Seis por ocho (61): Por Mario e Isidora…




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Compendio I


No. No es error de escritura. Aunque en realidad él tiene otro nombre, ese sirve para mantener el anonimato, ya que tiene un parecido con el mío.
Nuevamente, me disculpo por no respetar los órdenes. Sé que deben estar deseosos por saber lo que pasaba entre Amelia, Verónica y yo, pero no quiero olvidar a Sonia.
Originalmente, tenía su “obra teatral” escrita, pero al momento de postearla, algo falló y en mi bitácora personal, olvidé guardar las 5 planas acostumbradas que hago en el Word, entonces, cuando empecé a reescribirlas, mi mente se empezó a cabrear, diciéndome que ya lo había hecho antes.
No es mi intención narrar mis aventuras en ese estado. Mi deseo es hacer que ustedes también las quieran individualmente a ellas y no que me digan “¡Amigo, deberías olvidarte de Marisol y las otras, porque ya tienes a la madre y la hija!” o “¡Amigo, deberías quedarte con Pamela, que es tan rica y deseosa!”, porque aunque no las amo tanto como lo hago con Marisol, ellas sí me aman y fui un apoyo importante en sus vidas y lo que fue mejor, fueron capaces de comprender mi complicada personalidad, sin dejarse llevar por los celos o las envidias… o al menos, como en el caso de Pamela, tratar de mantenerlas en discreción.
Así que este es el premio de consolación: los eventos que ocurrirían ese lunes y la que sería la última reunión con el jefe regional. Trataré de mantenerlo neutral, para no arruinar las otras sorpresas que aún quedan pendientes. Después, deseo narrar lo que pasó con Amelia y Verónica y posteriormente, retomaré la representación teatral de Sonia. Discúlpenme, nuevamente, si esto les causa molestias.
Debo hablarles de mi amigo Mario. Él es mi amigo de Recursos Humanos, el que intentó saludarme el día que encontramos la ubicación de “Amelia”.
Mario es un tipo enorme, pero sencillo. Tiene unos 25 años. Debe medir 1.90m. Tiene ojos y cabellos negros, con un corte estilo militar; una nariz larga, pero fina en la punta; unos labios pequeños y una musculatura que envidio.
Viene del sur, es un chico esforzado, con padres viviendo en el campo y nos volvimos al poco tiempo de conocernos amigos. Me llamaba la atención que siendo tan maceteado, ninguna de las secretarias le coqueteara, aunque a él no le importaba, porque ya estaba trabajando con la chica de sus sueños.
Su nombre es Isidora y tiene 23 años. Es mucho más bajita, con 1.67m de altura, con ojos celestes; pelo color miel, corto y alisado hasta el cuello; una nariz respingada y unos labios gruesos.
Su figura no es tan despampanante. Debe tener unos 88cm de busto, una cintura delgada y un trasero no tan prominente, pero yo conocía bastante bien la mirada que ponía cuando la veía, ya que eran los mismos ojos que pongo cuando estoy con Marisol.
Desgraciadamente, las mujeres de esa oficina preferían mirar a imbéciles como el abogado, el jefe de recursos humanos o el jefe de finanzas, que son “hijitos de papá”, avasalladores, pretenciosos y que francamente, no son demasiado previsores, pero sí son buenos con las palabras y entre esas estaba Isidora, por lo que su enamoramiento era bien sufrido.
Pero eso cambio el día que encontramos a “Amelia” y pensé que habrían formado una relación más formal, pero como me enteraría esa mañana, no todos tenían la misma suerte que yo…
Tanto Sonia como yo nos percatamos de la atención del resto. Había algo distinto en el ambiente… una tensión que no podíamos rastrear.
Las secretarias, como nunca, me saludaban e incluso, la tetona secretaria del abogado, una yegua llamada Elena, que nunca en su vida me había hablado, me dijo “¡Buenos días, tigre!”.
Mientras pasábamos, sentíamos el cuchicheo de los demás, pero eventualmente vi a Mario.
“¡Amigo, has vuelto!” me dijo, con cierto nerviosismo.
“¡Sí, tenemos reunión con el jefe!” le respondí.
“¡Anda, anda! ¡No te quito más tu tiempo!” me dijo, despidiéndose y volviendo a su escritorio bien nervioso.
El jefe regional nos esperaba muchísimo más repuesto que la última vez.
“¡Así que encontraron a “Amelia”! ¡Te felicito, Marco! ¡Debió ser muy agotador!” me dijo, sirviéndose un trago y ofreciéndole uno a Sonia.
“Bueno… igual estoy cobrando mis beneficios por ello.” Le dije, pensando en la nueva situación que estaba viviendo en casa.
“¿Y qué has decidido? ¿Te gustaría ocupar el cargo de tu antiguo jefe?” me preguntó.
Sonia abrió unos tremendos ojos de sorpresa y esperaba con asombro mi respuesta.
“¡No, señor! ¡No creo servir para eso! ¡Mi compañera, aquí presente, es la más adecuada para ese cargo!”
Sus ojos se llenaron de más sorpresa… hasta que condensaron algunas lágrimas.
“¡Marco, yo…!”
“¿Estás seguro? El cargo viene con un aumento de sueldo y la junta está bien interesada en que tomes el puesto.” interrumpió el jefe regional.
“¡No, señor! Imagino que usted alguna vez también disfrutó del terreno. Para mí, estas paredes son casi una cárcel y estaba deseando que me propusiera el cargo para el yacimiento nuevo en Australia.”
Mis palabras le cayeron en gracia. Pude ver en sus ojos, algo de nostalgia por días más sencillos y perdidos en el pasado…
“¡Te entiendo, pero ¿Sabes bien que aceptando ese puesto, tu salario no será muy distinto y tus turnos no serán “tan relajados”, como lo dejó tu antiguo jefe, cierto?” me dijo él.
Ya me había dado cuenta de ello hacía mucho tiempo. Por lo general, para un minero de planta, los turnos son de 15 días de trabajo por una semana de descanso, más o menos. No sé qué muñequeo habrá conseguido mi jefe para sacar 6 por 8, pero no podía quejarme. Todos éramos más felices por ello…
“¡Además, la puesta en marcha es en unos 4 meses más! ¿No te gustaría quedarte en el cargo, al menos hasta esa fecha?” me preguntó el jefe.
“¡En realidad, eso me conviene! ¡Tengo que preparar mi tesis para el grado de Magister y hacer los arreglos con mi novia para el viaje!” le respondí.
El jefe se vio un poco decepcionado, pero respetaba mi decisión.
“¡Está bien!... la junta estaba más interesada en verte a ti en ese puesto, mientras que le pediría a esta señorita si desea ser mi asistente directa. No es un cargo muy atrayente, pero es el primer peldaño si es que alguna vez desea ingresar a la junta.” Nos dijo el jefe. “Pero si crees que es capaz de reemplazarte…”
“¡Es capaz de reemplazarme y mucho más!” le dije, mirándola con confianza.
Sonia lloraba de felicidad…
“¡Entonces, no queda nada más que hablar! ¡Marco, es un gusto haberte conocido! ¡Hablaré con la junta para que estos 4 meses te den vacaciones pagadas, lo que seguramente harán con gusto, para mantenerte interesado en la empresa!…y señorita Sonia…” le dijo el gordito canoso, tomando sus manos con delicadeza. “¡Manténgase atenta al teléfono, que la estaré llamando en la semana! ¡Ahora los dejo, porque tengo una junta de administrativos y hablaremos sobre estos cambios!”
Sería la última vez que hablaría con él. Es un tipo genial y espero algún día llegar a ser como él.
Salimos de la oficina y nos encontramos nuevamente con Mario.
“¿Cómo te fue?” me preguntó, muy pendiente de mis emociones.
“¡Bastante bien! ¡El jefe le ofreció un nuevo cargo a Sonia y a mí, me salió la oportunidad de trabajar en Australia!”
Mario se alegró.
“Entonces… ¿Imagino que irán a celebrarlo, cierto?” Me preguntó, bastante nervioso.
“Sí… pensaba invitarla a tomar un café…” dije, algo extrañado. “¿Por qué?... ¿Pasa algo?...”
La cara de Mario se entristeció levemente.
“¿No quieren… pasar antes… al baño?” me preguntó, ya más desanimado.
Le pedí que nos acompañara en mi antiguo escritorio. Ahí fue que nos contó lo ocurrido afuera del baño, ese “Lunes casual”…
Le había impresionado verme tan acaramelado con Sonia esa mañana y cómo nos deseábamos con desesperación. Mario sintió envidia, no por el atractivo de Sonia, sino porque sabía bastante bien que no se atrevería a hacer algo así con Isidora, por lo que volvió muy desanimado a su escritorio.
Como de costumbre, ella ni siquiera se percató de su regreso y empezó a trabajar, tratando de dejar el asunto de lado.
Sin embargo, de la nada empezaron a escucharse gemidos de placer y empezó a excitarse. No sólo él se había dado cuenta, sino que también Isidora estaba buscando la fuente de esos ruidos.
Fue entonces que se miraron y se abrazaron, besándose ardiendo de pasión. Mario dijo que fue una experiencia mágica… pero no puedo dar sus detalles, ya que eran demasiado íntimos y no es mi historia para contar.
Lo que sí mencionó es que al parecer, no eran los únicos expresando sus deseos carnales. A través de todo el piso se escuchaban gemidos de placer y ruidos obscenos, pero no le importaba, porque estaba tomando a la chica de sus sueños.
Incluso, cuando acabaron, los ruidos persistían, pero estaban envueltos en caricias y besos. Pensó que había empezado su soñada relación, pero Isidora fríamente le dijo que había sido un error, que ella no era así y que, a pesar de haberlo disfrutado y quedar satisfecha, él no le atraía de esa manera.
Al lunes siguiente, hubo un cambio en el personal: hombres y mujeres venían más producidos a trabajar. Las mujeres venían con camisas escotadas y semi- transparentes, faldas apretadas y panties que remarcaban sus muslos y la belleza de sus piernas; mientras que los hombres venían más elegantes, acicalados y perfumados que lo normal.
Incluso Isidora le miraba ocasionalmente de reojo y todos estaban pendientes si esos ruidos volverían a escucharse, pero no ocurrió. Los administrativos trataron de subyugar a sus empleadas, pero ellas tajantemente se rehusaron, puesto que los ruidos no se escuchaban.
Entonces, repararon de nuestra visita ese día. ¡Yo pensaba que nadie se daba cuenta que trabajaba en ese departamento!
“¡Y es por eso que quería pedirte si podías ir al baño con tu compañera!” me decía mi amigo, llorando por amor. “¡Sé que si pasa una vez más, Isidora aclarará lo que siente por mí y podrá ver que yo la amo, con toda el alma!”
Aunque me conmovía el discurso de mi amigo y ver a un grandulón llorando desconsoladamente, no estaba del todo convencido. Afuera del baño estaban ocurriendo verdaderas orgías y como la mayoría de las que trabajan son secretarias de bonito perfil, entre 24 y 30 años, la cabeza de abajo gritaba en protesta.
Sin embargo, fue Sonia la que respondió por mi corazón…
“¡No te preocupes! ¡Lo haremos!”
Yo estaba sorprendido al verla que casi me arrastraba hasta la puerta del baño y prácticamente, me obligó a abrirla.
Adentro, yo estaba bien frustrado, mientras que ella tenía una sonrisa muy alegre.
“¿Te das cuenta que nos están usando? ¡Todos se revuelcan, mientras nos escuchan! ¿Y qué hacemos nosotros? ¡Estamos en el baño! ¡Es el colmo!” le decía yo.
“¡Sí, Marco, lo sé! Y aunque te entiendo, igual sigues siendo tú el único hombre con el que deseo compartir este baño.” Me dijo ella, sonriendo.
Yo también sonreí.
“¡No mientas!” le dije yo, besándola mientras se desabrochaba la camisa “¡Sé muy bien que disfrutas que te escuchen…!”
Aun tenía frescas esas memorias en mi mente…
“¡A mí me gustan que me escuchen… siempre que esté contigo!” me dijo, desabrochando mi pantalón.
Alzó su culito, para que se lo rompiera nuevamente.
“¿Qué crees que estén haciendo afuera?” pregunté, mientras empezaba a insertar el glande.
“¡Ah!... no lo sé… no me importa mucho…” respondió.
“¡Probablemente… a alguien le están chupando la verga!” le dije, mientras me empezaba a mover.
“¡Sí!... ¡Ah!...puede ser…” respondía ella, empezando a gemir.
“¡Claro que no… lo haría tan bien… como tú!...” le dije yo, para calentarla más.
“¡Ah!... ¿Cómo… me dices eso?... ¿Me estás… ¡Ah!...diciendo puta?” preguntaba, empezando a mover sus caderas a mi ritmo.
“¡Claro que no!” le respondí, acariciando sus pechos. “Yo sólo digo… que te gusta chuparme… muy bien.”
“¡No!” respondía ella, en un intenso gemido de placer “¡Estás diciendo… ay… que soy puta… porque me gusta…chupártela… tan rica!”
Me estaba sacrificando, por Mario e Isidora y estaba valiendo la pena…
“¡Como quieras!” le dije yo. “¡Probablemente, hay una chica afuera… chupando una verga… pensando en cómo tú chupas una!” le dije, bombeándola con más fuerza.
Eso le dio un enorme orgasmo, con un gemido extremadamente sensual.
“¡Yo no chupo vergas!” decía ella, tratando de besarme. “¡Solamente, me encanta la tuya!”
Yo acariciaba su mojada rajita, mientras ella se estremecía sobre mí.
“¿Crees que haya alguien…rompiéndole el culo… a otra…como lo estoy haciendo yo?” le dije, bombeándola con violencia, lo que le encantaba.
“¡No!... ¡No creo… que alguien tenga… una verga tan rica… como la tuya!” decía, besándome envuelta en placer.
Mientras me corría en su culo, vi el techo y sonreí.
“¿Quieres saber cómo nos escuchan?” dije, poniéndome el condón, después de despegarnos. “¡Esta explicación seguro que te va a encantar!”
Le hice el amor 2 veces, bien intensa y me aseguré que sus gemidos retumbaran en las 4 paredes del baño. A ella le encantó, ya que lo hice con “Mis ojos de ingeniero”. Y para satisfacción mía, después de acabar, aun se escuchaban gemidos afuera.
Nos despegamos y nos arreglamos y aun continuaban los ánimos carnales.
A algunas, las penetraban en sus mismos escritorios; otras, se apoyaban en la pared, al lado de sus amigas, mientras que los hombres esperaban sus turnos para introducir sus miembros, armando filas.
Cuando marchábamos al ascensor, vi al gordito de finanzas nuevamente en un curioso triangulo amoroso: mientras le rompía el culo a una de sus compañeras, esta masturbaba a su otra compañera, acorralada en la pared, mientras que ella la besaba y la acariciaba en sus pechos, en una especie de orgía lésbica. Al parecer, el afortunado gordito también había disfrutado del otro tierno culito, por las manchas de semen que quedaban en la pared.
Pasamos por el despacho de Mario y lo encontré penetrando a Isidora en el suelo, completamente desnudos, mientras que gritaba de placer y lo besaba sin parar, cuando las enormes manos de mi amigo recorrían su blanquísimo cuerpo.
Alcanzamos a llegar hasta la sala de conferencias, donde nuevamente encontramos a Elena muy ocupada y completamente desnuda, chupando una verga, masturbando al abogado y al jefe de finanzas, mientras que el mismo jefe regional la tomaba por detrás, sin poder saber si se la metía en el culo o en la raja.
De alguna manera, se dio cuenta que la estábamos mirando y viéndome a los ojos, sacó la verga de la boca y la lamió por los lados, como si me dijera “¡Este puedes ser tú!”.
Impactado por esa mirada, le pregunté a Sonia.
“¿Quieres volver al baño?”
Ella sonrió y me llevó casi trotando… la tomaría una vez más.
Pero no sería la última orgía que presenciaría en esa oficina. A la semana siguiente, viviría otra, pero antes deberíamos instaurar las nuevas políticas sobre los “Lunes casuales”, solicitados en auxilio nuevamente por mi amigo Mario, pero como dicen… “Eso es harina de otro costal”.


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2 comentarios - Seis por ocho (61): Por Mario e Isidora…

entrajevas +1
jajaja, ya me imagino yo todo lo que lei te dejo mis puntos
JonhCas +1
Excelente relato Friend,

Seis por ocho (61): Por Mario e Isidora…