Joven descubre placeres por una amiga de sus padres (7)

Bueno como creo que os esta gustando, os subo otra trocito de la bonita historia...


Me fui a mi baño y empecé a ducharme. Al poco rato corrieron la cortina y sin girarme dije:


-“He dicho que solo”.

-“Soy yo Arni. No te preocupes”-dijo Judith
-“¿Como quieres que no me preocupe?”
-“Está bien. Pero déjame ducharme contigo”.

-“Bueno, entra”.

Entró y sin decir nada empezó a enjabonarse. Debo reconocer que las tentaciones empezaban a traerme loco. Quería comérmela allí mismo. Me empezaba a volver loco. Estaba a punto de vencerme cuando por suerte habló.


-“Pero, dime la verdad Arnau, ¿soy bonita?”
-“Claro que eres bonita”.

-“¿Entonces porque no quieres follarme?”
-“Porque no. Somos primos”.

-“Bueno, bueno no discutamos. Dame un beso”.

-“No”.

-“Venga, cortito”.

-“Que no”
-“Ya te lo doy yo a ti”-dijo acercándose.

No se porqué no me moví. Me limité a esperarla. Me dio el beso y no se porqué abrí la boca. Pero a los pocos segundos ya nos estábamos besando apasionadamente hasta que salí del trance.


-“NO. Para”-dije saliendo de la ducha.

-“No me rechaces así Arny”-dijo sollozando.

-“Pero no está bien Judith”.

-“Está bien, pero mastúrbame. No haremos el amor, pero mastúrbame”.

Aún no entiendo porque lo hice, pero me acerqué, entre de nuevo en la ducha y empecé a acariciarla. El cuello, los hombros, los brazos, los pechos…, estaba definiendo de nuevo su piel. Llegué a su pubis y como acto reflejo separó un poco las piernas.

Empecé a pasear un dedo por su rajita. Intuía mínimamente el clítoris bajo mis dedos. Se lo acaricié como pude. Estaba muy húmeda y no me costé introducirle un dedo. Hubiese probado con dos, pero no me atreví.

Pareció gozar mucho con aquello y cuando creí que había terminado saqué mi mano de su entrepierna. Pensé que diría algo, que me amenazaría con volverlo a intentar, pero me miró dulcemente, con cara de vencedora, y sin hacer ningún comentario salió de la ducha y de la habitación.

Cuando salí de la ducha me sentía muy raro. No os puedo describir la sensación que me corría por todo el cuerpo. Me sentía muy incómodo, sucio.

Tardé en bajar al salón. Supongo que todos lo entenderéis. Olvidémonos de todas las bromas y guasas que podríamos hacer de una situación como la mía. Llega el punto en que te deja de hacer gracia. Aquello ya no era una cosa inocente entre críos. Eran las perversiones más oscuras de unos depravados. Tampoco quiero exagerar, solo es que cuando las fantasías dejan de serlo y pasan a ser realidad pueden hacerte sentir sucio.

Es como cuando eras un crío y tenías envidia del nuevo juguete de un compañero de clase. Alguna vez, quizás te habías dejado llevar y habías llegado incluso a robárselo. Una vez lo tenías en tu casa, guardado, perdía todo su valor. Ya lo tenías, pero no podías jugar con él por si lo veían y solo podías disfrutar de tus remordimientos. Ahora ya no se si me he explicado bien.

El hecho es que yo ya no estaba disfrutando de aquello. No me apetecía estar con ellas. Solo quería estar solo un rato, con mi música y los personajes mudos que colgaban de las paredes de mi habitación.

Sabéis que para mi aquel fin de semana el único reloj que había era mi estómago. Términos como tarde o temprano no significaban mucho. Por eso no puedo deciros si estuve mucho rato tumbado en mi cama. Lo suficiente para llegar a agradecer que no subiesen a incordiar.

Cuando decidí bajar me encontré con que estaban preparando la cena. No se si se sentían igual que yo o era simple comprensión y respeto, pero no era el único que se había vestido. Yo me había puesto unos pantalones cortos y ellas llevaban ropa de verano. No se si entendieron que aquello se nos había ido de las manos o simplemente creyeron que ya me habían hecho sufrir demasiado.

Al entrar en la cocina pensé que me dirían algo, que me avasallarían a excusas y explicaciones, pero tan solo me sonreían y me besaban en la mejilla a medida que pasaba por el lado de cada una de ellas.

Mi hermana, que era sin duda más viva que las otras, hizo lo mejor que se podía hacer en aquel momento. Quitarle importancia a todo e involucrarme en lo que hacían.


-“Empieza a poner la mesa Arny”-dijo dándome otro beso en la mejilla.

Besitos, caricias en el pelo…, ordenes… ¿De que iban?¿A que venía ese estúpido trato maternal? Casi prefería aquello al acoso al que me habían sometido, pero me molestaba que un polvo les diese derecho a tratarme como si fuesen todas mis madres.

Supongo que aquello me hizo pensar en la única madre que debía correr por ahí y que había desaparecido por completo. Mi tía había cogido a Judith y se habían ido. Ni siquiera pregunté. Un vampiro chupa-sangres menos. Esa casa se había parecido demasiado al cañón del colorado con tanto buitre sobrevolando mi moribundo cuerpo.

Cenamos plácidamente. No se como lo consiguieron, pero de nuevo volví a sentirme cómodo entre ellas. Hablamos un rato de mil tonterías sin importancia y me, podíamos decir, obligaron a ver una película que no encajaba mucho en aquel fin de semana, “las normas de la casa de la sidra”. No es que no me guste. Solo que es una película que me deprime mucho. Casi lloro cada vez que la veo en el momento en que un niño se deprime porque unos padres adoptivos no lo “escogen” a él. Pero en fin, aguanté como se suponía que debía aguatar y ni me inmuté.

Me gustaría contaros alguna aventurilla más de aquel día, alguna curiosidad al menos, pero podría convertir este relato en una sarta de mentiras y en ningún momento es eso lo que he pretendido. La noche acabó con la película. Nos acostamos por separado esperando que al día siguiente ese fin de semana se hubiese convertido en un simple, aunque grato, recuerdo.

De todos modos, sabemos que en mi casa las cosas no son nunca tan simples ni inocentes como parecen. Yo ya estaba medio dormido en mi cama, solo, cuando alguien entró. No puedo decir que ya estuviese durmiendo. Tampoco estaba despierto. Estaba en ese estado en que percibes todo lo que pasa a tu alrededor pero no lo analizas. Los ruidos parecen lejanos y te ves incapaz de reaccionar a ninguno de ellos.

Ni me moví cuando noté que alguien se tumbaba a mi lado. No necesitaba mirar para saber que era mi hermana. Me acarició un brazo con la punta de los dedos, muy suavemente. Yo no decía nada, pero por algún motivo, ella sabía que yo ya estaba despierto.


-“Hola mi amor. Se que no duermes”- dijo besándome el pelo-“quiero pasar la noche contigo. Quiero hacerte el amor hasta que caigamos rendidos sobre la cama. Quiero disfrutarte y que me disfrutes como Dios manda”.

Yo no respondía. La dejaba hablar esperando…, no se que esperaba. Leí un día en el típico mail de bromas que la mujer se aleja de la tentación rápidamente mientras que el hombre lo hace despacio, con la tentación que lo alcance. Supongo que eso era verdad también esa noche.


-“Mañana vuelven papá y mamá. Todo acabará si quieres. Pero esta noche quiero tenerte, quiero que seas mío”-decía mientras la suave caricia se transformaba en un abrazo desde mi espalda-“Olvídate de todo. No pienses, no temas y no esperes. Déjate llevar. Te garantizo que te sentirás libre”.

Su mano se paseaba por mi pecho, como si fuese un pequeño velero luchando contra las olas en que se había transformado mi piel. Un pequeño empujón en mi hombro hizo que me ladease y cayese sobre mi espalda. La miré a los ojos y calló. Entendió que ya no era necesario seguir hablando. Las palabras eran heridas abiertas, eran remordimientos y serían recuerdos oscuros de aquella noche.

Me besó tímidamente, como una quinceañera estudiando mi reacción. Volvió a besarme esperando de nuevo que reaccionase. No tardé demasiado. Le acaricié el cuello y la besé apasionadamente. Se tumbó encima mío. Estaba completamente desnuda, su cuerpo ardía y se movía nervioso sobre el mío.

Mis caricias la calmaron. Recuerdo la suavidad de su espalda. Ella apenas se movía. Solo me besaba. Me quité los calzoncillos como pude y la recosté sobre la cama sin dejar de besarla en ningún momento. Me tumbé encima de ella muy despacio. Seguía besándola. Entré en ella con toda la suavidad que pude.

Estuvimos en aquella postura durante bastante rato. Monótono quizás, cada uno sabrá. Para mi valían más sus miradas, sus jadeos interrumpidos y sus gritos asfixiados que las posturas y rarezas más originales.

Terminé mirándola a los ojos. Creo que ella no lo hizo, pero veía mucha satisfacción y felicidad en su cara. Sus mirada era especial…, tenía como un nuevo brillo y me hizo sentir muy cómodo en sus brazos.

Pasamos la noche juntos, abrazados en mi cama esperado a que el alboroto de aquella casa que había estado viva durante días nos despertase. Pero no fue así. Parecía que éramos los primeros en despertarse. Eso creímos hasta que bajamos a la cocina y nos las encontramos a todas vestiditas recogiendo todo y con el desayuno en la mesa.

Dejaron lo que estaban haciendo en nos sentamos todos a recargar las pilas. Al principio era más una conversación de bar que otra cosa. Hablábamos de mil tonterías asesinando a cada palabra el fin de semana, convirtiendo en un mero recuerdo lo que habíamos compartido.

Supongo que mi hermana no acababa de asumirlo. Vi que necesitaba proponer una especie de contrato de confidencialidad o quizás es simplemente que se agobia con los ambientes distendidos. Ya no se que pensar.


-“Hablemos de algo serio. Supongo que comprendéis que esto no puede salir de aquí”.

-“No somos tontas dijo Bárbara”.

-“No es que seáis tontas. Con vosotras ya lo había hablado”.

-“Tampoco soy tonto. Soy el que más tiene que perder si esto se sabe. No me enorgullezco”.

-“¿Cómo que eres el que más tiene que perder?”-me increpó Nuria”
-“Joder! Mis padres me matan…, y lo mío con Sonia…adiós”
-“Sabes que me haría mi dulce hermanita si se enterase. A mi también me hizo prometer que ni te tocaría. La dulce Sonia puede transformarse en Jack el destripador. Lo del Dr. Jekyl y Mr. Hyde quedaría en cuento para niños”.

-“Aún así, perdería más yo”.

-“¿Por?”
-“No lo se…, he pensado en ella este fin de semana”.

-“¿Cómo?”
-“Pues eso”.

-“Mi hermanito se nos enamora de una chica que no está. Que tierno…”
-“No lo entiendo. La casa llena de mujeres y tu pensando en otra…, no te entiendo”.

-“Hablando en confianza, no os lo toméis mal”- esperé a que hiciesen algún gesto de aprobación-“vuestros besos no son como los suyos, no siento lo mismo. Según lo que decías o como os reíais me recordabais a ella. Ahora ya se que es estar con varias mujeres. Prácticamente no me quedan fantasías y creo que ella es la única que puede llenarme. Me da un poco de miedo, pero ahora mismo solo se que quiero estar con ella”.

-“Ohhhh”- contestó más de una.

-“No os pongáis así. Me avergonzáis”.

-“No tengas vergüenza. Es bonito”-dijo Nuria –“casi me arrepiento de lo que hemos hecho”.

-“Tampoco eso mujer”.

-“He dicho “casi”. Solo casi. Vale la pena correr el riesgo”.

Reímos todos un rato y acordamos matar el tema, incluso entre nosotros, para siempre. Parece ser que yo he roto el pacto de algún modo, pero todos los hombres entenderán que esto tenía que contarlo. ¿Qué gracia hubiese tenido si no lo cuento?

En fin, la aventura del fin de semana fue eso. Ahora debería explicaros como acabó todo. Con Sonia al menos. No se si a todos os apetece. Es menos morboso y más corriente aunque la sonrisa que se me dibuja cuando lo recuerdo es mayor y más…, sincera.

A quien le interese que siga leyendo.

Estuvimos durante toda la mañana recogiendo los restos del fin de semana. Tantos jóvenes alborotados juntos ensucian y desordenan bastante, creedme. Limpiamos la cocina de arriba abajo y le dimos un repaso a la casa que ni el mayordomo de Tenn (aunque le ayude el tal bioalcohol).

Cuando llegamos a dejar la casa tan limpia que daba lástima y parecía el decorado de una película, nos duchamos y nos fuimos a comer por ahí. Invitó mi hermana. Bueno, debería escribirlo entre comillas porque no creo que hayáis visto el gesto que he hecho mientras lo escribía. Lo digo porque simplemente lo sacó de la reserva que mis padres nos había dejado para una emergencia de última hora. Ambos sabíamos que no se quejarían si ese dinero, simplemente, desaparecía.

Después de comer hicimos la ruta de las despedidas, es decir, fuimos casa por casa de cada una de ellas a que gorreasen un poco de sus padres que para eso las tenían. Después de ese fin de semana, que tenga el morro de llamarlas gorronas me parece una desfachatez. Acabo de imaginarme su cara leyendo esto en la web de sus caras. “¿Gorrona,? ¿me ha llamado gorrona el pervertido ese?”.

Supongo que el punto de vista me lo cambió el tono maternal de las “n” despedidas. Vamos a ver, para las lectoras, si le metes unos polvos a un tío, ¿Qué leches te da derecho a tratarlo como a un bebé? Ya se, ya se, las suyas. Pero es algo que no he comprendido jamás.

Frases como: -“Te has portado como un hombretón Arny cariño” con mirada dulce mientras te acarician el pelo envía tu autoestima por el suelo. Bueno, tampoco es eso, es solo que preferirías algo como:”Machote, me muero de gusto solo en imaginarte de nuevo cabalgándome. Ya se me están mojando las bragas”.

Bueno, bueno… Quizás tampoco es eso… Bastaría con: Este es mi numero de teléfono. El y yo te estaremos esperando”. Da igual, lo que sea, menos la mirada dulce, la caricia en el pelo y el empalagoso “cariño”.

Pero superado el trauma de las despedidas volvimos a casa mi hermanita y yo. Cuando estábamos solos en el coche, mientras ella conducía, quiso tocarme el paquete. No me hizo mucha gracia y le aparté la mano.


-“Vamos Arny. No te hagas el estrecho”.

-“Oye, me parece que ha quedado claro. Se acabó”.

-“Vamos a ver Arny. Seamos adultos…”
-“¿Adultos? Lo que somos es unos jodidos pervertidos”.

-“Bueno, eso también”-dijo riendo-“A lo que me refiero es que el mal ya está hecho. Ya nos hemos acostados. Me parecería bien que nos hiciésemos un nuevo regalo”.

-“No entiendo que puedas hablar con tanta frialdad de esto”.

-“De frialdad nada, que ando bien calentita. Lo que quiero decir, es que hasta que lleguen papá y mamá podemos pasárnoslo de miedo tu y yo. No porque la situación te haya conducido a ello, sino porque quieres”.

-“Pero es que no quiero”.

-“Lo que tu quieres es hacerte de rogar. No seas estúpido. Si tenemos un par de horas… vamos a disfrutarlas”.

-“No, lo siento pero no. La locura del fin de semana se ha acabado”.

Y diciendo esto ya habíamos llegado a casa. Bajé del coche mientras ella lo medio aparcaba en la entrada y me fui directo a la piscina a darme un baño.

Supongo que por la costumbre del fin de semana me bañé desnudo. ¿A quien le iba a importar? ¿A mi hermana? Ni siquiera sabia donde se había metido hasta que apareció unos minutos después, también completamente desnuda.

Creo que lo que en ese momento me puso cachondo no fue que estuviese desnudo, sino la aparente naturalidad con la que mostrábamos nuestros cuerpos.

Se echo al agua y como era de suponer vino a mi encuentro. Se repitió la imagen de mi hermana abrazada a mi cuello intentando ponerme cachondo. Pobrecita, no lo podría conseguir porque ya estaba hecho. Mi reloj marcaba las doce y la aguja se clavaba poderosa en su ombligo.


-“Por ese agujero no va a caber…, pero tengo otros ansiosos de acogerla”.
.”Oye, mira, Ya basta. No estoy dispuesto a consentirte esto”.

-“¿Y que vas a hacer para evitarlo?”
-“Enviarte a la mierda. Vete. Suéltame”-grité con mis ojos llenos de furia clavados en los suyos”. Estoy harto de que me manipules. No solo en esto. Me tratas continuamente como si fuese un juguete que pudieses llevar aquí y allí haciendo todas las payasadas que le plazcan a la señorita. Estoy harto. Sal de mi vida. Desaparece”.

Simplemente se soltó. Dio media vuelta y salió del agua. Debo reconocer que al principio me sentí el vencedor. ¡Por fín había ganado! Mi hermana no había conseguido manipularme y nunca más lo haría.

Después la cosa cambió. Me sentí culpable, el malo de la película. Y una película como ésta no debe tener malo. Así que empezaron los remordimientos, los pensamientos auto inculpatorios y un montón de gilipolleces que al acumularse en mi cabeza me hicieron salir del agua en su busca. ¡Maldita sea!

La busqué por toda la casa repitiendo su nombre de la forma más dulce posible dejando caer algún “perdona” de vez en cuando. No me respondía. Tocaba pasearse toda la casa buscando algún rincón donde alguien arrepentido pudiese esconderse.

Al entrar en su habitación la encontré de nuevo. Pero esta vez, y no se como lo consiguió estaba atada a su cama. Los pies con unas telas, y las manos con esposas. La imagen era espectacular. Solo abrir la puerta de la habitación te encontrabas la cama de frente, con aquella mujer, ahora sí, vulnerable, esperando alguna muestra que su soledad no era un castigo merecido.


-“¿Qué haces?”
-“Dejarte escoger”
-“¿Como que dejarme escoger? Suéltate”
-“No puedo. No alcanzo las llaves”.

-“¿Dónde están?”
-“Ese es mi secreto. Por lo menos hasta que tu escojas”.

-“¿Hasta que escoja que?”
-“Ahora tienes dos opciones. Una: tu mismo. Déjate llevar. Tu mandas. Me haces lo que quieras. Este cuerpo lo tengo para que lo disfrutes tanto como quieras”.

-“Pasa a la segunda”.

-“Ir a tu habitación y pensar”.

-“¿Pensar en que?”
-“En lo que dirás a papá cuando se encuentre a su hijita llorando desnuda en su habitación diciendo que su hermanito la ha violado”.

-“A ti se te va la pelota”.

-“Pozí” –dijo riendo”- Pero no pienses en la segunda posibilidad. Yo me acogería claramente en la primera. Vamos hermanito. Hazme feliz”.

-“Joder. No”
-“Sientate a mi lado anda”-no se por que, pero lo hice.

-“¿Que quieres?”
-“Nada. Solo un favorcillo. Mírame”.

-“¿Como?”
-“Tsssss”- hizo para que me callara-“solo mírame”-continuó cerrando los ojos.

Como acto reflejo a su petición la miré. La estudié, cada centímetro de su cuerpo. No era mi hermana. Era una diosa. Callada, con los ojos cerrados. Prisionera de sus deseos y expuesta a los míos.

La piel le brillaba. Aún estaba húmeda y reflejaba la luz del sol que entraba por la ventana dibujando en su cuerpo figuras de sombras y formas. Había un pozo en medio de su vientre que parecía querer absorber la energía del sol. No entiendo porque, pero quise acariciar ese pedazo de sol que se le había robado al cielo. Dejé caer mi mano suavemente sobre su vientre y empecé a acariciarlo, como si fuese una figurita de cristal que se podía romper con mi torpeza.

Al vientre lo siguieron los pechos, y a un arqueo involuntario de su espalda, fruto de alguna fantasía de mi hermana, dejé resbalar mi mano hasta su pubis.


Ummm en el proximo episodio mas..

Si os ha gustado comentar.. o seguirmeee..

2 comentarios - Joven descubre placeres por una amiga de sus padres (7)

megagps
esperando la siguiente parte 😛