Cuentos para un albañil, Sin códigos - Parte cuatro

“Solamente muero los domingos y los lunes ya me siento bien…“, esas confecciones de invierno hecha letras tan bellas y digo esto porque quien vive solo o ha vivido solo, sabe que los domingos de soledad en especial, el tiempo se detiene en una metáfora o una forma de decir, para mi ese domingo fue diferente, el sol de invierno, brillante del medio día, débil y tímido mirando de reojo por la ventana, no había pasado más de cuatro horas, en que el sueño nos había abrazado profundamente, Sandra dormía bellamente, se había puesto una camiseta de futbol mía, del equipo del centro de salud, le quedaba como un camisón, apenas escondía esa colita redondita, el número seis en la espalda, se contorneaba en la curvas de su cintura.
En silencio me levanté, me puse el equipo de gimnasia, reglamentaria indumentaria de entrecasa, fui por unas facturas y el diario, preparé unos mates y la desperté, me regalo la sonrisa de amanecida, cuando te despiertan con una caricia, tomamos unos matecitos con las facturas, compartimos una charla entre risas y gestos, como cuando se habla de las travesuras mutuas, se saco la remera de mi equipo de futbol, me mostro su desnudez bella a la luz del día y con un memorable mañanero pero al mediodía, de perrito se llevo lo poco de lechita que había juntado, en esas cortas cuatro horas de sueño.
Cuando me recuperé fui por unas empanadas y humitas, comimos como a las tres de la tarde de ese domingo de invierno silencioso, lavamos los platos y acomodamos un poco las cosas y nos regalamos un siestero para cuadro, abrazados en sueño, nos levantamos presurosos a las 19 hrs, porque según Sandra, Sofía su hija mediante un fulminante mensaje de texto, le pedía que vaya a casa, al llegar a su casa, sale su hija y hubo como una discusión fuerte, pero por lo bajo, con la cara contrariada Víctor, no sé si porque no le quedaba otra o que, sale, me saluda medio cortante y me dice
-que garrón, lárgala antes, la bruja me las rompió todo el día, que encima de acostarse tarde, el bebe y el hermanito demandaban.
Me quiso venir a cagar a pedos, pero con carpa, me puso los huevos como palta, las verdes y grandes…
-Yo no decido eso, además que me decís a mí, que pensas que la tengo atada o algo similar
Creo que fue el tono, no le gusto para nada mi respuesta…
Esa noche, me acosté súper temprano, estaba tranquilo y saciado.
El lunes, me lo cruce a Víctor en la cocina temprano, escuetos “holas” en el medio y nada más, ya lo tenía por “boludo celoso” de la hija, pero no entendía el ser cuida de la suegra, así que, como siempre, la clásica, ni cinco de pelotas, además tipo 10 de la mañana, como era su costumbre éstos últimos meses, desaparecía.
Con Sandra, cruce unos SMS, el lunes por la nochecita si podía venir a casa, me dice que no, que su hijo, que estuvo desaparecida todo él domingo, todo muy razonable, todo bien, paz y amor, el martes quería que aunque sea tipo 20 hrs pasara por casa, un buen polvo y tipo 21.30 hrs ya la llevaba, que no podía etc. Cuando el miércoles no se dio en similares circunstancias y excusas, medio como que me calenté y no insistí mas, en los siguientes días cruzamos algunos SMS, muy de cortesía y buena onda, pero de culiar no hablemos y para el fin de semana ya no le di mas bola… ella tampoco, así que a lidiar con la decepción de guardarme los pensamientos mas eróticos y soñados de un fin de semana, culiando para campeonato con Sandra, a mirar alguna película vieja, dar vueltas como perro que le afanaron la cola y dedicarle una paja, esas pajas que se tratan de “usted”.
Una semana y media después, miércoles 14 hrs, imborrable a mi memoria, salgo del trabajo, un frio de morirse, me abrigaba como para ir a la Antártida, andar en moto en invierno, no es fácil y cuando salgo del trabajo como a las dos cuadras, sonaba mi celular, no le di cinco de bola, parar la moto, sacar el casco, los guantes, es mucho tramite, sonó como cinco veces y ahí te pasa a buzón, volvió a sonar otras cinco y la tercera ya dije tengo que ver quién es, si llama de esa forma, justo ayudo a mi decisión un semáforo de una avenida de cuatro carriles, que tarda en habilitar a los atraviesan, como era el sentido que llevaba yo.
Entre tener que sacarme todo, se volvió a cortar y cuando logro tener el celular en mi mano, vuelve a sonar, era un número que no tengo agendado
-hola
-Mario, soy Sofía, estoy corriendo detrás de ti, por favor no te vayas,
Giro mi cabeza y efectivamente venía la pendeja corriendo como a una cuadra, haciendo señas con los brazos…
-gracias Mario, pensé que te ibas, quiero que vamos a un lugar, quiero comprobar una cosa
-¿qué, estás loca? Así nomas de una, tómatela pendeja, soy alérgico a los problemas y vos sos la esposa de un amigo y encima que….
-por favor, llévame a un lugar, solo eso te pido…
Fue la forma en que lo dijo o no sé, que se yo que paso los minutos después, que la pendeja abrazada fuerte de mi cintura, por el frio y porque iba rápido en la moto, enfilamos para una dirección que me dijo, cerca de la estación de trenes, es como una especie de calle circular, con una plaza grande en el medio, que tiene arboles grandes y añejos, jardines muy bien cuidados a pesar del invierno, estacione la moto donde me dijo y nos bajamos, me conto que al frente, en una casa media antigua, un cartel viejo, despintado mezcla de chapa y madera, todo torcido y casi a punto de caerse, se podía leer Hostal Santa Rita, era de esos muebles baratos y disimulados, céntricos, que toda ciudad seria que se precie tiene que tener, cuando andas a pata y con poca guita y no te importa las sabanas, finitas y traslucidas de viejas, con las manchas de semen de anteriores usuarios, que no sabes si te tapas con una colcha o con la colonia de chinches y pulgas que forman una biosfera intacta… en fin esos muebles, tan criticados pero que tantas veces nos dieron el lugarcito necesario para calmar calenturas, en eso que discutía con la pendeja, de que porque me metía en sus líos, que si Víctor se entera vamos a terminar a las puñaladas
-cállate y mira queres, ¡tarado!
Víctor y Sandra, saliendo por la puerta, abrazados, riendo a los besos, me quede en silencio, sorpresa era poco, la pendeja destilaba rabia, con los ojos llorosos, de pronto me abrazo como si una pareja estuviera apretando en una plaza escondiendo nuestros rostros, permitiendo que pasen apurados, Víctor y Sandra, porque justo estaba en la parada al frente, el colectivo, en el que ambos se subieron.
La pendeja se aparto mirándome, como buscando en mis ojos, respuestas de algo que ella ya sabía y que confirmo, ese gesto de la decepción, me salió hacerle una caricia muy suave en su mejilla, a la que ella respondió con una leve inclinación de su cara, cerrando tiernamente sus ojos, me acerque sin pensarlo y le di un beso, tierno pero guerrero, largo y sentido, hermoso y deseado.

-Me voy a mi casa.

-me voy con vos.

Continuara…

1 comentario - Cuentos para un albañil, Sin códigos - Parte cuatro

jovalos +1
la verdad que sin palabras, leo tus relatos desde el primer dia que los subiste y la verdad los redactas muy bien, excelente descripcion y la calidad de las palabras exepcional.. sos un usuario digno de seguir y espero ansioso la continuacion de la saga..
Mertus +1
El agradecido por tus elogios soy yo y mas satisfecho que te haya gustado el relato, saludos.