un trio inesperado

A veces, cuando menos lo esperas se presentan oportunidades, y de uno mismo depende el aprovecharlas o no. La historia que cuento me sucedió hace algunos años, y fue una de esas ocasiones que uno toma según vienen.

A César lo conocí tiempo atrás, por motivos de trabajo, aunque fue de forma muy superficial y sin tener una gran relación personal. Un día, tiempo después, en una calurosa tarde de agosto, me lo volví a encontrar, acompañado de su mujer, Marina, con lo cual la conocí también a ella.

Hacía tiempo que no nos veíamos, pero le reconocí, y como suelo presumir de ser una persona educada, le saludé con afabilidad. Él parecía contento de verme, y me presentó a su mujer, que me dio dos efusivos besos, entre azorada y embelesada. Me di cuenta de que le gustaba.

Me invitaron a tomar algo con ellos, pues se dirigían a una terraza, y yo acepté porque la verdad el calor era inaguantable, y una cerveza fresquita con limón vendría de perlas.

Ya sentados me fijé en ambos; Debían tener cuarenta y pocos, y por lo que me contaron llevaban desde adolescentes juntos, de hecho sus hijos ya eran mayores. Marina era una mujer morena, guapa de cara, pecho generoso y algo rellenita, sin llegar a ser gorda. Hablaba con timidez pero con los ojos chispeantes. A su mirada parecían aflorar las travesuras que pasaban por su imaginación. César era un hombre curtido, delgado, fibroso, con calva, pero disimulada por el pelo cortito, yo no diría que era un hombre guapo, más bien del montón, pero en cuestiones masculinas no me atrevo a opinar mucho.

Hablamos de cosas intranscendentes, del trabajo, de sus hijos, de las vacaciones,… En un momento dado fui al baño y los dejé solos. Cuando volví vi que Marina le hablaba al oído a César y este asentía. Al sentarme de nuevo con ellos, fue Marina la que se excusó, y se dirigió al baño, dejándonos a solas a César y a mí. Al levantarse ella, yo la miré y observé como se alejaba, fijándome en su culo.

- ¿Qué te parece mi mujer? - me preguntó César.

- Muy maja – respondí yo.

Me miró fijamente, como dudando si decirme las siguientes palabras… y al final se decidió.

- Me refiero físicamente. ¿Te gusta?

No me esperaba la pregunta… ¿le habría molestado que la mirase? Aun así me gusta ser sincero, así que le respondí.

- Sí, me parece atractiva.

- Supongo que te extraña la pregunta, pero voy a confiar en ti, y te voy a contar algo – me dijo él.

- Tú dirás… - contesté yo, pues ya me tenía intrigado.

- Mi mujer y yo llevamos años juntos, no somos para nada celosos, y nos gustaría experimentar cosas nuevas, pero siempre los dos juntos. Hace tiempo tuvimos un intercambio con otra pareja, durante unas vacaciones, y aunque al principio, cuando vi que el otro se pegaba a su cuerpo mientras bailaban, le metía mano, la sobaba entera… los celos me comían, y a pesar de que lo habíamos hablado, casi me dieron ganas de partirle la cara. Pero cuando la vi disfrutar, no sé cómo explicártelo… eso me puso cachondo, lo reconozco. Me excitó sobremanera ver como ella gozaba y acabé dedicándome a disfrutar de la mujer del hombre que se estaba follando Marina.

Desde luego no me esperaba esa confesión, y por una parte debía notarse mi sorpresa y por otra el morbo que me daba escuchárselo.

- Veo por tu cara que no te esperabas que te contase esto – Dijo mientras sonreía – Si te lo cuento, es porque nos gustó, y nos gustaría repetir, pero esta vez hacer un trío. A Marina le has gustado, y está de acuerdo. Si no te apetece no pasa nada, sólo te pido que seas discreto. He confiado en ti porque me pareces un tío al que no le gusta irse de la lengua y en lo que te conozco eres una persona legal.

- Sí, por eso no te preocupes – Le aseguré.

- Si quieres pensártelo… no hay problema.

En ese momento volvía Marina, sonriendo, mirándome a los ojos con cierta complicidad, como si compartiésemos un secreto que nadie más que nosotros sabía. Se notaba que quería probar mi polla, porque su mirada entre inquisidora y ansiosa parecía esperar una respuesta, y la verdad a mí no me importaría proporcionar satisfacción a ese deseo.

- Ya le he contado a nuestro amigo lo que habíamos hablado – le dijo César a Marina.

- ¿Y… qué te parece? César ya me había hablado hace tiempo de ti, y tenía ganas de conocerte, y ya que hoy nos hemos encontrado… podríamos aprovechar la oportunidad – dijo ella dirigiéndose a mí con una sonrisa nerviosa.

- No me lo esperaba… pero me da morbo la idea, y por mí está bien – contesté mirándola a los ojos, lo que hizo que se pusiera colorada – pero aclaro, que sería para estar los dos contigo, no soy bisex, no quiero que haya malentendidos y no sé lo que vosotros teníais pensado. No sé si eso es un problema para vosotros.

- En un principio a mí me gustaría probar con otro hombre, además a Marina le daría morbo vernos – dijo César – pero si no quieres no hay problema.

- De momento prefiero que nos centremos los dos en Marina.

- Hoy hemos quedado, pero si quieres hablamos esta semana y acordamos los detalles de donde y cuando quedar – Concluyó César.

- Por mí estaba bien – Respondí.

Dicho esto recogimos, nos levantamos, me di unos besos con Marina, que acercó la comisura de sus labios a mi boca… (se la notaba con ganas de tenerme) y estreché la mano de César para despedirme.

A los dos días recibí un mensaje de César preguntándome si podíamos hablar y concretar la cita. Le dije que sí y hablamos de dónde quedar. El lugar acordado fue un monte cercano, en medio del campo. Ellos tenían a los niños en casa, y follar al aire libre era una opción.

Conduciendo mi coche iba fantaseando lo que haría con Marina, y también me daba morbo imaginarme como se la iba a follar César delante de mí. Porno en vivo. Soy bastante voyeur, así que la idea de verlos follar me excitaba. Llegué cinco minutos antes al lugar que me había explicado César. Ya llevaba la polla dura, y estaba deseando metérsela a Marina. Siempre que pruebo un coño nuevo es excitante para mí.

El lugar elegido era un monte de encinas, alejado de la ciudad, con una carretera que lo atravesaba con poca circulación; observé mientras esperaba, buscando posibles lugares donde pudiésemos follar.

Finalmente llegaron ellos y pararon su coche junto al mío; era un todoterreno amplio e imaginé que querían follar dentro de él. Me invitaron a subir y dejar mi coche al lado de la carretera. Cogí los condones y me metí en el coche. Marina me dio dos besos y le di la mano a César, que condujo el coche adentrándose en el monte por los caminos de tierra. Al final vimos un lugar donde los árboles eran más espesos, y allí nos metimos, fuera del alcance de miradas indiscretas.

Una vez parado el coche, pasaron ellos al asiento trasero, y dejamos a Marina en medio de los dos. Se nos notaba un poco nerviosos a los tres, pero con ganas de empezar, así que rompí el hielo, y empecé a besar a Marina, enrollándome con ella… Mientras la besaba le tocaba las tetas por encima del vestido fino que llevaba puesto, eran unas tetas duras, muy bien puestas y grandes. César le tocaba el coño, y le robaba algún beso de vez en cuando. Le quitamos las bragas y pude ver su coño, el cual tenía rasurado… nosotros también nos desvestimos. Yo aún la tenía morcillona, pero a César se le notaba la polla a tope, tenía el cipote a punto de reventar, con el capullo brillante, y es que estaba totalmente cachondo ante la idea de follarse a su mujer con otro tío.

Yo quería metérsela ya y probar ese coño, pero aún no la tenía dura. A mí las primeras veces siempre me cuesta empalmarme, necesito tener confianza con la otra persona, en este caso, otras personas. Marina parecía desatada y me mamó la polla con ganas, parecía que me la fuese a arrancar. Esa imagen tímida que daba, se transformaba totalmente en ese momento de pasión. Ya no era el ama de casa recatada que me había dado la impresión, sino una mujer con ganas de rabo por todos sus agujeros. Después de mamármela un rato, y estando yo ya empalmado y con ganas de montarla, me pidió que antes le comiese el coño, y como me gusta dar placer lo hice. Sabía que cuando empezásemos a follarla los dos, el hecho de follársela César a pelo me iba a cortar. No quería el sabor de su polla en mi boca, así que se lo comí ahora y así Marina se quedaba satisfecha, y yo no tenía que sentirme incómodo. Marina se retorcía y gemía, mientras César le comía las tetas y la boca. Vi que César se meneaba la polla y la tenía a tope. Llegó un momento en que Marina no podía más y dijo que quería mi polla dentro. Así que me puse el condón, y abriéndose de piernas en el asiento, se la metí hasta el fondo, ya que con lo mojada que estaba entró suave. Empecé a culear y se corrió enseguida. Se quedó medio muerta y yo no sabía si seguir jodiéndola o parar, pero por si acaso la follé hasta correrme yo. Solté todo y Marina pidió más a César, con lo cual le cedí el lugar para que la follase él. Él la montaba a pelo, y disfruté del espectáculo, no tardó mucho en correrse, y creo que los tres esa primera vez, teníamos tantas ganas, que estábamos a punto antes de llegar.

Sudorosos y agotados, bajamos las ventanillas, para que corriese un poco el aire y poder recuperarnos. Hablamos un rato entre suspiros y risas. Marina estaba encantada, y bromeábamos con ella sobre lo bien que se lo había pasado con dos vergas para ella sola. Ella reía satisfecha. La primera vez nos corrimos tan rápido, que seguíamos con ganas de más, así que empezamos a jugar otra vez… yo estaba muy cachondo y recordé lo que había dicho César de que le gustaría probar con un tío. Les propuse que me la comiesen entre los dos, y aceptaron encantados. Era la primera vez que me la comía otro hombre, y siempre había oído que la comían mejor que una mujer. Tenía curiosidad.

Yo ya estaba con la polla empalmada, César dijo “que rica”, cogió aire como si fuera a bucear, lo cual me hizo gracia, y se la tragó. No la mamaba mal, pero no era para tanto, se le notaba que ponía ganas, y era más el morbo de verle con mi polla en la boca, que el gusto que me diese. Le apretaba la cabeza para que la tragase entera, y el aguantaba sumiso. Cuando llevaba un rato de mamada pasó a chuparla Marina, y la verdad que bastante mejor. La ensalivaba bien y la estimulaba con los labios y la lengua. Era muy concienzuda y buena mamadora. Estuvieron alternándose así un rato, pasándosela de uno a otro, y compartiendo besos entre medias. A veces mientras César me la mamaba yo me morreaba con Marina y le sobaba las tetas. Me estaban dando una buena comida al rabo entre los dos. No les pregunté si querían la leche, porque quería follar otra vez a Marina, así que me puse el condón y se montó encima de mí a horcajadas, cabalgando la polla y gimiendo como loca. La verdad es que era un poco exagerada y parecía que la estuviesen matando. Menos mal que estábamos en un lugar aislado. Entre la mamada que me habían dado entre los dos, y ahora la cabalgada de Marina, había aguantado un buen rato, pero ya subía la leche. Y me corrí un poco antes que ella, que siguió culeando con mis últimas descargas de leche, hasta que se corrió unos segundos después. Mientras César a nuestro lado se meneaba la polla frenéticamente y con una cara de salido total, con lo cual también se corrió desparramando su leche por su propio vientre.

Nos limpiamos, y como ya estábamos satisfechos los tres, fuimos vistiéndonos. Me acercaron a mi coche y hablamos de quedar otro día y repetir la experiencia. De hecho volvimos a encontrarnos alguna vez más, fuese los tres a la vez, o yo con Marina a solas, sabiéndolo César previamente.

Fue una buena experiencia y la confianza que llegamos a tener fue mucha. César no me la volvió a chupar, y yo tampoco se lo pedí, pero creo que se quedó con ganas de que le enculase alguna vez. Marina disfrutaba más cuando la follaba yo a solas, pero supongo que porque en el fondo, un trío me corta un poco, y soy mejor follador con la chica sola. Más de una vez la tuve a cuatro patas, con ese culazo delante de mí, y la dejé exhausta. Ahora ya hemos perdido el contacto, pero de vez en cuando me acuerdo de ellos y por lo que sé de las últimas veces que hablamos, ellos también se acuerdan de mí.

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