De dominado a dominar. Cuento erótico por Esteban Ibarra.

Siempre fui algo tardío en el sexo y el amor, como que cada etapa la viví sin interrumpir las otras, viví con euforia mi niñez, con confusión mi adolescencia y ya con 19 años debía convertirme en un hombre, pero no entendía más que los instintos básicos que habitaban en mí y la constante contradicción cultural diciendo que debes reprimirlos cuanto más que puedas.

Uno de mis mejores amigos vivía en una fría y blanca casa en Reñaca que poseía el característico eco de un lugar donde viven estudiantes, debido a la falta de muebles y también el característico aroma a tabaco carbonizado y ron desvanecido por ser la cede de innumerables fiestas.

Ahí la conocí, una chica morena de cabello obscuro y aspecto intimidante, delgada y alta con una mirada tierna y perversa al mismo tiempo, hermosa en su única configuración. Su sonrisa era perpetua pero silenciosa y su personalidad era atrapante pero cautelosa, la perfecta combinación para sentir curiosidad. Era 10 años mayor que yo y había llegado recientemente desde Santiago para alquilar una de las habitaciones de aquella fría y blanca casa. Su nombre es Vanessa.

De inmediato me sentí atrapado en ese lio de adjetivos y definiciones que mi cabeza intentaba descifrar para definir aquella mujer, lo cual llevo a que mi corazón se sintiera cada vez más agitado cuando me acercaba a ella, cuando el humo de su cigarro salía de su boca y tocaba ligeramente mi cara, cuando tomaba mi mano para enfatizar un punto en una conversación completamente irrelevante, cuando bailábamos, cuando cenábamos.
Mis emociones no eran un secreto a ese punto, todos lo sabían, más ya habíamos compartido unos cuantos besos y caricias producto del alcohol, la fiesta y la euforia, sin embargo, siempre me encontré a la espera de sus acciones, siempre me mantuve sumiso esperando a que mi ama me requiriera para jugar, confundirme y excitarme. Quería convertirme en un hombre y había elegido a la mujer para eso, a mi ama.

Pero esta sumisión no era física sino psicológica, Vanessa sabía cómo controlar mi cabeza y ponerme en mi lugar cuando me desesperaba, la celaba o la deseaba sexualmente. Ella sabía que su sumiso quería probarla, sentirla, disfrutarla y penetrarla, pero no lo permitía. Jugaba con su poder sobre mí, aprovechando mi timidez, nerviosismo y obediencia. Muchas veces tuve que verla besando a otros, otras veces la escuchaba satisfaciendo a otros y debía sofocar mi naturaleza rebelde para adoptar la verdadera obediencia hacia la mujer que yo mismo había elegido para convertirme en hombre.

Con el tiempo me convertí en algo favorito para Vanessa, lo cual me ponía contento. No solo compartíamos entre amigos si no que ya cenábamos o salíamos solos, pero sin perder ese poder que tenía sobre mí y que permanecía completamente oculto hacia los demás, era como que si ella y yo compartiéramos un universo secreto obscuro de tonos rojos donde ella era la reina. Sabía que su poder radicaba en dejarme acercar a sus besos, caricias, excitarme y luego reprimirme, lo cual significaba que jamás había podido probarla, sentir el aroma de sus pechos, saborear su sexo ni penetrarla, pero ya había aprendido a ser dominado y tan solo me encontraba paciente y sereno.

Un día salimos como de costumbre al bar Coyote Quemado en subida ecuador, Valparaíso, donde compartimos varios tragos que mi cuerpo joven y viril o tan solo por costumbre podía soportar en aquel entonces. Ese bar es muy característico, quizás por su música, quizás por la atención o lo económico de sus tragos. La verdad es que jamás me he puesto a analizar en profundidad el por qué este es más popular que todos sus pares del mimo Valparaíso, sería interesante descubrirlo si algún día quisiera abrir uno, pero esa noche solo estaba concentrado en Vanessa, aquella mujer 10 años mayor quien poseía un carácter apacible y encantador, capaz de sobreponerse por completo a mi persona. Una vez finalizado las múltiples rondas de Ron, Cerveza y Tequila decidimos encontrar un lugar para bailar, es así como llegamos a las afueras de un bar disco llamado Babilonia. En la entrada, un muchacho bajo y robusto, de pelo corto, con voz golpeadora pero de escaso vello facial y una increíble y suave piel nos advierte que es un lugar Alternativo. Una segunda mirada a ese guardia hizo notar que efectivamente era una mujer y que el lugar suele ser frecuentado por Gays y Lesbianas (Gays internacionalmente se puede referir a ambas tendencias pero enfatizo en aquella diferencia). De inmediato le respondimos, en tono de fiesta, que no nos importaba ya que, como el discurso universal lo postula, cada uno va en su onda sin molestar al resto. Pagamos la entrada, cobramos el cover y de inmediato nos pusimos a bailar en el medio de la pista que se encontraba casi vacía.

No recuerdo cuanto tiempo estuvimos bailando solos, pero en un punto llegaron dos chicas quienes se pusieron a bailar con nosotros de la nada, sin advertirse, presentarse o excusarse. Las chicas eran increíblemente hermosas, tal como el resto de chicas en el lugar, así que estaba feliz como nunca antes. Claro está, las chicas no estaban ahí en la pista por mí sino por Vanessa, quien con movimientos y caricias sensuales parecía estar completamente embriagada con la presencia de ellas. Luego de varios minutos, y después de que Vanessa le susurrara algo al oído a una de ellas, las chicas fueron al baño y me quedé solo. Para no sentirme tonto hice lo que todo hombre por instinto hace cuando se encuentra botado en una disco, fui a por mí vaso de cerveza y puse la mejor cara de “no aburrido” moviendo la cabeza como el perro de un taxi.

A los minutos, solo una de las chicas sale del baño, por lo que la ansiedad comenzó a apaciguarse ya que sabía que en cualquier momento Vanessa y la otra chica saldrían también, pero eso no pasó. Debido a la demora, me acerque a esta chica y le pregunte si quería bailar, pero no mostró interés alguno en mí. Muy obediente me quede a la espera de mi ama, la mujer quien poseía mi cabeza y me tenía viviendo en este universo obscuro y rojizo, pero poco a poco emociones nuevas comenzaron a aflorar, emociones de dominancia e imponencia. Ya asumía que Vanessa estaba en el baño satisfaciendo sus placeres y los placeres de aquella chica y como siempre tenía dos opciones, esperar moviendo mi cabeza como el perro de un taxi con mi cara de “no aburrido” o hacer algo al respeto y cobrar mi propio placer que ya lo sentía como un derecho adquirido por mi tiempo de servicio.

Sin más vacilación simplemente entré al baño de mujeres, mire que bajo de una puerta de uno de los escusados habían 4 pies correspondiente a dos personas quienes se encontraban entregándose placer y simplemente abrí la puerta, con un rostro insípido. Vanessa estaba de espalda contra la pared con sus ojos cerrados completamente entregada al placer otorgado por los besos y caricias de la muchacha, su blusa abierta dejando ver sus pechos y el pantalón semi abierto indicaba que pronto la chica se aventuraría a jugar con su sexo. De pronto Vanessa abre sus ojos y me ve ahí, solo una sombra obscura de mirada penetrante y rostro carente de expresión. De inmediato ella tiembla al dejarse ver en una posición vulnerable por quien era su sumiso, tal cambio es notado por la chica quien al darse cuenta vio a un hombre decidido a participar sin ser llamado ni invitado, sin la más mínima intención de someterse ni preguntar, mas solo a actuar y ser obedecido. La chica, muy calmada arregla su ropa y sale del diminuto cuarto de no más de 1.5m x 1.5m. Ambos, Vanessa y yo al unísono le dijimos – no te vayas – , ella simplemente sonrió y se marchó. Pacientemente la vi alejarse del baño y sin voltear la cabeza hacia Vanessa simplemente cerré la puerta, luego, muy lentamente me di vuelta hacia ella quien permanecía en aquella misma posición vulnerable. Con la mirada fija en ella y completamente diferente al sumiso que solía ser, le ordené que se volteara, sin preguntar, sin esperar una vacilación o sin ánimo de recibir una pregunta de vuelta, simplemente se lo ordené, y ella obedeció. Termine de abrir sus pantalones para luego bajarlos junto con su ropa interior, me encontraba haciendo lo mismo con los míos cuando ella susurra mi nombre con miedo y en tono de pregunta mirando ligeramente hacia atrás, intentando de encontrar mi mirada. Inmediatamente la tome del pelo con una tensión suficiente para volver su cabeza hacia la pared y le dije – repite mi nombre– , ella volvió a decirlo entre un suspiro y un susurro, mientras acariciaba su vulva con mi pene. – como me llamo– continuaba ordenando mientras mi pene resbalaba entre los labios menores de su vulva y su excitado clítoris – Levi! – respondía ella en un tono algo más elevado y con una vibración que salía desde el interior de sus entrañas, pasaba por su pecho y luego salía por su boca produciendo un eco excitante en aquel baño vacío. Tome un tiempo para dejar mi pene de lado y apretar sus pechos mientras sostenía aun su cabellera negra, fue ahí cuando sentí sus latidos los cuales golpeaban como una marcha de guerra acelerada que está a punto de entrar en batalla. Fue entonces cuando sentí el verdadero poder que adquirí sobre ella, presione sus nalgas con mi ingle haciendo que mi pene es estableciera entre sus piernas y con mi mano izquierda apreté su pezón derecho, tierno y desnudo, cálido y suave. Tirando de su cabello, acerqué su oído a mi boca y le susurré – ¿De quién son estas tetas? – Tuyas¬– Respondió apretando sus dientes por el ligero dolor que mis dedos le producían. Me alejé de ella, volví a tomar mi pene sin soltar su suave cabello obscuro, busque con mi glande la entrada de su vagina, escarbando entre los labios mayores y menores y le pregunté en tono agresivo ¬– ¿A quién obedecerás de ahora en adelante? – ella permaneció callada y vacilante pero muy excitada por el tacto de mi pene, lo pude notar por el movimiento de su cadera y la humedad que producía, haciéndome entender que lo único que quería era que la penetrara de una vez, pero no respondía a mi pregunta. – ¿A quién obedecerás de ahora en adelante? – repetí con más ímpetu, pero Vanessa seguía sin una palabra, solo respiraba cada vez más rápido y suspiraba intentando de que mi pene avanzara dentro de ella con sus manos contra la pared y moviendo sus caderas en círculo. En un acto meramente instintivo tire de su cabello un poco más fuerte, solté mi pene y le di una palmada en su nalga izquierda, su suave nalga izquierda con ese lunar justo en el medio que jamás había tenido la oportunidad de ver antes. – ¡A ti! – exclamo ella fuerte como un aullido y apenas escuché la respuesta que esperaba, tome mi pene y fuertemente lo introduje dentro de su húmeda y dilatada vagina, pero no lo suficientemente dilatada para el grosor de mi miembro viril el cual ya estaba en su punto máximo de excitación. Inmediatamente sentí el sabroso recorrido de sus paredes en el cuerpo de mi sexo, haciendo recorridos suaves para sentirla por completo. Una sensación incomparable que solo el cuerpo de una mujer te puede entregar. La excitación crecía y crecía y el movimiento se aceleraba cada vez más, hasta que la dilatación de ella se adaptó, y su humedad era propicia. Abrí más sus piernas y pude llegar más profundo hasta tocar la pared de su útero, lo que le causo un leve dolor que no cesó el salvajismo que llevábamos en ese baño.

Nuestro ritual se interrumpió abruptamente cuando la guardia que nos recibió en la entrada de aquella discoteca alternativa nos golpea la puerta y nos exige que nos vayamos del baño. Rápidamente nos vestimos y salimos con una sonrisa desafiante.
Sin decir una palabra, bajamos por Ecuador, aquella fatídica calle de Valparaíso llena de bares, música, borrachos y basura, aquella calle donde desearías no morir ni tampoco que fuera lo último que vieras en tu vida, aunque constantemente la visitas y bebes hasta apunto de desfallecer. Aquella helada madrugada de invierno con ese frio costero que atraviesa cualquier chaqueta que lleves puesta, que contrasta con la fiebre sana que adquieres al salir de un lugar encerrado en donde bebiste y además acabas de tener sexo. Serena, Vanessa toma mi brazo y se acerca a mi hombro incluso teniendo que inclinarse un poco ya que era más alta que yo. Subimos a una micro de esas que se estacionan en Errazuriz con Bella Vista y que parecieran que jamás se volverán a mover. Pacientemente nos encontramos sentados adelante mientras cada vez más subían jóvenes como yo, algunos borrachos, otros eufóricos, algunos con amigos y otros con pareja, pero de alguna forma algo había cambiado dentro de mí que me hacía sentir diferente del resto.

Finalmente llegamos a su casa y sin más que decir simplemente pase al baño, me asee un poco debido a la transpiración y el sexo que tuvimos y luego simplemente me acosté desnudo en el medio de su cama a su espera. Ella entra en la habitación, me ve allí reposado, refleja un pequeño gesto de sorpresa y confusión, pero no de disgusto y simplemente se comienza a desvestir en silencio y sin que se lo pidiera con mi voz, aunque si lo deseaba con mis ojos. Aun con la luz encendida le dije que se quedara desnuda frente a mí porque quería conocer su cuerpo, ella obedece. Le pedí que se acercara porque quería acariciarla, ella obedece. Recorrí mis manos por cada uno de sus rincones mientras ella se excitaba aún más. Final mente me levanté y la puse sobre su cama, mi pene erecto quedo a la altura de su rostro anunciando lo que debía hacer a continuación, fue así como con una especial ternura y cuidado comenzó con la felación hasta que terminamos lo que comenzamos en aquel baño de la subida Ecuador.

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