No hay culpables... ni inocentes ( versión de Laura)

Mi esposo José es un buen hombre, eso no puedo negarlo. Muy atento y servicial. Pero los años nos van agotando. Ya no me excita como antes. Cuando planeamos estas vacaciones, pensé que sería un escape de la rutina, y en cierta forma lo fue. Nuestras relaciones mejoraron, pero me cansaba ver a mi marido siempre desarreglado. Parecía que el hecho de estar de vacaciones no significara tener que estar atractivo. En fin. Ya me había adaptado a esta situación y trataba de disfrutar estos días lejos de casa.
Todo cambió cuando nuevos vecinos se instalaron en la cabaña contigua. Un hombre algo mas joven que José, pero el día y la noche. Bien vestido, bien peinado, afeitado, con un perfume que me mareaba de solo pasarle cerca. Descubrí que era divorciado y que había venido con su hija, una típica adolescente de 19 años, bonita, como se puede serlo a esa edad, pero totalmente incapaz de sostener una conversación. Me imaginé que su padre, mas allá de quererla como su hija, debía estar aburrido de hablar con ella. Daba toda la sensación de necesitar otras cosas.
Nos hicimos amigos y comenzamos a salir los cuatro. Ir a la playa, a almorzar, de compras, y siempre Roberto, que así se llama el hombre, aparecía bien vestido y arreglado, marcando una clara diferencia con mi marido que se había tomado en serio lo de las vacaciones. La comparación era inevitable, y unido a esto la educación y la atención que me brindaba Roberto me gustaban, para que negarlo. En realidad me calentaba.
Sin embargo, no pasaba todo de un inocente juego de flirteo de verano. El era muy atento, pero jamás hizo ninguna insinuación. Sin embargo, hay pequeños detalles que a una mujer no se le escapan y sentí que no le era indiferente.
Cuando nos quedábamos solos por alguna circunstancia, su tono de voz se hacía más íntimo, mas posesivo, sin perder su elegancia. Lo descubrí mas de una vez mirando mi cuerpo cuando yo aparentaba no mirar. Esas miradas hacían que me mojara por completo. Y a la noche era mi esposo el que recibía por descarte la calentura que había acumulado durante el día. En fin, así son las vacaciones, me imagino.
Con mi esposo además, tenemos gustos distintos. Por ejemplo, el odia ir al casino, cosa que a mí me encanta. Los primeros días apenas si pude ir una vez y tuve que regresar temprano porque el ya estaba aburrido. Con sorpresa descubrí que Roberto era también un apasionado por el juego así que una noche organizamos una salida. Mi esposo, como de costumbre prefirió quedarse mirando televisión. Roberto, su hija y yo salimos y una vez en el casino, Joana, su hija, se quedó en la barra tomando algo y nosotros nos perdimos entre las mesas.
El cambio de Roberto cuando quedamos solos fue sorprendente. Me hablaba al oído, me tomaba del brazo, acariciaba mi espalda , me indicaba como jugar. Yo estaba en una nube, debo reconocerlo. Todas esas atenciones me superaban, y lo dejé hacer sin ponerle ningún freno. Con el paso de la noche fue haciéndose mas y mas posesivo, y al final, me tenía abrazada de la cintura mientras estábamos en la ruleta. Su mano caliente y su perfume me envolvían y me quemaban. Yo estaba totalmente entregada a este macho viril y atractivo. Cuando la noche terminó volvimos a casa y yo estaba tan excitada y necesitada de liberar la tensión sexual que busqué a mi esposo en la cama y tuvimos un sexo salvaje como había tiempo no teníamos. El se durmió de inmediato después de vaciarse, y yo aún caliente a pesar de haber alcanzado el orgasmo, tuve que masturbarme para conciliar el sueño. Por fin me dormí con muy pocas ganas.
Al día siguiente, noté que en la playa las miradas de Roberto eran mucho mas directas, como si estuviera pensando en algo, y aprovechaba cualquier circunstancia para acercarse a hablar conmigo y apoyar su mano en mi espalda o mis hombros como al acaso, mientras me hablaba, como si lo hiciera para llamar mi atención al diálogo.
Esa tarde propuse ir nuevamente al casino, y mi esposo, como supuse volvió a negarse a acompañarnos. Para mi sorpresa Joana también se negó, lo que dejó a Roberto en la obligación de quedarse también.
Rápidamente una idea ganó mi mente.
- Pero Roberto, si José se queda, Joana podría quedarse con él hasta que regresemos, dije mirándolo con intención.
Roberto me miró rápidamente y de dirigió a mi esposo.
- No se. Quizás José quiera estar tranquilo y no hacer de niñera
Por supuesto mi esposo no puso ningún pero, y Roberto aliviado volvió a mirarme. Nuestras miradas sin hablar hacían más promesas que si estuvieramos dialogando. Cuando Joana aceptó quedarse con mi marido, respiré aliviada.
Esa noche me arreglé con especial esmero, mientras mi marido tumbado en el sofá miraba televisión. Cuando salí a preparar la cena fue a bañarse. Debo reconocer que me sorprendió verlo afeitado y limpio, y cenamos tranquilamente.
A las 10 de la noche mientras terminaba de arreglarme, golpearon la puerta y escuché a mi marido y Roberto dialogando. Cuando salí, la cara de sorpresa de Roberto me mostró que lo había sorprendido gratamente, y no pudo evitar elogiar mi imagen, aunque con todo el respeto como para que no fuera mas que un elogio de cumplido, el cual agradecí. Joana, con su librito bajo el brazo parecía mas nena de lo que era, y compadecí a mi esposo que tendría que hacer de niñera toda la noche.
Salimos y como el casino estaba cerca fuimos caminando. Su mano se apoyó en mi cintura mientras caminábamos y una corriente eléctrica me sacudió. No se si el lo notó, pero como sea su mano se quedó allí durante toda la caminata.
Ya en el casino comenzamos a jugar y cada victoria o derrota era un buen motivo para acercarnos y tocarnos, primero suavemente pero luego cada vez mas y mas profundo. Mis manos apretaban sus brazos musculosos. Las suyas jugaban con mis hombros. La tensión sexual era innegable, y creo que quienes nos rodeaban también la notaban. Las miradas de soslayo de las demás mujeres, mostraban claramente como envidiaban mi compañía. Y es que Roberto era particularmente atractivo y viril.
Luego de una hora habíamos ganado una suma interesante, y decidimos ir al bar a tomar algo. Roberto pidió dos copas de vino blanco bien helado y mientras bebíamos la charla fue haciéndose más íntima.
Me contó de sus problemas con su fallido matrimonio y elogió el mío que había perdurado en el tiempo.
- En realidad el matrimonio es mas tolerancia que otra cosa, dije seria
- Pero José parece un buen hombre
- Es un buen hombre pero ciertas cosas ya no son como antes. Ninguno de los dos disfrutamos de nuestra relación como antes.
- Vamos Laura, no puedo creer que José no sueñe con estar contigo todas las noches, dijo zalamero.
- No te burles. Justo tu que debes tener infinidad de mujeres tras de tí, le dije melosa.
- Tampoco es para tanto, no te creas, dijo sonriendo, en realidad pocas son tan bellas como tú.
- Eso no puedo creerlo. Y los dos nos reímos.
Cambié entonces de tema.
- Bonito lugar este, no? Dije mirando el salón.
- Si, está bien arreglado.
- Me han dicho que además es un hotel de lujo. La verdad que jamás me hospedé en uno así, dije mirando a mi alrededor.
- Yo por cuestiones de trabajo he tenido alguna vez que hacerlo, y no te creas que es tan maravilloso. Si tienes todas las comodidades pero son bastante fríos e impersonales, dijo apurando su copa y pidiendo otra para los dos. Yo también terminé la mía y sentí que me mareaba un poco.
Antes que trajeran las nuevas copas se levantó.
- Disculpame un momento, dijo y se alejó. Imaginé que iría al baño así que me quedé mirando la gente y cuando el mozo trajo las copas comencé lentamente a beber la mía.
Al rato Roberto volvió y se sentó como antes, tomando un trago de su copa.
- Acabo de hacer una locura, y espero que no te ofendas, dijo sonriendo.
Lo miré sorprendida.
- ¿ Qué hiciste?
- Alguilé la mejor suite por esta noche con el dinero que habíamos ganado. Ya que te interesaba conocer un hotel de este nivel, he decidido cumplirte el sueño. Pero si te parece mal, perdóname, dijo inocente.
Lo miré tratando de aparentar tranquilidad.
- No me parece mal, pero piensa que a las 3 cierra el casino y tendremos que volver. Me parece un desperdicio de dinero, dije
- Es una locura nada más. Subes recorres la habitación , vas al baño y al menos sabes de que se trata.
- No voy a subir sola, dije, me imagino que me acompañaras a hacer el recorrido.
- No quisiera comprometerte si nos ven entrar juntos a una suite, dijo atento
- No hay problema. Los dos somos grandecitos y sabemos como comportarnos, me imagino, pero ya son las 11. Es tarde.
- Pues si nos tenemos que ir temprano, ¿a qué esperamos?, dijo levantándose y tendiendome su mano. Lentamente mirándolo a los ojos tomé su mano y me levanté del sillón, mi cuerpo parecía flotar, no se si por efecto del vino o de las circunstancias. Una vez de pie quise tomar mi copa para llevarla.
- No, déjala. Como parte de la suite hay una botella de champán esperándote, seguramente, dijo comenzando a caminar hasta el ascensor.
El hotel tenía 8 pisos, y la suite estaba en el último, al fondo del pasillo.
Entramos y Roberto encendió la luz. La habitación tenía una recepción amplia con sillones y una mesa ratona sobre la cual una botella de champán en hielo y una fuente con bombones y fruta se destacaban. Me dirigí a la ventana y al abrirla, toda la playa y el mar se extendió a mis pies, en un balcón con plantas tropicales, que impedían que desde abajo se viera a quien estaba allí.
- Es realmente hermoso, dije, dándome vuelta. Roberto estaba en medio de la habitación observándome.
- Vamos, aprovecha y recorre toda la suite, me alentó.
Recorrí el salón todo alrededor. En una de las paredes, había dos puertas de madera corredizas. Al abrirlas accedí al dormitorio propiamente dicho. Una cama King Size enorme, con sábanas de hilo muy fino. Me acerqué a tocarlas y luego vi otra puerta que conducía al baño. El baño era enorme. Un antebaño espejado casi por completo, y detrás de una mampara una bañera enorme con hidromasaje, donde cabían comodamente dos personas. Luego de la inspección volví al salón donde Roberto ya había servido dos copas de champán.
Nos sentamos en el sillón y bebimos en silencio. Apuramos la primera copa rápidamente y nos dedicamos a saborear la segunda. Entre las copas de vino y las de champán yo estaba realmente omnubilada.
- ¿ Qué te pareció?
- Muy bonito dije mientras bebía.
- Pensé que esta sería el mejor lugar, para que quedara en tu memoria, dijo sin mirarme.
- ¿ El mejor lugar? Pregunté sorprendida.
- El mejor lugar para recordar donde engañaste a tu esposo por primera vez, dijo mirándome con una expresión sensual que me dio escalofrío.
Me quedé helada, situación que Roberto interpretó correctamente acercándose y besándome en la boca, primero suavemente y luego cada vez mas posesivo, hasta que terminamos prácticamente acostados sobre el sillón, él encima mío. Con esfuerzo conseguí zafar de la encerrona.
- Espera, que me vas a arrugar la ropa y no podré explicarlo, dije alisando mi vestido.
- Eso tiene solución. Desnúdate, me dijo apoyándose sobre el respaldo.
Lo miré e iba a oponerme, pero la lujuria que vi en su mirada hizo que me mojara por completo, así que me levanté luchando para mantener el equilibrio y sin decir nada, me quité el saquito que llevaba, desabroché mi blusa y la saqué de mi pollera, para quitarmela lentamente. Mientras lo miraba a Roberto que no perdía detalle de mis maniobras mientras apuraba su copa.
Cuando quedé solo con mi soutien, Roberto se irguió en el sillón. Era evidente que le gustaba lo que veía.
Desabroché mi falda y bajé el cierre dejándola caer al suelo. Salí de ella y la levanté, colocando toda mi ropa sobre uno de los sillones. Me saqué los zapatos y sentándome en el mismo sillón, me quite una a una mis medias. El bulto que se marcaba en el pantalón de Roberto mostraba claramente que mi show le gustaba.
Por fin quedé allí de pie solo con mi corpiño y mi bombacha, desafiante, con los brazos en jarra.
Roberto se paró y se acercó hasta mí, me besó tiernamente en la boca lo que terminó por desarmarme, y me habló al oído.
- Ahora desvísteme a mí, me pidió.
Lentamente le quité su sweter con su necesaria colaboración. El aroma de su cuerpo me envolvió manteniéndome excitada y caliente. Desabroché las mangas de su camisa y uno a uno sus botones hasta dejar a la vista ese tórax que tan bien conocía de la playa. Saqué la camisa de su pantalón y se la quité arrojándola sobre mi ropa en el sillón, como había hecho con su sweter.
Me arrodillé y desabroché sus zapatos, uno a uno y se los quité, al igual que las medias, y luego, desabroché su cinturón, el botón de su pantalón que me dio trabajo y provocó que ambos nos riéramos y liberáramos algo de la tensión del momento y por fin pude bajarlo y con su ayuda quitárselo y arrojarlo al sillón, donde nuestras ropas de mezclaron y apilaron como seguramente estaríamos nosotros dentro de poco rato.
Así arrodillada, tenía ante mis ojos un boxer de seda que marcaba un bulto importante. Mi esposo está bastante bien equipado pero esto era otra cosa. Mi mano se introdujo en su ropa interior y tropezó con algo grande y duro. Al recorrerlo mi mano se mojó con el liquido preseminal que ya liberaba.
Tomé su Boxer por los lados y lo bajé lentamente. De pronto una vara larga y gruesa saltó como una fiera enjaulada que queda libre y quedo vibrando frente a mi cara. Era la verga mas larga y gruesa que jamás había visto, si bien debo reconocer que no tengo tanta experiencia. Lentamente la tomé con mi mano y la descapuché. Su cabeza amoratada y húmeda mostraba claramente el grado de excitación de mi macho.
- Me imagino que tienes experiencia chupando vergas, no ? Dijo empezando a usar un lenguaje mas soez que el acostumbrado lo que en lugar de sorprenderme me calentó aún mas.
Sin contestar me la tragué todo lo que pude, aunque no me entraba toda. Luego de un rato pugnando por sorberla, el tomó mi cabeza y empujando terminó por hacer que mi boca se pegara a su cuerpo. Sentía esa serpiente en mi garganta.
- Respira por la nariz, vamos que si no vas a ahogarte, me aconsejaba, así lo hice, pudiendo aguantar esa tremenda verga en mi boca un buen rato, mientras el se masturbaba como si estuviera tirando. Cuando la sacó, un montón se saliva salió de mi boca, corriendo por mis pechos.
Me tomó por debajo de los brazos y en un solo movimiento me puso de pie, para volver a apoderarse de mi boca, y esa es la expresión, porque lo suyo no eran besos. Era una máquina depredadora que usaba mi cuerpo como le venía en ganas.
- Desde que te vi, soñe con tenerte así, me decía entre beso y beso. ¿ Y vos? ¿ En que momento sentiste que ibas a ser mía? Me preguntaba humillándome.
- No lo pensé nunca, dije mintiendo.
- Vamos Laurita, los dos sabemos que eres una putita y que te morías por sentirla bien adentro, no me mientas que con esa boca de prosti lo único que te gusta es la verga, estoy seguro.
- No es verdad, nunca hice esto, dije sinceramente.
- Me parecía que tu marido debía tener mas cuernos que un ciervo, pero si tu lo dices te creo. Te aseguro que con los de esta noche tendrá para un tiempo largo porque pienso partirte en cuatro, dijo mientras me levantaba en el aire haciendo que mis piernas envolvieran su cintura. A través de mi bombacha yo sentía esa dureza y mientras nos besamos me llevó al dormitorio para arrojarme sobre la cama sin demasiados miramientos. Ese maltrato era justo lo que yo deseaba y el parecía adivinarlo. Estaba cansada de los buenos modales.
Cuando caí sobre la cama me apoyé en el respaldo y lo miré mientras abría las piernas, y me acariciaba. Roberto miró un rato como yo frotaba mi sexo y mis tetas, y su cara se convirtió en una mascara de lujuria descontrolada que daba miedo. Estaba totalmente sacado. Iba a poseerme como jamás me habían poseído.
Se acercó a la cama y me quitó la bombacha dejándome desnuda de la cintura para abajo. Se sentó en la cama y desabrochó hábilmente mi corpiño. Mis brazos ayudaron a quitarlo. Volvió a besarme mientras sus manos acariciaban hábilmente mis tetas, cuyos pezones ya estaban duros de deseo, y el lo notó.
- Estás calentita putita. Me imaginé que eras muy calentona, a ver, dijo y una de sus manos buscó mi sexo el cual estaba empapado, si, estás muy caliente. ¿ ya te la querés comer, putita?, preguntaba sin esperar respuesta mientras su boca bajaba por mi cuello lamiendo mi oreja.
- Por favor, por favor, la quiero adentro, me sorprendí diciendo. Nunca me había expresado así, ¿ Tendría razón Roberto? ¿ En realidad era una puta barata?
Roberto se fue hasta el pie de la cama y tomando mis tobillos me obligó a acostarme por completo. Luego subió por mi cuerpo hasta ubicarse con las rodillas a los costados de mi cintura, y ubicó su verga entre mis tetas.
- Hazme una buena cubana me ordenó, y yo tomando mis pechos apreté su verga cuyo calor me quemaba. Lentamente comenzó a moverse haciendo que la punta de su verga asomara por encima de mis tetas, golpeando mi barbilla. Siguió así varios minutos.
- ¿ Qué voy a hacer contigo? Preguntó. Y bajando separó mis piernas ubicándose en el medio. Las levantó de manera que le envolvieran la cintura y apuntó su vara a mi sexo.
- No. Eres tan putita que vos la vas a dirigir , dijo apoyándose con sus manos a ambos lados de mi cabeza. Mis manos buscaron entre los cuerpos hasta encontrar su herramienta, y la ubiqué separando mis labios vaginales. Nos miramos. En su mirada había toda la decisión del macho que se sabe dueño de la acción. Avanzó unos centímetros y su cabeza cruzó la entrada de mi sexo, dilatándolo por completo. Me sentí llena como nunca. Cerré los ojos por un momento.
- Abre los ojos putita, quiero ver tu expresión cuando la tengas toda adentro, me dijo.
Volví a abrir los ojos. Si antes su expresión era de salvaje lujuria, ahora ya daba miedo. Y placer. Un placer desenfrenado. Un nuevo avance y su cabeza terminó de adueñarse de mí, haciendo que el borde de su cabeza funcionara como un anzuelo, trabando e impidiendo que se retirara. Solo quedaba empujar hacia adelante. Me moví tratando de facilitar la penetración y levanté mas mis piernas envolviendo su cintura. Roberto tomó mis hombros y con esa palanca volvió a empujar. Un grito salió de mi boca. La sensación de plenitud era increíble.
- Despacio, despacio, me lastimas, dije casi gritando.
Se quedó un instante quieto. Me besó en la boca y su lengua la recorrió. Se separó, respiró profundo y usando mis hombros nuevamente como palanca, volvió a empujar. Estaba llena. Su verga había llegado adonde ninguna otra había llegado jamás. Comencé a gemir y suspirar.
- Ya está, ya está, supliqué.
- Revisa con tu mano, me dijo, y mi mano bajo entre los cuerpos para descubrir que aún quedaban 3 ó 4 cms. de su verga fuera de mi cuerpo.
- No puedo mas, dejala ahí, supliqué.
- No pienso dormir afuera. Una putita como vos tiene que tener mas aguante. A callar que dije que hoy los cuernos de tu marido iban a ser inolvidables. Y también dije que te iba a partir, y yo cumplo mis promesas. En ese momento se afirmó nuevamente y con un último empujón mi mano sintió como esa verga interminable se hundía por completo en mi cuerpo. Seguramente debió ingresar en mi útero porque no había mas lugar donde ponerla. El dolor me hizo gritar. El me besó y se quedó quito.
- Shhh, tranquila. Ahora esperaremos que te acostumbres al pistón, y luego te daré un viaje que no olvidarás en muchos años, dijo mientras me besaba en el cuello, las mejillas la cara y la boca.
Yo estaba excitada como nunca. Despacio comenzó a moverse dentro mío, y lentamente fue acelerando el ritmo. Cuando sus penetraciones se hicieron profundas sentí crecer mi orgasmo y sin poder ni querer evitarlo acabé como una verdadera puta.
- Así me gusta putita, goza, goza, que esta noche vas a acabar mas que en el último año, te lo aseguro dijo Roberto sin dejar de serrucharme. Mi orgasmo fue largo y profundo y me dejó floja como nunca antes. Pero esa sensación duró poco. La herramienta en mi interior seguía taladrándome sin pausa y de a poco recuperé la excitación inicial. Nunca me habian cogido de esta manera. De pronto Roberto se afirmó en sus rodillas y me arrastró hasta quedar sentada sobre él con mis piernas envolviéndolo y su verga profundamente enterrada. En esa posición dejó de moverse mientras me besaba, y fui yo la que envolviendo sus riñones comencé a alejarme y a acercarme para gozar.
- Hmmm, eres toda una experta. Yo sabía que eras una putita. Vamos , dale, montame yegua, montame, me alentaba y yo aceleraba mis movimientos cada vez mas. Mi calentura crecía y crecía y sentía que su verga también se dilataba. Al final me la enterré hasta el fondo y volví a tener un orgasmo, pero esta vez, el se preparó para acompañarme.
- Espera no me llenes, ponte un forro, supliqué mientras trepaba la cima del éxtasis.
- Ni en sueños putita. Imagino que te cuidas, y si no tu maridito tendrá que darle el apellido, dijo comenzando a regarme bestialmente. Su leche caliente hizo que mi orgasmo se duplicara, extendiéndose mas. No atiné a oponerme. Si quería llenarme, que me llenara. Hoy era suya y podía hacer conmigo lo que quisiera. Terminamos los dos. Su semen corría por mis piernas. Nunca había sentido tanto. Desmonté de su verga y me acosté agotada en la cama. Roberto cayó hacia adelante a mi lado, quedando boca abajo.
Cerré los ojos mientras recuperaba el aire y recordaba lo ocurrido. Nunca había engañado a mi esposo y en lugar de sentirme culpable me sentía plena y satisfecha. Habia disfrutado como nunca. Roberto había demostrado ser el semental que aparentaba.
- Eres toda una yegua, dijo como si leyera mis pensamientos.
- Tu te defiendes bastante, dije acariciando su espalda. Pero me parece que es tarde y debiéramos irnos, dije sin mucha convicción.
- ¿ Irnos? Si esto recién empieza. No miento con mi comportamiento Laura, tengo mas para darte y no voy a dejar que te vayas hasta que ambos estemos satisfechos, dijo tomando mi mano.
Miré mi reloj. Eran las 2 de la mañana. No iba a poder repetir su actuación. No había tiempo. Teníamos solo hasta las 3.
Roberto se levantó y fue al baño. Demoró un rato y al salir se acercó a mi lado de la cama y me levantó en brazos. Sin preguntar me colgué de su cuello y comencé a besarlo. Me llevó al baño, y vi que había llenado la bañera y los chorros de agua y el vapor invitaban al relax. Entró a la bañera y me depositó suavemente, mientras se ubicaba a mi lado. El agua caliente me aflojó aún mas. Los chorros pegaban en mis piernas y mi espalda dando una agradable sensación. Su mano buscó mi sexo y uno de sus dedos se introdujo en mi cuerpo comenzando a masturbarme. Lo dejé hacer. Luego de unos minutos fue mi mano la que buscó su sexo y con sorpresa me encontré con una verga tan dura como al principio. El muy degenerado se había recuperado y estaba pidiendo mas. Abrí los ojos y su sonrisa maliciosa me gustó.
- No te esperabas encontrar mi lanza lista de nuevo, no putita?, bueno ahora la vas a chupar bien, dijo levantando su cuerpo y sacándola del agua como si fuera una isla en medio de la bañera. Mi boca se dirigió a esa protuberancia como si en ello me fuera la vida y la capturé de inmediato comenzando a succionarla.
- Ahora la vas a enjabonar bien, me dijo alcánzandome un jabón que había allí. Lentamente la froté y la llené de espuma.
- Ahora es mi turno, dijo levantándose y sentándose en el borde. Hizo que me pusiera en cuatro patas y con una esponja y el jabón lavó mi sexo y mi ano. El roce de la esponja me enloquecía y apenas noté cuando uno de sus dedos forzó la entrada de mi culo y lleno de jabón comenzó a entrar y salir. La sensación era muy placentera y ocultando mi cara entre mis manos me dediqué a gozar. Cuando dos dedos abrieron mi culo ya el placer era supremo. Estaba al borde del orgasmo.
Cuando se retiró, quedé vacía y desesperada, pero de inmediato algo más grande se ubicó en la entrada presionando mi esfinter, y con un golpe de cadera, favorecido por el jabón , la cabeza de su verga lo atravesó ingresando en mi culo. Grité de la sorpresa y el dolor.
- Tranquila putita. Seguramente no es la primera vez que te hacen el culito, así que goza y quedate flojita.
- Soy virgen por ahí hijo de puta, dije asustada.
- Hmmm, no me digas. Eras virgen deberías decir. Después de hoy la verguita de tu esposo podrá sodomizarte todos los días, porque mi verga te lo va a dejar abierto para el campeonato de culos, dijo empujando otro poquito.
La sensación era extraña. Por un lado me dolía pero por otro, sentirme una perra puta a la cual le hacen el culo de esa manera, me calentaba mas que nada que recordara.
Su mano buscó mis pezones y descubrió que estaban duros como piedras.
- te calentaste mal puta. Hace rato que querías que te partieran el culo, no? Y tu maridito no se dio cuenta. Una pena porque si no hoy sería más facil tragarte mi pedazo, pero por otro lado, una suerte para mí que te voy a desvirgar y serás mía para siempre. Culo que prueba mi verga vuelve siempre, dijo empujando un poco mas.
Comencé a sollozar, pero de nada sirvió. Siguió empujando y empujando, sin prisas, pero sin pausas hasta que consiguió que todo su descomunal aparato se alojara en mi pobre culito. Nuestros cuerpos se chocaron.
- Toca, toca, me invitó y mi mano buscó entre los cuerpos para encontrar solo sus dos pelotas duras y distendidas, llenas de semen, pegadas a mi vagina. Me había sodomizado por completo. Ese descubrimiento hizo que tuviera un nuevo orgasmo sorpresivo e inesperado.
- Vaya con la putona. De solo tenerla adentro acaba. Hmmm, me parece que eres más puta de lo que yo pensaba, se burlaba Roberto mientras yo acababa.
Me dejó terminar y luego comenzó a moverse al principio lentamente luego más rápido. Yo sentía como si al retirarse diera vuelta mi culo como un guante y lo arrastrara hacia afuera, hasta que su líquido preseminal ayudó al jabón en la lubricación y entonces sus arremetidas eran tan fáciles como antes lo habían sido en mi sexo. Para colmo al ser su segundo polvo, el animal no tenía ni miras de terminar. Estaba dispuesto a partirme en cuatro como me había prometido. Y yo solo podía quedarme flojita y gozar.
Por fin, aceleró, comenzó a respirar agitado mientras susurraba palabras que yo no entendía y clavándome hasta el fondo comenzó a vaciarse. Se retiraba y volvía a clavarme y otro chorro de leche me inundaba y así por un buen rato.
Yo temí que quedarámos abotonados como los perros, como leí que alguna vez pasaba, pero antes que se le bajara el la sacó habilmente y yo caí dentro de la bañera totalmente destruida.
Nos quedamos un rato mas. El miró su reloj. Las 3 y cuarto. Estábamos fuera de hora. Rápidamente nos secamos y nos vestimos. Volví a maquillarme sin tanto detalle, ya que luego de toda la noche era lógico que algo se hubiera perdido, de pasada bebimos una copa más de champán y nos fuimos rápidamente. De cualquier manera eran casi las 4 cuando entramos a la cabaña. José estaba mirando tele, y Joana, con su libro casi dormida, estaba en el sofá.
Conseguimos disimular bien y nadie notó nada. Cuando quedamos solos me fui a acostar. En el baño revisé mi cuerpo y vi que tenía mi sexo y mi culo en carne viva. El tratamiento que me había dado Roberto había sido bestial y placentero. Me acosté y cuando entró José me hice la dormida. Esa noche no estaba en condiciones de tener sexo con él.



Las vacaciones terminaron y nos hicimos nuevos amigos. Roberto no vive cerca de nuestra casa, pero con la excusa del juego podemos compartir alguna salida que siempre termina en la cama, donde descubrí cosas impresionantes, que luego de a poco, comparto con mi marido. Todavía el no entiende como tardé tanto en descubrir que me pierde el sexo anal, pero disfruta como un poseso sodomizarme todas las veces que se lo pido. Mientras yo me acuesto con Roberto, el cornudo de mi esposo, tiene que hacer de niñera de Joana. No entiendo como no sospecha nada, pero bien dicen que el cornudo es el último en enterarse.

6 comentarios - No hay culpables... ni inocentes ( versión de Laura)

danymaguna
🔥 👏 😉 🔥 👏 😉 🔥 👏 😉 🔥 👏 😉 🔥 👏 😉
Lady_GodivaII
si si si me quedo con la versión de Laura!!!
mimilau
jajaja y bue... Muy bueno!!
Gracias!
PattoShakas
Si es cierto, el cornudo(@) es el ultimo en enterarse.
Ni pex nadie esta exento.
A coger y mamar que el mundo se va a cabar.
Excelente.