Venganza en plato caliente

Siento la luz del sol, me despierto una vez más en mi cómoda cama. Miro hacia la derecha y una imagen familiar empieza a dibujarse en mi cabeza, me veo “dominado” por una situación anterior ya vivida. Una sonrisa asoma por la comisura de mi boca, la chica que tengo tumbada en mi cama es la niña de cara angelical que tanto consiguió sorprenderme.

Mientras la observo empiezan a venirme a la cabeza imágenes de la noche anterior. No sé cómo ni porqué pero la llamé, me debía una y quería cobrármela. Se presentó en la puerta de mi trabajo con un vestido rojo y unos tacones de infarto, se había preparado a conciencia. Sus intenciones eran claras por lo que sin pensarlo dos veces me la lleve a casa. La noche fue estupenda, una situación de sexo desenfrenado, gemidos, roces y sudor pero nada fuera de lo habitual, me faltaba el punto de haberme quitado la espina.

Cuando se despierta me sonríe picaronamente, muerde mi cuello y pasa su mano suavemente por mi entrepierna a modo de saludo mañanero mientras se muerde el labio inferior con gesto de “gracias”, sin dejar de mirarla.

Después de ese gesto tan efusivo pienso que ahora viene el segundo asalto y que el vacío de novedad que me ha dejado la noche anterior va a ser saciado de un momento a otro, pero no es el caso. Se levanta completamente desnuda, entre las luces y sombras que se cuelan por la ventana de mi habitación hay que decir que la imagen es espectacular, se dirige a la ducha diciéndome que ni se me ocurra acompañarla.

Veinte minutos después asoma por la puerta del baño tapada con mi albornoz, completamente mojada. Seca su cuerpo, se enfunda el vestido de la noche anterior y se dirige hacia la puerta de mi casa. Empiezo a no entender nada y un calor a modo de mala hostia empieza a inundarme el cuerpo. A medio camino de esa sensación ella se gira y me hace un gesto con la cara para que me acerque, un tanto contrariado accedo y con un rápido movimiento saca un sobre al tiempo que me dice “ábrelo cuando me vaya” y seguidamente desaparece con un contoneo de caderas cerrando suavemente la puerta, dejándome completamente solo.

Evidentemente la impaciencia me puede con lo que me dispongo a abrir el sobre, el cual tiene una tarjeta de visita y una nota que dice:

“Esta noche me lo he pasado muy bien, pero tengo la sensación de que te has quedado con ganas de algo más y teniendo en cuenta que te debo algo por la última noche que pasamos te quiero a las diez esta noche en mi casa, la dirección la tienes en la tarjeta”

(…)

Son las diez de la noche, evidentemente no voy a llegar a la hora ya que lo bueno siempre se hace esperar, esa tensión que se crea en la otra persona por las ganas de que llegue y el nerviosismo de porque no ha llegado todavía, me encanta.

A eso de las diez y veinte toco el timbre de la puerta. Tras quince segundos de espera la puerta se abre. Me cuesta un momento acostumbrarme a la iluminación tenue del habitáculo que se me presenta delante. Cuando mis ojos por fin se adecúan distingo velas por todos lados, muchas cortinas y gasas de colores oscuros…en mi opinión el ambiente es un poco cargante pero vista la actitud la noche promete.

Sin demora alguna me desprende de mi ropa y me coloca un albornoz, una cuerda y una venda en las manos. Empiezo a entender que quiere compensar algo. No voy a ser yo quien se niegue, me enfundo el albornoz y la llevo hasta la cama. Con la cuerda le sujeto las manos a la espalda y con la venda cubro sus ojos, muy típica situación pero son los recursos que me ha dado.

En esa situación de dominación le pido que se mueva, quiero que contonee su cuerpo para mi, que me pida que me acerque, que la toque, que roce su pecho y que muerda su cuello. Me muero de ganas por hacerlo pero quiero que salga de su boca, que la venda evite que sepa cuando voy a hacerlo y que la cuerda no le dé opción alguna a lanzarse ella. La imagen empieza a antojárseme muy excitante por lo que después de un rato viendo el esfuerzo me acerco a ella y empiezo a desnudarla.

Noto el sobresalto de su cuerpo cuando rozo su piel, se nota que no se lo esperaba. Me tomo mi tiempo en quitarle la ropa mientras voy recorriendo cada parte que desnudo con las manos, su piel se eriza y pequeños gemidos van escapándose de su garganta cada vez que toco zonas que hacen que sus piernas flaqueen y la humedad de su cuerpo sea latente en el ambiente.

Pero para mi sorpresa es ella la que se pone de rodillas y con un hábil movimiento de cabeza usa los dientes para abrir completamente el albornoz que antes me ha dado. La verdad es que mi cuerpo, con evidentes signos de la excitación por la situación, le da alguna que otra facilidad. Entre susurros me pide que le libere las manos…contrariado accedo, ya que es un beneficio para mí. Introduce parte de mí dentro de su boca y comienza a jugar, su lengua es un continuo baile y sus manos no paran de moverse acariciando cada zona en su justa medida. Yo me limito a agarrarla del pelo ejerciendo presión cuando lo veo necesario y marcando el ritmo en ocasiones para no perder la situación de juego de dominación que hemos creado. Tras un periodo de tiempo mi cuerpo no aguanta más y explota, una sensación de bienestar absoluto recorre mi cuerpo y que ella no se aparte y siga jugando al ritmo de mis convulsiones es aun más placentero.

Sin pensármelo ni un momento la levanto del suelo y la tumbo sobre la cama, el desenfreno me domina, me abalanzo sobre ella y empiezo a introducirme dentro de ella sin ningún tipo de control, nuestros cuerpos sudorosos se entremezclan y la razón deja de ser un acompañante en nuestro juego. Tiro de su pelo, noto como sus uñas escriben lo que siente en mi espalda, la suya se arquea cual puente que lleva al placer.

Cuando noto que su cuerpo está a punto de explotar y sus gemidos no paran de repetir que no pare por favor freno mi cuerpo en seco. Quito la venda de sus ojos y hago que me mire fijamente, no puedo contener una sonrisa. Su cara es todo un poema y empieza a temerse lo peor. En un movimiento rápido me levanto de la cama recojo mi ropa, me visto y me acerco a ella susurrándole al oído

«Tienes mi número llámame cuando quieras. Ah y con esto me he cobrado la que me debías, no me odies».

Con una sensación de satisfacción veo como se le dibuja una sonrisa a ella en la cara que la define perfectamente como perdedora de este asalto y que las venganzas no siempre se sirven en plato frío, los calientes también sirven.

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