Vos estarás desnuda...

Yo vendré con un traje gris, como para reafirmar la elegancia, pero sin que se confunda con solemnidad o luto. No sé si estás depilada. De ser así, tus bellos pliegues me darán fragante bienvenida. Si no, nunca es de descartar la posibilidad de mordisquear finas hierbas, de peinar pelitos con mis labios expertos, humedeciendo y dejando huellas, escozores.
Lo de mi traje es para que desees, para que no sea un simple trámite encontrarte con mi sexo enhiesto, para que sepas que hay vallas que sortear antes. No es cuestión que rápidamente comience la compensación de la oralidad. Quiero que el deseo te vaya desgastando. Si bien podré tener la pija alzada, es bueno pensar que dilato el momento en que te la metas en tu boca, orlada por esos labios que conozco, y me tienen loco.
Tu sexo será un vaivén cargado de mareas, mi boca comenzará una tarea artesanal que te relato: Me gusta que la lengua te acaricie el clítoris, que mis dientes mordisqueen esa presa, mientras mi nariz hurga, juguetea, provoca sensaciones en tu vagina que emana fragancias mediterráneas. Estamos como en 69, pero vos estas sobre la mesa, y yo sólo juego con tu conchita soñada, y tus ojos buscan un bulto, como para saciar ese deseo salvaje de beber de ahí.
Dibujaré con mis yemas la grieta de tu cola, que presta y sin perezas, se anima a animar la fiesta de tus sentidos. Mi hocico estará sobre tus inhibiciones, y el desorden de tus piernas tironea porque hay un instinto que moviliza.
Mis dedos son tajos en la noche de tu cuerpo, mientras domino tus cuatro puntos cardinales.
Tu pudor falleció hace rato. Riego besos sobre tu vientre, como dejando miguitas de pan, y luego vuelvo a recogerlos, con dedicación y entrega, provocando que un pequeño surco de saliva vaya irremediablemente a confluir en tu ombligo.
Sentite pequeña, dejá que mi lengua siga buscando paraísos, que se pierda entre tus piernas, que mis dientes aprieten contra la lengua las pulposidades de tu carne rosada.
Respirás agitada, mientras mi lengua indaga furiosa. Que no te quepan dudas que tu entrepierna se verá invadida por ejércitos de besos, mientras quieres explotar y no te dejo. Hay estallidos eléctricos en millones de puntos de tu cuerpo. Será hora de dejar que tus manos, sedientas de pecado, se pierdan en mi cuerpo. Despertás, y tus pezones están coléricos, enfadados. Al igual que tu sexo ardiente, saben que para paliar la distancia, puede existir un recurso, artesanal y mágico, que se puede llevar a cabo al unísono.

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