Vacaciones pervertidas con mi hijo...!!!

Hola comunidad P! para empezar me encantan leer relatos sobre incesto y ver videos de ese tipo..y en esta ocasión me tope con este relato la cual me pareció genial y decidí compartilo con todos aquellos que son amantes a la lectura, muchas gracias por su atención y espero que sea de sus agrado



a historia que a continuación les relataré, sucedió hace 2 años aproximadamente, aunque mi recuerdo del acontecimiento ha perdurado en mi memoria en sus rasgos generales, pero en sus detalles, también me ha sido posible conservar los hechos gracias a un diario que habitualmente venía confeccionando.

Comienza la historia un caluroso verano, cuando yo contaba con tan solo 42 años. Mi hijo, de 21, tenía novia, sucedió que mi hijo se empeñó en llevar a su novia, a casa de sus tíos en Jalapa, en donde había sido invitada a pasar las ferias de la localidad que duraban cuatro días, mi hijo me preguntó si quería ir, yo podría pedir en mi trabajo esos 4 días sin problema, por lo que no parecía existir problema alguno. Nosotros nos alojaríamos en un hotel de la ciudad y su novia en casa de sus tíos. Todo resuelto.

Yo anotaba en mi diario que salía muy contenta, que pensaba disfrutar en lo posible en las ferias, circos, pasacalles, teatro… en fin, todo lo que conlleva una ciudad alegre y en ferias. Yo necesitaba superar, o al menos intentarlo, la muerte de mi esposo, producida en accidente de avión un año y medio atrás, y esta era una ocasión para romper la rutina en la que se había convertido mi vida desde entonces. Cuando llegamos a la ciudad de destino, aparcamos el coche con muchas dificultades, por una callejuela del centro de la ciudad, que ya estaba llena de visitantes de todo tipo y condición y comprendimos que podría resultar difícil encontrar hotel, pero eran ya las 21:00 horas y debíamos apresurarnos si no queríamos dormir en el coche.

Mi nuera se marchó a casa de sus tíos para tranquilizarles sobre nuestra llegada y a llamar a sus padres para que estuviesen igualmente tranquilos. Mientras tanto, nosotros nos ocuparíamos de buscar hotel. Sus tíos nos facilitaron una dirección de una señora mayor que alquilaba habitaciones de su casa a gente de confianza, nos dirigimos los dos a este domicilio y efectivamente, la dueña del hotel, nos indicó que le quedaba una única habitación con una cama mediana –aproximadamente de 1,10cm- y que no habría problema en que la ocupásemos, dado que éramos familia y enviados por sus amigos, los tíos de mi cuñada. Salvo el problema de la cama, la situación parecía resuelta de momento, y a mí la verdad es que me daba igual.

Una vez en la fría habitación que nos habían dado, ya que solo contaba con la cama –ahora ya nos parecía realmente estrecha. El problema me parecía ahora mucho más complicado, era una situación muy rara para mi hijo y para mí, pues por mucha confianza e intimidad que tuviésemos, dudo que madre alguna hubiese llegado a dormir desnuda con su hijo en una cama tan estrecha… y eso era lo que sucedería inevitablemente, si no se me ocurría alguna solución de forma urgente. Como era lógico y después del sofocante día de calor y problemas vividos, la ducha era una auténtica necesidad,

Mi hijo se animó primero a pasar al baño y le dije que pusiese su ropa –su camisa y ropa interior, en el lavabo del baño, cuando pasase a la ducha, para ir adelantando mientras el se duchaba. Cuando comenzó a gemir del susto del agua fría, pasé al baño y comencé a lavar su ropa tratando de evitar que mis ojos desviasen la mirada hacia la ducha en una simple curiosidad inevitable, pero sin intención alguna. El, muy pudoroso, estaba de espaldas, aunque pude ver, completamente, la sombra que proyectaba en la pared la luz del baño que, según la postura que adoptaba mi hijo, ponían en evidencia una excitación total. La situación para mí era muy cachonda,..

Salió mi hijo de la ducha, con la toalla rodeándole la cintura y cubriendo la parte inferior de su tronco hasta casi la rodilla. Me di cuenta que evitaba ser visto de frente o perfil poniendo en evidencia su excitación, así es que me hice un poco la despistada y le dije que debería acostarse y cubrirse con la sábana de la cama, dejándome a mí la toalla, pues yo iba a la ducha ahora.

Yo, en aquel momento, también estaba sumamente cachonda, y él también lo notaba, pero no había posibilidad alguna de evitarnos aquel trance, aunque bien sabe Dios que busqué una solución sin éxito. Mi hijo se dirigió a la cama, que cada vez me parecía más pequeña, y bajo la sábana, se quitó la toalla para dármela. Yo pasé a la ducha y tras advertirle a mi hijo que evitase acudir al baño durante mi aseo, me dispuse a sufrir el susto del agua fría. La verdad es que fue menos duro de lo previsto y fundamentalmente porque, además del calor estival, mi excitación también había hecho subir mi temperatura y vi en el espejo del baño lo enrojecido de mis mejillas que delataban el pudor que no había vuelto a sentir desde hacía tantos años… El baño tranquilizó un poco mi cuerpo, pero no mi mente, que daba vueltas sin cesar pensando en el momento de compartir cama con mi hijo de 21 años, en la situación que me constaba se encontraba y ambos completamente desnudos.

Tras el baño, me puse la toalla tratando de cubrir mis senos y el resto del tronco, lo que casi no lograba por lo limitado del tamaño de la toalla, pero podría pasar si evitaba posiciones que descubrieran mis partes en presencia de mi hijo. Me acerqué a la cama y con la intensa luz de la luna sobre nosotros, me esforcé en asegurarme que mi hijo ya dormía, así es que ya, algo más tranquila en esa confianza, traté de introducirme bajo la sábana, viendo a mi hijo de espaldas completamente desnudo, como me encontraba yo misma tras quitarme la toalla mojada. No pude evitar entrar en contacto con él dadas las escasas dimensiones de la cama y traté de desplazarle ligeramente para poder colocarme yo también, y efectivamente él se movió un poco estirando sus piernas largas y facilitando mi posición. Yo notaba latir mi corazón tan intensamente que pensé que él lo notaría. No me quedó más remedio que colocarme completamente estirada y justo al borde de la cama, tratando de no entrar en contacto con el cuerpo de mi hijo, quien me dijo en voz baja que me acercase más, pues me iba a caer de la cama.

Estaba claro que se había despertado o aún no estaba dormido, pero la verdad es que ya no tenía ninguna gana de volver a levantarme y poner de manifiesto que me encontraba bastante excitada por la situación, así es que aparentando normalidad, me acerqué un poco más a él, preguntándole si él estaría cómodo, a lo que asintió. Me dijo que yo me pusiese como más cómoda me encontrase, pues él no se daría la vuelta en toda la noche, ya que no podía. La verdad es que noté como me ruborizaba de nuevo, pues comprendí lo que quiso decir, y tratando de mantener la serenidad, le respondí que no estuviese avergonzado, pues yo era su madre y le había visto cientos de veces en su infancia y, además, era una mujer adulta y ya sabía como funcionaba el organismo de los hombres, por lo tanto, podría estar tranquilo si deseaba volverse hacia mí. Volvió a insistir en su deseo de permanecer así y yo lo agradecí, aunque no puedo negar que me frustró un poco el no poder comprobar si seguía excitado como antes o ya se le habría pasado. Yo también me mantuve de espaldas a él y así permanecimos un rato largo.

La situación era tan tensa que ambos lo demostrábamos con continuos pequeños desplazamientos manteniéndonos ambos de espaldas, pero con un contacto íntimo de nuestros cuerpos desnudos que provocaban la excitación natural en ambos. El calor hacía mella en nosotros y mi hijo me preguntó si podríamos destaparnos, pues estaba sudando como yo, así es que desplazamos la sábana superior y quedamos descubiertos sobre la cama. Los nerviosos movimientos de mi hijo me hicieron presagiar lo peor, de modo que me preparaba para cualquier situación, estudiando la forma de zafarme de sus deseos animales si éstos hacían aparición. Debo confesar, con total honestidad, que cada vez deseaba más que eso sucediese, pues me encontraba erotizada al máximo en esta situación del todo excitante. El debía estar igual.

El momento se presentó tras casi una hora en la que ambos sabíamos que el otro estaba despierto, y también los dos esperábamos para ver quien daba el primer paso y en qué consistiría éste. Fue mi hijo el que, confesándome que ya estaba muy incómodo en esa posición, me pidió por favor que le permitiese volverse hacia mí, pero que no podía evitar su estado, como él mismo dijo, añadiendo que, por favor también, no me volviese hacia él, pues le daba mucha vergüenza que le viese así. Yo, comprendiendo exactamente lo que me decía, le autoricé a girarse hacia mí y me desplacé lo poco que el espacio disponible me permitía, para evitar el contacto directo de su pene en mi cuerpo.

Eso fue del todo imposible. Su verga golpeó mi trasero como un hierro al rojo vivo, restregándose lateralmente hasta que mi hijo se acomodó en la postura deseada. Pese a colocarse algo más arqueado para evitar una presión violenta de su verga contra la baja espalda de su madre, las dimensiones de éste no estaban relacionadas con las de la cama, por lo que tremendamente excitado, me volvió a pedir perdón por su estado. Me puso su brazo sobre mi cuerpo, pues realmente no había posibilidad de colocarse de otro modo. Yo, armándome de un valor que distaba mucho de tener, le dije que se tranquilizase y tratase de dormir y que al día siguiente buscaríamos otro lugar más adecuado.

Debo confesar que jamás sospeché que mi hijo pudiese provocarme una excitación tan tremenda, hasta el punto de que yo misma me movía, casi en contra de mi conciencia y atendiendo a la llamada de una pasión irracional, contra el miembro de mi hijo, para notar y… por qué no, disfrutar de este contacto lujurioso. El no era ajeno a esos movimientos míos, a los cuales acompañaba de otros suyos que propiciaban un acercamiento, cada vez más peligroso, a mi trasero… y delantero.

En un momento determinado noté como mi hijo se movía de una forma un tanto incontrolada y se restregaba contra mi espalda apretándome contra sí de forma algo anormal, estaba totalmente y la verdad es que en ese momento me asusté sobremanera, pensando que algo grave iba a ocurrir y no tendría remedio, así es que le pedí que se diese la vuelta de nuevo de espaldas a mí, pero antes de contestar y dándome un apretón contra su cuerpo, eyaculó sobre mi trasero mientras gemía y lloraba de placer y vergüenza. No quise acobardarle más de lo que ya se encontraba y rápidamente me hice dueña de la situación alcanzando la toalla que había dejado junto a la cama para limpiar aquella tremenda eyaculación que tuvo mi hijo, evitando que manchase la cama con su semen, además tuve que limpiar a mi hijo, y a su verga erecta y tremendamente endurecida, mi cuerpo y algunas gotitas de semen que cayeron sobre la sábana.

La situación ya no daba para mojigaterías y ambos nos vimos en la necesidad de mostrar sin recato nuestro cuerpo desnudo. Yo fui capaz de reaccionar, como digo, con rapidez y precisión, pero mi hijo cayó en una profunda depresión y lloriqueando me pedía perdón y añadía que tenía novia y la quería mucho, pero que no había podido evitar esta situación y que nunca había tenido experiencias parecidas, ni con su novia, ni con nadie. Yo le abracé y le tranquilicé hasta donde pude, pero dudaba que fuese capaz de superar el trauma de inmediato. Eran aproximadamente las dos de la madrugada y esta era la situación. Yo tuve que volver a ducharme y tras secarme ligeramente con lo poco que quedaba disponible de la toalla, la cual también tuve que lavar y tender a secar.

Tras el susto que pasé inicialmente por el inesperado desenlace, el nerviosismo dio paso de nuevo a una pasión que me excitaba, sobre todo al volver a ver a mi hijo sobre la cama, con su verga erecta y de un tamaño más que atractivo, que cualquier mujer desearía tenerla dentro de su pucha o boca, incluyéndome yo. Mi hijo parecía estar algo más tranquilo, aunque recuerdo que suspiraba aún. Yo me acosté a su lado y le pasé mi brazo derecho sobre su torso desnudo y mi pierna derecha sobre la suya. El estaba boca arriba y cuando le besé en la mejilla me pidió de nuevo perdón. Yo, claro, le perdoné desde antes de cometer su pecado. Tras acariciarle como cuando era chico, que le gustaba que le pasase la mano por su cuerpo, le dije que debería dormir un rato, pero estaba muy excitado para dormir, así que hablé un poco con él sobre el sexo.

Le pregunté si había tenido alguna experiencia con alguna chica, confirmándome que no, ni siquiera con su novia, aunque el noviazgo era reciente. Le pregunté también por el sexo en solitario, admitiendo que eso sí lo había practicado alguna vez, pero muy ocasionalmente y que hacía mucho tiempo que no lo había vuelto a hacer. Algo más tranquilo con la conversación, el ambiente se fue relajando y yo, que no podía evitar mirarle continuamente su erecta verga apuntando al techo de la habitación, le pregunté si aún no había quedado satisfecho con la eyaculación que había tenido, confirmándome que parecía que no, pero que el verme de esta forma, más como mujer que como madre, le excitaba muchísimo sin poderlo evitar, pues me encontraba muy atractiva. En fin, esta confesión me ruborizaba y me halagaba más de lo que yo esperaba, pues me hacía sentir aún una mujer atractiva, a pesar de mi edad, sobre todo cuando así se lo parecía a un chico joven como mi hijo, con tan solo 21 años y seguro que con cualquier muchacha a su alcance.

Tratando de sobreponerme, le pedí que hiciese un esfuerzo por dormirse pues, al día siguiente, no podría aguantar la marcha de las fiestas que nos aguardaban, y que yo lo iba a intentar, así es que me giré 180º y me situé de espaldas a él que, dado lo escaso del ancho de la cama, prácticamente no había forma de acomodarse salvo en la misma dirección que yo y en completo contacto conmigo. Esta vez no trató de evitar situar su pene directamente entre mis piernas, como hacía un rato, con lo que sentí un escalofrío por todo mi cuerpo que me impidió reaccionar. Debería haberle dicho que eso era muy peligroso, que no debería hacer eso conmigo, que se podría arrepentir toda su vida, que podría llevarnos a ambos a una desgracia de por vida… debí decirle tantas cosas… pero callé, incluso abrí ligeramente mis piernas, tratando de evitar que notase que era una invitación… invitación que no desaprovechó. Hundió su pene entre mis piernas restregando toda su longitud por mis zonas más erógenas. Mi posición me permitió ver aparecer por delante, entre mis piernas y abriéndose paso en la maraña de vello púbico que cubría mi sexo, el glande de mi hijo y, confieso, ha sido el momento de sexo que he tenido más excitante de toda mi vida. Traté de reaccionar retirándome ligeramente hacia delante y llamando la atención de mi hijo sobre su atrevimiento, quien volvió a pedirme perdón nuevamente y rogarme le dejase situarse de ese modo, pues apenas podíamos acoplarnos en una cama tan estrecha. Sorprendentemente tuve el valor suficiente para negarme y le pedí se girase en sentido contrario, para ser yo la que me acoplase tras él, quién apenas mostró resistencia y se situó como le había indicado.

Ahora era yo la que le abraza a él desde atrás, pegando mi cuerpo completamente al suyo, lo que me llenaba de pasión lujuriosa. Mis pechos se apretaban contra su espalda y mi sexo buscaba también el contacto con su trasero. Más atrevido de lo esperado, me pidió con ternura que le abrace fuerte, rodeando con mis brazos su cuerpo, pues le hacía recordar cuando era chico. Yo también lo deseaba, aunque por distinto motivo al expresado por mi hijo, como sin duda era su intención oculta, pero ambos aprovechamos la iniciativa para frotarnos voluptuosamente. En un momento determinado y fruto de la intimidad que estábamos disfrutando, mi hijo cogió mi mano y se la llevó a su verga, yo no puse resistencia y sentí su endurecida verga, retiré la mano instintivamente con rapidez, pero sin darme por ofendida, sino que bromeando le recriminé su atrevimiento. El controlando hábilmente la situación, me preguntó si yo consideraba normal sus dimensiones y su tensa y prolongada erección, ya que el carecía totalmente de experiencia en ese sentido.

Yo aparenté admitir su honesta consulta y le expliqué que mi experiencia se limitaba a la vivida con su padre y que, hasta donde recordaba, esta situación era similar a aquella. El, algo más atrevido, me preguntó si yo no había tenido sexo con nadie más desde la muerte de mi esposo, y si era así, si sentía tantas ganas de coger como él sentía… La pregunta rozaba el umbral de la intimidad madre-hijo y pretendía descubrir mis deseos más íntimos, sin duda para aprovechar mis debilidades. Acepté el reto y le contesté con sinceridad, afrontando las consecuencias de mi confesión y le dije que efectivamente no había tenido contacto alguno con hombres desde la muerte de su padre y que en muchas ocasiones, sentía tanto deseo carnal como él en este momento. También le dije que me había masturbado, como él, en algunas ocasiones cuando ya no me era posible soportar más tiempo el deseo.

Mi hijo, en ese momento y sintiéndose dueño de la situación, dio un paso adelante y volviéndose hacia mí me pidió que le masturbase, ofreciéndose él para hacer lo mismo conmigo. Nuevamente mi negativa más fingida que real y confiando en que su reincidencia en la petición, me obligase a acceder a su petición. Efectivamente volvió a insistir y pedirme que, al menos, le tocase sus partes suavemente durante un ratito… Yo, aparentando reprocharle su inadecuada solicitud y mostrándole un rechazo que distaba mucho de sentir, ocultando mis verdaderos deseos de palpar ese magnífico ejemplar que mi hijo lucía entre sus piernas, acerqué con prudencia y recato mis manos a su verga que, al alcanzarla, provocaron un suspiro de mi hijo que me hizo pensar que se correría nuevamente sin poderlo evitar.

Rápidamente recordé la experiencia anterior y corrí a recoger la toalla, pero estaba tan mojada que recurrí al papel higiénico para cubrir cualquier eventualidad. Otra vez acudí al lecho en que mi hijo esperaba ansioso esas caricias, situado boca arriba y con sus manos bajo la cabeza y de costado junto a él, comencé a masturbarlo suavemente y sin ningún tipo de prejuicios, ni por su parte ni por la mía, he de confesarlo. Me encantaba ese contacto con un miembro viril con el que tantas veces había soñado, aunque jamás me había podido imaginar que sería finalmente el de mi hijo. Le pasaba la mano de arriba abajo y por sus testículos, y comenzaba a arquearse a cada fricción que le aplicaba, notando su respiración cada vez más agitada, cuando me pidió que esperase un poco y que le permitiese tocarme él a mí un poco mis pechos y mi sexo.

Yo, ante mi ardiente pasión y deseo, ya sin poder controlarlo, le dije que de acuerdo, pero solo los pechos. Mi hijo no solo puso sus manos sobre ellos, sino que acercó su boca hasta mis pezones que adquirieron una erección extraordinaria ante las ricas mamadas que me proporcionó, por mi parte, la excitación me estaba llevando a un absoluto abandono de mi voluntad y la entrega total al curso de los acontecimientos. Cuando mi hijo llevaba un rato mamando mis pezones, noté como trataba de echar su pierna izquierda sobre mi cuerpo, lo que despertó mis aletargados sentidos y nuevamente le impedí acceder a lo que pretendía, recordándole su compromiso. Como todo un caballero, desmontó su iniciativa y se situó de nuevo esperando que yo continuase con mi labor, lo que hice de inmediato.

Tenía mi hijo tal estado de excitación que su verga y testículos parecían estallar, cuando se me ocurrió exigirle una firme promesa si quería que le hiciese sexo oral, que tuviera absoluta discreción y que no pretendiese llegar más lejos de lo que yo le llevase, así es que con ese compromiso –y hasta ahora mi hijo había demostrado ser un hombre de palabra, acerqué mis labios a su deliciosa verga y comencé a pasar mi lengua sobre toda su dimensión, comenzando mi hijo a gemir algo más que discretamente, lo que me llevó a la preocupación por si nos oía alguien; corregido este pequeño problema, continué con mi labor, llevando hasta la misma garganta la verga de mi hijo, que ahora me daba cuenta que efectivamente era de mayor tamaño de todas las vergas que había mamado, lo cual me excitó sobremanera.

Pronto comenzó a sujetar mi cabeza en aquella posición, tratando de sincronizar mis movimientos a su deseo y yo me dejaba llevar, hasta que pasados unos segundos, en los que mi hijo trataba de alcanzar mis pechos y yo me coloqué de forma que lo lograse, mientras el acariciaba mis pechos con una mano y me sujetaba la cabeza con la otra, yo chupaba y lamía su pene, su glande y sus testículos a la vez que mi hijo acariciaba sin control mi pecho hasta hacerme sentir dolor, pero dolor placentero, le permití que continuara haciéndolo ya que sentía que estaba a apunto de venirse, como así sucedió… Un conocido sabor a semen ardiente y violentas convulsiones llegaron a mi garganta, llenando toda mi boca de ese líquido espeso que aguanté dentro de mí hasta que mi hijo relajó sus músculos, en completa tensión, y exhaló aquel suspiro largo y conocido que anunciaba el final de la culminación del placer sexual.

Aún tenía sujeta mi cabeza contra su pene sin permitirme separarme de él, a pesar de que apenas podía mantener la boca con su verga aún erecta y su abundante semen dentro, el cual me tragué, poco a poco fue aflojando su presión sobre mi cabeza y, con cuidado, fui retirando mi boca de su verga tratando de alcanzar el papel higiénico que me había traído para la ocasión, del que corté un pedazo para rodear el tronco de la verga de mi hijo. El había quedado exhausto sobre la cama, con el corazón latiendo a más de 180 pulsaciones y su verga, semi erecta, caía sobre su pierna izquierda. Los testículos colgaban ahora entre sus piernas con una distensión relajada. El problema era yo misma, mi calentura y cachondez, y mi ardiente deseo de gozar también del sexo, más después de lo vivido.

En ese momento mi hijo giró su cabeza hacia mí y sonriendo, me dijo: ¿Mamá, y tú? Yo, comprendiendo lo que quería decir, le dije que no debía preocuparse, pues las mujeres estábamos más acostumbradas a dar que a recibir y que, en muchas ocasiones, nosotras no llegábamos al orgasmo, sin que ello supusiese una frustración como la que sufre el varón en la misma situación. No pareció convencerle mucho mi explicación y extendiendo su brazo fuerte sobre mi lado de la cama, me ofreció recostarme sobre él en un abrazo más cachondo que filial. Yo acepté el cumplido que mostraba agradecimiento y me dijo: Lo siento, pero esta vez no será como tú dices, aunque también deberás comprometerte conmigo con lo que te pida. ¿De acuerdo? La verdad es que me confundió su resolución y decisión, asintiendo por mi parte sin saber bien que es lo que estaba aceptando. Pronto lo averiguaría.

Después de aquella primera experiencia sexual que le proporcioné a mi hijo, él, en justa reciprocidad, deseaba darme también placer a mí, sobre todo al comprender que yo también lo deseaba y quizá, lo necesitase tanto o más que él mismo. Colocándose de costado frente a mí me puso boca arriba, comenzando a tocarme los pechos y a chupar mis pezones, por lo que nuevamente comenzó a subirme una excitación extraordinaria, quizá es que aún no me había enfriado del todo, pero lo hizo con tanta suavidad y maestría que me dejé llevar y me dispuse a disfrutar lo que viniese.

El, a medida que chupaba y lamía ambos pechos, bajaba su mano izquierda hacia mi sexo, provocándome unos escalofríos que me hacían temblar. Yo le sujetaba la mano impidiéndole acceder a lo que él buscaba, pero mi débil resistencia no mostraba convencimiento alguno y él lo notaba. Pronto alcanzó su objetivo y comenzó a investigar un terreno desconocido para él claramente, con lo que venciendo mi falso pudor, le dirigí la mano hacia mi punto más sensible: el clítoris. ¡Dios mío, que placer sentí! Después de tanto tiempo sin sentir una mano ajena en ese templo sagrado por fin compartía este placer con alguien ajeno a mí misma, aunque fuese mi propio hijo, algo que, en ese momento, confieso que no me preocupó nada. Tan solo pensaba en disfrutar de aquello que más bien parecía un sueño.

Yo, instintivamente dirigí mi mano hacia su verga, tratando de aumentar mi excitación, comprobando con sorpresa y cierta malsana alegría, que mi hijo tenía la verga a punto para darme una rica cogida, la dureza de su verga prometía ser una sesión sexual extraordinaria, al menos en lo que a mi experiencia anterior se refería. No obstante, hasta ese momento y a pesar de mi total pérdida de control, aún era consciente de lo peligroso de culminar un coito completo con mi propio hijo y estaba dispuesta a lograr evitarlo, más por las consecuencias sociales y las complicaciones del tipo de relación personal/familiar que nos pudiesen plantear, que por reparos de tipo moral, pues afortunadamente siempre he sido una mujer liberal y no muy condicionada por la estricta formación conservadora que había recibido.

En un momento de descuido por mi parte, mientras disfrutaba al tacto de la verga de mi hijo y las ricas mamadas a mis pezones a la vez que con su mano jugueteaba con mi clítoris, tremendamente excitado, mi hijo cambió de posición y dirigió su boca hacia mi sexo, comenzando a pasar su lengua por mi agujero, que ansiaba recibir algo más que ese pequeño trozo de carne blanda. No obstante, aproveché para disfrutar de esta fantástica experiencia y me dispuse a dejarme llevar hasta que el orgasmo me llevase a perder el control y, posiblemente, el conocimiento, aunque tenía claro que no deseaba coger con mi propio hijo; me parecía excesivo y de imprevisibles consecuencias. Otra cuestión es que pudiese controlarme y controlarle a él.

Mi momento parecía acercarse y aunque trataba de prolongarlo lo más posible, mi hijo se encargaba de acortarlo con sus precisas lengüetadas en mi clítoris, al cual ya tenía localizado para bien o para mal, centrando todo su esfuerzo en ese punto, aunque yo le insistía en que metiese su lengua lo más dentro posible, entre los labios de mi vagina que manaba abundante flujo, pero en su empeño de propiciarme el mayor placer posible, abusaba de lo que le había dicho con anterioridad acerca del punto más sensible de la mujer.

Ahora era yo la que le sujetaba su cabeza aprisionada entre mis piernas pues sentía un ardor en mi vagina que sabía era del todo incontenible y el momento de mi orgasmo llegaba imparable. Empecé a jadear y resoplar sin control y en escasos momentos tuve –y mantuve- un orgasmo indefinido, prolongadísimo, exquisito y relajante del todo. Traté de mantener a mi hijo en esa posición, relamiendo hasta que se agotase mi placer, hasta que me pidió una tregua para casi coger aliento, pues apenas le dejaba respirar. Reímos bromeando con el hecho y siendo ya cerca de las 3 y media de la madrugada, le pedí, por favor, que se esforzase por dormir y dejarme dormir a mí también, nos levantamos ambos a asearnos y con dificultades, pudimos conciliar 5 ó 6 horas de sueño agotador.

El día siguiente nos traería una experiencia definitiva e inolvidable, comienzo de una nueva relación entre nosotros que, a pesar del compromiso de aquella noche, aún se mantiene hoy día, con las limitaciones de las circunstancias y no de forma continua, como fueron los siguientes años, pero insisto, el día siguiente y los dos posteriores, fueron de una intensidad que nos llegó a provocar pequeños problemas e irritaciones dado lo frecuente y violento de nuestras experiencias. Yo aún estaba por casi desvirgar y mi hijo, bueno, él totalmente virgen aún.

Me despertó un sol radiante que entraba por la ventana de la habitación y disfrutaba del poco sitio que me dejaba mi hijo en la cama y que ocupaba casi al completo. No sé como pude dormir aquella noche; sin duda, el cansancio del viaje y la experiencia intensa y del todo gratificante que me brindó mi hijo, permitieron que mi cuerpo descansase completamente relajado aproximadamente 5 horas y media, pues eran las 0930h. Cuando tuve fuerza para levantar el brazo y mirar mi reloj.

Con la novia de mi hijo y sus tíos habíamos quedado aproximadamente a las 1845h., pues ellos iban a misa a las 1800h., y posteriormente se celebraría la romería, así es que teníamos el tiempo justo para arreglarnos un poco y desayunar. Además, yo estaba deseando salir a la calle para ver si podría comprar algo de ropa me levanté pronto y me duché y me vestí y desperté a mi hijo indicándole que salía a ver si arreglaba este asunto y que se fuese duchando. Le planteé la conveniencia de darse prisa, pues era algo tarde y que me esperase un rato mientras yo regresaba. Pregunté a la casera de la pensión si era posible comprar algo de ropa hoy, aunque fuese festivo me informó que hoy, viernes, había mercadillo y podría comprar algo de ropa, compré la ropa interior masculina y femenina más sexy y cachonda que vi en los puestos del mercado,. Regresé al hotel y le mostré a mi hijo lo adquirido y sonrió con cierta picardía mi iniciativa. Nos arreglamos con la ropa nueva y salimos a buscar a la novia de mi hijo y su familia.

El resto del día, sin novedad, en familia y mi hijo empeñado en que les acompañase durante todo el día, con un cierto disgusto de mi nuera, o me lo pareció a mí. Tan solo tras la comida, en su casa, se marcharon un rato los novios a visitar una exposición itinerante sobre La historia del Hombre, cuando regresaron los novios nos propusieron salir de nuevo y agotamos el día en paseos incansables por la feria, hasta que algo cansados los tíos, que ya eran mayores, decidimos recogernos. La novia de mi hijo le propuso ir al baile de la plaza mayor, en donde venía a tocar un grupo musical de moda, pero mi hijo, para claro enojo de su novia, rechazó el ofrecimiento alegando que no quería dejar sola a su madre, a pesar de que yo también le insistí en que no era necesario que se viniese a casa tan pronto, pues tan solo eran las 2300h. No quiso aceptar y ambos regresamos a la pensión.

Ninguno de nosotros se volvió a plantear la conveniencia de cambiar de hotel, pues creo que ambos estábamos satisfechos de lo que teníamos, sobre todo a partir de la experiencia del día anterior. Una vez en la habitación, mi hijo se apresuró a ducharse y regresó enseguida completamente desnudo y, como no, con su enorme verga en erección. Le dije que se pusiese ropa interior, pero me dijo encontrarse muy cómodo así y que ya no le daba ningún reparo mostrarse a su madre en su integridad. Me pidió que me duchase yo también y se brindó a darme él mismo el jabón por la espalda. Su cuerpo espectacular me evitó toda duda y con una sonrisa de complicidad, acepté su oferta. Yo también había perdido la vergüenza y pronto me desnudé para dirigirme a la ducha fría con mi hijo, el cual sonreía con la lujuria reflejada en sus ojos, una mirada que me escrutaba todo mi cuerpo.

Ya bajo el agua, mi hijo aprovechaba la ocasión para tocar todo mi cuerpo, no solo la espalda, enjabonándome por todas partes, especialmente por las que todos están imaginando. También él se enjabonó completamente de nuevo pidiéndome que se lo hiciese yo misma. No es difícil imaginar que quería un enjabonado especial sobre su verga y testículos, algo que yo estaba deseosa de hacer, a pesar de que le recriminé su atrevimiento y descaro. Ambos nos tocábamos todo el cuerpo simulando una higiene del todo innecesaria ya, pero la situación era tremendamente gratificante y relajante.

Mi hijo, muy atrevido, me daba la vuelta y aprovechaba para acercarme su verga a mi trasero, algo que yo evitaba mostrando un ficticio pudor que él asumía como parte del juego erótico. Volvía a insistir mientras me cogía desde atrás y tocaba mis pechos con ambas manos o bajaba una de ellas para tantear mi clítoris, sabiendo que me excitaba tremendamente; yo cada vez mostraba más debilidad y le consentía más. Ahora ya no solo acercaba su verga a mi trasero, es que el jabón facilitaba una suave penetración parcial que yo paraba cuando comenzaba a sentir su verga penetrando mi culito. El estaba muy excitado y yo lo sabía y lo consentía, algo que quizá no debí permitir, pero yo estaba tan ansiosa de placer como él.

Como decía anteriormente, mi hijo iba tomándose cada vez más confianza, pero yo seguía teniendo claro que no deseaba ser penetrada por mi propio hijo, algo que me costaba trabajo asimilar desde mis posiciones éticas y a pesar del camino que ya tenía andado con él. Así es que en una lucha de mi hijo por acceder plenamente a mi cuerpo y mi resistencia estoica a impedirlo, pasamos largo rato en la ducha, hasta que como parecía inevitable, mi hijo volvió a eyacular intensamente mientras yo le facilitaba una leve penetración en mi trasero, algo tan excitante para él como para mí, ante mi sorpresa y mientras me apretaba en un intenso abrazo. Yo le facilitaba la frotación contra mi cuerpo enjabonado y disfrutaba igualmente del momento. Ciertamente era cada minuto que pasaba, más difícil para mí mantener mi determinación, pues a medida que avanzábamos en la intimidad, se iban cayendo barreras en los reparos iniciales a ésta relación incestuosa.

Tras la ducha mi hijo cayó exhausto sobre la estrecha cama y yo, tras ponerme la ropa interior adquirida por la mañana, tremendamente sexy y compuesta de una braga-tanga negra, más bien transparente, unas medias igualmente negras sujetas a un liguero y un sujetador más propio de chicas de cabaret que de una madre de mi edad, me acerqué a mi hijo, quien transformó su mirada de cariño de un hijo hacia su madre, en la de un amante cachondo y lujurioso que anuncia a su pareja su disposición a poseerla…y me dijo te ves buenísima y cachonda con esa ropa, provocaste que se me parara nuevamente la verga, le dije que se colocara boca abajo y le comencé a dar un masaje por la espalda, brazos y piernas que le mantuvo inactivo unos 18 minutos, durante los cuales aproveché para disfrutar del tacto de ese cuerpo fuerte y joven, para después, situarme sobre el trasero de mi hijo, a horcajadas, con una clara intención provocadora y continué unos minutos más con mi masaje.

Como era de esperar, él ya volvía a sentir la llamada del deseo propio de su edad y me insistió en girarse boca arriba, solicitándome que yo continuase en la misma posición dándole ahora el masaje por el torso y los brazos. Confieso que yo lo estaba deseando, pero dejé que él llevase la iniciativa. Desde esta nueva postura, su verga erecta se situó en mi entrepierna, justo a la entrada de mi vagina cubierta tan solo por la braguita cuyas dimensiones y fina textura, hacían más que sensitivo el contacto de nuestros sexos. Yo, simulando unos movimientos propios del masaje que estaba dando, en realidad propiciaba esa frotación pre-coital tan estimulante para ambos. Yo notaba aumentar mi cachondez y excitación por momentos y dudaba de poder controlar la situación si seguíamos con este juego erótico. En ese momento mi hijo propuso ser él que me diese ahora el masaje, aceptando yo de inmediato, pues mis movimientos ya comenzaban a ser algo descontrolados debido al grado de excitación que disfrutaba.

Ahora fui yo la que me situé boca abajo en la cama y mi hijo se montó a la altura de mi trasero, el cual comenzó a descubrir quitándome el liguero, la braga y las medias, para terminar con el sujetador. Ni el dijo nada ni yo tuve tampoco necesidad de indicarle cual era mi disposición a su iniciativa, pues ambos la dimos por aceptada; ya desnuda como mi hijo y él sobre mí dándome un agradable masaje por mi espalda, mi hijo se colocaba sin ningún recato en la posición que le resultaba más cómoda para que su verga estuviese en contacto con mi trasero y... a veces también si yo no lo impedía, se echaba ligeramente hacia atrás para orientar su verga entre mis piernas. Yo, lo reconozco, levantaba ligeramente el trasero para favorecer estas posiciones más cómodas y, como no, para gozar yo también del erotismo del momento.

Tras unos minutos con este juego, fui yo la que quise girarme boca arriba, pues yo también quería participar con mis manos tocando el cuerpo de mi hijo, con lo que quedé en una posición de casi entrega e indefensión que esperaba supiese aprovechar mi hijo, aunque no sabía muy bien como querría yo misma que ese provecho se produjese. En todo caso era evidente que el momento se acercaba y ya no sería yo la que opusiese resistencia, pues el punto hasta donde habíamos llegado, ya no tenía retorno. Mi hijo, cuando sintió el calor de mi sexo bajo sus testículos, en contacto directo vi que sus ojos se clavaban en esa zona, traté de controlar su pasión pidiéndole un poco de calma y que me diese el masaje prometido, consiguiendo prolongar un ratito más ese momento apasionante mientras mi hijo me tocaba mis pechos y los chupaba, así como mi cuello y cuero cabelludo. Yo le abrazaba cuando se incorporaba sobre mí y notaba su verga dura apretando contra mi vientre y llamando a la puerta de mi templo.

Le tendí boca arriba en la cama y yo subí sobre él orientando su verga directamente a mi vagina que llevaba tanto tiempo ansiosa esperando este momento. Me fijaba en la cara de mi hijo el cual, con los ojos cerrados, se disponía a gozar hasta el éxtasis con lo que su madre quisiese hacerle y yo, con la misma disposición, abría bien los ojos para no estropear nada ni perderme detalle alguno de lo que me estaba pareciendo un sueño. Como digo, coloqué su verga a la entrada de mi vagina que comprobé estaba goteando un flujo viscoso y ardiente que caía sobre el cuerpo de mi hijo y, poco a poco, fui introduciendo ese sable hiriente en mi interior, con la suficiente lentitud como para ir sintiendo como cada milímetro del mismo rozaba mis paredes internas hasta llegar a tocar fondo, hasta que mi cuerpo quedó completamente asentado sobre el de mi hijo y toda su verga estaba dentro de mí. Así, a pesar de los movimientos convulsos de caderas que mi hijo no podía controlar, yo mantuve unos dos o tres minutos la quietud disfrutando de la sensación de volver a sentir mi cuerpo lleno de otra persona… junto al placer intenso que sentía se unía esa sensación de volver a gozar de la vida en plenitud, aunque no estaba segura de las consecuencias de esta relación que ahora iniciaba con mi hijo.

Poco a poco y apoyándome sobre el pecho de mi hijo comencé a moverme hacia arriba y hacia abajo con lentitud, como tratando de sentir esa penetración tantas veces como fuese posible. A pesar de que a mí me gusta casi sacar en su totalidad el pene en cada movimiento, mi hijo apenas permitía que yo controlase o sincronizase nuestras embestidas, pero era algo normal dada su inexperiencia, de tal modo que en unos minutos de esta actividad frenética, decidí darle mayor protagonismo y le pedí que me lo hiciese al modo tradicional, es decir, yo debajo y mi hijo sobre mí, algo que aceptó al momento y en un segundo ya estábamos de nuevo en esa actividad de mete-saca.

Por sus empujones cada vez más rápidos y violentos supuse que estaba al borde del orgasmo y yo, aunque estaba gozando como nunca, deseaba prolongar aún más tiempo este primer encuentro, por lo que le rogué que dejase un momento lo que estaba haciendo y me hiciese unos minutos de sexo oral, toda vez que me quedaría sin gozar del orgasmo si él continuaba como hasta ahora. Creo que no de muy buen grado accedió, sintiendo al momento nuevamente su lengua recorrer mi clítoris encendido como la mecha de una bomba a punto de estallar. Esto sirvió para que mi hijo consiguiese retener su orgasmo unos minutos más y para que yo me pusiese a su altura en el grado de placer alcanzado.

Pronto fui yo la que sintió como un torrente repentino un ardor interior y una fogosidad que cogí la cabeza de mi hijo y apreté fuertemente contra mi sexo, el cual se esforzaba por hacerme gozar al máximo, hasta que ya, no pudiendo aguantar más, le pedí que nuevamente me penetrase con su verga que estaba igualmente a punto de estallar y dando un salto felino sobre mí, me clavó toda su verga en un segundo, sintiendo yo, cuando llevaba 4 ó 6 embestidas, como el orgasmo más intenso y excitante de mi vida invadía todo mi ser, especialmente cuando comprendí que mi hijo estaba sintiendo en el mismo momento exactamente lo mismo que sentía yo, pues sus apretones me hacían sentir el extremo de su verga en lo más profundo de mi ser, incluso me pareció sentir como mi sexo se inundaba de un intenso chorro de semen, que sin duda eran mis propios flujos vaginales.

El jadeaba sin control e incluso noté como babeaba sobre mi cuello. Mis uñas se clavaron en su trasero, el cual, al sentir el dolor, empujo más profundamente su verga, provocando un mayor placer en ambos, o al menos en mí misma. Con unos movimientos decreciendo en fuerza y velocidad, disfrutamos de los últimos espasmos del orgasmo sentido conjuntamente a pesar de lo difícil que resulta esta coincidencia fortuita, al menos para mi experiencia anterior; claro que, en esta ocasión yo misma había organizado y controlado la situación y creo que con acierto.

Cuando tras un rato de relax mutuo, de mi hijo sobre mí y su verga aún incrustada en mi vagina, y latiendo de placer al igual que mi interior, que se estimulaba con una hipersensibilidad especial cuando la verga de mi hijo iba rozando sus paredes interiores en su retraimiento y pérdida de erección, aunque, como digo, aún sentía los latidos de placer en su miembro maltrecho tras la batalla. Como quiera que su peso comenzaba a ahogarme, le pedí que se levantase y me dejase respirar, lo que hizo enseguida y pude comprender en ese momento por qué había sentido el semen de mi hijo invadir mi vagina…

En fin, esta fue nuestra primera experiencia plena, preludio de los dos días siguientes en aquella pensión, en la que durante el día salíamos con la novia de mi hijo y su familia y por la noche, durante largas sesiones de sexo, gozábamos sin darnos tregua el uno del otro. Como idea de la intensidad de nuestra actividad sexual,

Desde entonces continuamos, como era de esperar ya sin tanta intensidad, con nuestra relación sexual plena y satisfactoria hasta el matrimonio de mi hijo, el cual aún hoy, ocasionalmente, me proporciona un buen rato de placer y satisface mis necesidades sexuales.

4 comentarios - Vacaciones pervertidas con mi hijo...!!!

InsaciableLover
Lo guardo en favoritos, mañana lo leo y te digo!
Tammuz93
OK gracias por hacerme saber que te interesó
Triposin
Muy buena historia 👏💜 dejo puntos! !
Tammuz93
Muchas gracias hermano
Gerardmpps
relato prolijo, con una gramatica y coherencia que abruma... +5