Caliente

Llegó Vanesa a su casa. No podía creer que no haya pasado nada. Se imaginaba a si misma metiendose toda la pija en la boca y apretandole los huevos, después cabalgandolo desenfrenadamente hasta que pida por favor.
Decidió darse un baño de inmersión con la esperanza de bajar un poco. Preparó todo. Habrá puesto unas sales e incluso unas velas. Detalles que los hombres no observamos.
Se metió en la bañadera y trató de relajarse. Cerró los ojos, aspiró humedad y fragancias. Durmió unos veinte minutos. El agua se había enfriado. Volvió a abrir la ducha y sacó el tapón de la bañadera.
La lluvia le caía en las tetas. Las tomó con ambas manos. Examinó los pezones. Volvió a tomarlas y las amazó un poco. Empezó a calentarse otra vez. Apuntó los pezones a la lluvia, el calor y la cosquilla la hicieron superar una temperatura crítica luego de la cuál sólo podía escapar hacia delante. Se recostó un poco más. Casi no quedaba agua en la bañadera y la lluvia le quemaba un poco. La mano derecha bajó, las rodillas subieron y se separaron. Un largo orgasmo le dió paz por diez minutos.
Luego se levantó y se secó. Seguía caliente.
Pensó en llamar a alguno de sus admiradores... ya era tarde. Tenía hambre. Muchas hambres. Envuelta en una toalla fue a la cocina y pidió unas empanadas. A desgano se visitió para estar lista cuando lleguen las empanadas. Le hubiera gustado andar desnuda por el departamento. Prendió la tele y se abrió una lata de cerveza.

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