El curita

En el verano, viajamos a Santa Fe, para el bautismo, de mi primito, que lo hacían en una capilla, y teníamos que ir, ya que la madre del niño, o sea mi tía, tenía que hablar con mis padres de algo. El asunto es que llegamos, y con el calor del mediodía, todo cerrado, y algunos durmiendo la siesta, parecía un desierto.
Mi tía Norma, nos hizo entrar, y nos convidó con una coca cola, y nos contó que teníamos que ir a misa, a la tarde, yo muy devota, no soy, pero no podía hacer enojar a mi tía, y menos a pocos días del bautismo del nene.
El asunto, es que llegamos a la iglesia, nos hizo sentar a mitad, en eso, el cura, un hombre de 77 años más o menos, que parecía salido de la cripta, le hablaba a los feligreses, mientras que yo en mi mente recreaba, el capítulo de la novela, que estaba haciendo. Cuando terminó sentí alivio, pero, sólo fue una pausa y luego dijo:-"por motivos de mi salud, y que estoy viejo, voy a dejar a mi sobrino Irineo, a cargo."
Cuando escuché ese nombre imaginé un cincuentón, con panza y viejo, sin embargo, me sorprendí, era un chico, un poco mayor que yo, y muy lindo visualmente, me senté más derecha, y lo escuché hablar, su voz serena, y grave calaba en mis huesos, y hasta sentí que me mojaba.
Volvimos a lo de mi tía, cenamos y ella, comentó, "mañana habría que llevarle algo al curita nuevo unas frutas, o algo."-cuando la escuché decir eso, enseguida me ofrecí, con la excusa de "ustedes tienen mucho que hacer acá para la fiesta, voy y de paso, me despejó un poco." Mi madre y mi tía, se miraron como extrañadas y contentas por mi cambio repentino. Luego dormimos.
Cerca de las 10, me bañé, me puse una remera lisa blanca y una calza, nada provocativo, sólo casual, me recogí el pelo, y con la bolsa que había preparado Norma, me fui, contenta caminando a la iglesia, en la sacristía, estaba él, de mangas de camisa, y jeans.
Se acercó a saludarme, y otra vez, su voz, había logrado excitarme.
Le di, la bolsa, y me agradeció, me convidó un mate. El asunto, es que yo estaba muy caliente, e inconscientemente lo empecé a provocar. Me estiré sobre el respaldo de la silla, y la remera dejaba insinuar mis tetotas. Sonreí.
Fueron tres minutos de silencio incómodo. Hasta que, el curita, se puso detrás mío, y me susurró. " esta es la casa del Señor." Y me agarró las tetas por arriba de la remera, y las empezó a apretar, buscaba mis pezones, para pellizcar, y yo me empezaba a sentir mojada. Pero no lo frené. Luego me dijo, "ponete en posición de oración, pecadora." Y como quien se ponía a rezar me acomodé frente a él, que se bajó el cierre de la bragueta y pelando una hermosa y gorda verga, me la metió en la boca. Lo peteé cerca de 15 minutos, el tipo ya estaba duro y apunto de acabar cuando me giró sobre mi eje, para que le diera la espalda, me bajó la calza, y me enterró la pija en el culo, bombeó un poco y cuando acabó me apretó los muslos y dándome la lechita en el culo, me hizo, parar, acomodar la ropa, y me dijo blasfemando, "has recibido en tu cuerpo mi virginidad." Volví, impregnada de su aroma, de su semen caliente en la raja de mi culo, mi tía dormía, así que me metí, en el baño y volví a bañarme. Terminé de sacarme todo, y lejos de odiar el momento, estaba aún muy excitada, y me clavé flor de paja, con la que me saqué las ganas.
Los días siguientes ya, como amantes nos veíamos en la iglesia, a cada rato, y con cualquier excusa. Llegó el día del bautismo, todo fue en calma, y armonía. Una fiesta hermosa. El cura Irineo, fue el mejor recuerdo de ese verano.