Entregando a mi esposa -Crónica de un consentimiento Prt 17

"Hola Carlos, ¿Qué tal?" – Pablo había reconocido mi móvil, me había costado toda la mañana hacer aquella llamada, sabía que si la hacía estaría a un paso de ponerle a María en bandeja y no me sentía en absoluto tan seguro como creía estar.
"Hola Pablo ¿cómo va todo?
"Bien, como siempre, ya sabes, aquí en provincias hay menos variedad que en la capital" – bromeó.
"Ya será menos ahora me vas a decir que allí no lo tenéis todo muy bien organizado"
"Bueno, tú dirás" – hice una pausa en la que aún estuve tentado de desviar el tema de conversación y dar por zanjado algo que podía ser muy arriesgado, el órdago lanzado por María no tenía por qué ser recogido por mí.
"¿Estás ahí?"
"Si, perdona ya estoy contigo, verás, llevo algún tiempo pensando… dándole vueltas a algo que me preocupa"
"Cuéntame y si te puedo ayudar…"
"Creo que si; Se trata de Elena, desde que estuvimos en Sevilla no dejo de pensar en la forma tan brusca que tuvimos de terminar aquella noche, al menos tu y yo pudimos hablar después, pero Elena… no sé, quizás ni se acuerde de aquello, posiblemente lo haya olvidado y no le de importancia pero…"
"Bueno, la verdad es que se quedó un poco… digamos, dolida, y más aun cuando no la volviste a llamar"
"De eso se trata, no tengo su teléfono y me gustaría disculparme"
"No creo que haga falta Carlos, ya lo tiene superado"
"Ya, pero aun así, me gustaría"
"Y quieres que te de su número, ¿no?"
"Si, si no tienes inconveniente" – sabia que se acercaba el momento crítico.
"Por mí no pero, ya sabes, tendría que consultarlo antes con ella, supongo que lo entiendes porque te ocurrió lo mismo cuando te pedí el teléfono de María" – ahí estaba, de una forma velada e indirecta me planteaba el canje.
"Por supuesto, díselo y ya me contarás"
"Por cierto, ¿Qué tal María? ¿Sigues viéndola?"
"Siempre intentamos buscar algún momento para vernos"
"Claro, me extrañaría que dejases pasar una oportunidad así, es una mujer increíble"
"Lo es, desde luego que si"
Se produjo un silencio que presagiaba lo que iba a venir
"Dime una cosa, ¿alguna vez te ha preguntado por mi?" – Noté como se me erizaba el vello de la nuca, era un momento trascendental; De lo que contestase en ese instante dependían tantas cosas…
"Hace poco me preguntó si seguía en contacto contigo, le dije que si, pero no me hizo ningún comentario más" – la suerte estaba echada.
"Vaya, es un buen síntoma" – su voz había cambiado, parecía más jovial, más alegre"
"¿Un buen síntoma de qué?"
"Hombre, está claro que no se ha olvidado de mi" – Pablo hizo una pausa, su voz sonó diferente a continuación – "Carlos, te lo pedí una vez y entendí tu postura, pero quiero que me entiendas tu también, me encantaría hablar con ella, estoy seguro de que si me das su teléfono y hablamos no se va a enfadar" – estaba literalmente temblando, mi mano apenas podía sujetar el teléfono, la emoción se había disparado de una manera que no casi podía controlar.
"Pablo, no es mi forma de actuar, compréndelo, es una violación de su confianza"
"¡No me vengas con esas, no es para tanto, me acabas de decir que piensa en mí, joder, no seas tan escrupuloso!" – su tono no era el que esperaba, no estaba dispuesto a tolerarle que me hablase así.
Mira Pablo, si no quieres no me des el teléfono de Elena, pero lo que no voy a hacer es darte el de María sin que ella lo sepa, no puedo hacerlo"
"Vale, joder, ¿Qué piensas, que te voy a hacer chantaje? Toma nota" – Pablo pronuncio uno a uno los números del teléfono de Elena.
Me sentí desarmado, Pablo no era el chantajista que sin querer había insinuado, de nuevo la idea de María rondando el límite del riesgo me dominó.
"Déjame que la tantee, le voy a decir que he hablado contigo, a ver cómo reacciona y si la veo receptiva, se le planteo ¿te parece?"
"Me parece bien; perdona lo de antes, es que… si te digo que no he dejado de pensar en ella desde aquel día te parecerá una gilipollez, seguro" – tenia la garganta con un nudo que me ahogaba.
"No Pablo, no es una gilipollez, María es una mujer extraordinaria, cala muy hondo, no me extraña que no la hayas olvidado"
"Faltó tan poco… unos minutos mas y me la hubiera llevado a la habitación, estoy seguro" – sentí el disparo de placer directamente en mi polla.
"María no funciona así, nunca va tan rápido"
"Lo sé, pero aquella noche, si llegamos a tener más tiempo… en fin, ahora pretendo ir con calma, a su ritmo, estoy convencido de que lo desea"
"Será lo mejor si quieres conseguir algo de ella" – me excitaba sobremanera hablar de María como si no fuese mi esposa, estaba ofreciéndosela y me producía un placer extremo.
Conversamos aun unos minutos, habíamos recuperado el buen clima entre nosotros y nos despedimos cordialmente.
Durante los dos días siguientes me debatí entre el miedo a dar un paso irreversible y la excitación incontrolable que me producía imaginar a María con Pablo; en apenas quince segundos podía pasar del deseo más brutal a una angustia que apenas me dejaba respirar.
Ante mi se planteaban varias alternativas, podía darle el teléfono de María sin consultarlo con ella, a fin de cuentas me había dado vía libre; Otra opción era, como le había dicho a Pablo, tantearla y ver si al dejar de ser algo teórico y convertirse en una posibilidad cierta, se lo pensaba mejor.
María llevaba unos días mucho más tranquila, menos tensa, los comentarios que me hacia sobre su puesto revelaban que las cosas iban bien. Su carácter mejoró ostensiblemente, aquella sombra de preocupación que arrastraba desde su primera reunión con Roberto había desaparecido.
No habíamos vuelto a hablar de la prueba ni de Pablo, imaginaba que María estaba deseando saber pero no quería ser la primera en hablar de ello, una noche mientras cenábamos, no pudo aguantar más.
"¿Hablaste por fin con Pablo?"
"Si, antes de ayer" – seguí cenando como si la conversación hubiera acabado ahí.
"¿Y?" – la miré mientras ganaba tiempo terminando de masticar.
"Nada, está bien, como siempre, dice que hay mucho movimiento en el Colegio con la directiva nueva""
"¡Venga ya!" – dejó la servilleta en la mesa, se echó en el respaldo de la silla y me miró con una sonrisa socarrona, fingí no entender pero me contagió la sonrisa y eso me delató
"¿Qué?" – protesté.
"¿Has hablado ya con Elena? ¿qué tal está? ¿te echa de menos?" – jugaba, me alivió ver que no había tensión en sus palabras.
"Aun no, me dio su teléfono pero no he tenido ocasión" – María se acodó en la mesa acercándose a mí, quería sonsacarme y estaba dispuesta a utilizar todas su armas de seducción
"¿Y… no te pidió nada a cambio?" – no sabía qué estrategia seguir, si decirle que le había dado su teléfono y esperar su reacción o decirle la verdad y darle la oportunidad de negarse a dárselo.
"¿Tu qué crees?" – utilicé la ambigüedad para poder tantear su predisposición y saber cuál era la estrategia más adecuada.
"Creo que te lo ha pedido y no se lo has dado, creo que no te has atrevido a dárselo, ¿ves como llegado el momento no iba a ser tan fácil?"
De nuevo se estiró contra el respaldo de la silla con expresión de triunfo, sonreí y seguí comiendo sin hacer más comentarios, quería sembrar la duda en ella, y comprobé que no estaba tan segura de sus argumentos.
"Venga, dime ¿a que tengo razón?" – la miré a los ojos.
"El tiempo te dirá si tienes razón o te has equivocado" – súbitamente se puso sería, tenía una expresión entre asustada y expectante en su rostro.
"¿No habrás sido capaz…?
"Me dejaste la decisión, es más, te advertí que si le llamaba me lo iba a pedir a cambio del de Elena" – se quedó pensativa y de pronto sonrió relajada.
"Me estás engañando, es mentira, si le hubieras dado mi móvil me habría llamado inmediatamente"
"Muy colgado te piensas que esta de ti, eh?" – intentó escabullirse.
"No es eso, pero estoy segura que no habría dejado pasar dos días"
"Bueno, si se lo he dado o no lo sabrás en unos días" – de nuevo se puso seria, parecía preocupada.
"Joder Carlos, no debías habérselo dado"
"Me provocaste, reconócelo" – estaba disfrutando, ahora sabía por su reacción que era menos reacia de lo que en principio quería dar a entender.
"Pero pensé que sabrías parar"
"No cielo, pensaste que no tendría cojones de hacerlo" – me sorprendí a mi mismo empleando una expresión que jamás uso.
"Así que lo has hecho por cojones, por quedar por encima de mi"
"En absoluto" – me miró con esa mirada que me desarma, sus cambios continuos me tenían desconcertado, no sabía por dónde seguir, ahora parecía intentar seducirme, su escote ahuecado frente a mí, de una manera deliberada, era un gesto medido para debilitarme.
"Entonces…" – su voz era sugerente, suave, mimosa – "…por qué lo has hecho?" – podía ser una estratagema para sonsacarme, pero arriesgué.
"Porque me excita pensarlo" – se acercó más a mí, tome su mano en la mía.
"Pensar en qué" – clavamos la mirada el uno en el otro.
"En que hables con él"
"¿Solo hablar? – me levanté de la mesa y ella me siguió, la tomé de las caderas, María rodeo mi cuello con sus brazos, nuestras bocas casi se rozaban.
"No, solo hablar no, me excita imaginar que…" – me detuve, no sabía como enfocarlo sin excederme.
"que…" – pegó su pubis a mi cuerpo, sus uñas surcaban mi nuca.
"Me excita imaginarte con él"
María pegó su mejilla a la mía, su voz sonó muy cerca de mi oído, mi mano derecha descendió desde sus riñones y se coló por la cinturilla elástica del pantalón, palpé sus nalgas y en un movimiento rápido me colé por la cintura de sus bragas, sus nalgas desnudas mandaron una descarga de excitación a todo mi cuerpo, mi mano izquierda subió por debajo de su jersey acariciando su espalda desnuda.
"¿Con él? ¿cómo?" – el olor de su aliento en mi rostro se convirtió en un potente afrodisíaco.
"Como en Sevilla"
"¿Bailando?" – seguía jugando conmigo, sabía que en las distancias cortas me tenía ganado.
"No, abrazada a él, te imagino en el sofá del salón, en sus brazos… y él… su mano… otra vez entrando por tus muslos"
"¿Aquí, en casa?"
Su voz mimosa, sugerente… sus labios rozando mi oído al hablar y su aliento me excitaban inconteniblemente. Mi mano buscaba entre sus nalgas, María arqueó los riñones y separó las piernas lo suficiente como para permitirme alcanzar su coño desde atrás, cuando mis dedos se abrieron paso entre sus labios se apretó mas a mí, un suspiro profundo se escapó de su boca.
"Si, en casa" – acariciaba su espalda con la mano izquierda mientras sentía el movimiento que su pubis hacia contra mi cuerpo, ejecutando una lenta danza.
"¿Y tú?" – nuestras voces apenas eran un susurro, nos hablábamos al oído.
"Frente a vosotros, mirándoos"
"¿Con Elena?" – supe de inmediato que le excitaba la idea de verme con otra mujer, y me prometí usar esa historia en el futuro, pero no ahora.
"Quizás, si"
Hicimos el amor como dos desesperados, tejiendo una fantasía en la que Pablo la desnudaba frente a mí y María le hacía el amor con esa pasión que, cuando se desata, la vuelve insaciable.
Al día siguiente pasé toda la mañana con el móvil en la mano, tecleando el número de Pablo y cancelando antes de llamar, la tensión me tenía permanentemente excitado, apenas hice nada en el despacho.
Por fin, a la una de la tarde, tecleé el número por enésima vez, me quedé ensimismado mirándolo escrito en mi móvil, con el pulgar sobre el botón de llamada como si esperase que el dedo actuase solo y me liberase de tomar la decisión.
"Hola Carlos"
"¿Qué tal? Oye, estuve charlando con María, como te dije, y… bueno, toma nota" – el corazón empezó a bombear violentamente ante una decisión que podía cambiar el rumbo de nuestras vidas.
"¿Le has dicho que la voy a llamar o solo la has sondeado?"
"Le comenté que me habías pedido su teléfono, no dijo nada pero tampoco puso pegas"
"Gracias Carlos, de verdad, gracias"
"No hay por qué, espero que la disfrutes" – aquella frase no pensada era más de lo que me creía capaz de decir, aunque reflejaba en su totalidad mis deseos, quería que la disfrutara, deseaba que aquel número de teléfono se convirtiera en la vía que reavivara el fuego que se encendió en Sevilla y que no se había apagado del todo en María.
…..
"¿Dígame?"
"Buenos días Princesa"
Antes de que pudiera reconocer quien la llamaba su cuerpo reaccionó a los estímulos que provocaba esa voz; En un instante se encontró en la habitación del hotel de Sevilla, recién duchada, hablando con Pablo y cediendo al morbo que le produjo desvelarle su desnudez. Una intensa y agradable sensación se extendió por todo su cuerpo como una oleada.
"Vaya, qué sorpresa" – atinó a decir.
"¿No esperabas mi llamada?"
"Si, claro, Carlos me dijo, pero… en fin, me ha cogido desprevenida"
"¿Cómo estás?" su voz sonó dulce, tierna y María, tan sensibilizada en los últimos días por la situación que atravesaba se sintió por fin arrullada, protegida.
"Bien, algo cansada, tenemos mucho movimiento en el gabinete"
Le contó, sin entrar en detalles, los planes de crecimiento y la propuesta que estaba encima de la mesa, Pablo se alegró sinceramente y le dio varios consejos que ella valoró, tanto por lo que le aportaba como por lo que suponía de apoyo personal, ese apoyo que no encontraba en mi.
En aquella conversación María se volcó como había deseado hacerlo conmigo, soltó toda la tensión, todas las dudas; Esa necesidad de poner en palabras los problemas y las decisiones aun no tomadas que había estado reprimida por mi absurdo comportamiento encontró su cauce en Pablo. Omitió contarle la presión a que la sometía Roberto y sus concesiones, de las que todavía se avergonzaba.
"Bueno, creo que debemos seguir trabajando, yo tengo una reunión dentro de diez minutos y tu seguro que tienes mucho que hacer"
"Me ha venido muy bien desahogarme contigo Pablo, siento haberte usado de confesor"
"Te agradezco enormemente que hayas tenido esa confianza, y me encantaría poder seguir echándote una mano, ¿Te apetece que te vuelva a llamar?"
María calibró la respuesta rápidamente, ¿Qué si le apetecía? ¡Por supuesto que si! Aquella conversación que tanto había temido se había convertido en lo más placentero y relajante que había obtenido en los últimos tiempos, se sentía mucho más segura y relajada.
"Claro, si estás dispuesto a aguantar de nuevo mis neuras"
"Soy psicólogo, estoy acostumbrado a tratar con psicópatas" - dijo bromeando – "lo único… dime a qué horas es prudente que te llame, supongo que a las once de la noche no es una buena opción ¿verdad?" – su tono jovial, sus bromas sencillas ayudaban a mantener un ambiente distendido.
"No, no es una buena opción, hasta las seis y media suelo estar trabajando, si no puedo cogerlo te mandare un sms"
"Entonces, hasta mañana señorita" – María sonrió
"Señora, no lo olvides"
"Lo olvidaba, es que cuando estoy contigo parece que no hay tiempo, ni espacio… ni marido" – ambos rieron,
"No creo que estuviera muy de acuerdo en eso… "- estuvo a punto de pronunciar mi nombre pero reaccionó a tiempo – "…mi marido"
"No, no lo creo; Un beso María"
"Un beso"
Colgó el teléfono y se sintió mejor de lo que recordaba en mucho tiempo, Pablo era una especie de oasis en medio de la soledad en la que vivía entre el asedio de Roberto y mi ceguera ante sus problemas; Le había resultado sorprendentemente sencillo hablar y confiarse con él.
Se mantuvo aun diez minutos reposando en su sillón, jugueteando con un bolígrafo y dejándose mecer por la agradable sensación que la embargaba.
La llamada diaria de Pablo se convirtió en uno de los mejores momentos de cada jornada, durante esos minutos María le ponía al corriente de los avances del proyecto, le consultaba sus dudas, exponía ante él sus alternativas… y Pablo sabia escuchar, tenía una rara habilidad para hacer que fuera ella misma quien encontrase la decisión adecuada.
Pero no solo hablaban de trabajo; Música, cine, actualidad, todo era un motivo para charlar relajadamente, para escucharse el uno al otro.
Y de vez en cuando, aisladas en el conjunto de una conversación agradable, pequeñas pinceladas subliminales que le recordaban que un día besó sus labios, acarició sus pechos y rozó el límite que la hubiera llevado a acostarse con él. Al principio María ignoraba estas gotas de erotismo implícito y continuaba la conversación como si no hubiese captado el sentido de una palabra o de una corta frase, pero al cabo de pocos días sintió el impulso de dejarse querer un poquito.
"Me imagino el brillo de tus ojos ahora mismo" – dijo Pablo después de que una broma la hiciese reír.
"Bah! No creo que te acuerdes ya de como soy" – soltó esa frase casi sin pensarla, inmediatamente se dio cuenta de que parecía una incitación a continuar, pero no se sintió mal por ello.
"Tengo grabado en mi memoria cada rasgo tuyo, el olor de tu pelo… tengo registrado en mis manos el movimiento de tu cuerpo al bailar, la suavidad de tu piel y… algunas otras sensaciones que son imborrables" – María calló, hasta ahora había salido del paso evitando la respuesta y regresando a la conversación que mantuvieran en ese momento, nunca hasta ahora la insinuación de Pablo había sido tan explícita y nunca hasta ahora se había sentido tan dispuesta a dejarse acariciar por sus palabras.
"¿Tan poco tiempo da para tanto recuerdo?"
"Apenas fue una fracción de segundo y te puedo asegurar que las yemas de mis dedos aun conservan vivo el tacto de… el calor…" – la prudencia de Pablo al detener la frase le pareció de una delicadeza extrema. Había mencionado sin pronunciarlo el acto más intimo que habían compartido.
El silencio se instaló entre ambos, a través de la línea se cruzaban pensamientos no dichos, deseos silenciados; Fue Pablo quien rompió aquella intensa pausa.
"María, contéstame con sinceridad, si aquella noche no hubieran aparecido Carlos y Elena ¿Qué habría sucedido?"
"No lo sé Pablo, pasaron muchas cosas aquellos días".
"Pero… si no nos hubieran interrumpido…"
"Posiblemente habríamos hecho algo de lo que más tarde nos hubiéramos arrepentido"
"No lo entiendo María, ¿Qué te ocurre conmigo? Por una parte pareces estar cómoda, siento que te gusta que estemos juntos, pero luego, cuando me acerco a ti es como si algo te frenase, le he dado tantas vueltas a tu rechazo que he llegado a tener celos de Carlos y de tus amigos de Sevilla, ¿por qué yo no tengo un hueco en tu vida, como ellos?"
María dejó de escuchar, desde que había reanudado el contacto con Pablo jamás había recordado la farsa que Carlos y ella habían montado; ahora veía que aquella imagen de mujer infiel, liberada y promiscua se volvía en su contra si lo que quería era tener a Pablo por amigo; Maldijo el momento en el que se inventó aquella historia absurda de la orgia en Sevilla.
"¿Estás ahí? Dime algo por favor" – Había perdido el hilo de la conversación que Pablo mantenía sin imaginar su ausencia.
"Sí, estoy aquí"
"¿Entonces?" – no tenía ni idea de lo que había dicho y tuvo que improvisar.
"Mira, apenas me conoces, hay un cúmulo de contradicciones en mi interior, además no estoy pasando mi mejor momento y lo que de verdad necesito ahora mismo es un amigo" – un silencio que se le hizo inacabable respondió a su frase.
"Claro, lo entiendo, tan solo dime que quieres seguir teniéndome cerca" – María respondió sin dudar ni un segundo.
"Si Pablo, claro que quiero"
"Dime otra cosa: sin fecha, sin compromisos… ¿tengo alguna oportunidad contigo?" – María se sintió desolada, al final lo que a Pablo le importaba era follar.
"¿Quieres decir que si tienes alguna posibilidad de echarme un polvo?" – se dio cuenta de la brutal dureza de su comentario, totalmente desproporcionado.
"No he querido decir eso María"
"No te disculpes, es lógico, si me acuesto con Carlos, si me voy a Sevilla con mi amante y además me follan en una orgia ¿por qué tu no?" – su voz sonaba amargada, por primera vez usaba con él palabras directas, fuertes y eso no pasó desapercibido para él
"Queda mal decirlo pero no creo tener ningún problema para follar cuando y con quien quiera, no es eso lo que más me importa de ti y creo que lo sabes"
"¿Si? ¿Y qué quieres de mi entonces?"
"Hay algo en ti que me tiene enganchado como nunca me había pasado antes, te repito que tengo resuelta mi vida sexual sin grandes problemas, de ti me atrajo desde el primer día algo más que tu figura; Eres preciosa, tienes el cuerpo más increíble que recuerdo, pero por encima de todo eso está tu mirada; Cada vez que tus ojos se clavaban en los míos era como si me fallasen las fuerzas, no sé explicarlo mejor, es como si cualquier cosa que pudiera decir estuviera fuera de lugar, tu ojos me volvieron loco desde el primer día, tienen tantos matices, tantas formas de mirar, tanto poder que sueño con ellos…"
María escuchaba este monólogo sin poder reaccionar, sus palabras era como una caricia en su alma magullada, siguió escuchando palabras dulces, tiernas, cargadas de un erotismo delicado y de un arrebato de emoción tal que rindió sus reproches.
"Bueno, esa mujer que describes desde luego no soy yo, has idealizado a la chica que conociste hace ya unos meses y el paso del tiempo y la distancia te han hecho magnificarla.
"Eso tiene solución; Si exagero, si lo que te he dicho es producto de mi imaginación lo sabremos en cuanto te vuelva a ver, ¿cuándo y dónde?
"Para, vas muy rápido, apenas llevamos charlando unos días"
"María, por Dios, un almuerzo, una sobremesa frente a un café, no te estoy pidiendo nada más" – Se dio cuenta de que, de nuevo, la discrepancia entre la mujer libertina que representó en Sevilla y la mojigata que hablaba ahora era tan incongruente que no se explicaba sino era a la luz de la falsedad de una de ellas; Intentó corregir el rumbo, no quería que Pablo se sintiera manipulado ni engañado.
"Déjame que vea como están las cosas en el gabinete estos días, buscaré un momento en el que no estemos con prisas" – temió que esa frase diera pie a interpretaciones mas allá de lo que ella pretendía.
"Perfecto, lo dejo en tus manos"
Tras colgar, María volvió a sentir esa cálida placidez que la invadía cada vez que hablaba con Pablo; Relajada en su sillón del despacho recorrió con su imaginación los días pasados en Sevilla, sus charlas en el parque, sus traviesas incursiones por sus muslos, en su boca… ¿qué habría pasado, cómo estaría ahora si aquella noche nadie hubiera interrumpido el avance de sus dedos en su sexo? Sabía que no hubiera tenido fuerza para detenerle una vez ahí y que si Pablo le hubiese sugerido ir a la habitación probablemente habría mantenido una lucha consigo misma y probablemente la habría perdido.
Pero algo vino a devolverle la sensatez, algo que había pensado muchas veces: El instante después, una vez consumado el momento de pasión; Imaginaba su reacción, aun en la cama, haciéndose a la idea de haberme engañado, de haber sido infiel.
Porque así se sentiría a pesar de saber que yo no solo lo deseaba sino que la empujaba a hacerlo. Dudaba de mi propia reacción cuando pasase de ser una fantasía a convertirse en realidad, no estaba segura de cómo nos íbamos a sentir cuando ella se hubiese acostado con otro hombre, intentaba imaginar el día a día juntos sin que aquello se convirtiese en un muro entre los dos. Solo por eso estaba convencida de querer evitar situaciones peligrosas.
El teléfono la sacó de sus pensamientos, Roberto la traía bruscamente al presente, salió del despacho y recorrió el camino hasta llegar al suyo, abrió la puerta cuando éste ya salía a recibirla, hacía tiempo que ya no llamaba a la puerta antes de entrar.
Roberto se acercó sonriente a ella y María se preparó para el asedio inevitable, dos besos en las mejillas, un regate para evitar sus labios demasiado cerca de los suyos, una mano en su cintura, la otra en su cadera apretando la cabeza del fémur y buscando ir más atrás… todo en apenas unos segundos en los que María dócil pero firme controlaba que las cosas no fueran más allá de los limites que tácitamente había marcado.
Roberto la llevo hacia la mesa de reuniones sin quitar la mano de su cadera, cada vez más abajo, estaba segura que el movimiento de su cadera en la mano le excitaba, por eso buscaba siempre tomarla así cuando caminaban hacia la mesa.
"Tengo una sorpresa para ti" – dijo estrechándola hacia él aprovechando para posar su mano en su nalga, sus dedos abiertos como una garra apretaron su glúteo y siguieron amasando intermitentemente, María esperaba llegar a la mesa para deshacerse de él, pero Roberto se detuvo antes de llegar allí, la tomó del hombro y la volvió hacia él sin retirar su mano del culo, mantenía la carpeta como parapeto en su pecho, Roberto se la arrebató de las manos y la dejó en la silla que había detrás, María se inquietó, sus brazos quedaron en una posición vacía de sentido al perder la carpeta, parecía defenderse de él, Roberto tomo sus muñecas y las elevó hacia su cuello, ella hizo algo de resistencia y comenzó a componer una excusa pero al final reposaron sobre sus hombros, sin llegar a cruzarse por detrás, Roberto de nuevo la tomo de la cintura, estaban excesivamente cerca, su vientre rozaba el cuerpo de él.
"Vamos Roberto, pongámonos a trabajar…"
"El despacho 2 es tuyo" – María olvidó su frase y visualizó el plano en el que el despacho 2, el mejor del ala nueva, destacaba sobre los demás; Recordaba su tamaño, su posición al lado de Dirección, sus vistas… - "Creo que merezco un premio a cambio ¿no crees?"
María tardó en reaccionar, apenas había escuchado sus últimas palabras; Poseer ese despacho significaba algo más que ocupar un espacio físico, indicaba su posición en el gabinete, vaticinaba su futuro en él; Las manos de Roberto apresaban su cintura y vagaban libremente por su espalda y su culo, la conducta de Roberto era ya tan explícita que no cabía ninguna duda, o le detenía o, si le dejaba continuar, ya no tendría excusas para pararle en el futuro.
Roberto percibía cada duda de María y las aprovechaba para conquistar terreno, se aproximo aun mas y rozó su boca con sus labios, el primer pensamiento de María fue absurdo, sintió que no era tan diferente a cualquier otro beso, lo segundo que se le vino a la cabeza no fui yo sino Pablo besándola; Al no detectar rechazo Roberto convirtió aquel leve roce en un beso que presionaba en sus labios buscando un resquicio por donde colarse, sus mano izquierda apretaba su espalda contra él, rozando el broche de su sujetador mientras su mano derecha apretaba su culo pegándola a su pubis, María aun tenía sus brazos alrededor de su cuello aunque estaban laxos.
Dos estímulos la sacaron de su pasividad: la lengua de Roberto pugnando por entrar en su boca y la mano que se doblaba entre sus nalgas intentando introducirse entre ellas arrastrando la falda hacia arriba. María apoyo sus brazos en el pecho de Roberto haciendo palanca y se separó con firmeza pero sin violencia.
"Si vuelve a suceder algo así, presento la renuncia" – Roberto sonrió con incredulidad sin acabar de soltarla, la mano que sujetaba su espalda se dirigió a su axila, cerca de su pecho, Roberto fue a decir algo, pero estaba decidida – "La puedes tener en tu mesa en diez minutos" – María no luchaba, no hacía falta, su mirada no dejaba lugar a dudas, Roberto pareció debatirse entre su libido excitada y su sensatez, por fin la soltó y le hizo una seña hacia la mesa.
"Eres una ingrata… venga, sigamos con lo que tenemos pendiente"

2 comentarios - Entregando a mi esposa -Crónica de un consentimiento Prt 17

parejitaamor
Para cuando la continuaciòn, mi mujer se impacienta mucho!!