No hay culpables.... ni inocentes.

Claro, seguro que todos dicen lo mismo, pero les aseguro que esta vez es cierto.
Me llamo José. Tengo 50 años. No soy ni alto ni bajo, ni flaco ni gordo. Soy un tipo normalito, bien para la edad que tengo, pero ninguna maravilla. Y además no me la creo. Tengo un pene interesante, de 18 cm., con un grosor acorde al tamaño. Ninguna de las mujeres con las que estuve se ha quejado, la verdad, pero tampoco que soy un semental salvaje. Me gusta tener sexo todos los días, pero no siempre puedo, ya que mi matrimonio es como cualquier otro. Mi esposa no siempre está de humor para la cama. Además la rutina también hace estragos. Incluso algunas veces he tenido que ayudarme con viagra para llegar a tener una erección plena, consecuencia también del stress y como dije, la puta rutina.
Mi esposa, Laura, tiene 10 años menos que yo, y es realmente muy atractiva. Buen cuerpo, bonita, cabello castaño largo. Realmente un sueño para cualquiera. Por supuesto, no tanto para mí, que vivo con ella.
Luego de un año de trabajo, nos tomamos unas merecidas vacaciones en un pueblo de la costa, y debo reconocer que el calor, la poca ropa y la ausencia de problemas, me tenía excitado todo el día, y a mi mujer también, con lo cual nuestras relaciones mejoraron sustancialmente. Era rara la noche en que no teníamos sexo, e inclusive algunas tardes, llegamos a tener unas sesiones fabulosas.
Al pasar la primera semana, nuevos inquilinos ocuparon la cabaña frente a la nuestra. Un hombre de unos 45 años, y una joven de no mas de 20 llegaron y comenzaron a instalarse. Al principio me dio toda la impresión de ser una aventura clandestina, dada la edad de las personas, pero a poco de informarnos nos enteramos que eran padre e hija. El estaba separado y venía a pasar una semana de vacaciones con su hija, Roberto tenía 45 años, y Joana 19.
Se notaba que Roberto era un tipo muy cuidadoso de su aspecto, tenía un buen físico y vestía muy bien, incluso en un lugar donde la mayoría nos abandonamos y usamos lo primero que encontramos. El cuidaba cada detalle de su atuendo. Y su hija era una verdadera belleza, esa belleza que tienen las mujeres a esa edad. Ese cuerpo firme por donde uno lo mire, con toda la fogosidad e inexperiencia de quien recién comienza a andar por el mundo. Verla caminar era una verdadera poesía, y usaba unas micro bikinis que no dejaban nada librado a la imaginación. De allí en adelante muchas noches mi mujer facturó los deseos que me despertaba esa chiquilla.
Y para colmo, nos hicimos muy compinches de nuestros vecinos, comenzamos a ir a la playa juntos, a salir de noche juntos, y el trato y la proximidad me hizo sospechar que Joana no era indiferente a mi persona. La forma en que me miraba, en que se movía cuando yo estaba cerca, la forma en que se mostraba delante mío, daba toda la sensación que buscaba desafiarme. Al principio no le hice caso, pensando que era la rebeldía propia de los adolescentes que buscan límites, pero cuando este comportamiento se fue repitiendo , empecé a reaccionar y a responder con frases de doble sentido cuando nadie nos escuchaba, que ella recibía siempre con sonrisas y mohínes de placer.
Roberto y mi esposa compartían el gusto por el casino, cosa que a mí no me interesaba. Algunas veces la acompañaba a mi esposa pero al poco rato de estar allí, ya comenzaba a sentirme incómodo y mi mujer terminaba por tener que irse para acompañarme. Con la llegada de Roberto esta situación cambió. Así una noche los tres se fueron a la casa de juegos y yo me quedé viendo televisión. Regresaron muy tarde. Yo estaba dormido frente al aparato y me desperté al entrar mi esposa.
- Hola, mi amor, dijo dándome un beso en la mejilla
Tratando de despertarme, me despabilé.
- Hola mi vida, ¿ Cómo te fue?
- Bien. La verdad que seguí las instrucciones de Roberto y pude ganar una pequeña suma, pero además nos divertimos toda la noche.
- Bueno, me alegro por tí, y nos fuimos a acostar. Mi esposa estaba particularmente alegre, así que lo que nunca, ella buscó tener relaciones y pasamos una noche de primera.
Al día siguiente, fuimos a la playa con los vecinos y por la tarde mi esposa volvió a plantear de ir al casino, a lo que Roberto aceptó encantado.
- me imagino que hoy nos vas a acompañar, no?, me preguntó muy atento.
- No, Roberto, te agradezco, pero el juego no es lo mío.
- Tendremos que ir los tres como anoche, dijo mi esposa decidida.
- No papá. No tengo ganas de ir a encerrarme de nuevo en ese lugar. Me aburro. Prefiero quedarme en la cabaña, dijo Joana enfurruñada.
- No querida, no voy a dejarte sola. Mas vale nos quedamos y salimos los cuatro a cenar y mirar negocios.
- Pero Roberto, si José se queda, Joana podría quedarse con él hasta que regresemos, dijo mi esposa tratando de no perder la salida.
- No se. Quizás José quiera estar tranquilo y no hacer de niñera, dijo Roberto mirándome.
Yo me quedé de una pieza. Iban a dejar a esa jovencita conmigo toda la noche. Traté de mantener la compostura y que no se me notara la alegría.
- Yo voy a mirar televisión. Si ella no se aburre conmigo, no hay problema en que se quede aquí.
-Tengo un libro para leer, así que voy a estar entretenida, dijo Joana
- Bueno Roberto, entonces todo está arreglado. Vamos al casino y cuando volvemos pasas a buscar a Joana, dijo mi esposa satisfecha.
- No hay problemas, dijo Roberto y se fue con Joana a su cabaña.
Mi esposa se bañó primero, y ocupó el baño para arreglarse y pintarse. Yo mientras me tiré en el sofá a mirar televisión. Por fin salió a medio cambiar, preparó algo de cenar y pude pegarme una ducha mientras tanto. En lugar de ponerme mi pijama como todas las noches, considerando que iba a tener visitas me puse una bermudas y una remera. Cenamos y luego mi mujercita siguió con su arreglo para esa noche. A las 10 en punto golpearon la puerta.
Fui a abrir y allí estaba Roberto impecable como siempre, y a su lado Joana con un short corto de jean y un buzo liviano, ya que por la noche siempre refrescaba un poco. Era alucinante.
Los hice pasar y se quedaron allí de pie esperando a mi esposa. Por fin Laura apareció. Estaba realmente bella, debo reconocer. Roberto no pudo menos que elogiarla y mi mujer sonriente agradeció el cumplido.
- Bueno Joana portate bien y no hagas renegar a José, ¿ estamos? Dijo Roberto.
- No te preocupes papi, dijo ella sonriendo.
Mi esposa me besó en la mejilla. Joana besó a su padre y se fueron, quedando los dos solos allí, frente a frente.
- Bueno Joana, yo estoy mirando televisión, puedes ubicarte donde gustes, le dije atento.
- Me sentaré en el sofá junto a Ud. dijo y del dicho al hecho se sentó y abrió su libro, comenzando a leer.
La miré por unos segundos, y luego me senté, tratando de concentrarme en el programa que estaba mirando.
Joana ensimismada en la lectura, levantó sus piernas acurrucándose en el sofá. De reojo yo no perdía ningún movimiento de su cimbreante cuerpo.
Cerca de la medianoche, terminó esa película a la cual no presté ninguna atención. Le ofrecí algo de beber a Joana quien no aceptó y me fui a la cocina a prepararme un café.
Cuando volví con el café, veo que Joana está muy atenta al televisor. Me senté sin hacer caso y comencé a tomar mi café, cuando con sorpresa descubro que la película que estaban dando era Belleza Americana. Rápidamente tomo el control remoto y trato de cambiar.
- No, espere, dijo Joana, está muy entretenida. La verdad que mejor que mi libro, dijo inocente.
- Lo que pasa es que yo ya la ví, dijo tratando de justificar el intento de cambiar de canal.
- Yo no, porfi, dejela un rato, suplicó y no pude más que dejar el control sobre la mesa, y disimular tratando de tomar el café.
Las escenas se sucedían, y la trama no dejaba lugar a dudas de lo que pasaba por la mente del protagonista.
- Dígame José, ¿ Realmente las jovencitas provocan de esta manera a los hombres maduros?
- Es una película Joana. Tienen que construir una trama interesante, dijo evitando responder directamente.
- Entiendo, pero lo que no alcanzo a comprender es que siente un hombre mayor cuando está frente a una jovencita. Por ejemplo, Ud. y yo, dijo sin denotar ninguna intención.
- Tu eres la hija de una persona que conozco y yo estoy felizmente casado. Me parece que no es un buen ejemplo.
- Bueno, en la película el protagonista también está casado y ama a su esposa, y sin embargo enloquece por esa niña, dijo con precisión.
- En general el hombre reacciona frente a una mujer hermosa, sin importar la edad de ninguno de los dos
- ¿ Y Ud. me considera atractiva? Dijo mirándome con cierta picardía.
- Eres hermosa y lo sabes. Por supuesto que me resultas atractiva como a todos los hombres que se acercan a tí.
- ¿ Y Ud. estaría dispuesto como el protagonista a arriesgar a su familia para tener algo conmigo ?
- No Joana, ya te dije que es una película, dije reflejando un cierto nerviosismo en mi voz.
- O sea que suponiendo que Ud. me guste, y dado que le resulto atractiva, así y todo si yo quisiera tener algo con Ud., Ud. se negaría?
La miré acorralado. No contesté y me concentré en la película. Joana no dijo nada por un rato.
Por fin se levantó y se paró frente al televisor, dándome la espalda. La visión de su silueta recortada por el brillo del aparato hizo que mi verga saltara descontrolada. Ni siquiera atiné a decirle que se corriera de adelante. El paisaje era increíble.
Lentamente, tomó el borde de su buzo y con un agil movimiento lo sacó por su cabeza. Su cabello cayó como una cascada sobre su espalda y tardé unos segundos en darme cuenta que no traía nada debajo. Cuando se dio vuelta, sus dos pechos firmes con sus pezones endurecidos, asomaban entre sus largos cabellos. Me quedé petrificado, mientras ella me miraba sensualmente.
- ¿ Le repito la pregunta? Dijo con picardía.
- Joana, por favor vístete. No sigas con este juego que no me voy a controlar mucho tiempo y vamos a equivocarnos, le dije incómodo, mientras mi entrepierna latía a mil.
- Yo no estoy jugando. Soy mayor de edad y se lo que quiero. Lo que no se es si Ud. está dispuesto a dármelo. Pero no hay problema. Mañana buscaré a algún otro en la playa, dijo mientras me arrojaba su buzo, para luego poner sus brazos en jarra en la cintura, y separar sus piernas.
Tomé el buzo y me levanté para ponérselo nuevamente, y esto fue un error. Cuando me acerqué a ella, me acarició el pecho por sobre la remera y fue bajando su mano hasta llegar a mi sexo. El contacto de su mano fue como si me produjera una descarga eléctrica y supe que estaba perdido.
Arrojé el buzo al suelo, y tomé su cara con mis manos, y mi boca se adueñó de la suya. Sus labios se separaron invitándome a que mi lengua la penetrara cosa que hice con deleite.
Luego de unos segundos, mis manos bajaron por su cuello y tomaron posesión de sus pechos. Duros, calientes, con los pezones en punta y sensibles a mis manos como demostraron sus gemidos cuando los pellizqué suavemente. Mi boca descendió por su cuello y lentamente tomó posesión de una de sus tetas comenzando a chuparla y juguetear con mi lengua. Mi mano libre subió hasta su boca y mi dedo índice separó sus labios y comenzó a ser chupado con dedicación.
Hacía rato que no tenía una erección como la que sentí en ese momento. Siempre me costaba un buen rato ponerla dura con mi esposa, pero hoy estaba lista en cuestión de segundos. Mis huevos me dolían de la calentura, y cuando ella bajó su mano y comenzó a acariciarme por encima de la ropa, me pareció que volaba de placer.
Fueron unos minutos gloriosos, con mi boca jugando con cada uno de sus pechos, y mis manos pasando de su boca a su cuello el cual rodeaba con mi mano casi por completo y jugaba a apretarlo, provocando espasmos de placer en Joana. Por fin, tomándola del cuello la senté en el sofá, y allí parado frente a ella, procedí a desnudarme. Cuando liberé mi verga saltó como si tuviera un resorte y quedó apuntando hacia adelante y latiendo pausadamente. Joana la tomó con sus manos y comenzó a masturbarme lentamente, para terminar pasándole la lengua por la punta, bajando por el tronco y de regreso proceder a introducirla en su boca. El líquido preseminal ya la había humedecido por completo, y se mezcló son su saliva.
Pensé que soñaba. Yo un maduro hombre de 50 años, tenía a mis pies a una jovencita hermosa de 19 haciéndome una fellatio en toda la regla. Ni en mis mejores sueños imaginé pasar por esa circunstancia. Me limitaba a mirar la escena como si le estuviera pasando a otro.
Por fin, y antes de que me llegara el orgasmo, me separé y arrodillándome, le desabroché su short y con su ayuda de un tirón la dejé totalmente desnuda. Su pubis totalmente depilado dejaba a la vista su sexo juvenil, el cual brillaba por la lubricación que su excitación había liberado. Separé sus piernas y fue el turno de mi lengua. Recorrí toda su entrepierna deteniéndome unos segundos en su ano y luego comencé a penetrarla de a ratos o a juguetear con su clítoris que estaba durísimo. Los gemidos de Joana mostraban que estaba disfrutando mi tratamiento.
Cuando sorpresivamente se corrió sobre mi lengua, mientras aferraba mis cabellos, recordé que a los 19 años uno es mucho más sensible al sexo. Dejé que mi lengua jugueteara con su clítoris mientras ella se corría, intensificando su placer y haciendo que ese orgasmo se extendiera en el tiempo. Por fin, se aflojó y soltó mis cabellos.
En ese momento, la bajé al suelo, sobre la alfombra y la puse de costado, colocándome detrás de ella. Levanté una de sus piernas y apoyé mi verga contra su sexo. Ella buscó con su mano y comenzó a acariciarla suavemente. Bajé el centro de mi cuerpo buscando la mejor posición y al fin, la punta de mi verga se posicionó entre sus labios vaginales, separándolos.
Sentí como su cuerpo se tensaba. La pierna que estaba sobre la mía se retorció para envolverme. Una de sus manos apretó fuertemente mi pierna. Yo tomé sus hombros para dirigir mi fuerza y lentamente atravesé la entrada de su sexo. Su mano sobre mi pierna me apretaba mostrando su excitación.
Cuando la mitad de mi verga estuvo dentro suyo, me detuve. Esperé que se adaptara al tamaño y comenzara a gozar del encuentro.
- ¿ Te gusta? Le pregunté al oído.
- Si José, me encanta, me encanta
- ¿ Quieres mas?
- Toda, la quiero toda, y uniendo el dicho al hecho su mano tomó posesión de mis huevos y los apretó.
Esa sensación me terminó por descontrolar y de un empujón nuestros cuerpos se chocaron. Toda mi verga la había penetrado y un largo gemido mostraba que la hembra se sentía totalmente llena.
- Hmmmmmmmmmm, que rico, dijo después, mientras lentamente comenzaba a bombearla en un mete y saca profundo.
Estuvimos un buen rato tirando allí en el suelo. Luego me levanté, la subí al sillón y separando sus piernas me acosté sobre ella volviendo a penetrarla. Esta vez, de frente pude besarla con detenimiento. Era una belleza por donde la mirara. Su cara, su cabello, su boca carnosa, esos ojos celestes que me miraban son sorpresa mientras mi verga entraba y salía de su cuerpo con desesperación. Sus piernas me envolvieron para evitar que me retirara como si eso fuera posible.
- Eres bueno en la cama, papito, me dijo al oído.
- Ni tanto. La buena eres tú que me calientas como nadie, le dije sin cejar en mi pistoneo.
- Me corro de nuevo, papito, me corro, ¡¡¡ Ahhhhhhhhhhh!!!, gritó y rápidamente tapé su boca con la mía por miedo a que alguien escuchara.
Su orgasmo fue profundo y cuando se relajaba yo me metía hasta el fondo, provocando un nuevo espasmo. No se si acabó una sola vez o varias, pero fue un momento sublime. La respuesta de esta ninfa al sexo era bestial. Cuando se calmó desmonté y la hice ponerse en cuatro sobre el sofá, y allí, como si fuera una yegua, mi verga volvió a poseerla salvajemente. Ahora los embites se hicieron mas violentos. Yo estaba haciendo unos esfuerzos terribles para aguantar. Mis huevos estaban duros como piedras. Ella notó mi desesperación.
- Goza, papito, goza.
- No tengo forros, nena, la voy a sacar.
- Tomo la pildora, papito, llename vamos. Dame todo lo que tengas. Quiero sentir tu leche hirviendo quemando mi cuerpo, me dijo, y ante ese permiso, aceleré y me dejé llevar por el deseo.
Creí que iba a morirme. Cada chorro de semen salía de mis entrañas como si me desgarrrara. No recuerdo haber acabado nunca de esa manera, ni siquiera cuando tenía 20 años, ni tampoco tanta cantidad. Eran verdaderos chorros calientes que se sucedían uno detrás de otro.
- Siento que me quemas, papito, me quemas, que caliente que estás. ¿ Soy tu belleza americana? Decía Joana
- Eres la mejor yegua que he tenido nunca, me enloqueces querida, me enloqueces, Ahhhhhhhhhhh
Todo había terminado. Me derrumbé sobre su espalda. Mi verga se fue ablandando y terminó por salir de su cuerpo, y detrás de ella mi semen comenzó a gotear. Me apresuré a colocar mi remera y recolectar el líquido antes que manchara el sofá y fuera imposible explicar de que era esa mancha. Joana reía ante mi esfuerzo.
- Eso te pasa por acabar tanto. Pensé que ibas a ahogarme en leche. No puedes ser tan calentón, me decía contenta.
- La culpa es tuya, si no fueras tan yegua no me hubiera calentado tanto, dije también sonriendo.
En ese momento ocurrió lo impensado. Joana se agachó y tomó mi verga con la boca. Comenzó a limpiarla y sorpresivamente sentí como se empezaba a endurecer nuevamente. Años hacía que no echaba dos polvos seguidos. No lo podía creer, pero en cuestión de minutos estaba mas dura que antes. En ese momento, Joana se detuvo y se puso de pie.- Eres un buen hombre y creo que mereces saber la verdad, dijo muy seria
Quedé sorprendido.
- ¿ Qué verdad?
- Tu no has notado nada pero entre mi padre y tu esposa hay una tensión muy especial, me dijo.
Quedé de una pieza. De inmediato pensé que eran los celos de hija los que hablaban y le hacían imaginar cosas.
- Mira Joana, yo no noté nada, y puedo asegurarte que mi esposa no es de esa clase, dije casi enojado.
Acarició mi cabeza mientras negaba con la suya.
- Eres muy crédulo, pero no importa. Me parece que te compensé por lo que seguramente ahora mismo está pasando entre mi padre y tu mujer, y sin decir nada más volvió a tomar mi verga y comenzó a masturbarme.
Sin esperar mas la tomé a Joana, la hice sentar en la mesa, la recosté hacia atrás y levantando sus piernas por encima de mis hombros y me hundí en su cuerpo hasta la reverendas cachas, empezando a bombearla con fuerza y de manera profunda. Ella respondía a mis embates con gemidos y acariciando mis cabellos y mi pecho. Como ya había acabado duré muchísimo. Calculo que tiramos por mas de media hora, y en ese lapso Joana acabó tres veces, hasta que por fin terminé tirando dentro de ella lo poco que quedaba de mi leche. Cuando me sintió acabar me atrajo hacia ella y la apreté fuertemente gozando como un enfermo.
Limpié todo y fui a ponerme un buzo para disimular que no tenía la misma remera con la que me habían visto mi mujer y el padre de la bebota. Joana fue al baño a lavarse y luego se vistió. Lo que me había dicho me daba vueltas en la cabeza. Nos besamos un rato. Perdimos la noción del tiempo. Apenas nos habíamos acomodado cuando sentimos la llave en la puerta.
Entraron bromeando sobre lo ocurrido en la sala de juegos. Mi esposa se veía feliz y distendida. Nos contaron que habían salido derechos, a pesar de que en un momento habían ganado una buena cantidad, pero que sin darse cuenta la perdieron, para terminar con lo propio solamente.
- Pensé que iban a volver antes, dije mirando el reloj y observando que eran casi las 4.
- Es que decidimos volver caminando por la playa y la vuelta es un poco más larga y pesada, dijo Roberto sonriendo. En mi fuero íntimo agradecí la demora. De lo contrario nos hubieran sorprendido en acción.
- Y uds. ¿ cómo la pasaron? Preguntó mi mujer
- Bien, cada uno en lo suyo, espero que Joana no se haya aburrido demasiado, dije con inocencia.
- Por favor, señor José, pasé una noche muy tranquila, y pude avanzar con mi lectura. Realmente necesitaba una noche así, dijo con doble sentido.
- Si. Creo que todos necesitábamos una noche de libertad y tranquilidad, dijo Roberto, lo que volvió a encender la luz de alarma por la claridad del doble sentido, bueno Joana despídete y vamos. Rápidamente Joana besó en la mejilla a mi esposa y a mí, y se fue a su cabaña. Roberto besó a mi mujer en la mejilla me dio la mano y se fue detrás de su hija.
Rápidamente fuimos a acostarnos. Hice un poco de tiempo y cuando llegué al dormitorio, mi mujer ya estaba dormida profundamente. Era una suerte. No tenía ganas de sexo luego del encuentro que había tenido. Quería quedarme con ese gusto a ninfa en la boca y en la verga. Había sido un momento único . Pero la duda me carcomía por dentro. Había vuelto muy feliz. ¿ Joana tendría razón?

5 comentarios - No hay culpables.... ni inocentes.

garrote2373 +2
Y cual es loco????? El vete se comió a la pendeja y el padre de la pendex se comió a la esposa del otro. Todos ganaron, todos contentos. VIVA EL SEXO!!!!!
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xxxdios +1
muy buen relato
mimilau
Excelente!! Me encantó!
Me hizo sentir parte la historia, hizo que me mojara y me volviera loca...
Gracias!
Van puntos y reco!!!
kramalo
jaaaa..!! te la cepillaron....y bueno, no te podés quejar... en el intercambio, salistes ganando...muy bueno..!!