palabra y se intentó concentrar en la respuesta mientras se escandalizaba al sentir como el dedo de Roberto hundía rítmicamente la braga en su sexo mojado, ya era obvio que habría notado su humedad, además podía parecer que había obedecido su insinuación sobre el efecto del salvaslip, ¿pensaría que se lo había quitado para él? estaba tremendamente avergonzada, notaba el calor en sus mejillas pero no quería perder el hilo de su réplica e intentó concentrarse en ella. Las miradas huidizas a su escote que se ahuecaba debido a su postura, unido a las sensaciones que le llegaban de su sexo y al riesgo de la situación conferían a su exposición una vehemencia inusual que la hacía más convincente... y más sensual. Se reconoció excitada, intentando sinceramente acabar con aquello pero excitada.
Roberto tomó el relevo cuando ella terminó y en ese mismo momento logró introducir un dedo por la parte lateral de la braga, María se removió en la silla intentando rechazarle, pero él no cejaba en su empeño, estuvo a punto de no aguantar más cuando sintió el roce en su vello, una caricia leve que erizó su piel y que pronto fue acompañada por otro dedo, ambos intentaban desplazar la braga hacia un lado, Roberto elevó los dedos en diagonal y la braga se deslizó por la pendiente formando un cordón en su ingle; Estaba avergonzada, se sentía desnuda a disposición de Roberto, no podía seguir moviéndose en la silla sin que resultase extraño para ellos, se sentía impotente ante tal abuso, como si estuviese siendo violada y no pudiera hacer nada, no entendía como podía parecer tan con

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