Seis por ocho (107): Fuego contra fuego




Post anterior
Post siguiente
Compendio I


Una vez adentró, acomodamos las cosas, nos abrazamos y besamos, acariciándonos como siempre lo hacemos.
Luego, nos preparamos la cena.
“¡Marco, el refrigerador está vacio!” me dijo Marisol.
“¡No te preocupes! ¡Mañana iremos de compras!” le respondí.
“¡Ni modo! Supongo que no tienes problemas en comer comida enlatada, ¿Cierto, esposo?” me preguntó.
“¡Así que ahora te acuerdas que soy tu esposo!” le dije yo, haciéndole cosquillas. “¿Dónde estabas tú cuando veías a Kevin?”
Ella se trataba de proteger, pero no paraba de reír. Finalmente, me besó.
“¡Tonto!” me dijo. “Lo encontré guapo… pero sigo estando casada contigo.”
Esa frase me hizo pensar el resto de la tarde. Abrimos las latas que contenían un delicioso jamón ahumado y celebramos. Porque claro, esta casa si sería nuestra.
Pero en la noche, empecé con mis dudas. Era un mal presentimiento… forjado por mis propios temores y nociones tontas de justicia.
“Marisol, ¿Y qué pasaría si tuvieses algo con Kevin?” le pregunté la madre de todos mis terrores.
“¡Tonto! ¿De qué hablas?” me preguntó ella.
La miré a los ojos.
“Hablo de que tuvieras una relación con Kevin.” Le insistí.
Marisol me miró, algo molesta.
“Parece que tendré que explicarte a ti también.” Me dijo, destapando su mano izquierda. “Marco, ¿Qué ves aquí?”
Me mostró sus anillos.
“Es tu anillo de compromiso.” Le dije, al contemplar al delfín.
“Bien, ¿Y por qué me lo diste?” preguntó.
“Pues, porque te gustan los delfines…” le respondí.
“¡No, tonto!” me corrigió ella, riéndose. “¡Me lo diste porque dijiste que solamente podías entregarte a mí!”
“Pero es que ese es mi problema, Marisol.” Le expliqué. “He hecho tantas cosas con tantas mujeres, que me da miedo que tú también lo hagas.”
“Pues, estamos teniendo un problema de confianza, Marco.” Me aclaró ella. “Como bien sabes, “Detrás de un gran poder, hay una gran responsabilidad” y tú me las has dado, al entregarme este anillo. Pero que yo haya tomado esa responsabilidad a mi manera, no debería preocuparte.”
“¿A qué te refieres?” le pregunté, sin entenderle.
“Yo sé que me quieres, pero si te he dejado que hagas esas cosas, es porque sé que volverás.” Me explicó. “Después de todo, sigues siendo el único hombre que deseo como padre de mis bebes y con el que me gustaría comer jamón ahumado en latas de conservas, en nuestra nueva casa…”
“Pero Marisol…” suspiré. “Si tú tuvieras algo con Kevin, yo…”
“¿Yo qué?” preguntó.
“No podría… quejarme.” Le expliqué. “Me dolería mucho… no te lo niego… pero encuentro que me lo tengo merecido…”
Ella se rió.
“¿Por qué?”
“Porque encuentro que es injusto que te haga esto. Debería tenerte solamente a ti y a nadie más…” me desahogue.
Ella puso su cara de niña traviesa.
“Entonces… según tú… ¿Debería acostarme con Kevin… solo porque lo encuentro atractivo?” me preguntó.
“S-s-si…” le respondí, estremeciéndome de la idea.
“¿Y no importaría que no lo amara?” me preguntó.
“No…creo…” respondí, confundido.
“¡Que cruel eres, Marco!” me dijo Marisol, riéndose. “Yo no te pido que tengas sexo sin amor. Yo sé que las amas y para ti, ese amor no es necesariamente sexual ni incondicional. Es algo que se te da, que ellas necesitan y tú se los das. Pero en el fondo, sabes que me perteneces y a mí me gusta, porque siempre vuelves. Pueden ser las más bonitas, las más cariñosas, las más sensuales o incluso, las más promiscuas, pero en el fondo, siempre vuelves a mí. A mí me gusta acostarme contigo, amor, porque tú no tienes sexo conmigo. Tú me haces el amor y por eso, no necesito acostarme con nadie más…”
"A mi me gustas tú... pues, porque eres tú" le dije, besandola en la mejilla.
"Bueno, a mi me gusta que seas romántico. Le explique a Fiona como me diste este anillo y al parecer, mi ingles está mejorando, porque sus ojos se veían bien brillantes cuando se lo conté" me dijo ella.
Me besó y empezamos a hacer el amor en nuestra nueva casa. Luego de nuestra luna de miel, Marisol descubrió que gritando se sentía muchísimo mejor. Como recordaran los que han seguido mis primeras entregas, antes éramos extremadamente sigilosos, porque disfrutábamos hacerlo al aire libre.
Sin embargo, fueron estos mismos cambios de régimen que me colocaron cuernos en la cabeza…
Las primeras semanas todo transcurrió normal. Aun quedaban unos meses para que empezara a trabajar, pero ya me sentía incomodo con tanto ocio. Es cierto, hacíamos el amor 4 o 5 veces al día, pero si no tienes mucho que hacer o algo en que entretenerte (aparte de hacer el amor), la vida comienza a ponerse monótona.
Por esas razones, Marisol empezó a invitar a Fiona a la casa a almorzar. La pobre chiquilla pasaba gran parte del día sola, como un perrito olvidado por el amo y nosotros la veíamos como ordenaba su jardín, sacaba la basura y mantenía la casa, hasta como a eso de las 6 o 7 de la tarde regresaba Kevin… de algún lugar…
Pero las cosas empezaron a cambiar y notaba que Marisol me pediría que lo hiciera otra vez.
“Marisol, simplemente no puedes ahora…” le expliqué la vez que me lo habló.
“¡Vamos, Marco!” me suplicaba ella. “¡Tú la has visto! Es una esposa tan esforzada y está sola. Yo he conversado con ella y se está cuestionando por qué se casó, si aun no puede tener hijos…”
“¡Pero es que eso sería mucho, Marisol!” Me defendí. “Entiendo que te excite los amoríos con tus amigas, pero estas pidiéndome que tengamos relaciones para que salga un hijo. ¡Eso ya es de locos!... además, cualquier relación que pudiera tener con ella es imposible en estos momentos…”
“¡Ah! ¿No? ¿Por qué?” me preguntó.
“Porque tanto tú como yo pasamos todo el tiempo en la casa. ¡Por eso!” le respondí.
“¿Pero qué tiene de malo?” me preguntó, sin comprender la relación.
“Porque todas estas relaciones han partido con la premisa que tú no estás presente. Pero ahora no puedes esquivarla, porque siempre estás en casa…” le argumenté, pensando que al fin esquivaría esa bala.
“¡Tienes toda la razón, amor! ¡Estás completamente en lo correcto!” respondió, sorprendida por mi reflexión.
Pero como siempre, mi ego sacó lo peor de mí…
“Sería distinto si estuvieras estudiando en la universidad. Tendrías clases y abandonarías la casa… dejándome sólo… pero mientras permanezcas aquí, simplemente, eso no podrá pasar…” Le expliqué, con una tremenda sonrisa.
Entonces, noté el lado determinado de Marisol. Realmente quería que la embarazara y al día siguiente, me tenía los folletos para la Universidad de Adelaida.
“¡Marisol, te será imposible entrar!” le dije, tratando que desistiera. “De partida, no dominas bien el idioma, estás embarazada y el semestre ya va a comenzar. Yo no creo que te acepten…”
Pero tenía todas las cartas en su mano: había pedido sus notas de la universidad, planteado su caso que quería continuar los estudios y las presentó en su formato de aplicación.
Resultó ser que al tener 2 semestres con calificaciones excelentes, les hizo considerar la propuesta. Además, los argumentos que presentó ante los pares evaluadores de que era una esposa recién casada, embarazada, que no se manejaba bien en el idioma y que lo único que deseaba era volver a la universidad, para salir de la rutina de la casa y del embarazo, los convenció, aceptándola como alumna para el segundo semestre (dado que su alumbramiento estaba pronosticado para finales del primero), pero con las facilidades de que asistiera como “alumna oyente” en el primero, para acostumbrarse al estilo de vida, el idioma y el nivel de exigencia de la universidad.
Incluso, logró conseguirse becas para pagarse sus estudios, gracias al Ministerio de Educación de nuestro país.
Cuando se vio triunfadora, Marisol me miró y me preguntó...
“¿Ahora sí puedes tener algo con Fiona?”
Yo estaba entre la espada y la pared. Ya les he descrito cómo es Fiona, pero era otra cosa embarazarla. Realmente, no quería hacerlo y simplemente, decidí alzar más las apuestas...
“¡Está bien!” le dije. “Aprovecharé que no estás, para compartir más con Fiona… sin embargo, tú tendrás que tener algo con Kevin…”
“¿Yo? ¿Por qué?” me preguntó, sorprendida.
“Porque tú eres la que me dice “Que siempre volveré a ti” y todas esas cosas. Esto nos pondrá en una posición más justa…” le expliqué.
Para ese entonces, Marisol se había desenamorado de Kevin. Aunque en el fondo, no es un mal tipo, desde que le conté lo que hacía con mi esposa y como nuestros dormitorios son colindantes y Marisol gemía a todo pulmón cuando teníamos relaciones, Kevin le empezó a hacer comentarios indecentes y la tocaba ligeramente más de la cuenta, mientras ni Fiona ni yo los miráramos, cosa que incomodaba a mi esposa. Además, bebía demasiado y era un pedante.
“Y tú… ¿No te pondrás celoso?” me dijo, con la intención de doblegarme. “Porque tú sabes… él puede terminar besándome… manoseándome… incluso hacer algo que solamente tú hayas hecho conmigo…”
Me sulfuraban esos pensamientos, pero debía controlarme. Conocía a Marisol y no sería capaz… lo decía solo para que la obedeciera.
“¡No hay problemas!” le dije, apretando el estomago…
“¿De verdad?...” me preguntó ella, sabiendo que ese tema era mi punto débil.
“Si…” le dije, forzando una sonrisa. “Tú quieres que Fiona se sienta como una esposa querida... pues Kevin se siente como un esposo frustrado… si quieres que le enseñe a ella, tú también tendrás que enseñarle a él…”
Ella veía que no pensaba desistir, pero uno de sus pequeños defectos es ser una mala perdedora.
“¡Esta bien, Marco!” dijo, con una sonrisa y mirada desafiante. “Si a ti no te molesta… pues, empezaré a tener un romance con él… pero tú no podrás ponerte triste, si las cosas pasan a mayores…”
Y así empezó esta batalla… Fiona se sorprendió cuando le conté.
“Marisol must be a real go-getter!” me dijo la primera tarde que nos quedamos a solas.
(¡Marisol debe ser una chica muy empeñosa!)
“Yes, she is. Stubborn as a mule, as well.” Le respondí.
(Si, así es. Terca como una mula, también.)
“Well… since we were going to be alone, I decided to bring some tv dinners to warm up in the microwave…” me dijo Fiona, pasandome las bandejas.
(Bueno… como vamos a estar a solas, decidí traer cenas congeladas para calentar en el microondas…)
Luego de revisar las cajas, se las tuve que rechazar. Las habíamos probado antes y tenían un pésimo sabor: el puré de papas sabía a plástico y la carne quedaba mal cocida… y eso que ni siquiera he hablado de las arvejas.
“No way! We´re cooking some real food!” le dije, devolviendoselas.
(¡De ninguna manera! ¡Comeremos comida de verdad!)
“But… I cook them… according to what the box says…” me dijo Fiona, con algo de tristeza.
(Pero… yo los cocino… conforme a las instrucciones de la caja…)
“I know! And that food tastes awful, anyway…” le dije, abriendo el refrigerador.
(¡Lo sé! Y esa comida sabe horrible, igual…)
Y empecé a sacar tomates, filetes, aceite, zanahorias y otros alimentos. Luego giré y puse a calentar agua en el hervidor. Por último, tomé un paquete de arroz graneado, un par de tazas y tomé la sal, el orégano y la pimienta.
“Wow! You look like a real chef!” me dijo, muy impresionada.
(¡Vaya! ¡Pareces un chef de verdad!)
Yo me avergoncé un poco.
“Well, it´s not like that, either.” Le expliqué. “I know Marisol is studying hard and if I make that, she’ll totally hate it. The best thing I can do is cook something I know she will love.”
(Bueno, no es tan así, tampoco… sé que Marisol está estudiando muy duro y si le cocino eso, ella lo odiara completamente. Lo mejor que puedo hacer es cocinarle algo que sé que le encantara)
Fiona dio un suspiro.
“I wish Kevin would let me cook sometimes…”
(Me gustaría que Kevin me dejara cocinar algunas veces…)
“Why? Does he cook?” le pregunté.
(¿Por qué? ¿Cocina él?)
“No… it’s just… I’m a fire hazard on the stove…” me confesó con mucha vergüenza.
(No… es solo… que soy un riesgo de incendio en la cocina)
“Really?” le pregunté.
“Yes. He wouldn´t let me cook those steaks, if he were here…” me respondió, muy avergonzada.
(Si. Él no me dejaría cocinar esos filetes, si estuviera aquí.)
“Ok! You cook them, then!” le ordené.
(¡Bien! ¡Cocinalos tú entonces!)
“What? Are you crazy?”
“Look, everyone makes mistakes, especially in the kitchen. Even I have my unexpected fires or some brown rice, every now and then. But the thing is that you have to learn what you did wrong, in order to not repeat it again.” Le dije, pasandole el sartén.
(Mira, todos cometemos errores, especialmente en la cocina. Incluso yo he tenido mis incendios inesperados o arroz quemado, de vez en cuando. Pero lo que tienes que aprender es en que te equivocaste, para que no se repita de nuevo.)
Y la deje cocinar, mientras yo picaba los tomates. De repente, se activó la alarma de fuego y vi a Fiona, aterrada al ver como las flamas incendiaban la carne.
“It’s all right! You just used too much oil! That´s all!” le dije, tratando de tranquilizarla. “Why don’t you sit back this time and watch me how I cook?”
(¡Está bien! ¡Sólo usaste demasiado aceite! ¡Eso es todo! ¿Por qué no te sientas esta vez y me ves cocinar?)
“It´s no use! I’m a terrible cook!” me dijo, empezando a llorar.
(¡No hay remedio! ¡Soy una pésima cocinera!)
“You just haven’t found your rhythm! Don´t feel bad!” le dije, tratando de consolarla.
(¡No has encontrado tu ritmo! ¡No te sientas mal!)
“My rhythm?” preguntó, sin entenderme.
Y el huracán Marco azotó la cocina… Como ya tenía algo de práctica por mi cuenta, buscando el condimento secreto de Verónica y luego de haber cocinado con ella, descubrí que a todos los que les gusta cocinar, tienen un ritmo particular para hacer las cosas.
En mi caso, soy multifacético: soy de los que cocinan los filetes, mientras aliñan la ensalada y preparan el arroz. Pico las zanahorias, los tomates, cilantros, de una forma bastante rápida y bien finita.
Luego me volteó y revisó el color de la carne, volteándola con las pinzas si consideró que están bien bronceadas. Luego verifico el estado del arroz, si está esponjoso o no y si necesita o no más pimienta, sal u orégano.
Vuelvo con las ensaladas, echándoles aceite de oliva, sal y revolviéndolas, dejándolas al dente. Luego veo la carne y la sirvo en el plato, junto con los restos de aceite que quedó en el sartén para condimentarla y por último, unto el arroz con una taza y la coloco en el plato. El almuerzo está servido…
“This is amazing! How can you do it?” me preguntó ella, tras probar la comida.
(¡Es sorprendente! ¿Cómo lo haces?)
“Well… some people think that “To get to a man´s heart is through his stomach”… but I believe that cooking is like making love…” Le respondí.
(Bueno, algunos creen que “Para conquistar a un hombre, hay que hacerlo por el estomago”… pero yo creo que cocinar es como hacer el amor…)
A ella le desconcertó esa analogía.
“Like making love?” me preguntó, toda avergonzada.
“Yeah… well, not in your case, at least. I know what Marisol loves: which texture, which flavor and I learned how to cook it. In every little detail, I make sure that Marisol will enjoy it when she tastes it… Do you understand me?” le respondí, explicando mi analogia.
(Si… bueno, no en tu caso, al menos. Sé que le gusta a Marisol: que textura, que sabor y aprendí a cocinarlo también. En cada pequeño detalle, me aseguro que Marisol lo disfrutara cuando lo pruebe… ¿Me entiendes?)
“I kind of do… but I can´t really cook at all…” me dijo, algo triste.
(Más o menos… pero realmente, no puedo cocinar bien)
“It’s ok! I bet Marisol would like very much that I taught you…” le dije, con algo de sarcasmo.
(¡Está bien! ¡Apuesto que a Marisol le gustaría mucho que te enseñara!)
Y luego de comer, Fiona se ofreció a lavar los trastos, pero yo se lo impedí. Le dije que los secara, mientras encendía la radio.
Odio lavar la loza. Por lo tanto, cuando me toca, lavo con la música que me gusta: rock and roll y cosas así, por lo que tiendo a bailar.
Aunque a Fiona le parecía gracioso, se dio cuenta que era una forma agradable de hacer las cosas. De repente, le pedí que bailara conmigo. Al principio, se resistió, diciéndome que no sabía, pero le dije que como Marisol no estaba, tenía que bailar conmigo.
No fue nada sensual. Sólo saltamos a lo loco, pero ella lo disfrutó. Cuando volvió a su casa, se fue con una gran sonrisa.
Mientras la acompañaba en la cena, le conté a mi ruiseñor lo que había pasado y cómo habíamos empezado a formar una mayor amistad. Marisol me sonreía, mientras la contemplaba.
“¿Qué pasa?” preguntó, con una voz tierna.
“Nada… sólo estoy esperando que cumplas tu parte de la apuesta…” le respondí.
“¡Ah, eso!” dijo ella, sonriendo. “Bueno, piensa que te estoy dando ventaja. Por ahora, se están recién conociendo y si voy para allá, probablemente me besé o me manosee. Tenemos que ir a la par, ya que tú le estás enseñando a ser mejor esposa y yo le enseñaré a ser mejor amante…”
“¡Está bien! ¡Pero no lo olvides!” le recordé.
“¡No lo olvidare!” me respondió.
Y fueron pasando los días. Fiona venía y yo le enseñaba de cocina: le hacía picar la ensalada, pelar los tomates y otras cosas básicas.
Sin embargo, cada vez que cocinaba, le llamaba para que me diera su opinión sobre la comida.
“Remember: Every time you try your food, think of the person that you love and try to figure out whether he will like it or not” Le recalcaba cada vez.
(Recuerda: Todas las veces que pruebes tu comida, piensa en la persona que amas y trata de darte cuenta si le gustará o no)
Y alrededor de la 6ta o 7ma probada, su mirada se puso distinta. Más pendiente de mis enseñanzas…
Y finalmente, llegó la semana del relato anterior, cuando Diana y yo fuimos a ver la gran piedra…
Como Rachel estaba enferma, Marisol falto un par de días a la universidad. Pero al tercer día de nuestro viaje, Rachel se recuperó de su resfrió y Marisol volvió a clases.
Rachel le contó que la vecina había venido a visitarla, mientras ella estaba en clases, preguntando por mí, ya que quería que le enseñara a cocinar. Puesto que Marisol notó algo de celos en Rachel, le contó que era una vecina casada que estaba aprendiendo a cocinar conmigo.
Al parecer, Rachel no le creyó mucho, pero por la tarde, se encontró con Kevin y se puso a conversar con él, encontrándolo apuesto, pero también, un verdadero patán.
Y bueno, no creo que sea necesario repetir lo que ocurrió ese fin de semana…
El lunes, a primera hora, una Fiona muy enojada se apareció en mi hogar. Venía con una cacerola en mano, que por un momento, pensé que me golpearía con ella en la cabeza.
“So you went to Ayers Rock and you didn’t tell me?” me protestó, apenas le abrí la puerta de la casa.
(¿Así que fuiste a Ayers Rock y no me lo dijiste?)
“I’m sorry! It was something that we had planned with Marisol since we got here and I guess I just forgot to tell you.” le respondí.
(¡Lo siento! Fue algo que habíamos planeado con Marisol desde que llegamos y creo que se me olvido decírtelo)
“But Marisol stayed here, with that redheaded woman! ...” Me avisó, muy enojada.
(¡Pero Marisol se quedó aquí, con esa mujer pelirroja!...)
“I know, but I went with a friend of hers and it was a nice trip…” Le respondí.
(Lo sé, pero fui de con una amiga suya y fue un viaje bien divertido…)
“You went with that other woman?” Me preguntó, más enfurecida.
(¿Fuiste con la otra mujer?)
“Yeah… but I took 2 tents. Sometimes, she even slept in the truck, to avoid dingoes and such… Are you being jealous?” le pregunté, interrogandola con la Mirada.
(Si… pero llevé 2 tiendas. A veces, ella incluso durmió en la camioneta, para evitar dingos y cosas así. ¿Te estás poniendo celosa?)
“Of course not!” me dijo, bien colorada. “But Kevin spent the whole week saying “how cute is the redhead next door…”, “how cute is the redhead next door…” Who are those girls, anyways?”
(¡Por supuesto que no!... pero Kevin pasó toda la semana diciendo “lo guapa que es la pelirroja del lado…”, “lo guapa que es la pelirroja del lado…” de cualquier manera, ¿Quiénes eran esas mujeres?)
Por la manera de esquivar mi mirada, Fiona si estaba celosa…
“Well, they both are friends of me and Marisol. They’re stewardesses and they come here, once a month, to enjoy a homey environment…” le expliqué, suspirando.
(Bueno, ambas son amigas mías y de Marisol. Son azafatas y vienen aquí, una vez al mes, para disfrutar un ambiente casero…)
“Geez! Why don’t they stay at their homes and make a homey environment?” me preguntó, todavía alborotada.
(¡Cielos! ¿Por qué no se quedan en sus casas y se hacen un ambiente casero?)
“You sure you’re not jealous?” le pregunté, una vez más.
“No, I’m not jealous! I’m just pissed… because you skipped town… and well… because Kevin likes that redhead better than me… Do you like redheads?” Me preguntó, algo más calmada.
(¡No, no estoy celosa! Sólo estoy enojada… porque te fuiste de la ciudad… y bueno… porque a Kevin le gusta más la pelirroja que a mí… ¿Te gustan las pelirrojas?)
“Yeah!... I like redheads so much, I ended up marrying one…” le respondí con sarcasmo.
(Si… me gustan las pelirrojas tanto, que me terminé casando con una…)
Ella se rió.
“But… do you think hair color makes a difference? ... because some guys are just suckers for blondes… or in my case… brunettes…” me preguntó, particularmente marcando la última parte, mirandome a los ojos con interes.
(Pero… ¿Tú piensas que el color de cabello haga la diferencia?... porque algunos hombres son tontos por las rubias… o en mi caso… las morenas…)
“Look! I’m an engineer who likes to cook. I don’t really worry about hair… maybe you should go to a salon.” Le dije, para salirme de ese embrollo.
(¡Mira! Soy un ingeniero que le gusta cocinar. No me preocupo por el cabello… probablemente, deberías ir a una peluquería)
“Sorry!... it’s just… I wanted to tell you… that I learned how to make mashed potatoes… and I wanted to know… what do you think about them…” se disculpó, poniendo una mirada más dulce y presentandome su cacerola.
(¡Lo siento!... es solo que… quería decirte… que aprendí a hacer puré de papas… y quería saber… que pensabas de ellos…)
Las probé y no sabían mal.
“They might be a little stale. I wanted you to try them the day I made them… but you weren’t here… so I kept them in the fridge… and wanted to ask you… what do you think of them…” me explicó.
(Puede que estén algo rancias. Quería que las probaras el día que las hice… pero no estabas aquí… así que las mantuve en el refrigerador… y quería preguntarte… qué opinas de ellas…)
“They’re great!... You should have Kevin try them…” le dije, pasándole el dedo.
(¡Están geniales!... deberías dejar que Kevin las probara…)
Ella se avergonzó.
“No, Kevin doesn´t like spuds. He only likes fries…” me reveló.
(No, a Kevin no le gustan las patatas. Sólo le gustan las papas fritas…)
“So… you cooked these… just for me?” le pregunté, sabiendo la respuesta de antemano.
(¿Así que cocinaste esto… sólo para mi?)
“No… I have to go now! … Will you teach me some more… again?” me preguntó, tomando la cacerola, muy apresurada.
(No… ¡Tengo que irme!... ¿Me enseñaras a cocinar… otra vez?)
“Yes.” Le respondí, dándole una sonrisa. Fiona también se alegró…
Esa noche, tuvimos una ligera discusión con Marisol.
“¿Y no la besaste?” me preguntó Marisol, por la noche.
“¡Claro que no! ...Tenemos que quedar iguales… ¿Recuerdas?” le recordé.
“Si… pero… la tenías servida en bandeja…” me respondía ella, lamentándose.
“¡No me importa! ¡Un acuerdo es un acuerdo!” le dije yo.
Pero Marisol aun quería manipularme… para que embarazara a Fiona y ella no tuviera nada con Kevin…


Post siguiente

1 comentario - Seis por ocho (107): Fuego contra fuego

entrajevas
😳 😳 😳 😳 😳 😳
mi amigo me sorprende ese trato de tu señora pero bueno tu disfrutas escribiendo y yo leyendo
por cierto +5